REVISTA N° 22 | AÑO 2020 / 1
Resumen
Parentalidad del mismo sexo. Construcción de la categoría de la Diferencia. Funciones Parentales, organizadores del psiquismo del infans
La Autora relata cómo, desde hace más de 20 años, introdujo los temas de homoparentalidades, diversidad sexual y acceso a la parentalidad en la IPA. Este proceso influyó en la despatologización de los mismos en su país. Realiza una evaluación retrospectiva del impacto de tales aportes. Piensa un psiquismo que se construye de forma relacional. Desarrolla una ampliación de las Funciones Parentales como organizadores del psiquismo de los hijos, deconstruyéndolos del sexo biológico. A partir de viñetas clínicas muestra que el género de la pareja no es un factor determinante en la construcción de la identidad de género de los hijos. Esto conduce a pensar que la Construcción de la categoría simbólica de la Diferencia se constituye de modo complejo. La diferencia no es sólo sexual, es identitaria.
Palabras clave: funciones parentales, constitución psíquica, psicosexualidad, homoparentalidades – padres del mismo sexo, categoría simbólica de la Diferencia.
Résumé
Parentalité de même sexe. Construction de la catégorie de la Différence. Fonctions parentales, organisatrices de la psyché de l’infans
L’auteur relate comment, pendant plus de 20 ans, elle a introduit les questions de l’homoparentalité, de la diversité sexuelle et de l’accès à la parentalité au sein de l’IPA. Ce processus a influencé leur dépathologisation dans son pays. Elle procède une évaluation rétrospective de l’impact de ces contributions. Elle pense à une psyché qui se construit de manière relationnelle. Elle développe une extension des fonctions parentales en tant qu’organisatrices de la psyché des enfants, en les déconstruisant du sexe biologique. À partir de vignettes cliniques, elle montre que le sexe du couple n’est pas un facteur déterminant dans la construction de l’identité de genre des enfants. Cela nous amène à penser que la construction de la catégorie symbolique de la Différence est construite de façon complexe. La différence n’est pas seulement sexuelle, elle est identitaire.
Mots-clés: fonctions parentales, constitution psychique, psychosexualité, homoparentalités – parents de même sexe, catégorie symbolique de la Différence.
Summary
Same-sex parenting: constructing the category of difference; the parental role in organizing the infans’ psyche
The Author relates how, for more than twenty years, she introduced the themes of homoparentalities, sexual diversity, and access to parenthood in the International Psychoanalytic Association (IPA), a process that has influenced their depathologisation. Here she conducts a retrospective evaluation of the impact of such contributions. She conceives of a psyche that is formed in a relational way, and she develops an extension of parents’ roles as organisers of the children’s psyche, deconstructing them from biological sex. Through clinical vignettes, she shows that the gender of the couple is not a determining factor in the construction of the gender identity of the children. This leads us to think that the construction of the symbolic category of Difference is formed in a complex way. The difference is not only sexual, it is linked to identity.
Keywords: parental roles, psychic constitution, psychosexuality, homoparentalities – samesex parenting, symbolic category of Difference.
ARTÍCULO
En la empresa científica no debería haber espacio para el horror a lo nuevo.
Por su carácter eternamente incompleto e insuficiente, la ciencia está condenada a confiar para su salud en nuevos descubrimientos y concepciones. […]
Se pone rígido frente a lo nuevo que llega, en tanto tiene por sacrosanto a lo ya consabido y creído, contentándose con desestimar aquello, aun antes de someterlo a indagación. Sigmund Freud, 1925a, p. 227.
Introducción histórica del tema en la IPA (Asociación Internacional de Psicoanálisis)
Como coordinadora del capítulo de adopción, padres del mismo sexo y diversidad sexual de la Asociación Psicoanalítica Argentina, he venido pensando y trabajando sobre el tema de las homoparentalidades, diversidad sexual y acceso a la parentalidad, más de 20 años. Desde la revisión, estudio bibliográfico y la articulación entre la clínica y la teoría de aquellos tiempos, ya que las teorías vigentes entre la orientación sexual y la elección de objeto en términos freudianos y la parentalidad suficientemente buena, las consultas clínicas nos enfrentaban a desafíos no contemplados en esa época.
La atención clínica conducía a repensar la teoría, ya que las familias con padres del mismo sexo no condecían con las postulaciones teóricas que consideraban a la homosexualidad como perversión. Ampliar la escucha desde una posición lo más abierta posible, que permitiera interrogar y repensar el psicoanálisis y sus posiciones acerca de las homosexualidades, el binarismo fálico-castrado, pasivoactivo, las diversas dinámicas y configuraciones familiares, así como las vicisitudes psicológicas de los hijos, por mencionar algunas cuestiones. Se había deslizado en el psicoanálisis un prejuicio que era utilizado desde “una teoría”.
A partir de entonces presenté trabajos para poder pensar con colegas de diferentes latitudes, en varios Congresos y Jornadas Nacionales e Internacionales, sobre el tema de las Parentalidades del mismo sexo, denominándolas “Homoparentalidades”, cuando aún se pensaba la homosexualidad como perversión, por lo cual mostrar una posición teórica diferente, sustentada en casos clínicos, parecía una trasgresión.
En la Asociación Psicoanalítica Argentina (2004) presenté un Panel con Silvia Bleichmar acerca de la Identidad. Sorpresivamente, un colega dijo: “¡La identidad no es un concepto psicoanalítico!”. Recuerdo que Silvia Bleichmar le respondió: “Si bien el tema de la identidad no fue una problemática en la época de Freud, el psicoanálisis puede pensar”.
Personalmente acuerdo con Bleichmar; por otra parte, cuando Winnicott desarrolla los conceptos de verdadero y falso self ¿no se refiere de algún modo a sentirse uno mismo?, ¿a sentirse verdadero? Desde mi comprensión, se refiere a la cohesión del self y a un tema identitario como es reconocerse a uno mismo a pesar del devenir y de las transformaciones subjetivas.
La intención científica del panel era pensar y poner en cuestión ciertos postulados teóricos que contradecían los nuevos modos de subjetividad.
A partir de 2005, comencé a presentar Grupos de discusión (SDG) sobre el tema de las homoparentalidades masculinas y femeninas, en los congresos de IPA y FEPAL (Federación Psicoanalítica de América Latina), compartiendo abiertos debates sobre estos tópicos con colegas interesados en temas que replanteaban las posiciones masculinas y femeninas.
Introduje conjuntamente con Agrest Wainer por primera vez el tema en la IPA en el Congreso Internacional de Psicoanálisis en Río de Janeiro, Brasil, (2005), marcando un acontecimiento en la historia del psicoanálisis: el tema “salió del placard”, suscitando tal interés y entusiasmo en el intercambio profesional que acabó sorprendiendo positivamente a los colegas por la cantidad de miembros interesados que asistieron y por el nivel de discusión.
Allí participaron entre otros, Joyce Mc Dougall y Paulo Ceccarelli (Francia-Brasil). Si bien no eran Nuevas familias, en el sentido de la visibilidad y aceptación legal, comenzaban a serlo.
En 2007 presenté un worshop en el Congreso Berlín de la IPA, que tuvo un intercambio en la discusión muy fructífero, con las participaciones de Paul Denis, Alberto Eiguer y la presencia de E. Bleichmar, Judith Buttler y Glocer Fiorini entre otros calificados participantes.
El libro Homoparentalidades, editado en 2007, pionero sobre el tema, fue solicitado desde una editorial para ser publicado en inglés. Este interés se ha venido reiterando en las distintas presentaciones y Congresos Internacionales, incluso tenía el pedido del Presidente de la IPA, Hailey, con la aprobación de su traducción y publicación, con el presupuesto acordado, hecho que nunca se pudo concretar, seguramente por razones políticas, ya que seguía siendo un tema conflictivo en el psicoanálisis porque remite a repensar conceptos nodulares en la teoría.
El tema fue presentando en el Congreso de FEPAL en México y en Colombia; también presenté un SDG interregional en el Congreso de la IPA en Chicago con Susan Vaughan (USA), quien actualmente es Directora del Departamento de
Psiquiatría de Columbia University. También en el Congreso Internacional de la IPA en Boston. Se trataba de pensar juntos y poner en cuestión para luego poder deconstruir conceptos binarios de las teorías vigentes muy enraizadas en los terapeutas y en la cultura.
El libro fue pionero sobre el tema en varios países, y en Argentina la filósofa Diana
Maffia, quien se dedica a temas de género, dijo: “El libro Homoparentalidades: nuevas familias dio fundamentación científica a lo que ya estaba sucediendo en la cultura, pero era ilegal y marginal. Por esto fue un paso trascendental”. Además fue un acontecimiento científico que precipitó el pedido de legalizar la Unión Civil Igualitaria al haber sido consultado en la Legislatura Argentina y jugó un papel fundamental en la aprobación final del Matrimonio Igualitario en Argentina. Esto produjo la despatologización de la homosexualidad; muchas personas dejaron de vivir en la marginalidad e ilegalidad, pasando a ser hombres y mujeres de derecho. Poco tiempo después, se despatologizó la definición identitaria trans y otras definiciones autopercibidas de identidad de género y de combinaciones en la elección sexual.
Historización de ciertas transformaciones
En el año 1990 me consultó una joven de 28 años por problemas de pareja. Transcurridos 20 minutos de la primera entrevista, me dijo: “Soy lesbiana, y todas mi parejas después de un tiempo cortan porque me dicen que quieren intentar con un hombre, ya que no quieren renunciar a la maternidad”. Actualmente formar una pareja del mismo sexo no implica tener que renunciar a tener hijos y formar una familia. La Parentalidad es una elección para ambos sexos, no es un destino.
Otra joven expresó: “Me dije a mí misma que nunca sería madre simplemente porque no sería justo para los chicos. Serían molestados y terminarían odiándome”. Vemos la fuerte carga emocional en asumir la identidad de género diferente al cuerpo biológico.
Otra consulta fue la de un joven que luchaba con asumir su identidad sexual homosexual. Temía el rechazo familiar y social. Era muy importante su sufrimiento pero igual de fuerte su afirmación homosexual, pensando que debía admitir una renuncia importante al asumir su identidad homosexual, y dijo: “Sé que no podré hacer una vida normal, por ejemplo no podré tener hijos, ni formar una familia, tengo que renunciar a ello”.
En aquellos tiempos me convocaron a coordinar grupos de Homosexuales y Lesbianas que se sentían excluidos socialmente y expresaban el sufrimiento de años de terapia para intentar ser heterosexuales y no lograrlo. Y ellos fueron los que postularon que denominar “elección sexual” era erróneo, porque ninguno sentía que había sido una elección, no dependía de su elección, sino de una fuerza identitaria o pulsional.
El avance científico permite hoy la inseminación no sólo en parejas heterosexuales, también monoparentales y lesbianas. Asimismo, se han cambiado las leyes en algunos países de occidente; tanto hombres, mujeres y trans, pueden adoptar o alquilar un vientre, ya no deben renunciar a tener una familia.
En el Congreso Internacional de la IPA en Berlín (2009), una colega dijo: “No puedo creer que esto se pueda hablar en un ámbito psicoanalítico, soy de Munich y me echarían del Instituto”. También dijo que estaba en pareja con una mujer y tenían un bebé. Y aclaró: “Empecé a verme ocupando lugares asignados a los hombres porque mi pareja debía amamantar a nuestro hijo y no puede trabajar. Yo me siento mujer, solo que no quería portar el embarazo. Me siento rara porque, aunque parezca que estoy haciendo algo que estaba asignado al hombre, como mantener el hogar, no me siento hombre, me siento mujer. También tememos que nuestro hijito no tenga una figura paterna masculina para identificarse. Me preguntó: ¿cómo atravesará el Complejo de Edipo?”. Eran temas nuevos que generaban mucha incertidumbre.
Esto ha cambiado vertiginosamente en pocos años. Considero que en el siglo XX ha comenzado la revolución del Lugar de la Mujer; y a fines del siglo XX y principios del XXI se ha producido una revolución en los Temas de la Psicosexualidad, Identidades de género y elección de pareja, que han deconstruido el binarismo: hombre/mujer, fálico/castrado. Todos estos cambios han atravesado la conformación de la pareja y de la familia, como también la crianza de los hijos/as.
Construcción de la Diferencia como organizador simbólico del psiquismo
Se ha deconstruído el sexo del género. El sexo corresponde al cuerpo sexuado de la biología, con el que se nace: nena o varón. Asumir la identidad de género no es algo dado por la naturaleza, es una construcción subjetiva que se despliega en una trama intersubjetiva compleja, con una historicidad, como vengo desarrollando.
Cuando la identidad sexual asumida no se corresponde al sexo biológico, se habla de género. El género inaugura la posibilidad psíquica de transformar la biología, asumiendo otro género que no se corresponde con el sexo del nacimiento. Son múltiples posibilidades habilitadas por la realidad psíquica y la cultura actual. Freud (1905) descubre la sexualidad infantil, etapa perversa polimorfa que puede perdurar en la vida adulta; con toda la importancia que tiene, siguió conservando la oposición del binarismo fálico/castrado. El psicoanálisis aún tiene mucho para desarrollar acerca de la comprensión de las manifestaciones de la psicosexualidad, y es parte del potencial no desarrollado de Freud. Este autor se refiere a la diferencia sexual basada en el binarismo fálico/castrado, pero que en principio parte de la creencia infantil en que todos tienen pene, aunque sabe que no es así, pero sostiene esta renegación y el temor a la castración lo introduce en el complejo de Edipo. Freud (1925b, p. 262) postuló consecuencias psíquicas basadas en la diferencia sexual anatómica, sosteniendo que la vida sexual de la mujer era más enigmática pero que, «con las necesarias modificaciones, las cosas son en un todo semejantes en el caso de la niña». Posición que fue modificando. En correspondencia (Jones, 1955, p. 468), con Marie Bonaparte, le pregunta: “¿Qué demanda una mujer?”. Cuando Lacan (1957/8) se refiere a la Ley del Padre, está centrado en que dicha función está encarnada en el hombre, no es metáfora. Considero interesante destacar que el pasaje del término “mujer” a “posición femenina”, metaforiza el concepto, ya no designa una esencia, sino una posición. La ley paterna representa un orden simbólico para la posición masculina y femenina. Si bien lo que simboliza está vigente, adherirlo al sexo biológico terminó siendo clausurante, porque representa la función que denominé de terceridad y reconocimiento, pero para Lacan quedó encarnada en el hombre, tema confuso, ya que los padres quedaban atrapados creyendo que su función era tener que reprender a sus hijos. Lacan (1901) da varias fórmulas: la mujer no existe, la mujer es un síntoma del hombre, es decir que sería un objeto fantasmático, causa del deseo del otro. Las fórmulas metafóricas y los conceptos simbólicos están, para Lacan, muy anclados en los sexos biológicos; en este sentido, no pudo escapar a la influencia de su época y recibió muchas críticas de los movimientos feministas. Desde algunas posiciones psicoanalíticas se sostenía que la homosexualidad desmentía la diferencia sexual, confundiendo a mi entender, percepción con inscripción y organización simbólica. Desde años vengo sosteniendo que ésta se construye desde la inscripción simbólica de múltiples diferencias estructurantes previas, no sólo del sujeto, sino también de sus padres, que si bien habían sido pensadas, se habían teorizado disociadamente, sin comprender que constituían un organizador psíquico.
La diferencia sexual anatómica tenía el peso que Freud le otorgó al falo como significante, muy influenciado por la sociedad victoriana de la época; desestimando la importancia de la existencia y del conocimiento de la vagina en la niña y de la creatividad potencial del interior de la mujer. Probablemente espacio de envidia masculina. La construcción de la diferencia simbólica es compleja.
También he sostenido que (Rotenberg, 2018a; 2018b), para que haya una desestimación de la inscripción simbólica, tiene que haber sucedido en generaciones anteriores una desmentida estructural de acontecimientos traumáticos o secretos familiares, como mecanismos de defensa frente a sufrimientos importantes. O bien, se han relatado los hechos como datos, sin el afecto concomitante, minimizando y escotomizando la angustia ligada al hecho traumático. Por ejemplo, el padre de un niño que decía ser una princesa, en la primera entrevista dijo: “Mi padre murió cuando yo tenía 7 años, no me deprimí porque tenía muchos tíos y primos”. Con esta viñeta sólo quiero ilustrar la desmentida paterna, que pareciera no estar articulada con el deseo del pequeño de ser niña.
Asumir hoy una identidad sexual que no sigue las leyes de la biología, según mi experiencia clínica tiene relación con un efecto identitario subjetivo, citando a Silvia Bleichmar «efecto de un significado al sujeto» (2006, p. 28), con una búsqueda de Ser y Sentirse Verdadero. Mientras que la constitución de una pareja del mismo sexo o con alguien trans, estaría más por el camino de las vicisitudes del deseo y vivencias.
Las adjudicaciones como rasgo de qué es ser masculino o femenino, son identificaciones que reciben los niños desde antes de nacer y concuerdan con los valores que la cultura ha indicado como natural del sexo masculino y del femenino, con núcleos identitarios inconscientes de los padres. La psicosexualidad en el psicoanálisis contemporáneo del siglo XXI, ha salido del binarismo ligado al sexo biológico, aunque existen muchas controversias, inclusive en el psicoanálisis.
La apertura que da la salida del binarismo, apoyado en la psicosexualidad, que se sostiene en la realidad psíquica, permite pensar las nuevas presentaciones en la clínica actual. Entonces ¿podríamos denominarla: psicosexualidad compleja? La deconstrucción de estructuras binarias en el psicoanálisis se inscribe hoy en una mirada intersubjetiva. Considero que no se definiría a la mujer con relación al deseo del otro, la maternidad no es destino, es elección. Pensar a la mujer en relación con otros modifica las posiciones en ambos sexos.
Constitución Inconsciente de la Pareja, psicosexualidad
“No nos une el amor sino el espanto”.
Verso extraído del soneto Buenos Aires, de Jorge Luis Borges, 1964, p. 230.
Para pensar en la Parentalidad, uno de los temas importantes a considerar es cómo se une la pareja, es decir, el basamento inconsciente y consciente de unión y elección, que integra tanto los aspectos compartidos, los no compartidos y los posibles de acordar o los no compartibles (a veces escindidos que se manifiestan mucho después). Sumado a la sexualidad y el proyecto de pareja. Esto no excluye el acceso a la parentalidad monoparental, es decir, donde se excluye (puede ser temporalmente), al otro.
Freud diferencia entre el amor objetal y el amor narcisista y (1914, p. 85) postula una diferencia entre la elección de pareja en el hombre y en la mujer. Refiere que «el pleno amor de objeto según el tipo del apuntalamiento es en verdad característico del hombre. Exhibe esa llamativa sobreestimación sexual que sin duda proviene del narcisismo originario del niño y así, corresponde a la transferencia de ese narcisismo sobre el objeto sexual». Mientras, en la mujer, dice que (Freud, 1914, p. 86) «su necesidad no se sacia amando, sino siendo amadas y se prendan del hombre que les colma esta necesidad».
Lacan (Ducousso-Lacaze, 2006; Miller, 2003) va a postular que mujer es quien se deja amar, no importa su sexo biológico. Este autor da un paso importante, toma la postulación freudiana, pero si bien la amplía más allá del sexo biológico, no puede dejar de lado su ideología con respecto al lugar del hombre. La Ley, es para este autor, la Ley paterna, adjudicada al hombre.
Postulo que en el siglo XXI debemos poder sostener la paradoja e incluir ambos aspectos, tanto el hombre como la mujer. Ambos sexos pueden buscar amar reconociendo la subjetividad del otro y también necesitar ser amados.
La mujer en el siglo XXI no busca “ser amada para sentirse protegida”, más bien desarrolla su propia posición subjetiva para sí misma, separadamente de la búsqueda de amor. ¿O acaso el hombre no necesita ser amado? Creo que se refiere a una posición pasiva, homologando ser amado con ser pasivo.
Inconscientemente hay diferentes basamentos que unen a las parejas. Debemos considerar que hay parejas que se unen donde prima el encuentro amoroso y completamiento narcisista, otras por la presencia de sostén y apego, sin excluir la sexualidad, pero donde ésta no es lo primordial (parejas de crianza que se acompañan ante el desamparo vivido o sentido), y un tercer grupo que podemos pensarlo desde el uso del otro, esta sería la perversión. Todos estos encuentros los pienso más allá que sean heterosexuales, homosexuales, trans o bisexuales. El psicoanálisis y la atención clínica de pacientes y parejas nos han enseñado que, en una pareja heterosexual, la sexualidad puede estar acompañada de fantasmas homosexuales, y también los homosexuales pueden funcionar fantasmáticamente como pareja heterosexual.
La sexualidad desde el psicoanálisis, la pensamos como psicosexualidad, está atravesada por las fantasías, fantasmas, fijaciones, erotismo de pulsiones parciales y la genitalidad. La psicosexualidad incluye aspectos antes denominados masculinos y femeninos que lo pensamos como activo y pasivo, no importa el sexo biológico. Se ha considerado innato y concordante con el sexo biológico a lo que era el modo de crianza determinado por la cultura.
Los modos de crianza implican la necesidad de un apego seguro para ambos sexos, asimismo las funciones parentales (Rotenberg, 2014; 2017b; 2020) consideradas como interdependencias sanas, organizadores del psiquismo de los hijos, son las que permiten la autorregulación emocional de los niños. Si esto ocurre, no se precisa caer en la pasividad: la autorregulación no es sinónimo de pasividad.
El error fue adjudicar la actividad a la masculinidad y la pasividad a la femineidad. Ambos sexos pueden ser activos y pasivos y autoregular sus emociones, sin estar fijados a uno de estos pares que no son excluyentes. Siempre se han postulado como binarios, opuestos, cuando son mucho más fluidos. El Dr. Juan Vives (Jornada Cowap México, 2020) postula la receptividad materna como activa, posición con la que acuerdo, y no como se la considera siempre, desde una posición pasiva. Pienso que debemos considerar múltiples factores que intervienen en la constitución temprana del sujeto humano y sus vivencias infanto-juveniles en la formación de una pareja, ya que la sexualidad humana es de cierta complejidad, pudiendo pasar del erotismo a la pornografía y a la crueldad usando al otro como objeto, no como sujeto. En el amor y erotismo hay un reconocimiento del otro como sujeto, incluyendo la ternura pasional, donde ambos pueden acceder a que su propio deseo se realice, buscando que el placer de los cuerpos estén entramados con ese otro, ya sea con amor o con deseo o ambos, pero son dos personas que se reconocen como sujetos, con una vida interior puesta en juego. En un encuentro entre sujetos deseantes, se desea dar y recibir placer sin renuncia.
La crueldad y la pornografía serían lo opuesto a la sexualidad ya que presentan en un polo a individuos que no son sujetos del propio deseo. En la pornografía, como dice Michela Marzano (2006) se trataría de cuerpos objetos/parciales, que usan al otro como objeto de consumo y ejercicio de un poder. En la perversión se manifiesta la destitución del sujeto, la crueldad y el cuerpo es para el uso del otro que necesita con ese acto sentirse omnipotente para encubrir la propia locura e intentar huir de la desintegración del self. Es sexo en acto, pero donde falta el intercambio con otro considerado sujeto.
El perverso está escindido (Martínez, 2015), y proyecta masivamente sus aspectos parciales siniestros, sus partes del self desamparadas, humilladas en el otro considerado puro objeto de uso.
En ciertas parejas se puede pasar de un encuentro amoroso y erótico a un sometimiento al deseo del otro, estado de alienación. Los estados mentales sexuales no son fijos ni lineales, pero es difícil pasar de una posición perversa a un encuentro amoroso; aunque conocemos el síndrome de Estocolmo, pero está más del lado de la resiliencia que del encuentro amoroso, de la desmentida como preservación de la vida.
Estos modos de sexualidad no están fijados ni responden exclusivamente a la heterosexualidad, la homosexualidad, o trans; pero sí van a influir en el modo de ejercer la Parentalidad. Es decir que el uso del otro como objeto está del lado de la perversión y de la pulsión de muerte.
Debemos diferenciar la psicosexualidad entre adultos de los efectos de dichos encuentros complejos y el estado psíquico de los que se asumen como padres.
Hay diferentes uniones, más allá del sexo y del género:
- Encuentro amoroso: lo pienso desde lo que se genera entre dos que arman un espacio transicional donde hay amor, piel, juego (sexualidad), intimidad y proyectos compartidos.
- Presencia: son parejas que se unen por un acompañamiento (objeto acompañante de Winnicott, 1958, p. 313), para tapar angustias sin nombre, con la ilusión de sentir protección frente al desamparo. No necesariamente comparten el juego sexual adulto entre ellos, pueden proyectar una familia, funcionan como una empresa.
- Una unión donde prevalece lo prohibido, la transgresión, el otro como falo imaginario que busca completar, cuerpos objeto parcial, pero compartido.
- El uso del otro como cuerpo a ser usado para el propio placer, sin importarle el destino del mismo, respondiendo a la categoría de perversión.
Otro cambio: La Homofobia como obstáculo
La legalización civil de los matrimonios igualitarios ha sido una verdadera revolución cultural, derribando y modificando tanto aspectos de rechazo cultural, como internalizaciones identificatorias, como ser la homofobia internalizada no sólo de muchos heterosexuales, sino que también era frecuente aún para los homosexuales, las lesbianas o trans. La homofobia también ejerció una cierta ceguera entre los terapeutas que seguían repitiendo la teoría sin contrastarla con la evidencia clínica.
Ejercer la parentalidad, para gays, lesbianas y trans, implica la necesariedad de resolver la homofobia internalizada para sentirse internamente autorizados a ejercer la Función Parental y no rechazar a los hijos del otro sexo biológico, ni influir en su determinación identitaria en caso de que la homofobia no resuelta conduzca a proyectar ciertas identificaciones inconscientes en los hijos/as.
Hace algunos años, las parejas igualitarias temían que sus hijos o hijas no se sintieran cómodos/as con padres del mismo sexo; esto ha variado mucho en la medida en que la sociedad a la que pertenecen sea inclusiva o no.
Muchos matrimonios igualitarios tratan de que los hijos/as tengan una figura cercana del otro sexo biológico de la pareja, mientras que otros se proponen educar y criar hijos sin nombrarlos de un modo que determine su pertenencia al sexo biológico de nacimiento. Me parece una utopía creer que se puede criar hijos sin deseo inconsciente, sin identificaciones y proyecciones inconscientes de los padres a los niños y la necesidad de los niños de ser identificados e identificarse; aún no sabemos qué efectos incidirán en el psiquismo de los pequeños.
Sí es importante no adjudicar funciones predeterminadas culturalmente a varones y nenas en la crianza y en los juegos; por ejemplo, los mensajes que limitan el desarrollo subjetivo de acuerdo al sexo biológico: las nenas deben barrer y ayudar en casa, mientras que los varones deben ayudar a pintar la casa o jugar football entretanto la hermanita está en la cocina con la mamá.
Padres del mismo sexo
La función parental es mucho más amplia que la función de terceridad, de reconocimiento y de sostén. Las Funciones Parentales se constituyen en organizadores psíquicos del bebé, permitiendo (o no) que el hijo/a desarrolle su verdadero self; para que esto sea posible hay diferentes actos psíquicos que se ponen en juego en las interdependencias entre padres e hijo/a. Actos psíquicos fundantes en el desarrollo de la mente del bebé y del niño/a, con preponderancia del amor (aunque no es suficiente), que marcarán la posibilidad de integración del yo y luego de la integración psique soma (Rotenberg, 2014; 2017a; 2017b). Cuando estas funciones fallan, la posibilidad del advenimiento del ser vacila. Esto nos conduce a pensar la importancia de las funciones del otro significativo en la construcción del sí mismo, que incluye una posición identitaria sexuada.
Las causas de graves trastornos de conducta están sistemáticamente ligadas a carencia afectiva, privación temprana, descuido, rechazo o a la interrupción de las relaciones afectivas con los padres.
Postulo que la función parental desempeña diferentes actos psíquicos fundantes y no se corresponde con el sexo biológico en la pareja. Estas funciones pueden ser fijas o alternadas en la pareja de padres. Son varios los actos psíquicos fundantes del psiquismo del hijo y pueden ser desempeñados por personas con diferente orientación sexual. El bebé tiene necesidades: no sólo la satisfacción del hambre, sino el contacto corporal, un apego seguro. Estas necesidades dependen del adulto, no son simplemente acciones, sino que devienen actos psíquicos (Rotenberg, 2014; 2018a). Tomo las ideas de Laplanche (1996a; 1996b) para hacerlas extensibles a los padres; el niño también despierta significantes enigmáticos en los padres, generándose una interdependencia recíproca. La conformación de la pareja sexuada, de por sí, no determina una funcionalidad “suficientemente buena” para facilitar el desarrollo del self de los hijos.
Función Familia – Función Parental
En el siglo XX surgieron nuevos enunciados basados en el cambio radical en la posición de la mujer en occidente, la revolución sexual de la posguerra y el desarrollo del Psicoanálisis, levantando represiones, instituyendo nuevos enunciados subjetivos que homologaron el proyecto de vida en occidente con la búsqueda de placer y el desarrollo de un sujeto más libre.
En el siglo XXI la configuración familiar nos ha interpelado desde los cambios fundamentales que se han profundizado: el lugar de la mujer, la deconstrucción de la maternidad como destino y como identidad femenina, la caída del falocentrismo y de la deconstrucción entre sexo y género. En este sentido, los trabajos de Robert Stoller (1964/68; 1979) fueron los primeros en acuñar el término género para explicar las identidades sexuales que no respondían al sexo biológico.
La constitución familiar ha variado mucho su formato considerado antes como único: padre, madre e hijos.
Actualmente podemos ver familias monoparentales, familias reconstituidas, familias adoptivas, familias ampliadas, familias heterosexuales, familias de padres del mismo sexo, familias donde aunque originariamente son del mismo sexo, imaginariamente uno de ellos se identifica con el sexo contrario y lleva a cabo su transformación, como en los casos donde la mujer es transexual, y otros modos de construcción familiar.
Me parece necesario puntualizar que si bien se ha despatologizado la homosexualidad y lo trans, no por ello debemos hacer una analogía entre familias heterosexuales y familias del mismo sexo. Partiendo de la idea de que tanto las personas heterosexuales como las homosexuales pueden ser más neuróticas, perversas o psicóticas, es importante no patologizar y no homologar, sino poder pensar estos nuevos vínculos de crianza sin colocarnos en un lugar de certezas pensando que es idéntico. Más aún, sabiendo que cada caso es singular.
Si bien la familia ha variado, considero que lo que permanece invariante es la necesidad fundante de un otro/otros significativos para la constitución subjetiva del infans.
La Función Parental (FP) sienta las bases del ser, su necesariedad para la formación psíquica es ineludible, más allá de cómo se conforme cada familia, por la condición de prematuridad con la que nace el bebé. Si bien el bebé es un ser con su potencialidad de desarrollo desde su nacimiento (o antes), debe establecerse en los primeros meses de vida una forma de entendimiento entre la madre (o sustituto) y su bebé (FP). Este entendimiento no puede generarse por fuera de un lazo con la Función Parental, que antes había sido pensada disociada en “función materna y paterna” y articulada entre sí. Debemos diferenciar la elección sexual de la pareja, de las Funciones Parentales pensadas como actos psíquicos. Cada adulto tiene potencialmente aspectos activos y pasivos, de sostén y terceridad o maternos y paternos en sí mismo, ya que, como dijo Freud, hay que tener en cuenta no solo la bisexualidad constitutiva, sino también el Edipo ampliado, con identificaciones cruzadas y deseo hacia ambos progenitores.
Creo necesario ampliar la Función Parental, que desempeña diferentes actos psíquicos fundantes, organizadores de la mente del bebé: el sostén del ser que antes se adjudicaba a la madre y la función tercera o de separación adjudicada al padre, y del reconocimiento mutuo, en ambos sexos. Como dije previamente, hoy sabemos que no se corresponde con el sexo biológico y que pueden ser funciones fijas o alternadas en cada sujeto y en la pareja.
Otro acto psíquico fundante y organizador del psiquismo del hijo lo desarrolla Freud: postula que el pasaje del autoerotismo al narcisismo precisa de un nuevo acto psíquico, el Yo, pero sabemos que el Yo es una instancia que se debe ir separando del Ello e integrándose y esto se produce en un proceso de interdependencia con los padres. Otro acto psíquico se da entre la pulsión y el otro, la pulsión busca al objeto; pero será la madre (Laplanche, 1996b) quien despierte o responda a la pulsión del bebé. El bebé al nacer tiene sensaciones, sentidos como el olfato, el tacto, la vista, el gusto, reconoce por el ritmo y el sonido de la voz. Pero es el otro en el encuentro, quien aparece confirmando o invalidando las percepciones del bebé (Rotenberg, 2016b).
Es decir que no solo busca la satisfacción, sino «la comprensión de la necesidad, se trata de devolverle una mirada, un deseo que lo haga sentirse sujeto de un deseo del otro» (Rotenberg, 2016b, p. 46). Esto nos conduce al Estadio del Espejo que postula Lacan (2009, pp. 99-105), y a la mirada de la madre (o sustituto) como primer espejo para el niño, como nos señalara Winnicott (1971).
La madre como espejo es un acto psíquico que nos muestra que para que el Yo se integre, el bebé debe ser investido por las pulsiones libidinales narcisistas, pero necesariamente también por las pulsiones de la madre como sujeto. La metáfora nos muestra que el Yo se constituye de manera imaginaria ya que el bebé cree que está del otro lado del espejo y cuando se reconoce, es porque su Yo incipiente, ya está diferenciándose del otro. La madre como espejo incluye los deseos y fantasmas maternos, es una metáfora que nos muestra que el sujeto humano está conformado no solo por el otro, sino por el otro con sus otros. «Tanto para Lacan como para Winnicott está implicada la ineludibilidad del otro con su compromiso libidinal» (Rotenberg, 2014, p. 47). Hay otros actos psíquicos que he desarrollado en otro libro, por lo tanto, no los expondré aquí. Destaco que estos actos psíquicos organizadores mentales, pueden ser desempeñados por personas con diferente orientación sexual. Otro organizador psíquico del infans lo desarrolla Piera Aulagnier (1975), esta autora remarca la importancia del infans de ser pensado por los que asumen el espacio identificante, son los que piensan y le hablan al infans para que éste pueda identificarse y tomar así esos enunciados identificantes como certezas, porque lo constituyen. El yo podrá pensarse a sí mismo, una vez que se constituya y se vaya integrando, sólo si antes fue pensado por otro. Mucho después podrá tomar esas certezas y sus propios enunciados para poder cuestionarlos. La realidad se configura en términos de placer-displacer, encuentro-desencuentro, reconocimiento o indiferenciación. Si el otro (antes llamado objeto, pero es un sujeto con sus pulsiones y deseos), no le da de comer al bebé cuando siente hambre, es displacer y desencuentro, el bebé no puede tolerar altos umbrales de frustración, pudiendo generarle sensación de vacío… Si el bebé o niño no puede dejar de ser The Majesty the baby (Freud, 1914), estará al servicio del narcisismo de los padres no pudiendo desarrollar un verdadero self. Desde el comienzo de la vida, el bebé debe ser pensado como otro, es un self en potencial desarrollo, aunque aún no tenga conciencia de sí (Rotenberg, 2014).
Es importante destacar que «Hay parejas heterosexuales, homosexuales, trans, que pueden ser neuróticas, perversas o psicóticas» (Rotenberg, 2007b, p. 99, ver también Alizade, 2007, p. 77; Alizade, 2014, pp. 23-35; Agrest, 2007, pp. 121-126); lo que importa no es si el sexo de la pareja corresponde o no con el género, sino cual es la unión inconsciente que sostiene dicho vínculo. Esto determinará en gran medida las posibilidades o no de ejercer el desarrollo de las Funciones Parentales que teñirán el derrotero del desarrollo mental del infans. Postulo que, si bien Freud nos dice que la identificación es el primer vínculo con el otro, considero que antes hay experiencias y vivencias del bebé en el mundo y en el encuentro o desencuentro con el otro/otros significativos que pueden pensar al infans o no lo ven como a un sujeto en devenir. Estas vivencias teñirán la cualidad de las identificaciones primarias y secundarias.
El Yo no es algo homogéneo y cerrado, se va separando del Ello y se va integrando a partir de las vivencias y de un precipitado de identificaciones; la constitución del Yo tiene una historia. En este precipitado de identificaciones hay identificaciones estructurantes y hay identificaciones patógenas: identificaciones alienantes que hacen que estos otros en nosotros pueden impedir el desarrollo normal de la virtualidad sana. A medida que el Yo se va integrando y separando del Ello tiene la tarea de metabolizar estas identificaciones, para que pasen a ser un aspecto genuino del sí mismo y no una mera adaptación al deseo del otro.
Cuando los adultos no han podido construir las funciones tanto de sostén como de terceridad, esa incapacidad se debe a un derrotero propio de cómo han atravesado su propia historia, sus vivencias; pero nosotros sabemos que las funciones parentales pueden desarrollarse más adelante, y esa es una de nuestras funciones como psicoanalistas. Hoy sabemos que el psiquismo no es solipcista, el otro es parte del armado subjetivo del infans, con su historia, deseo, fantasmas, pulsiones.
Anteriormente se pensaba que la orientación sexual de los padres era una condición necesaria para una buena crianza de los hijos. Se desestimaba una evidencia: las personas homosexuales o lesbianas o trans, habían nacido en el seno de una familia heterosexual. Por otra parte, los niños o niñas abusadas, generalmente eran víctimas del abuso intrafamiliar, con padres heterosexuales.
El Complejo de Edipo freudiano, si bien incluyó el Complejo de Edipo ampliado, es decir que el sujeto se podía identificar con el progenitor del sexo contrario y elegir como objeto de amor a alguien del mismo sexo, sostenía la importancia del padre como central entre la madre y el hijo. Hoy somos testigos de la deconstrucción del falocentrismo y de los nuevos modos de subjetivación. Jessica Benjamin (1997) nos refresca que la madre es un sujeto, no sólo madre, y que el bebé desde el nacimiento percibe que la madre tiene otros intereses. Esta autora le da mucha importancia al pensamiento complejo que sale de las posiciones binarias.
Siguiendo esta línea de pensamiento, sostengo que si la madre siente al hijo como su falo, esto puede suceder estando sola o en pareja. Y más aún, la elección de pareja estará sostenida inconscientemente sobre esta posición imaginaria de la madre o del padre si están en una posición narcisística de completud.
Los interrogantes que nos plantean las nuevas configuraciones vinculares, nos llevan a revisitar nuestras teorías (Rotenberg, 2007a), estamos en una época en que debemos poder sostener la incertidumbre en muchos campos. ¿La pareja del mismo sexo mantiene la matriz heterosexual? ¿Es necesario que la mantenga? Sabemos que hay sociedades matriarcales donde los hombres circulan por temas laborales y otros modos de constitución familiar. Sostengo que es importante reconocer al otro como sujeto diferente, pero con los mismos derechos, más allá del género asumido. También sostengo la importancia de las Funciones Parentales para la subjetivación de los bebés y niños/as, que no se corresponden necesariamente con el sexo biológico.
En nuestra práctica clínica sabemos que debemos pensar caso por caso y por más que acompañemos a muchas familias en su devenir, la constitución psíquica, la construcción de la identidad de género y la elección sexual de los hijos, tanto como el modo de relacionarse ya sea a predominio del amor o de la destrucción, se sabrá en un après coup (Rotenberg, 2016a).
Viñetas clínicas
Como profesional de la Salud Mental he atendido y sigo atendiendo numerosas familias, parejas y pacientes. Ser buenos o malos padres, que prime la pulsión de vida o la perversión y el sadismo, no depende de que la pareja sea heterosexual, homosexual, trans o de género fluido.
En este trabajo presento viñetas que no son de parejas heterosexuales, porque mi intención es abordar ciertas cuestiones que plantean estas constituciones familiares, sin ninguna intención de diferenciación, pero tampoco de buscar homologaciones.
Caso a: Transformación de identidad sexuada
Esta familia nos hace pensar en los efectos en el psiquismo de los hijos, cuando el padre (como en este caso) o la madre, deciden una transformación de género.
Me consulta una señora por su hijo de 10 y la nena de 6 años. Se presenta diciendo que estuvo casada con el padre de sus hijos durante 12 años. Se separaron hace 6 meses. Aclara que la consulta no se debe al divorcio. Hay un tema que no puede manejar y la tiene desconcertada y angustiada. Está pensando en mudarse a una provincia donde nadie los conozca, donde no haya una historia previa.
Relata que poco después del divorcio, viene el ex marido y le dice que es homosexual. Ella dice que esto la sorprendió muchísimo porque nunca lo había sospechado, ni siquiera en la intimidad. Dos meses después, le dice a su ex mujer, que en realidad no es homosexual, es trans, se siente mujer.
Días después, va a buscar a los hijos al colegio vestido con falda, tacos, con una blusa que dejaba ver sus hombros, con un corpiño con relleno, la boca pintada. Fue como mujer. Cuando los niños lo/la vieron, quedaron desconcertados.
No sabían cómo llamarlo. El nene en la sesión dijo: Hay algo que no entiendo, yo soy un nene, ¿pero puedo ser una nena? ¿Se puede eso? Yo tenía un papá y una mamá, ¿ahora que tengo?, ¿tengo dos mamás?
Mientras que la menor sólo estaba preocupada por su padre, decía: No quiero que se hable de papi, no quiero que sufra. Lo estaba cuidando.
El padre al poco tiempo consultó con un equipo médico para hacerse una intervención de cambio de género. Todo fue tan abrupto, que era difícil para la familia procesarlo mentalmente.
La señora fue a hablar con sus ex suegros, porque estaba en un estado confusional que precisaba intentar comprender. Fue entonces cuando supo que su ex marido había tenido parejas homosexuales durante la adolescencia, pero que el padre lo había maltratado de modo insoportable para su existencia adolescente. La pareja con ella, pareja heterosexual, fue una salida temporal que le permitió retomar el diálogo con su padre.
Este caso nos enfrenta con ciertos dilemas, en una familia el proceso mental es diferente para cada miembro. Una pareja heterosexual, homosexual o trans, puede funcionar fantasmáticamente con diversa conformación; ya sabemos que la sexualidad humana es psicosexualidad por su atravesamiento fantasmático, el deseo y la posibilidad de operar sobre el cuerpo biológico.
Cuando alguien decide una transformación viene de un proceso interior y quizás de un tratamiento psicoterapéutico, pero se debe considerar que a los niños hay que prepararlos para metabolizar esta transformación que podría ser desorganizadora para el psiquismo infantil, cuando se trata de uno de los padres.
Caso b: Adopción homoparental
Consulta un señor de 45 años, preocupado por sus hijos adolescentes. Se presenta como homosexual, y dice que adoptó a 4 hermanitos que habían sido abusados por el padrastro. Estaban institucionalizados en el momento de la adopción, y eran muy pequeños, tres de ellos tenían diagnóstico de debilidad mental (a causa de los abusos).
En el momento de la primera entrevista familiar conmigo, los hijos ya tenían, 15, 16, 18 y 20 años, todos escolarizados, se definían como heterosexuales. El padre después de la adopción, que en realidad duró muchos más años que lo habitual por su condición homosexual, se ocupó que realizaran un proceso terapéutico individual, que los ayudara una psicopedagoga, además de enviarlos a una escuela con talleres creativos.
En una sesión el hijo de 18 le dice que le hubiera gustado haber sido adoptado por una mamá y un papá. El padre muy cálidamente le responde que no podría saber si alguien los hubiera adoptado a los 4 hermanos juntos, de no ser él. Y que esto es lo que les había tocado. La conversación acerca de la identidad sexual del padre, podía ser abordada con total respeto. Del mismo modo, el padre era muy respetuoso de la intimidad de sus hijos, por ejemplo, le pidió a la madrina de una de sus hijas, que la acompañara a la ginecóloga. Todos los hijos estaban muy bien emocionalmente, sostenían un diálogo familiar abierto y respetuoso y los cuatro eran heterosexuales.
Caso c: Pareja lesbiana
Consulta una pareja lesbiana (ambas psicoanalistas) con dos niñas. A una la llamaban mamá y a la otra mami. Las mujeres decían que con la maternidad (por esperma de un amigo de ellas) revivían la etapa edípica; se sentían muy movilizadas, especialmente la que no había llevado el embarazo porque decía que estaba atravesando una etapa masculina, así la llamaba, al tener que ocuparse del sustento económico. La consulta fue porque tenían miedo del ingreso al jardín de infantes de la mayor, no sabían si tendrían repuestas a las preguntas; estaban muy angustiadas reeditando vivencias de bulliyng y desamparo. Por el contrario a las vivencias de sus madres, la niñita contó en una sesión, que en una ronda, cada uno iba diciendo como era su familia. Y ella dijo muy naturalmente: Tengo una mamá, una mami y una hermanita. Mientras que otro nene solo tenía un papá porque su madre había muerto y a ella le dio mucha pena.
Cuando la sociedad despatologiza las nuevas constituciones de la organización familiar, los niños lo aceptan naturalmente. Esto nos lleva a pensar cuántos siglos han pasado llenos de prejuicios, discriminaciones, queriendo regular la afectividad. El problema no es la constitución familiar, sino la cualidad de dichos vínculos: ¿son a predominio de la pulsión de vida o de muerte? Pareciera que no es determinante la identidad de género.
Caso d: Los Secretos en la familia
Recibo la consulta de una señora, de profesión abogada, por su hijo adolescente. Es una familia monoparental, lo adoptó cuando era pequeño porque lo veía dormir en la calle y buscar comida en la basura. Más de una vez le había acercado una frazada y comida. Relata que un día se le acerca y le pregunta quiénes son sus padres. A lo cual el joven responde que vive con amigos en la calle, no sabe dónde están sus padres.
La señora cuenta que le preguntó si querría que ella lo adoptara: el nene se mostró feliz de salir de la calle, pero triste de dejar a sus amigos. En ese momento tendría entre 6 y 8 años, no lo sabía. Estaba desnutrido y no escolarizado.
El motivo de consulta fue porque la señora me dice que ella nació hombre y se hizo la operación para cambiar el sexo, se siente mujer, pero ahora que su hijo es adolescente, ella teme que él pueda buscar malas compañías o consumir droga. No sabe qué efectos podría causarle su cambio de identidad, prefería mantenerlo en secreto (ella decía que era un temor que refería más a sí misma, ya que el cambio fue previo a la adopción), evidentemente mostraba su ambivalencia.
Tuvimos varias sesiones con ella y su hijo. Tienen un excelente vínculo afectivo y de respeto. Después de las sesiones familiares iniciales, el hijo quedó en terapia individual, sus interrogaciones existenciales no estaban relacionadas al género materno, sino más bien sentía que debía elaborar las penurias de los años en la calle, que antes le habían parecido normales y sentía que había tenido mucha suerte al haber sido adoptado, estaba preocupado por el destino de sus hermanos de la calle. Preguntaba desconcertado: ¿Por qué yo tuve esta suerte y ellos no? ¿Por qué me eligió a mí?
La madre en algunas sesiones le fue respondiendo: Yo misma no sé por qué, pero creo que tu mirada de tristeza y tu actitud de colaboración con tus amigos, me llevó a verte. Creo que estas cualidades del niño entraron en resonancia con el deseo de la mujer, de ser madre y tener una familia.
El joven hablaba de “los secretos”, aludiendo en lo manifiesto, a esconder su nueva familia y lugar de vivienda, a sus amigos/hermanos y a veces, enemigos de la calle. Personalmente, el significante “secretos”, en plural, me hacía pensar a varios secretos, incluyendo el sexo biológico de la madre, que en un principio, no aparecía como tema.
Luego “secretos” comenzó a referirse a los pocos recuerdos de su familia de origen que lo llevaron a elegir la calle para escapar de la familia de origen.
Últimamente comenzó a decirme que no quería lastimar a su madre, pero que sentía que “tiene algo raro, no es como las otras madres de sus compañeros actuales, pero no sabe qué”. Considero que recién ahora está en condiciones psíquicas para comenzar a registrar sus sensaciones y pensar acerca de ellas. En un primer momento debía elaborar muchas vivencias traumáticas y adaptarse a vivir en una casa, fuera del peligro de la calle, pero con pautas.
En las últimas sesiones está surgiendo que en la familia de la madre, hay traumas de abusos sexuales infantiles en varias generaciones. Y el adolescente también sufrió abuso sexual, estos traumas, de los que recién puede comenzar a hablar, los hace sentir unidos, porque saben lo que “se siente”.
Aun no puede dialogar con su madre acerca de la sensación de que “ella también tiene otros secretos”. Está en pleno proceso terapeútico, lo estoy acompañando para que pueda ir alojando mentalmente tantos “secretos, tantas vivencias difíciles para su corta edad”.
Caso e: Dos madres y dos padres
En este caso que relataré los protagonistas no fueron atendidos por mí, pero los conocí en una Conferencia en la que hablé sobre el tema de los Padres/Madres del mismo sexo. Al finalizar la conferencia, se acercan dos mujeres y dos hombres. Me cuentan que las mujeres son una pareja lesbiana y los hombres una pareja homosexual, que han decidido tener hijos. Me dicen: Seremos los mejores padres del mundo, porque nuestros hijos tendrán dos madres y dos padres.
A lo cual les respondí: Ser buenos o malos padres no depende de que sean 4, tiene que ver con otras cuestiones. Recuerdo que pensé que no era adecuado hablarles de teorías, ni era el lugar para profundizar.
Al tiempo, una terapeuta lesbiana que supervisaba conmigo, presenta este caso.
Habían tenido entre los 4 una niña con el esperma de uno de ellos. La nena ya tenía 4 años cuando las madres deciden separarse en muy malos términos. Los hombres siguen en pareja. La mujer que había portado el embarazo le prohíbe a la otra, la continuidad del vínculo con la hija. Es un tema que fue a la justicia cuando no había casos precedentes. La jueza de familia, a quien había conocido en un Congreso de Adopción, me dijo que basó su veredicto en el libro (mención del título de uno de los libros sobre homoparentalidades de la Autora) y decidió que el vínculo afectivo es tan importante o más que el vínculo de sangre, dándole tenencia compartida a ambas, independientemente del vínculo con los padres que se mantenía vigente.
Para terminar
Cada historia, cada familia es singular. Pero debemos poder alojar estas cuestiones en las mentes y teorías de los terapeutas para no terminar siendo jueces.
Elegimos y nos identificamos con ciertas teorías más que con otras, seguramente que algo de nuestras historias familiares, nuestra ética se pone en juego. Las teorías son muy útiles siempre que nos sirvan para pensar y ayudar profesionalmente, no para ser repetidas como si fueran la Biblia, ni juzgar y justificar desde las teorías a la discriminación y persecución.
Quiero enfatizar que, así como colaboré en la despatologización de la homosexualidad y del matrimonio igualitario, sostengo que tampoco sirve la politización de estos temas. Hay personas y familias que precisan ayuda terapéutica, no importa su sexo biológico, e indicarles tratamiento no significa patologizar. La problemática actual en la que nos encontramos, creo radica en que el tema se ha politizado tanto, que llega a tener múltiples implicancias. Por ejemplo, si recibimos en consulta a una persona que quiere hacer una transición trans, y vemos durante la misma que está confundido/a, si esta persona se opera sin un trabajo terapéutico de acompañamiento previo, podría correr peligro de despersonalizarse, de sentirse un extraño para sí mismo, viviendo una ruptura de su self, con riesgo de un brote o de suicidio. Lamentablemente, el terapeuta puede ser acusado de patologizar a la persona que nos consulta.
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