REVISTA N° 13 | AÑO 2013 / 1

Escenas, Crisis y hostilidad en la pareja, con quién nos reconciliamos?


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Escenas, crisis y hostilidad en la pareja. ¿con quién se reconcilia uno?

“Conflicto conyugal”: este término genérico recubre un vasto espectro de situaciones. Ciertos parámetros confluyen en la identificación y la comprensión metapsicológica del conflicto, que se infiltra en el vínculo de alianza intersubjetivo inconsciente de la Pareja. Citaremos tres variables: la temporalidad (modo de desencadenamiento, duración, repetición), la intensidad de las manifestaciones (minimalista, ambigua, franca, violenta), así como la calidad de los afectos en juego (pasiones, emociones y sentimientos orquestados por la dupla amor/odio). Según la alquimia de su intrincación, se observará una gama que va del desacuerdo pasajero a la conflagración extemporánea de una escena que desgarra la armonía cotidiana, desde el malentendido de largo curso hasta el estado de crisis o de beligerancia crónicos. Si estas situaciones son antiguas como la pareja, la vida contemporánea y sus nuevas normas facilitan la frecuencia y la rapidez de los cambios de compañeros; con todo, la fluidez no se establece y el  dolor de estos reordenamientos invita a recurrir al psicoanálisis de pareja. Si la ruptura no está consumada, la reconciliación permite a la pareja escapar de ella, pero esta situación carece de estabilidad, y es puesta en jaque por la compulsión de repetición que actúa en el vínculo. Es efectivamente aquí, en el vínculo, que habrá que aprehender los resurgimientos de la reconciliación, a través de los juegos transferenciales contra- transferenciales de la sesión terapéutica. Para una reconciliación viable, los ejes del trabajo psíquico serán múltiples con:

  • el otro
  • consigo mismo
  • los antepasados respectivos y sus funciones en las alianzas inconscientes
  • la pareja en sí misma como objeto de investidura compartida, – el conglomerado de mitos, ideales y fantasmas que constituyen la novela conyugal.

Palabras clave: conflicto conyugal, vínculo intersubjetivo inconsciente de la pareja,  novela conyugal,  temporalidad, psicoanálisis de pareja.


Scènes. Crises et hostilité dans le couple, avec qui se réconcilieton ?

« Conflit conjugal » : ce terme générique recouvre un vaste spectre de situations. Certains paramètres concourent à l’identification et à la compréhension métapsychologique du conflit qui s’infiltre dans le lien intersubjectif inconscient de couple, d’alliance. Nous citerons trois variables : la temporalité (mode de déclenchement, durée, répétition), l’intensité des manifestations (minimale, ambigüe, franche, violente), ainsi que la qualité des affects en jeu (passions, émotions et sentiments orchestrés par le couple amour/haine). Selon l’alchimie de leur intrication, on observera une gamme allant du désaccord passager à la conflagration extemporanée d’une scène qui déchire l’harmonie quotidienne, de la mésentente au long cours à l’état de crise ou de belligérance chronique. Si ces situations sont vieilles comme le couple, la vie contemporaine et ses nouvelles normes facilitent la fréquence et la rapidité des changements de partenaires ; pour autant, la fluidité n’est pas de mise et la douleur de ces remaniements invite à recourir à la psychanalyse de couple. Si la rupture n’est pas consommée, la réconciliation permet au couple d’en réchapper, mais cette issue manque de stabilité, tenue en échec par la compulsion de répétition à l’œuvre dans le lien. C’est bien là, dans le lien, que seront à saisir les ressorts de la réconciliation, par le biais des jeux transféro-contre-transférentiels de la scène thérapeutique. Les axes du travail psychique seront multiples pour une réconciliation viable avec :

  • l’autre,
  • soi-même,
  • les ancêtres respectifs et leurs fonctions dans les alliances inconscientes,
  • le couple lui-même comme objet d’investissement partagé,
  • le conglomérat de mythes, d’idéaux et de fantasmes qui constituent le roman conjugal.

 

Mots-clés : conflit conjugal, lien intersubjectif inconscient de couple, roman conjugal, temporalité, psychanalyse de couple.


Rows, crisis and hostility in a couple. Who do we make up with?  

« Domestic fights »: This generic term encompasses a vast spectrum of situations. There are parameters which help to identify and understand metapsychologically the conflicts infiltrating the couple or alliance’s unconscious intersubjective link. We will mention three variants: temporality (type of trigger, length, repetition), intensity of incidents (minimal, ambiguous, frank, violent), as well as quality of affects at play (passion, emotions and the feelings orchestrated by the couple love/hate). Depending on their intricacy’s alchemy, we can notice a range going from temporary disagreement to extemporaneous blaze which tears apart the usual harmony, from long term discord to a state of crisis or chronic aggressiveness. If these situations are as old as couples are, the current way of life and its new standards facilitate the frequency and number of partners; for all that, fluidity is quite out of place and the pain caused by these reorganizations lead people to seek couple psychoanalysis. If the break up doesn’t occur, reconciliation enables the couple to survive. But this situation lacks stability, failing through the compulsion to repeat at work in the link. It is actually in the link that the levers for reconciliation can be seized, using the transfero-counter-transference games occupying the therapeutic environment. There will be a multiple axis of psychical work to ensure viable reconciliation with:

  • the other,
  • oneself,
  • the respective ancestors and their function in the unconscious alliances
  • the couple itself as an object of shared investment,
  • the conglomerate of myths, ideals and fantasies which make up the conjugal romance.

Keywords: conflict in the couple, couple’s unconscious intersubjective link, conjugal romance, temporality , couple psychoanalysis.


ARTÍCULO

ESCENAS, CRISIS Y HOSTILIDAD EN LA PAREJA. ¿CON QUIÉN SE RECONCILIA UNO?

ANNE LONCAN[1]

En el interior de una pareja, las fuentes de conflicto son innumerables y las armas no faltan, pulidas gracias a los puntos débiles del otro, revelados éstos en la intimidad que une a los miembros de la misma. Habiendo delimitado el lugar de los conflictos en los espacios psíquicos de la pareja, examinaremos los parámetros que los caracterizan para liberar los posibles significados de estas  luchas abiertas o larvadas. Según las modalidades grupales del funcionamiento conyugal, se presentarán diversos modos de resolución, entre ellos la reconciliación, en función de la escucha específica que se ofrece en la terapia psicoanalítica de la pareja.

El campo del conflicto

Contrariamente al psicoanálisis individual, en el que el sujeto parte al descubrimiento de los conflictos intrapsíquicos desconocidos que  asedian  su vida inconciente e influyen en la dinámica de los vínculos intersubjetivos, en el psicoanálisis de la pareja el conflicto manifiesto ya está presente y ocupa el frente de la escena. La atención del analista es captada por los intercambios interpersonales propuestos, revelando diferentes niveles de funcionamiento psíquico inconsciente puesto en juego en el despliegue de la cadena asociativa. Entre estos niveles, el que requerirá la atención del analista es el inconsciente compartido de la pareja, sin ser el único objeto de su atención. Los contenidos y procesos inconscientes compartidos circulan en la trama tejida de los fantasmas originarios y de las alianzas inconscientes; se presentan como anudados a los linajes respectivos de la pareja (los antepasados), a las líneas comunes o respectivas hacia delante (los descendientes), así como a los lazos colaterales (fraternales, primos hermanos, padres políticos)

Considerar la pareja como una entidad psíquica que relaciona a dos personas por medio de un vínculo intersubjetivo inconsciente y que contiene a sus psiquis en una envoltura común, tiene por corolario la noción de una participación efectiva de uno y otro de sus miembros, es decir, como una complicidad en la reciprocidad.  De la misma manera que las fuentes del conflicto no residen exclusivamente en la pareja, sus retoños   difundirán más o menos malignidad en el seno de una misma generación y entre las generaciones según la riqueza y la adaptabilidad de los contenidos que circulan en los vínculos y en función de las cualidades de la envoltura psíquica de la pareja, que contendrá, retendrá o dejará surgir el conflicto fuera de la esfera conyugal.

 

Los parámetros del conflicto

 

Los afectos en juego están orquestados por el equilibrio del par amor/odio. La intrincación de estos dos afectos organizadores es inherente a todo vínculo intersubjetivo, especialmente en sus aspectos inconscientes. En función a la vez de la actividad inter- fantasmática en la pareja y de la relación existente entre los afectos y las representaciones, se podrá hablar de pasiones, de sentimientos o simplemente de emociones.

Se admite habitualmente que el amor es el que debe predominar para asegurar la perennidad  del vínculo de la pareja y para que reine en ella un placer completo así como una felicidad sin nubes. Sin embargo, otros afectos matizados se mezclan y uno de ellos nos parece decisivo: la sorpresa. Citemos los pensamientos de un personaje de Tolstoi, (Anna Karenina): “Antes, cuando todavía era un joven, con frecuencia me reía interiormente de las pequeñas miserias de la vida conyugal: querellas, celos, preocupaciones mezquinas. Nada parecido se produciría jamás en su matrimonio, nunca se parecería su íntima existencia a la de los demás. Y he aquí que las mismas pequeñeces se reproducían y adquirían una importancia indiscutible. Su sorpresa fue grande… Levine jamás se hubiera imaginado que pudiesen existir otras relaciones entre su mujer y él más que la dulzura, el respeto, la ternura; y hete aquí que se peleaban desde los primeros días!”.

Los arrebatos  de odio que emergen durante los conflictos están en el origen de una vivencia de desilusión, inclusive de traición. Sin embargo, pensamos que el conflicto presenta la ventaja de introducir la necesaria desilusión de los ideales desmesurados presentes en el período inaugural y que los disensos contribuyen al mismo tiempo a restaurar la alteridad que se había perdido un poco en la fusión alimentada por las fantasías de similitud gemelar características de la ilusión grupal. La desilusión obraría en función de la maduración de la pareja, de la misma manera que ella lo hace para que el niño pequeño acceda a la individuación y reconozca a la vez su singularidad y la alteridad de los otros. De manera paradojal la desilusión instala potencialmente a la pareja en su duración: esta contribuye a crear y alimentar la identidad conyugal,  de ahí en más con la capacidad de hacer frente a acontecimientos adversos  y separadores.

Sin embargo, la intrincación amor/odio puede alcanzar un desequilibrio constante y las crisis hacen irrupción de manera cada vez más previsible. La desaparición de toda sorpresa señala la instalación de un apareamiento patológico cuyos tipos masoquista o perverso son los más notables.

Los grados del conflicto conyugal

Todos los grados de intensidad son posibles, hasta los crímenes pasionales que escapan a nuestra observación directa, pero de los que no siempre podemos apartar los fantasmas de su aparición. La intensidad de estas manifestaciones se hace particularmente significativa en dos situaciones extremas que merecen ser subrayadas: por una parte la violencia visible, con agresiones manifiestas y graves, y por otra parte la disimulación, en la que los conflictos están larvados, “subliminales”, eventualmente indetectables para el entorno cercano.

Cuando la violencia invade a la pareja, los comportamientos agresivos son movilizados por el odio, que es proyectado sobre la pareja, sobrepasando y ocultando las investiduras amorosas. A su vez este odio es rechazado y actuado, amenazando al otro, que es reducido a su sola alteridad radical. El otro no es como se piensa que debería ser y su repentina extrañeza amenaza a la vez el vínculo intersubjetivo de alianza, susceptible de romperse y la envoltura psíquica de la pareja al borde de la ruptura. Las palabras adquieren un carácter performativo que las hace asimilables a actos, los gestos hieren y dañan física y afectivamente. De todo esto resultan alcances narcisistas  mayores, más o menos teñidos de la vergüenza por dejarse llevar o atrapar en tal torbellino de violencia. Los efectos evidentemente pueden ser irreversibles.

El segundo aspecto específico que puede intoxicar la vida de una pareja está representado por la infiltración de ataques  solapados, de débil intensidad aparente, poco direccionales y por decir así suficientemente ambiguos para que su alcance agresivo pueda ser negado. Se toca entonces los límites de la perversión y sus efectos deletéreos; el otro será descalificado en cuanto trata de responder, y el primer ataque será entonces doblemente operante, porque su ambigüedad  ofrece la posibilidad de una posición de repliegue de redobla su carácter ofensivo.

La temporalidad

La pareja vive y es vista como una historia que se desarrolla entre lo inaugural, donde comienza a tejerse el lazo intersubjetivo inconsciente, y el logro de la realización de las promesas que los ideales compartidos han hecho entrever. Según la intrincación de los tres parámetros mayores que son los afectos, la intensidad y la temporalidad, se puede observar una gama que va del desacuerdo pasajero a la conflagración extemporánea, de la desavenencia de fondo al estado de beligerancia crónico, donde pueden producirse picos que mantienen la llama del combate. Las famosas “escenas conyugales” surgen en la   marejada  del disenso crónico o escanden   una armonía de base más o menos satisfactoria. Los combates que se libran en el seno de la pareja están caracterizados por enfrentamientos agudos o crónicos, de duración y  periodicidad variables. Al fin de cuentas, es el desarrollo temporal de los conflictos conyugales que, más allá de sus aspectos formales, sellará el destino de la pareja: frente a la suma del sufrimiento regularmente tolerado, puede llegar el momento de la constatación de que ya no es posible o esperable ninguna reparación.

 

¿Qué sentido tiene el conflicto para la pareja?

 

Los procesos de desencadenamiento de los episodios con frecuencia son difíciles de encontrar, pudiendo ser el objetivo solamente alcanzar el acmé de la crisis con el fin de extraer de ella una especie de placer orgásmico surgido de la intrincación paradojal  del poder y de lo irreprimible. En otro nivel metafórico, D. Anzieu (1986) veía en la propensión de la “escena conyugal” la obra de un “organizador lógico paradojal de la pareja” que él formulaba así: “uno se escucha para no escucharse”. Esta especie de mito compartido anti- pareja es compatible con la observación de pretextos frente al conflicto que reposan sobre la excitación de una fibra predominante del vínculo que une a los miembros. Cada “fibra” colabora  en definir la identidad de la pareja, a favor de las investiduras recíprocas y del compartir  los contenidos psíquicos. Esta identidad de la pareja se sobre- imprime a la identidad individual, al mismo tiempo que se hace autónoma en el vínculo de la alianza en el seno de la familia.

Entre las fibras elementales del vínculo, figuran la solidaridad material, el confort que proviene del hábito o de la seguridad que ella engendra, la importancia de la mirada social que reviste la fachada de la pareja, pero también y sobre todo el apoyo recíproco intelectual, moral y afectivo que se testimonian mutuamente los cónyuges en un clima de confianza. Finalmente, la complicidad entre los sexos es probablemente, en el centro del vínculo de la pareja, un hilo tan sólido como su opuesto, la rivalidad, siendo una y otra reversibles, simultáneas y complementarias.

En definitiva,  la causa de todo lo que contribuye a fundar la pareja revela un conflicto narcisista entre el sujeto y su pertenencia a la pareja.

Se comprende bien que el estatuto metapsicológico de la pareja frente al conflicto no puede ser único: nosotros recorremos un terreno clínico muy frecuentado, en el que se cruzan patologías múltiples, y también situaciones donde cada uno de los miembros tomados separadamente no podrían ser considerados enfermo mental o la encarnación del mal, a pesar de los estragos que cada no inflige al otro en una mutualidad actuada y sufrida de una manera patológica.

 

El conflicto de la pareja contemporánea y su externalización en la terapia

Paralelamente a la tolerancia social frente a los diferentes tipos de pareja, numerosos factores de la evolución social favorecen una frecuencia cada vez mayor de separaciones, ya sea que la pareja esté o no oficialmente unida. El recurrir a la Justicia ya representa una forma de “externalización” del conflicto fuera de la esfera conyugal; esto no tiene un sentido terapéutico, aun cuando pueda suscitar efectos de este orden, y solo se ofrece a las parejas unidas oficialmente decididas a separarse.

Otra manera de externalizar el conflicto es depositarlo  junto a un psicoanalista de pareja con el objetivo de tratarlo. Frente a estas expectativas de los cónyuges, qué actitud adoptar para tener una perspectiva terapéutica?

La multiplicidad y el ritmo de los movimientos psíquicos en juego, a veces violentos, demandan la atención del analista intensamente. Las palabras y los pensamientos chocan la envoltura  psíquica tanto como el vínculo. La pareja muestra una pérdida notable de fluidez psíquica. En estas condiciones, continuar pensando en el compartir y en la circulación de los elementos psíquicos exige conservar una atención de amplio espectro, sin alejarse de los conflictos intrapsíquicos inconscientes propios de cada uno: para reconocer el alcance de la transferencia, ya sea individual o de la pareja, es necesario tomar en cuenta el conjunto de los contenidos psíquicos que se dan a conocer.

En la transferencia inicial, se espera que el analista  tome posiciones de arbitraje o de sanción, es atraído para hacer alianzas, para tomar parte en los movimientos de ataque, de retirada y de defensa. Frente a estas tentativas de distracción de su atención de la entidad psíquica grupal de la pareja y anexársela personalmente, conviene no perder de vista la función de portavoz reservada a uno de los miembros de la pareja. El análisis de la contra- transferencia ayudará a discernir con mayor precisión la naturaleza de los afectos, fantasmas y representaciones producidas para ponerlas al servicio del trabajo psíquico de la pareja en tanto grupo. En efecto, más allá de los conflictos conyugales, todos estos elementos pueden proveer materiales preciosos para restaurar la intersubjetividad de la pareja en sus componentes inconscientes y su anclaje intrapsíquico, ya sea que parezcan pertenecer a cada uno o que sean compartidos. Porque el vínculo de la pareja no se detiene en la entrada del sujeto, se hunde en el corazón mismo de cada subjetividad, comprendida en el marco del análisis de la pareja donde serán privilegiadas las intervenciones hermenéuticas en dirección a la pareja pensada como un grupo.

Este marco, con sus funciones de recibimiento y de abrigo, favorecerá la regresión grupal, a la vez tópica y formal, en el cual se podrá reparar el zócalo común del edificio de la pareja. Allí  yacen los restos de la ilusión grupal de los comienzos, de allí surgen los fantasmas originarios comunes, más allá de las producciones psíquicas compartidas, luego no compartidas, y singulares de la pareja. Escuchando las producciones psíquicas ultra- diferenciadas que surgen en un primer plano en la expresión manifiesta de la pareja en guerra, es decisivo que el analista guarde en su espíritu los fundamentos arcaicos de la condición grupal psíquica de la pareja. Su expresión residual pasa preferentemente por los gestos, mímicas, suspiros, miradas y movimientos,  y el analista deberá tener en cuenta su aparición, porque son los indicios de una activación potencialmente reconstructiva que podrá utilizar la pareja; se apoyará sobre ellos para promover una atmósfera propicia a la ensoñación, a la interfantasmatización, inclusive a una nueva mitopoiesis.

En resumen, el analista apela a una escucha ampliamente hospitalaria y continente, intentando conservar una buena fluidez en su propio pensamiento, navegando de la mejor manera posible en función de sus capacidades de atención individual y grupal para llenar las condiciones de un trabajo analítico real junto a la pareja.

 

Las salidas potenciales del conflicto

La naturaleza de las alianzas inconscientes, el poder de los afectos, la predominancia eventual del amor no garantizan la serenidad de la pareja ni la perennidad de su existencia en tanto entidad psíquica, aún si la separación no llega a sancionar socialmente la disolución de la pareja.

En la actualidad del conflicto, las tendencias destructivas conscientes e inconscientes están actuando, pero la pareja no se deja abatir  fácilmente y las salidas son diversas. A través de las crisis conflictivas, su repetición y la multiplicación de sus temas, la pareja  puede conmoverse y volver a movilizar sus capacidades de ligazón con el objetivo de reforzar el vínculo de la alianza y re -asegurarse. Esta evolución se produce sujeta a  una resolución de episodios conflictivos que  lleva  a la mitología de la pareja y sus ideales: los pensamientos se orientan hacia el porvenir. Este destino favorable puede siempre tener una falta de estabilidad, ser amenazado por la compulsión a la repetición que actúa en el vínculo.

Resolución y reconciliación no son sinónimos: la resolución es la obra de un proceso en su mayoría inconsciente surgido del trabajo psíquico brindado en la dinámica transferencial  contra transferencial, mientras que la reconciliación exige una decisión y un proyecto sostenidos por un compromiso efectivo.  Reposa sobre la precedente, sin la cual sólo sería una pura forma.

Para ser sólida, la reconciliación se hará simultáneamente en los diversos niveles comprometidos en el conflicto de la pareja, en primer lugar consigo mismo. Representaciones de sí mismo frente a la destructividad pueden suscitar disgusto, odio y vergüenza. Estas representaciones deberán ser vueltas a pensar y a ubicar para una restauración del vínculo de la pareja. Notemos que la reconciliación consigo mismo puede oponerse a la reconciliación  de la pareja: los miembros de la pareja se comprometen en el reconocimiento compartido de un enrarecimiento de los contenidos psíquicos circulantes en el vínculo o de sus efectos deletéreos. Los mitos, fantasmas y representaciones coloreados de afectos son investidos cada vez menos, o lo son negativamente. La libido se retira en beneficio de las fuerzas de desligazón: el vínculo muere. En el mejor de los casos, se llega a un acuerdo por el interés de confirmar esta extinción concomitante con el conflicto y la pareja. La envoltura psíquica de la pareja es abandonada y quedarán solo vestigios casi inertes del vínculo.

El segundo eje de la reconciliación se hará con la pareja misma como objeto de investidura compartida, más allá del retorno a la racionalidad  a propósito del otro, a quien se pudo odiar, de quien vinieron la herida y el sufrimiento. Esta renovación del vínculo de alianza puede comprometer a cada uno en una revisión del contrato narcisista que lo liga a su filiación, a sus antepasados: las alianzas inconscientes no son inmutables. Esta hipótesis favorable se sostiene entonces por una relectura común de la novela conyugal, del conglomerado de los mitos, ideales y fantasmas que la constituyen. Una salida de este tipo puede ser considerada como favorable frente a situaciones en las que la pareja sólo se mantiene gracias a una  influencia   recíproca en la que el odio está actuando constantemente, a veces avanzando bajo la máscara de una visualizada indiferencia.

La economía de este tipo de vínculo es costosa, generando sufrimientos y su negación de manera simultánea: la negación se produce siempre luego del sufrimiento para anularlo o hacerlo derivar proyectándolo al exterior de la envoltura grupal de la pareja. Para que perdure este tipo patológico de vínculo de pareja, es necesario que surjan compensaciones narcisistas sabiamente dosificadas.

Pero la pareja perversa que carece de coartada interna o externa puede también dirigirse a su perdición cuando lo que se intenta es la exterminación psíquica del otro: el combate cesa por falta de combatiente, y se desplaza sobre otro terreno.

Conclusiones

A través de este recorrido alrededor de la noción de conflicto conyugal, no hemos tenido la intención de presentar una tipología de los conflictos calcada sobre una tipología de las parejas, sino más bien un inventario de las modalidades de reconciliación posibles. Desearíamos subrayar que los conflictos, así como son penosos para vivir, no son en absoluto escorias de las relaciones conyugales a las que habría que tender a eliminar. Tienen un importante rol en la edificación de la pareja como entidad psíquica madura y perenne, pero igualmente pueden cambiarse a alertas rojas, en caso de violencia y de repetición, y entonces su resolución última se encontrará solo en la ruptura.

 


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[1] Dr Anne Loncan, MD, Psiquiatra, psicoanalista de pareja y familia, Presidente de SFTFP ((Société Française de Thérapie Familiale Psychanalytique), Secretaria general de AIPPF

(Asociación Internacional de Psicoanalistas de pareja y familia) anne.loncan@gmail.com

Revista Internacional de Psicoanálisis de Familia y Pareja

AIPPF

ISSN 2105-1038