REVISTA N° 20 | AÑO 2019 / 1

Amistad, filiación y migración. El trabajo del psicoanalista familiar

Amistad, filiación y migración.  El trabajo del psicoanalista familiar 

La autora sitúa su reflexión en torno a analistas de diferentes culturas que trabajan juntos, en psicoanálisis familiar, en el marco de una institución de formación.
El trabajo en co-terapia permite observar el proceso de regresión terapéutica en el campo transferencial, simbolizado por diferentes lazos de amistad entre analistas. Los lazos de amistad serían vínculos intermedios entre la cultura de origen y la cultura de recepción, lo que ayudaría a la inserción del sujeto en una nueva filiación cultural.
La filiación sería, por lo tanto, un organizador genealógico tanto en la familia como en la cultura de pertenencia, lo que se reactualiza en el equipo terapéutico.
A partir de un caso clínico de familia, la autora analiza los diferentes niveles de amistad y enemistad, en el campo transferencial de la terapia familiar psicoanalítica.

Palabras clave: psicoanalista de familia, campo transferencial, vínculo de amistad, técnica de terapia familiar psicoanalítica.


Amitié, affiliation et migration. Le travail du psychanalyste familial

 

L’auteur situe sa réflexion autour d’analystes de cultures différentes, qui travaillent ensemble, dans la psychanalyse familiale, dans le cadre d’une institution de formation.

Le travail en co-thérapie permet d’observer le processus de régression thérapeutique dans le domaine transférentiel; symbolisé par différents liens d’amitié entre analystes. Les liens d’amitié seraient des liens intermédiaires entre la culture d’origine et la culture d’accueil, ce qui faciliterait l’insertion du sujet dans une nouvelle affiliation culturelle.

L’affiliation serait donc un organisateur généalogique à la fois dans la famille et dans la culture d’appartenance, mise à jour dans l’équipe thérapeutique.

À partir d’un cas clinique familial, l’auteur analyse les différents niveaux d’amitié et d’hostilité dans le domaine transférentiel de la thérapie familiale psychanalytique.

Mots-clés: psychanalyste familial, champ transférentiel, lien d’amitié, technique de thérapie familiale psychanalytique.


Friendship, affiliation, and migration: The work of the family psychoanalyst

The author’s reflection, concerns analysts of different cultures who work together in family psychoanalysis within the framework of a training institution. Work in co-therapy allows us to observe the process of therapeutic regression in the transferential field symbolised by different friendship links between analysts – these friendship links being the intermediary links between their culture of origin and the host culture, which would facilitate the insertion of the subject into a new cultural affiliation. The affiliation would be, therefore, a genealogical organising principle both in the family and in the culture of belonging, which is updated in the therapeutic team. With the help of a family clinical case, the author analyses the different levels of friendship and hostility in the transferential field of psychoanalytic family therapy.

Keywords: family psychoanalyst, transferential field, friendship links, psychoanalytic family therapy technique


ARTÍCULO

Presentación

Este trabajo tiene como objeto abrir un espacio de reflexión sobre la relación entre psicoanalistas de diferentes culturas que trabajan juntos en el psicoanálisis familiar.

La co-terapia permite analizar los procesos del campo transferencial simbolizados por los lazos de amistad en los que se conjugan el pasado, el presente y el futuro. Los vínculos de amistad y enemistad entre los analistas permiten la figuración de la resonancia de las alianzas familiares inconscientes, en los equipos y las familias.

En particular, los traumas inter y transgeneracionales borran la diferenciación entre el trasfondo de lo colectivo y el linaje de la familia, lo que se reactualiza en los equipos terapéuticos del lado de la endogamia.

El material clínico que presentaré permitirá observar el proceso terapéutico y las posibilidades y límites de la representación de lo irrepresentable.

Amistad, afiliación cultural y familiar

Los lazos de amistad pueden ser definidos como una alianza inconsciente (Kaës, 2015). Es decir, como un modo de organización psíquica intersubjetiva, destinada a obtener un beneficio de ese vínculo, para asegurar el compromiso, tanto vital como mortífero, de los sujetos que participan en esa relación.

La amistad cumple la función de un vínculo intermedio entre la cultura de origen de los sujetos y la cultura de acogida, ofreciendo un apoyo psíquico fundamental para la inserción de los migrantes en la nueva filiación cultural (Jaitin, 2017).

Los lazos de amistad dan la bienvenida al migrante, articulando el lenguaje singular del sujeto al lenguaje de la nueva cultura. El discurso del sujeto se transformará en un código instituido por el otro idioma. Son los “amigos”, que van a traducir el semi-lenguaje del migrante en una lengua comunicante.

La cultura instituye así la nominación y da a los sujetos un lugar y un orden en la genealogía cultural, que opera como un trasfondo sobre el que se apoya la genealogía familiar.

La filiación sería entonces un organizador genealógico, tanto en la familia como en la cultura. Su valor es el de movilizar las energías psíquicas en la economía de los lazos familiares. Los organizadores genealógicos son configuraciones inconscientes que permiten la inscripción filiativa del sujeto en sus vínculos sociales y familiares.

El proceso de filiación familiar se caracteriza por el reconocimiento de un individuo en su linaje, lo que le permite situarse en su relación con sus ascendentes inmediatos y distantes y en su relación con sus descendientes en las redes parentales.

En el proceso migratorio, el vínculo de amistad constituye un apoyo fundamental contra la desorganización intra-subjetiva y la pérdida de los grupos de pertenencia, permitiendo que el sujeto se inserte en una nueva genealogía.

Los lazos de amistad pueden también considerarse como un tipo de alianzas inconscientes establecidas por “cadenas eróticas”, citando a André Green (1997), que incluyen impulsos vitales sublimados, deseos conscientes e inconscientes expresados en actos que responden a la espera de la amistad.

Es en la vida cotidiana que se establecen los primeros lazos amistosos, lo que significa que los sujetos se juntan para enfrentar los problemas, en un tipo de vínculo que es el de la solidaridad del intercambio. En este espacio intermediario se crean zonas de vivencias y reflexiones mutuas, consolidándose las alianzas narcisistas que mantienen el vínculo de la amistad. Surgen también sentimientos hostiles y alianzas denegativas que sirven como depósito de residuos psíquicos.

Endogamia y exogamia en la amistad

El vínculo de amistad solidario, necesario para la integración cultural, puede evolucionar hacia dos polos, regresivo y progresivo.

En el polo regresivo, el vínculo puede cerrarse a la endogamia y la amistad se convierte en una prisión donde se establece una relación de posesión. Este tipo de amistad llamada del “amigo íntimo”, se estructura como relación de dependencia y es característica de ciertas etapas de la vida, como la adolescencia. Este tipo de apego puede convertirse en un vínculo de dominación, confinamiento, apropiación. Su metáfora sería la fidelidad canina.

La fidelidad provoca la emergencia de angustias confusionales, movilizadas como defensas frente al miedo a la intrusión.

En la versión progresiva, la amistad en la migración puede llevar a la creación de un enlace en un cruce temporal donde el azar genera un encuentro, que se vuelve o que se transforma en una ceremonia fundadora de un vínculo. No hay una búsqueda activa para hacerse de amigos. Se trata de una disposición interna que permite descubrir al otro, en un dominio común. Es una suerte de alianza inconsciente de una negatividad relativa, en donde las diferencias quedan silenciadas.

En este tipo de amistad “extranjera” domina un sentimiento de lealtad y de gratitud, de respeto y de compromiso, no sólo con los otros, sino consigo mismo, con principios morales mutuos. La “amistad extranjera” está ligada al apego a lo viviente, a la creación de valores y de pertenencia al vínculo de amistad.

Estos tres tipos de amistad, íntima, cotidiana y extranjeras, han sido caracterizadas por Fernado Ulloa como movimientos que van de la consanguinidad a la exogamia (1995).  Veamos como transcurre la amistad en el campo transferencial.

Amistad y campo transferencial

La noción de campo grupal (Pichón-Rivière, 1970; Neri, 1995) puede ser definido desde diferentes acepciones como espacio-setting, como depósito transpersonal, como estado mental, como sincronización y como interdependencia entre el analista y el grupo.  El campo en terapia familiar psicoanalítica sería un esquema conceptual referencial y operativo, a partir del cual se teje el trabajo de escucha  entre los analistas y la familia.  Es decir que el campo transferencial engloba la teorización de los terapeutas, las representaciones socio-culturales de los psicoanalistas y de las familias, el dispositivo, el método, la transferencia y la contratransferencia. La terapia familiar despliega la geografía de un vínculo familiar; poniendo en escena la historia del encuentro entre la familia y los analistas. La escucha grupal de la familia sitúa el trabajo terapéutico como un espacio de relación, de regresión y de progresión en el encuentro entre la familia y el equipo de analistas.

El dispositivo, soporte material del campo, comporta variantes dadas por las configuraciones defensivas y las angustias dominantes entre la familia y los analistas. Las invariantes son el encuadre y los grupos internos de pertenencia de los analistas, que los sitúan en su genealogía profesional (Jaitin, 2007).

Cuando las resistencias de la familia se conjugan con la resistencia de los equipos en la institución, no pudiendo ser analizadas, operan como bastiones de lo impensable transgeneracional y la pertenencia al grupo profesional se vuelve un espacio endogámico, del orden de lo incestuoso.

El campo de observación transfero-inter y contratransferencial está constituido por un dispositivo temporal de sesiones entre familia y analistas; y de post sesiones del equipo de analistas entre sí, y constituye un momento privilegiado de elaboración del material clínico.

El material clínico que presentaré se desarrolla en un dispositivo que prevé una frecuencia de sesión quincenal, con una duración de una sesión de una hora; y dos momentos de sesión entre analistas y familia y post-sesión del equipo terapéutico, para analizar la intertransferencia.

La particularidad del dispositivo de terapia familiar (presencia de diferentes generaciones, libre asociación, verbal o pre-verbal y la posición de abstinencia del analista) revela y permite figurar y observar diferentes formas de organización fantasmática y de defensas, expresión del sufrimiento en los vínculos familiares. En ciertas condiciones, la creación de un espacio de sostén del onirismo grupal y de un encuadre continente, deberían permitir mentalizar las angustias brutas recibidas en herencia por la familia.

Podemos definir entonces el campo transferencial en terapia familiar psicoanalítica como un espacio asimétrico en donde el equipo de analistas y la familia funcionan en un encuadre destinado a crear un espacio intermediario compartido de ensueño, que permite dar sentido a las experiencias y vivencias que los atraviesan.

El efecto de presencia de varios analistas permite trabajar otros aspectos del campo transfero, contra e inter-transferencial, tomando la forma de relaciones de amistad y enemistad.

Mi trabajo clínico me ha permitido observar que la amistad se manifiesta en el espacio inter-transferencial de la terapia familiar como una actualización de la transferencia fraterna, prototipo de los enlaces de filiación horizontal, a partir de la figura del intruso (Jaitin, 2006).

La amistad sería entonces una forma de alianza inconsciente con sujetos que generalmente tienen una proximidad generacional o no generacional basada en la atracción de diferencias y similitudes.

La amistad es central en el proceso analítico. Comienza con un acuerdo amistoso con uno mismo. Este acuerdo requiere consolidar un vínculo amistoso con el propio pasado para poder realizar la función de psicoanalista familiar.

Las afiliaciones institucionales recrean las propias relaciones conflictivas de los grupos de afiliación profesional de cada analista. La devoción de los herederos a un modelo de pensamiento y lealtad a un grupo de pertenencia consistirá en apoyar y transmitir un pacto fundacional que constituirá una “comunidad de negación” (Kaës, 2015).

A menudo, en el trabajo de grupo familiar, la amistad extranjera se convierte en una amistad diaria o en una amistad íntima y es entonces cuando la lealtad hacia la institución se convierte en fidelidad.

Acabo de hacer referencia al hecho de que el vínculo de dependencia, el confinamiento del lado de la endogamia, movilizará defensas de tipo perversas. Es decir, que cuando la imago del intruso (y su declinación bajo la figura del extranjero) provocan una experiencia intrusiva, se hace difícil articular el lenguaje apropiado con el significado del lenguaje del Otro, para citar a Bernard Duez (2017).

En el ideal de cualquier psicoanalista, el principio de la regla de abstinencia coloca el vínculo transferencial en un tipo de amistad extranjera, que lo contiene y lo preserva. Pero la regresión inherente en el proceso terapéutico con familias y parejas tiene efectos en los equipos, que a menudo convierten los vínculos de amistad “alter ego” en “amistad familiar”, lo que puede dar lugar a la actuación, cuando la capacidad de simbolización se ve obturada en el campo transferencial.

Material clínico

La familia H. 

Esta familia está conformada por el padre, médico de origen africano, y por la madre, de origen francés. La vida de pareja comenzó en África pero la familia se instaló en Francia donde nacieron dos hijas. Tres años después del casamiento, el padre trae a Francia al hijo de su primer matrimonio, que en ese momento tiene 13 años. Su estadía en Francia está marcada por ataques repetidos de epilepsia. Un año y medio después del inicio de la terapia familiar el padre desaparece de la familia y da signos de existencia luego de un tiempo, en su país natal (Jaitin, 2000).

En esta familia, el hijo llega en tercer lugar, cuando las otras dos hijas ya están allí. Es el mayor de los hermanos, pero el último en llegar. ¿Qué posibilidad tiene este niño de inscribirse en el vínculo parental y en el vínculo fraterno? La afiliación y la pertenencia a la nueva familia varían según la edad de los hijos pero, en todos los casos, la afiliación retoma aspectos deficitarios de la filiación y de la alianza, como tentativa de elaboración por repetición.

¿La dificultad de afiliación del hijo a la nueva familia y, en particular, el conflicto con la esposa del padre, actualizan una dificultad de filiación anterior? Los pocos datos sobre su pasado, aportados por el padre, indican que fue un bebé enfermo, con una madre biológica que no pudo ocuparse de él y de la cual fue separado muy pronto, siendo los abuelos paternos los que lo criaron.

Este niño utiliza su cuerpo como área de expresión de sus angustias. Sus síntomas son la expresión de una experiencia de muerte y renacimiento. La desorganización pulsional es intensa y el espacio familiar no cumple con sus funciones de continencia. Durante sus ataques de epilepsia, cae al abismo, vive una sensación de caída sin límite, un estado de desintegración, de muerte y de renacimiento, una especie de “mimlan”, de ritual de pertenencia a la filiación.

En algunos países de África, como en su país natal, el contacto se efectúa mediante un ritual llamado mimlan, en el cual alguien puede ser inducido a evocar a los muertos y luego a los vivos. A partir de este ritual, se confirma la pertenencia a la genealogía y se establece o se restablece la filiación. El mimlan verbaliza el vínculo entre la vida y la muerte (Guyotat, 1980).

La hipótesis más probable es que este hijo actualice con su nueva familia las relaciones que él tenía con la anterior. El mimlan, ritual de pertenencia a su linaje ancestral ¿fue confirmado por sus llamados ancestros? Si el vínculo con el nuevo grupo familiar es deficiente, probablemente lo sea por el mal ajuste entre los “tempos” de las matrices culturales y familiares respectivas.

La disritmia de la pertenencia a la terapia familiar se manifiesta por un modo de relaciones inciertas e imprevisibles, en donde se hace difícil establecer zonas intermedias de intercambio. Durante las sesiones, el tiempo de la terapia familiar con esta familia está marcado por la ausencia y la presencia alternadas de los diferentes miembros, ya sea del hijo, de las niñas o incluso del padre accidentado o de la madre hospitalizada. Y, al final, las desapariciones del padre y del hijo marcan la repetición de un ritmo traumático de ruptura y el des-apuntalamiento del grupo familiar.

En el caso de esta familia, la terapia permitió contener la repetición del vínculo de pareja para resituar a la pareja en su genealogía. En las “nuevas familias”, los tempos de la alianza conyugal se yuxtaponen con los tempos de la alianza parental. La pareja y los hijos se superponen en los ritmos de afiliación de la pareja y en la pertenencia a los ideales de la nueva familia. Además, esta familia culturalmente mixta pasa por un proceso migratorio que produce una alteración en el ritmo de intercambios entre la familia y el país de acogida.

Como lo señalé anteriormente, la filiación concierne el reconocimiento de la propia posición en el orden de las generaciones; en una cultura dada, determinada en una coordenada temporal: desde los mayores, pasando por los contemporáneos, hasta los nuevos llegados.

Veamos ahora la escena desde el equipo terapéutico en el campo transferencial.

  

Equipo terapéutico y campo transferencial

 

La familia H. fue tratada durante más de cinco años por tres equipos de analistas, constituidos por un terapeuta principal y dos terapeutas en formación como analistas de familias.

El primer equipo estaba formado por un analista principal hombre y una mujer que se jubiló durante el tercer año del tratamiento. Yo le sucedí a esta mujer para poder ingresar en la Asociación Francesa de Psicoterapia Familiar como terapeuta auxiliar, para compenetrarme con la institución de formación donde se desarrollaba esta terapia, asegurando la continuidad de la línea fundadora de la Asociación.

Al integrar el nuevo equipo de analistas, yo ya conocía a la familia porque había discutido la presentación del caso con mi colega en un coloquio de la Asociación.  Dos situaciones marcan mi inserción en el proceso terapéutico que ya había comenzado. La primera es un juego de las niñas que disponen las sillas de la sala formando un tren en dirección a la pared, evocando partidas y viajes. Las dos niñas instalan las sillas como en una escena teatral, para formar un vagón; estas sillas vacías representan también una escena con una especie de túnel que asemeja a una situación de nacimiento; pero también las sillas dispuestas frente a un escenario nos ubican en posición de espectadores.

La segunda situación me permite establecer contacto con la menor de las hermanas. En una sesión, la madre destaca con insistencia que, en la casa, ella y su hija mayor no entienden nada de lo que dice la pequeña, que habla a media lengua. Cinco meses después de mi llegada, la chiquita se me acercará y comenzará a hablarme muy rápido y con gestos que me cuesta seguir. Yo le explico que tengo un acento algo raro, que soy extranjera y que me tiene que hablar más lentamente porque no logro comprender lo que dice.

Esta intervención produce efectos contraidentificatorios: la niña se esfuerza por articular las palabras y, en la sesión, el lenguaje cambia. Los cambios son evidentes, hasta que el regreso del padre del extranjero re-moviliza el síntoma de su dicción.

Yo soy “la extranjera” en la Asociación y en la sesión, y la más pequeña me permite trabajar con ella la cuestión de la recién llegada. Recién llegada, pero grande. Problema frecuente como ya señalé entre los hijos en las familias reconstituidas. El hijo mayor del padre llega último de África a Francia, siendo el mayor. Yo tomo el lugar del tercero que ayudará a la pequeña a despegarse de su madre, que vive sola con sus hijos desde que el padre volvió a África, a su país natal.

Dos meses después de mi llegada, mi colega se enferma. No obstante, la familia desea continuar la terapia familiar. Fundamos, entonces, un equipo constituido por tres mujeres (dos terapeutas en formación como analistas familiares y yo como terapeuta formador). Modificamos el día y lugar de las sesiones y pedimos a la familia que realice un aporte financiero simbólico.

Nuestro marco habitual de trabajo era una sucesión temporal de sesiones y post-sesiones. Paralelamente, yo había modificado la duración de las post-sesiones de las dos familias que seguía con solamente una coterapeuta. Cuando la tercera colega entró en el dispositivo, aparecieron dos problemas en el equipo:

  • el primero fue la administración del tiempo de la post-sesión;
  • el segundo fue una diferencia respecto de la financiación de la formación de las colegas: una financiaba su propia formación y la otra recibía un subsidio del estado.

En relación a la transferencia institucional, yo había llegado última como terapeuta formadora, pero era mayor en edad y con una formación y experiencia previa en terapia familiar; sin embargo como extranjera la institución no me pagaba porque mi conocimiento se ponía a prueba. Era la mayor en el equipo profesional a través de mi entrenamiento profesional y experiencia clínica, pero la última llegada.

Diversos niveles del campo transferencial revelaban dos aspectos centrales de la historia familiar.

Uno era relativo a la temporalidad:

  • por un lado, el análisis interminable de esta familia en una relación de adhesividad al encuadre. Esta adhesividad característica de una “relación epiléptica” de la familia, permitía significar los ataques de epilepsia del hijo del padre, que fue el último en llegar a la familia recompuesta, si bien era el mayor de los hijos;
  • por otro lado, la familia no parecía establecer una transferencia central diferenciada respecto de los equipos de analistas que se sucedían como intercambiables. La cuestión de la afiliación a la filiación se vuelve central. El sujeto, al no lograr inscribirse en una filiación, queda adherido en un faux-self a la misma, sin poderse separar, confundiendo interior y exterior familiar.

El otro aspecto se relacionaba con el lugar del dinero en la inter-transferencia y en el vínculo de la pareja. El padre, médico en África, debía trabajar en tareas secundarias en Francia. Por lo tanto, la madre era el único sostén económico de sus dos hijas y se hacía cargo del hijo de su marido.

La dificultad del hijo del padre en la nueva familia en Francia, reactualizaba un conflicto en su vínculo de filiación en África, en donde el padre era considerado un herético por su familia, habiéndose casado con una mujer extranjera a su cultura pero con un poder económico dado por su status de origen francés.

La introducción del pago simbólico permitió marcar el fin de la psicoterapia. Quizás haya sido el límite que implica una separación e introduce la verdadera temporalidad de la ausencia y la castración.

El dinero transforma el vínculo terapéutico porque introduce las nociones de deuda y de intercambio; y transforma el vínculo de amistad íntima en vínculo de amistad extranjera porque conduce a la diferenciación. La introducción del dinero también tocó los orígenes de la psicoterapia (la filiación) en la relación con el tercer equipo de analistas (afiliación). El dinero aporta pues el doble origen filiativo y cultural en esta familia recompuesta con dificultad, donde a cada uno le costaba recuperar su lugar. Esto reaparece en la intertransferencia de los tres equipos de psicoterapia familiar que se ocuparon de esta familia.  Veamos cómo la amistad pone en movimiento la cuestión de la filiación y de la afiliación en la familia y el equipo de analistas y la institución.

Amistad y endogamia

En esta familia, la dificultad de afiliación del niño en la nueva familia, en Francia, reactualiza un conflicto con sus vínculos de filiación en África.

El fin de la tercera parte de la psicoterapia familiar de esta familia coincide con una propuesta de la madre: lograr que el hijo del padre vuelva de África.

En el curso de una sesión, la madre, que llega sola con sus hijas, hace una descripción de la situación actual de la familia tras la llegada del hijo del padre. Según las maestras, la niña menor está muy triste, y la mayor volvió a tener enuresis nocturna, obligando a la madre a ponerle pañales,  pese a que ya tiene 7 años.

Las niñas agregan que desde que llegó el hermano, la niñera, a quien querían mucho, dejó de cuidarlas. Ahora, es el hermano se ocupa de ellas a la hora de ir a la cama. Este les relata cuentos para que se duerman pero debe, según las palabras de la madre, castigarlas físicamente cuando no logran dormirse.

La madre subraya que la niña mayor interroga siempre a su hermano cada vez que sale con sus amigos, si es su marido y no su hermano. La atmósfera de esta sesión traduce el clima incestual de la relación fraterna, que se acentúa cuando la niña va al baño y vuelve con piedritas en su ropa interior.

Ante mis intentos por interpretar la sobreexcitación y la angustia de estos niños, la madre dice: “En África, los niños duermen todos en la misma habitación”. Yo le aclaro “que en África, está la familia amplia para proteger mientras que en Francia ella está sola, sin marido y sin familia”.

El grupo familiar ampliado en África sería una especie de nomos, de frontera que separa el interior de la infancia de lo exterior del mundo adulto. La ley del ágora, de la prohibición del incesto y de la escucha del otro protegería de un interior familiar arbitrario y despótico, permitiendo contener la pulsionalidad de la sexualidad infantil y adolescente.

En la familia endogámica presentada y en el equipo de terapeutas, los lazos de amistad eran difíciles de tejer. Los defectos de los organizadores filiales no permitieron el desarrollo de una construcción de identidad y el sentimiento de pertenencia que se deriva de ella. El núcleo simbiótico entre la familia y la institución donde se realizaba la terapia dificultó la inclusión de un tercero.

Es evidente en este material, que los equipos en las instituciones reproducen las fallas filiales y afiliativas de la familia en resonancia con su propia historia. El análisis continuo de los analistas es una condición para que la familia lleve a cabo su terapia con una perspectiva final. ¿Pero qué sucede cuando los analistas se enfrentan a la resistencia cruzada entre las familias y ellos mismos, por pertenecer a la institución analítica con la que tienen un grado de dependencia extrema?

Este campo transferencial presenta una doble frontera identificatoria: una intrusiva y otra adhesiva, ya que existe una superposición entre el vínculo de filiación y el vínculo de afiliación, entre el sujeto y el grupo institucional.

La tercera escena inter-transferencial de esta familia se juega en el extranjero, donde una colega de la institución presenta el material clínico de la familia sin el acuerdo de los analistas que se hicieron cargo de la familia.

La terapia familiar aparece como un espacio familiar de doble fase: de apuntalamiento y de intrusión en la espacio inter-transferencial, del equipo y de la institución de pertenencia profesional. Las alianzas metapsíquicas no están reguladas por la institución, ya que surgen diferencias en la filiación cultural y generacional, y la institución no puede funcionar como un tercer garante. La confusión es producida por la creencia de que el material de esta familia en el origen de la creación de la institución pertenecía a la institución como una entidad anónima, confundiendo el sujeto singular y el plural singular. Esta economía cruzada coloca el conflicto familiar en la escena institucional. Cuando las contraidentificaciones adhesivas de los terapeutas se convierten en contraidentificaciones intrusivas, los lazos de amistad pueden convertirse en persecutorios. La lucha por la propiedad comienza y el amigo puede convertirse en un enemigo.

La amistad en su pendiente regresiva no fue suficiente en este caso para articular los diferentes registros de la simbolización de los traumas. El paso a través del acto de intrusión entre los analistas tal vez podría ayudar a significar herencias traumáticas de duelos inacabados para terminar de ser elaboradas en los vínculos de filiación. La figura del “herético” se presenta: es decir, el sujeto marginalizado por su propia familia y su comunidad de pertenencia, que ponen en cuestión los vínculos de filiación (Padura, 2014).

En la inter-transferencia, la enfermedad somática del colega durante la primera etapa de la terapia, los problemas del origen del dinero, el pago y el de la desapropiación del material clínico, revelan una modalidad de amistad endogámica. Es el amor por la amistad del lado de la apropiación del otro, como escribe Derrida en su texto Politiques de l’Amitié (1994).

El espacio inter-transferencial retrata bien la figura del extranjero como un intruso, pero también permite, en el “après-coup”, abrirse hacia un tercer espacio, hacia la “terceridad” en la relación con el otro y permite “tejer amistad con los conflictos” para usar las palabras de Puget (2018).

En el aquí y ahora del campo transferencial e inter-transferencial de la terapia familiar, el potencial futuro de los miembros de la familia varía, según las posibilidades de elaboración de los posibles traumas actuales o transgeneracionales que empujan u obligan a la migración; y según como se crean y desarrollan los lazos de amistad entre los sujetos de diferentes lenguas y culturas.

La inter-transferencia entre los analistas que trabajan en un equipo en una institución, así como la transferencia entre el analista y sus asociaciones de pertenencia, permiten figurar los traumatismos transgeneracionales e inter-generacionales de la familia y de los analistas. Es entonces que las heridas de la filiación, en su relación  con la  amistad y la enemistad pueden ser reparadas.


Bibliográfia

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Revista Internacional de Psicoanálisis de Familia y Pareja

AIPPF

ISSN 2105-1038