REVISTA N° 15 | AÑO 2016 / 2
Resumen
Polifonía y politopía del sueño. El espacio onírico común
El autor expone sus investigaciones sobre el sueño y sobre el espacio onírico común y compartido en el marco del dispositivo psicoanalítico de grupo. Distingue tres espacios de la realidad psíquica, a la vez específicos y articulados los unos a los otros: el del grupo, el de los vínculos intersubjetivos y el del sujecto singular. Sitúa sus investigaciones con relación a las de Didier Anzieu y de André Ruffiot sobre las relaciones entre el sueño, el grupo y la familia. Explora las propiedades del espacio onírico común y compartido entre varios soñadores. El sueño se forma a partir de un doble ombligo, el del inconsciente del soñador y el del espacio psíquico grupal. El análisis del sueño en los grupos le conduce a formular una hipótesis más general: el sueño es polifónico, arregla varias voces, varias escenas, varios destinatarios. En la cura así como en los grupos, supone una alianza inconsciente entre los soñadores.
Palabras clave: espacios de realidad psíquica, espacio onírico, aparato psíquico grupal, doble ombligo del sueño, polifonía del sueño, alianzas inconscientes.
Résumé
Polyphonie et polytopie du rêve. L’espace onirique commun
L’auteur expose ses recherches sur le rêve et sur l’espace onirique commun et partagé dans le cadre du dispositif psychanalytique de groupe. Il distingue trois espaces de la réalité psychique à la fois spécifiques et articulés les uns aux autres: celui du groupe, celui des liens intersubjectifs et celui du sujet singulier. Il situe ses recherches par rapport à celles de Didier Anzieu et d’André Ruffiot sur les rapports du rêve, du groupe et de la famille.
Il explore les propriétés de l’espace onirique commun et partagé entre plusieurs rêveurs. Le rêve se forme à partir un double ombilic, celui de l’inconscient du rêveur et celui de l’espace psychique groupal. L’analyse du rêve dans les groupes le conduit à formuler une hypothèse plus générale: le rêve est polyphonique, il agence plusieurs voix, plusieurs scènes, plusieurs destinataires. Dans la cure comme dans les groupes, il suppose une alliance inconsciente entre les rêveurs.
Mots-clé: espaces de réalité psychique, espace onirique, appareil psychique groupal, double ombilic du rêve, polyphonie du rêve, alliances inconscientes.
Summary
Polyphony and polytopy of dreams. A common oneiric space
The author presents his researches on dreams and the oneiric space that is common and shared within the frame of the group psychoanalytic setting. He highlights three types of spaces for the psychical reality, both specific and articulated with one another: the one of the group; the one of the intersubjective bonds and the one of the singular subject. He takes a stand on Didier Anzieu and André Ruffiot researches on the links connecting dream, group and family. He explores the specificities and characteristics of an oneiric space that is common and shared between several dreamers. The dream is formed from a double umbilical point: the one of the dreamer’s unconscious and the group’s psychical space. Based on his analysis of the groups’ dreams he establishes a more general assumption that the dream is polyphonic and combines several voices, scenes, addressees. During the cure as well as within the group, he imagines an unconscious alliance between dreamers.
Keywords: spaces of psychical reality, oneiric space, group psychic apparatus, double umbilical point of the dream, polyphony of the dream, unconscious alliances.
ARTÍCULO
Introducción
La contribución de André Ruffiot al conocimiento del espacio onírico en la familia es de una importancia considerable. Por haber intercambiado con él sobre esta cuestión que nos era parcialmente común, y por haber acompañado el trabajo de colegas que practican la terapia familiar analítica, puedo dar prueba de la fecundidad y de la calidad de sus aportes, incluso aquellos de los cuales mis propias investigaciones sobre el sueño beneficiaron.
En esta conferencia, y en esta ocasión, en la cual otras contribuciones marcaron el aporte de André Ruffiot sobre el sueño en la terapia familiar psicoanalítica, mi intención será el de situar mis investigaciones sobre el sueño y sobre el espacio onírico común y compartido en el marco más general de los espacios de la realidad psíquica que observamos en los dispositivos psicoanalíticos de grupo. Me veré necesariamente llevado a retomar temas ya expuestos en otro lado y de otro modo, y espero aportarles algunas nuevas propuestas. Distinguí en los grupos no solo un espacio de realidad psíquica, sino tres: el espacio del grupo en tanto que conjunto o entidad específica, el de los vínculos intersubjetivos entre los miembros del grupo, y el del sujeto singular en tanto que es sujeto dentro del grupo. Esta concepción de una pluralidad de espacios psíquicos dotados cada uno de formaciones y de procesos que les son propios, y de una realidad psíquica inconsciente que los distingue, marca una diferencia con respecto a la concepción de un solo espacio de realidad psíquica, el – intrapsíquico – del sujeto del inconsciente, al cual la práctica del tratamiento individual dio acceso. Esta concepción diverge de las de los primeros psicoanalistas de grupo que han, ellos también, tomado en consideración un sólo espacio psíquico, el del grupo como totalidad. Se diferencia finalmente de la concepción de Puget (1989) que como yo hace referencia a tres espacios psíquicos, pero que ella describe como superpuestos, herméticos y radicalmente opuestos, mientras que yo los pienso articulados unos con otros, porosos e interferentes aunque, en algunos casos, están estancos o clivados los unos con respecto a los otros. Estos casos son precisamente los que la clínica nos muestra como generadores de trastornos y de sufrimientos que requieren un abordaje terapéutico grupal o familiar.
Si pongo el acento desde la introducción misma sobre estos tres espacios de realidad psíquica y en la porosidad de sus fronteras y de sus envolturas, es porque esta concepción me parece capaz de dar cuenta de un espacio onírico transversal, común y compartido. La pregunta que plantea la existencia de este espacio se formula en efecto así: ¿qué tipo de organización psíquica es necesaria para que se forme tal espacio y para que surja allí el sueño? Podemos desde ya formular una respuesta: es necesario que las envolturas psíquicas de cada uno, de sus vínculos y del conjunto estén suficientemente abiertas las unas con respecto a las otras. Pero no hacemos más que diferir el estudio de esta pluralidad de los espacios de realidad psíquica.
Algunas precisiones sobre la noción de realidadpsíquica
¿Cómo caracterizar en pocas palabras a la realidad psíquica? Cuando esta noción es utilizada por los psicoanalistas que trabajan con el dispositivo diván-sillón, designa lo que Freud llama “la realidad psíquica inconsciente” del individuo. La existencia y la consistencia de esta realidad es la hipótesis constitutiva del psicoanálisis. Para Freud, la realidad psíquica inconsciente posee una consistencia y una resistencia propias, se puede oponer a la realidad material, es articulable con ésta, y, como ella, está dotada de una energía y de procesos específicos. Lo que constituye la realidad psíquica «Nos vemos en la obligación de recordar», escribe Freud «de que lo real psíquico (das psychisch Real) reviste él también más de una forma de existencia» (1900, trad.fr. OCF, IV, p. 625, nota de los traductores). Freud remplaza este enunciado en 1919 para escribir que si uno está «en presencia de deseos inconscientes llevados a su última expresión y la más verdadera, nos vemos forzados a admitir que la realidad psíquica es una forma de existencia particular que no debe ser confundida con la realidad material» (ibid.). Pero son también todas las formaciones y todos los procesos a través de los cuales el inconsciente produce sus efectos: las pulsiones, las fantasías, las identificaciones, los mecanismos de defensa, el síntoma, los complejos, y por supuesto el sueño. Prácticamente, la realidad psíquica ocupa la extensión del espacio psíquico que explora el trabajo de la cura. Recuerdo aquí que la cura fue concebida a partir del modelo del sueño.
Freud no se limitó a explorar la realidad intrapsíquica. Por medio de la observación, puso la realidad intrapsíquica en relación con espacios psíquicos homólogos, el de la madre en primer lugar. Por vía de la especulación, extendió luego el concepto de realidad psíquica a otros espacios, los de los grupos, de las masas y de las instituciones. De eso se trata cuando forja en 1913 el “mito científico” de la Horda primitiva o cuando, en 1921, emite en varias ocasiones la hipótesis de un psiquismo de grupo (Gruppenpsyche) o de un alma de masas (Massenseele). Estos son espacios de realidad psíquica mucho más complejos, más abstractos y sobre todo inaccesibles por el único método del diván. Así, para presentarlos, Freud tuvo que fiarse de análisis que tomó prestados de otras disciplinas, y por lo tanto, fuera de la situación de la cura.
Estas hipótesis no podían ser puestas a prueba en la clínica hasta que los dispositivos metodológicos apropiados para la exploración de la realidad psíquica inconsciente en los grupos y en las configuraciones vinculares estuvieran disponibles, tras la muerte de Freud.
Si admitimos esta concepción de la realidad psíquica inconsciente, el espacio onírico y el sueño son producciones típicas de la realidad psíquica. La pregunta que me mantuvo ocupado fue la de comprender cómo se produce el sueño, cómo funciona y se convierte en una vía de acceso al conocimiento y al tratamiento de la realidad psíquica en los tres espacios conjuntos que están asociados en los grupos. Esta cuestión se extendió luego a todos los conjuntos plurisubjetivos: a la pareja, a la familia y a las instituciones. Es lo que exploré en La Polifonía del sueño (2002).
La pluralidad de los espacios psíquicos
El trabajo psicoanalítico con un dispositivo de grupo me llevó a considerar tres espacios psíquicos principales: el del grupo en tanto que conjunto, el de los vínculos intersubjetivos y el del sujeto singular. No entraré en detalles en cuanto a estos tres espacios porque debo limitar la complejidad de mi propuesta para centrarme en el espacio onírico común y compartido como una de las manifestaciones esenciales de la realidad psíquica de grupo. Dejaré también de lado otro espacio psíquico, al cual los dispositivos de grupo también nos dan acceso: el de los conjuntos estructurados, como las instituciones y lo social, la cultura y la religión, los grandes relatos tales como los sueños colectivos, los mitos, las ideologías y las utopías.
La propuesta según la cual estamos siempre relacionados con varios espacios psíquicos es una propuesta general: es válida para la cura y para todos los dispositivos que ponen a trabajar conjuntos plurisubjetivos: los grupos, las parejas y las familias. Lo que varía es la calidad del dispositivo que permite su acceso y permite conocer la estructura, la consistencia, la cantidad y la calidad de estos espacios psíquicos y, en consecuencia, la complejidad de sus relaciones.
El espacio psíquico del grupo
Todos los psicoanalistas que ampliaron su práctica al grupo lo concibieron primero como una entidad específica, dotada de procesos y de formaciones propias, irreductibles a los individuos que lo constituyen. Le reconocieron la consistencia de una realidad psíquica inconsciente y validaron la idea freudiana de un psiquismo o de un alma de grupo. Algunas formaciones psíquicas no se producen más que en grupo y en el proceso de grupo: la mentalidad de grupo, la ilusión grupal, la matriz grupal, las alianzas inconscientes, son formaciones del conjunto. Este punto de vista ya está ahora adquirido, pero es, para mí, insuficiente.
Cuando empecé a trabajar con el dispositivo psicoanalítico de grupo, mi atención se centró primero en el espacio psíquico del grupo. Sin embargo, estaba ocupado con otros dos problemas para los cuales no había encontrado una solución satisfactoria en mis predecesores o mis contemporáneos. El primero se formulaba así: ¿cómo se construye el psiquismo de grupo? Freud había abierto la vía al poner en primer plano la identificación y la parte de abandono de los ideales (las creencias) personales para remplazarlos por el ideal común. Las búsquedas ulteriores sobre las diversas modalidades de los procesos de identificación eran capitales, pero, según mi criterio, no respondían más que parcialmente a mi pregunta. La segunda me preocupaba por igual: ¿cómo dar cuenta de la subjetividad del individuo en el grupo[1]?
El modelo del aparato psíquico grupal
A fines de 1960, empecé a construir un modelo general (una especie de maqueta teórico-clínica) para dar cuenta de la manera en que se forma un grupo, la realidad psíquica inconsciente que se produce en este y las formas de
subjetividad que se manifiestan en este (y la realidad psíquica inconsciente y las formas de subjetividad que se producen y manifiestan en este). A este modelo lo denominé aparato psíquico grupal[2]. Articula los tres espacios.
Según este modelo, el grupo es una construcción psíquica fabricada por sus miembros por medio de procesos de ensamblaje [appareillage] o de concordancia de ciertas formaciones y de ciertos procesos pertenecientes a sus espacios internos. Esas formaciones intrapsíquicas son los grupos internos: son estructuras fundamentales y esquemas de funcionamiento de la “materia psíquica” inconsciente: las fantasías originarias, los complejos edípicos y fraternos, la imagen del cuerpo, la red de identificaciones, etc. Debido a sus propiedades asociativas, los grupos internos son los organizadores [estructurodinámicos] del montaje [assemblage] de los psiquismos. Los procesos primarios y secundarios, las identificaciones y la resonancia fantasmática están allí obrando, pero también lo hacen otros procesos: las proyecciones, las exportaciones y depósitos, etc. Formaciones específicas se construyen allí: espacios oníricos comunes, las alianzas inconscientes, las posiciones mitopoïeticas, utópicas e ideológicas, formas y modalidades asociativas específicas.
Señalo brevemente tres características principales de este modelo.
- Se trata de un modelo ergonómico, el acento está puesto en el trabajo psíquico realizado por este aparato y exigido a sus individuos para hacer grupo. Su función consiste en ligar y transformar ciertas formaciones de los espacios psíquicos de los sujetos que se tornan así miembros del grupo. Es a través del trabajo psíquico de esta disposición que se forma un espacio específico común y compartido por sus miembros, una realidad psíquica propia del grupo, con formaciones y procesos específicos.
- Este modelo es un modelo complejo, contiene varios espacios psíquicos, cada uno contando con contenidos psíquicos, organizaciones y funcionamientos específicos, con una tópica, una dinámica y una economía diferentes. Estos tres espacios interfieren entre ellos según diversas modalidades, por ejemplo, según un procedimiento de vicariancia o, como se dice hoy en día, de intermodalidad: a través de desplazamientos, transferencia, delegación, substitución de un espacio dentro de otro. El grupo es un espacio de desplazamiento del espacio intrapsíquico mientras que las funciones fóricas son el resultado de la delegación del espacio grupal en el espacio del sujeto. Las relaciones entre el sueño del sujeto y el espacio onírico grupal son de este tipo.
- Este modelo considera el espacio psíquico del sujeto singular en el grupo y el espacio de sus vínculos, lo que los modelos holísticos habían, si no excluido, al menos descuidado. Adoptando el punto de vista del sujeto en su relación al grupo, pongo el acento en el hecho de que cada sujeto es precedido por el grupo en el cual es llamado a tomar su lugar y a contribuir en su mantenimiento. Diferentes especies de alianzas inconscientes lo preceden, lo solicitan y lo estructuran. De este espacio, es a la vez el heredero, el servidor, el beneficiario y el eslabón.
Los espacios psíquicos de la familia y en la familia
André Ruffiot transpuso el modelo del aparato psíquico grupal a la familia en su tesis de doctorado (1979) y en un estudio de 1981 que retomaba lo esencial. Aún así, utilizó sólo parcialmente este modelo. André Ruffiot estaba esencialmente centrado en la especificidad de la familia concebida como un grupo y como un todo, según la concepción de la mayoría de los analistas de grupo de la época. No introdujo la toma en consideración de la pluralidad de los espacios de realidad psíquica. Si André Ruffiot hubiera adoptado este punto de vista, le hubiera hecho falta definir en qué los espacios psíquicos dentro del grupo familiar son diferentes en su consistencia, pero no en su estructura, de los del grupo de no familiares. Pero lo que se imponía era entender los procesos que hacían de la familia un conjunto. La especificidad del espacio psíquico del grupo-familia es que inscribe en el centro de sus procesos y de sus formaciones el complejo de Edipo y todos sus obstáculos en sus formas arcaicas y neuróticas, y la transmisión de estas formas a través y entre las generaciones[3]. Hoy vemos más claramente que este espacio está compuesto por varios espacios psíquicos y sus relaciones:
− la familia como grupo formando una entidad específica[4];
− la pareja de padres, estructurada por el tipo de elección de objeto amoroso que los une, por el cumplimiento de la sexualidad genital, por la procreación y por la prohibición del incesto;
− el hijo o el grupo de hijos, cuyo nacimiento instaura la parentalidad y en consecuencia las relaciones de generación y de filiación; el grupo de los hijos, la fratría, se forma en vínculos específicos organizados por el entrecruzamiento del complejo edípico y del complejo fraterno;
− los vínculos intersubjetivos entre los miembros de la familia;
− el espacio psíquico de cada sujeto considerado según su singularidad y en el conjunto de sus vínculos;
− la familia extensa, formada por los colaterales, los descendientes, los abuelos, los ancestros.
Nos enfrentamos entonces aquí a una estructura dinámica compleja de por lo menos seis espacios psíquicos. Ante tal complexidad, una cosa es pensar en la especificidad de estos espacios y su articulación, y otra es elegir, en el momento oportuno, lo que podría ser la palanca de la transformación interpretando algunas de esas articulaciones. La formación de un espacio onírico grupal y aquí familiar, y la formación de sueños que son relatados por los soñantes de la familia reunida con los terapeutas – y por lo tanto en el campo transfero-contratransferencial – es una vía de acceso a dichas articulaciones entre los espacios de la realidad psíquica.
La cuestión del sueño en los grupos
Antes de exponer las propiedades del espacio onírico en los grupos, debo hacer algunos comentarios sobre la evolución de la concepción del sueño en el psicoanálisis, con el objetivo de subrayar la originalidad de este nuevo abordaje.
Evolución de la concepción del sueño en psicoanálisis
Freud construyó su teoría acerca del funcionamiento del inconsciente y de las reglas que rigen su lógica específica a partir de su trabajo sobre los sueños, y en particular sobre sus propios sueños. Los conceptos de condensación y desplazamiento, de difracción[5] y de multiplicación de un elemento idéntico son los conceptos de base que permiten comprender y escuchar la lógica del inconsciente.
Lo que Freud pensó acerca del sueño no describe todas les experiencias oníricas de las cuales puede dar cuenta el psicoanálisis. Los psicoanalistas descubrieron otros métodos de análisis del sueño y otras maneras de concebir su formación y su función. Estos cambios se produjeron por el efecto conjunto de las transformaciones de la práctica de la cura y de las teorías que dan cuenta de ellas o que las inspiran. Examinemos tres de estos cambios.
Hoy ya no concebimos más el sueño solamente como una realización alucinatoria del deseo y como la vía regia de acceso al Inconsciente: el sueño es también una experiencia creadora, reparadora, transformadora. No apuntamos a una interpretación exhaustiva del sueño, ni a una traducción de su enigma. Acordamos una mayor importancia a la asociatividad, es decir que escuchamos el relato del sueño como un punto de partida de un proceso asociativo que conduce a otras asociaciones, a otra escena y a otro sentido.
Un segundo cambio se debe al desplazamiento, en el interior del ámbito de la cura psicoanalítica, del interés por el espacio estrictamente intrapsíquico del sueño, hacia su surgimiento y su función en el campo transfero-contratransferencial. Nos volvimos más atentos al hecho de hacia quién va dirigido el sueño, a esa experiencia ahora más perceptible del fenómeno de las interferencias entre sus sueños de sesiones, al estatuto de los sueños contratransferenciales del analista, a la formación y al destino de los sueños cruzados del analista y del analizante. Pienso que estos sueños hacen más que responderse: construyen y se construyen en un espacio común y compartido.
Un tercer cambio está relacionado con el objeto de nuestro propósito de hoy.
El sueño se enraíza en un espacio onírico interpsíquico
Los dispositivos psicoanalíticos que ponen a trabajar a varios sujetos despejaron nuevas perspectivas acerca de los límites del espacio intrapsíquico, abriéndolo más sobre sus bordes y sobre sus interferencias con los espacios psíquicos de otros sujetos. Esta orientación introdujo al sueño en un espacio onírico interpsíquico, donde encuentra otra fuente de fomentación y donde desarrolla efectos específicos.
Nuestras investigaciones han sido precedidas por las de Bion, de Winnicott y de Meltzer, a quienes les debemos el hecho de habernos abierto el camino mostrándonos que la función onírica y la capacidad de soñar se inscriben en los primeros vínculos, en la actividad de la función alfa ejercida por el entorno materno. Lo que está en cuestión es la capacidad onírica de un otro, y especialmente de la madre. Comentaré más adelante lo que le debemos a Didier Anzieu. Por mi parte, aprendí que en los grupos constituidos como artefacto metodológico para el trabajo psicoanalítico, el sueño se manifiesta con otras características que las que prevalecen en la cura. Alguien sueña en el grupo, hace el relato de este sueño a otros, a los cuales se dirige (tal vez únicamente a algunos otros y esto es importante ya que éstos otros se encuentran en el sueño), y el relato de dicho sueño suscita movimientos psíquicos diversos en los miembros del grupo: se habla de ello, se medita sobre ello, se lo rechaza, se lo calla[6].
La mayoría de las veces, sin embargo, un proceso asociativo se pone en marcha, un proceso interdiscursivo, polifónico, entretejido en las modalidades y los contenidos de las transferencias, en las resistencias y las represiones, pero también en las representaciones hasta entonces inaccesibles a las cuales el trabajo de las asociaciones facilitó una vía hasta el preconsciente.
Lo que se sueña cuando más de un otro se encuentran reunidos por vínculos de familia o de grupo nos abre así otras perspectivas. La capacidad onírica de un otro es ciertamente decisiva, pero también la del conjunto. He aquí una condición esencial del sueño, y el relato que se hace de él lleva su marca de fábrica.
El análisis de los sueños producidos en grupo, cuyo relato se realiza en grupo, ha sido uno de los terrenos de los cuales extraje algunas preguntas para revisitar la teoría del sueño producida únicamente a partir de la cura. Un doble abordaje y una doble lectura del sueño se establecieron así.
Al inicio, seguí comprendiendo el sueño como la producción de un soñante singular en el interior de su propio espacio de realidad intrapsíquica: la fórmula “el grupo sueña” me parece inexacta, el sueño es una creación individual, “egoísta” dice Freud. Pero luego, porque estamos en un dispositivo que reúne a varios soñantes, de la noche o del día, un segundo abordaje se interesa por las condiciones de producción del sueño, por sus procesos, por sus contenidos y por su sentido; y observamos entonces que el sueño se halla también profundamente urdido en la intersubjetividad y, más ampliamente, en un espacio onírico común y compartido. La idea de un espacio onírico compartido y común a varios soñantes significa que cada soñante sueña en el entrecruzamiento de varias fábricas de sueños, en el espacio de una pluralidad de soñantes cuyos sueños atraviesan los sueños de cada uno. Es en ese espacio que se fabrica el sueño, que es soñado y compartible, en particular en el relato que se hace de él a otros y no solamente al analista. Es en ese espacio que la capacidad onírica de un otro – el porta-sueño – y de más de otro se manifiesta como un factor esencial de la fabricación y de las funciones del sueño. Es también lo que podemos escuchar en la cura, con el oído grupal.
La materia onírica del grupo. El aporte de Didier Anzieu
Es importante considerar el espacio psíquico de los grupos como ya siendo él mismo un espacio onírico. Ampliando aún más el campo, podremos considerar que esa materia onírica del grupo no es más que una versión del basamento onírico del vínculo intersubjetivo.
Para sostener esta propuesta, tomaré como punto de partida la tesis enunciada en 1966 por Didier Anzieu sobre la analogía entre el grupo y el sueño. Anzieu escribe que el grupo es, como el sueño, el medio y el lugar de la realización imaginaria de los deseos inconscientes de sus miembros. Son sus deseos infantiles y sus deseos de la vigilia que se realizan en los grupos: “los sujetos humanos van hacia los grupos del mismo modo que en sus sueños entran en el soñar”. El modelo del sueño como realización imaginaria de los deseos inconscientes lleva a Anzieu a considerar que los fenómenos que se presentan en los grupos se aparentan con los contenidos manifiestos y que derivan de un número limitado de contenidos latentes; los procesos primarios, ocultos tras una fachada de procesos secundarios, son allí determinantes.
Anzieu extrae de su hipótesis dos consecuencias:
- el grupo, ya sea que cumpla eficazmente la tarea que le es asignada o que esté paralizado, es un debate con un fantasma subyacente;
- como el sueño, como el síntoma, el grupo es la asociación de deseos inconscientes que buscan su vía de realización imaginaria, y de defensas contra la angustia que suscitan en el yo de los participantes dichas realizaciones. Esta tesis nos permite comprender que la estructura del grupo y del sueño, sus espacios psíquicos y sus procesos, son superponibles: el grupo y el sueño, bajo diferentes formas, son espacios de lo imaginario onírico. El grupo es como un sueño porque es el lugar de la realización de deseos inconscientes y, por ello, de la manifestación de los efectos del inconsciente.
La tesis de Anzieu fue una propuesta inaugural del abordaje psicoanalítico de la realidad psíquica en los grupos. En lo esencial, la tomé para mis desarrollos. Sin embargo, mi punto de vista es diferente: pienso que esa realización de deseos inconscientes y esa manifestación de los efectos del inconsciente se producen en dos espacios psíquicos distintos y articulados el uno con el otro: el del sujeto singular, y el del grupo considerado como espacio de una realidad psíquica irreductible a la de sus sujetos considerados aisladamente. Estoy de acuerdo con la idea de que el grupo es un espacio de rêverie y de fantasías, un lugar de la ilusión y de lo ilusorio. Pero me parece más precisa la idea de que el grupo es un espacio de fabricación de sueños nocturnos, que los miembros de un grupo comunican a través de su Yo onírico y que es de ese modo que se constituye una parte importante de la materia psíquica del grupo. Diré entonces que construir un espacio psíquico de grupo, y producir vínculo de grupo exige que se constituya un espacio común y compartido, cuya materia está formada por las contribuciones de cada uno, y dicha materia es propiamente onírica.
La analogía entre el grupo y el sueño atrajo la atención de los psicoanalistas de grupo sobre los mecanismos psíquicos que prevalecen en los grupos. Estos mecanismos conciernen el proceso primario, tal como los ha enumerado Freud: condensación, desplazamiento, multiplicación del elemento idéntico, difracción, vuelta sobre sí, dramatización. Estos son mecanismos que están obrando en el proceso de organización de los pensamientos del sueño, todos al servicio de la puesta en figuración y de la puesta en escena de los objetos inconscientes del soñante y del soñante mismo.
Como consecuencia de la analogía entre el grupo y el sueño, también son éstos los procesos y los mecanismos organizadores de los vínculos de grupo. Sin embargo, no se ha resuelto la cuestión de comprender quien sueña y qué es lo que se pone en escena, ¿por quién?, ¿para quién?, ¿para qué? Queda también por comprender, después de 1966, si y cómo esos procesos y esos mecanismos primarios son comunes à varios miembros de un grupo, o si poseen una cualidad propiamente grupal; dicho de otro modo, cómo funciona el proceso onírico en el grupo y en su cualidad propiamente grupal.
En este contexto, el aporte decisivo de André Ruffiot a la práctica y a la teoría de la psicoterapia familiar ha sido el de reconocer la especificidad del espacio onírico familiar como vía de acceso a esa realidad inconsciente que se constituyó en ese grupo específico y que se reconstituye dentro del dispositivo de la terapia familiar analítica. Ruffiot introduce la noción de cuna onírica familiar para describir el continente y la matriz de los sueños soñados por un soñante dentro de la familia y traídos a sesión. El método de la co-presencia de al menos dos generaciones entre los miembros de la familia y de varios terapeutas le permitió tomar en cuenta la especificidad de esta transmisión onírica inter-generacional. Tal vez podamos ser más reservados en cuanto a la insistencia de su solicitación del sueño: el deseo del analista está allí tan presente que lo torno un comanditario y un destinatario privilegiado.
Las funciones del sueño en los grupos
Los análisis clínicos a los que me referí en La Polifonía del sueño me llevaron a elaborar una perspectiva de conjunto acerca de las funciones principales del sueño en los grupos:
- una función de retorno de lo reprimido en una figuración aceptable por el Preconsciente del soñante. Esta figuración es propuesta al grupo en el relato del sueño. Tiene pues también, una función en el grupo. El relato del sueño y las asociaciones de los miembros del grupo hacen surgir significantes que no estaban hasta entonces disponibles para otros miembros del grupo y que se tornan utilizables por ellos;
- una función contenedora que consiste en el tratamiento intersubjetivo de los pensamientos y de los afectos inconscientes, de los restos diurnos portadores de sentidos que quedaron inconscientes y cargados de investiduras pulsionales suprimidas el día anterior. El sueño, como el grupo, es un espacio psíquico compartido en el cual se producen efectos de continencia y de transformación, para el soñante y para el grupo. En el grupo, la función gemma[7] es una creación de los miembros del grupo, sostiene la función contenedora. Ella se manifiesta a través de la búsqueda y el cumplimiento de la función alfa del otro, de más de un otro, del grupo mismo. Cuando es imposible recurrir a la función contenedora del grupo, el soñante hace un nuevo intento para conseguir un contenedor, produce un acting (Pontalis y Khan), “sueña afuera” (Racamier) o trae un objeto externo real (Friedman);
- una función de representación escenificada y dramática del aparato psíquico grupal y de las ubicaciones subjetivas de cada uno en ese espacio. La ubicación privilegiada del soñante en la tópica, la dinámica y la economía grupales, y en consecuencia en las dimensiones de las transferencias, es la de porta-sueño. Intenté identificar qué necesidades internas conducen a un sujeto más que a otro, por el movimiento de su propio deseo, a cumplir una función fórica de porta-sueño. Se puede también interrogar la codificación del porta-sueño en los grupos, las familias y las instituciones, e intentar comprender de qué modo son movilizados, junto con los procesos primarios y secundarios, procesos que obedecen a la lógica social y cultural, específicamente mitopoïéticos, y hacen del relato del sueño en grupo un instrumento terapéutico primordial, conocido desde la Antigüedad;
- una función evacuadora del sueño (Bion, Bernard, Gaburri, Friedman) que consiste en deshacerse del deseo a través del sueño en vez de elaborar los deseos que aspiran a ser realizados. Lo que Meltzer teorizó en la cura como el senoinodoro se aplica también para el grupo. Podemos hacer entrar dentro de esta categoría los sueños profusos o en avalancha. Estos pueden o no favorecer la elaboración psíquica en el grupo, siendo el factor decisivo su utilización en las transferencias.
Tres hipótesis sobre el sueño
Mis hipótesis acerca del sueño en el espacio onírico del grupo se organizaron sobre la base de esta clínica y de este análisis de los procesos y de las funciones del sueño. Fueron probadas también en el espacio onírico de la cura[8]. Resumiré aquí tres de estas hipótesis.
Un espacio onírico común y compartido entre varios soñantes.
La primera es que el sueño es elaborado por uno o varios soñantes en el entrecruzamiento de su ensamblaje psíquico grupal y de su resonancia identificatoria y fantasmática con los sueños de otros soñantes. Dichos sueños se elaboran en la materia onírica del grupo. Cada uno está ligado a los demás en la materia onírica común y compartida de la cual está urdida el grupo. El sueño se constituye a partir de la formación de un espacio onírico plural, común y compartido. El análisis de los sueños en grupo pone en evidencia el espacio onírico común y compartido en el cual se re-presentan las formaciones del inconsciente de los sujetos en su encuentro con el otro (más de un otro).
Los dos ombligos del sueño
Mi segunda hipótesis es que el sueño posee dos ombligos. Aclaremos esta hipótesis: se apoya sobre la metáfora freudiana del ombligo del sueño. «En los sueños mejor interpretados», escribe Freud «debemos a menudo dejar un punto en la oscuridad porque notamos, durante la interpretación, que empieza allí una madeja (ein Knäuel) de pensamientos del sueño que no se deja desenredar, pero que tampoco ha ofrecido contribuciones suplementarias al contenido del sueño. Ese es entonces el ombligo del sueño, el punto en el cual descansa sobre lo no-conocido. Los pensamientos del sueño a los cuales llegamos por medio de la interpretación deben, en efecto, de manera completamente general, quedar sin acabado, y desembocar de todos lados en la red inextricable de nuestro mundo de pensamiento. Desde un punto más denso de ese mocárabe se eleva entonces el deseo del sueño como el hongo a partir de su micelio» (Freud, 1900, p. 530). Freud no volverá sobre esta manera de decir que la interpretación es infinita, ya que en último análisis, este irreductible ombligo del sueño permanece en la oscuridad y hace fracasar toda interpretación exhaustiva del sueño. Aquello que, en el deseo del sueño, surge desde lo más profundo del inconsciente, está anclado en la experiencia corporal y transita a través del ombligo del sueño: es en ese conducto, ese lugar de paso y de transformación que se forma el entramado en el cual se mezclan lo interior y lo exterior, la apropiación y la sujeción, lo activo y lo pasivo. Guillaumin imagina que el ombligo (boca, ano, sexo) puede extenderse hasta el punto en que se precipita la figura del analista: es en ese micelio que se enraíza la neurosis de transferencia. Propuse la noción de que el primer ombligo, el del espacio interno del sueño, comunica con un segundo ombligo: ese en el cual se forma el espacio onírico compartido y común a varios soñantes. Es esencialmente en este tejido o este micelio onírico que se alimentan los sueños.
Esta idea del segundo ombligo del sueño complejiza el proceso de la fabricación del sueño. Este proceso de oniropoïesis es cercano de lo que denominé la mitopoïesis y la posición mitopoïética en mis primerísimas investigaciones acerca de la fabricación de los mitos en los grupos. Los Antiguos, griegos, romanos, egipcios y persas, sabían que esos dos procedimientos de fabricación de lo imaginario se hallaban ligados entre ellos. Tienen como motor los aparatos de figurar y de interpretar. La capacidad de soñar, el deseo del sueño, el trabajo del sueño, las funciones y el sentido del sueño en la experiencia onírica son determinados, en proporciones variables, por la conjunción de dichos aparatos cuando están en interferencia. Poniendo el acento sobre el espacio onírico compartido y común a varios soñantes, no pierdo de vista el hecho de que el sueño es la creación de un soñante, que es “egoísta”. Pero supongo que las condiciones de su formación y de su organización se inscriben en otro espacio psíquico, que engloba al primero e interfiere con él, un espacio en el cual el sueño “reposa sobre lo desconocido”.
La polifonía del sueño
Mi tercera hipótesis es que el sueño es una polifonía de varias “escrituras”, de varias imágenes, de varias voces. Sin lugar a dudas, la referencia a la noción de polifonía en la teoría musical nos indica una disposición de varias voces o de varios sonidos. Pero dentro del contexto en el cual ponemos a trabajar la noción de polifonía, ésta debe incluir también la materia icónica y las formas visuales del sueño. Debemos entonces hablar de poliiconía del sueño, o de políptico, si queremos dar cuenta de los numerosos repliegues del sueño en los cuadros que se unen unos a otros.
Por convención, admitiremos que el término de polifonía asume todas esas dimensiones. La polifonía del sueño describe de qué modo, a partir de los dos ombligos del sueño y de la formación de un espacio onírico plural, común y compartido, el sueño se organiza como una combinación de varias voces o de varias partes de voces, de varias imágenes, de varios cuadros replegados y que forman un conjunto. La teoría de la novela propuesta por el lingüista ruso Bakhtine (19341935) me llevó hacia otras consideraciones. Bakhtine introdujo la noción de polifonía en su análisis de la estructura de la obra literaria. Sostiene la idea de que la novela polifónica se elabora en el entrecruzamiento de varias estructuras, así como la palabra es una polifonía de varias escrituras: la del escritor, de sus personajes, del destinatario, del contexto histórico, ético y cultural. Esta organización polifónica caracteriza la esfera misma del lenguaje, y Bakhtine extiende su principio a toda producción semiótica: la lógica que la organiza no es la de la determinación lineal y de la identidad, si no aquella “transgresora, de la lógica del Sueño o de la Revolución”: otra ley opera allí.
Bakhtine no limita su análisis al estatuto del lenguaje poético en la novela polifónica. Sostiene la idea de un auditorio social interno, característico de cada individuo, dentro de “la atmósfera del cual se construyen sus deducciones, sus motivaciones, sus apreciaciones…”. En el análisis de las novelas de Dostoïevsky (1963), por ejemplo, en su estudio sobre El adolescente, Bakhtine muestra cómo se organizan polifonía y dialogismo interno: distingue la voz propia del héroe, la de su interlocutor interno, y la voz narradora tercera, e identifica el fondo común de palabras que atraviesa y une esa estructura a tres voces, producto de los efectos de concordancia y de discordancia. Constantemente, la pregunta vuelve a surgir: ¿quién habla?, ¿quién piensa?, ¿quién padece?, ¿quién sueña?
El concepto bakhtiniano de la polifonía me resultó útil de varias maneras para introducir la noción de polifonía del sueño. La materia prima del sueño se encuentra en esa materia polifónica. En cada sueño, varias voces están obrando, restos diurnos y nocturnos de sus propios sueños y de los de algunos otros. El trabajo del sueño los transforma, mitad borrados y mitad legibles, como en un palimpsesto, amalgamados en un texto que solo se torna descifrable si disponemos de una hipótesis lo suficientemente precisa para decriptarlo y para restituir la experiencia onírica en sus procedimientos de creación poética.
La hipótesis de la polifonía del sueño nos conduce a una “fábrica de sueños” en donde varios espacios oníricos se interpenetran, en donde varios soñantes se hacen señas y se hacen escuchar por varios soñantes, varios oyentes, internos y externos. El segundo ombligo del sueño forma ese tejido denso del cual surgen ciertos sueños. Qué sueños, y qué soñantes? Es lo que nos queda aún por especificar. Si el sueño se forma en las condiciones que yo supuse, y si la experiencia onírica es calificable a través de las tres dimensiones que describí, es posible encarar desde un nuevo punto de vista la actividad interpretativa del sueño. Es también posible esbozar algunas de sus funciones y descubrir su sentido para el sujeto del Inconsciente, en el espacio intrapsíquico y en el espacio de los vínculos intersubjetivos.
Espacio onírico común y alianzas inconscientes
Para concluir, y para abrir mi propuesta hacia otros horizontes de análisis, quisiera considerar el espacio onírico común en sus relaciones con las alianzas inconscientes (Kaës, 2009). En estos dos fundamentos de la realidad psíquica del vínculo y del grupo (y por supuesto, de la familia), nos confrontamos con el mismo problema: de qué modo se articulan y se transforman el espacio psíquico del sujeto y el de los espacios comunes y compartidos que especifican los vínculos y los grupos? Desde mi punto de vista, las alianzas inconscientes y el espacio onírico común y compartido son sus principales materias psíquicas inconscientes.
El análisis de las alianzas inconscientes me enseñó que cada uno de nosotros necesita del otro para realizar aquellos de sus deseos inconscientes que son irrealizables sin el otro, o más de un otro, y que el acuerdo que resulta de ello generalmente permanece inconsciente. Diré que el sueño instaura una alianza inconsciente, entre los sujetos de un vínculo o de un grupo, para formar esa matriz del sueño de cada uno. El sueño, o más bien el deseo del sueño, produce y solicita un espacio de realidad psíquica común y compartido: el sueño es producido y solicitado como recurso de mediación entre los psiquismos, como llamado dirigido al otro para que sueñe un sueño que se dirija a mí o a nosotros. Correlativamente, yo sueño acerca de él, acerca de ellos, para él (o ella), para nosotros. Así es el sueño de los enamorados, así es el que sueña el porta-sueño en su función terapéutica, así es el espacio onírico conjunto del terapeuta y de su paciente o de sus pacientes.
El sueño que surge en el espacio onírico común cumple varias funciones que participan de las alianzas inconscientes: es al mismo tiempo una vía y una forma de retorno de lo reprimido común, conjunto, que se constituyó en los pactos denegativos sellados entra la madre y el infans. Estos pactos defensivos poseen una cara estructurante, ya que contribuyen a formar la estructura encuadrante de la co-represión necesaria para que la seducción incestuosa sea evitada. Son los contenidos de eso reprimido conjunto que retornan en el espacio onírico común: se hallan al mismo tiempo enmascarados por el trabajo del sueño y realizan en el modo imaginario los deseos incestuosos reprimidos: volver a encontrar la matriz de aquello que André Ruffiot ha denominado acertadamente la cuna onírica.
Bibliografía
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[1] Fue basándome en esta pregunta que construí más adelante (Kaës, 1993) el concepto de sujeto del grupo.
[2] El modelo del aparato psíquico grupal (Kaës, 1976) fue construido para pensar la especificidad y las relaciones entre tres espacios de la realidad psíquica, tornando posible su exploración. Aclaro esto porque dicho modelo ha sido a veces reificado, como si se tratara de un observable concreto. Pero un modelo no es un observable concreto, ni una norma, sino una herramienta de investigación, una “ficción” eficaz.
[3] André Ruffiot traduce esta especificidad en el dispositivo que establece: enunciado de la regla psicoanalítica fundamental, presencia de por lo menos dos generaciones en la sesión, pluralidad de los psicoterapeutas.
[4] No me ocupo aquí del hecho de que este espacio sea sensible a las variaciones culturales y a los cambios sociales que afectan la estructura de “la” familia. La cuestión que podría interesarnos aquí es de saber si y cómo estas trasformaciones afectan el espacio onírico familiar.
[5] Freud introduce (instaura/ establece) este procedimiento en 1901.
[6] Pontalis mostró desde 1972 la importancia de los efectos del relato del sueño en un grupo. En un marco de referencia totalmente diferente, Gordon Lawrence (1998) perfeccionó una técnica para el análisis de los sueños en un grupo: pone en marcha un dispositivo y reglas que hacen que el relato de un sueño suscite el relato de otro sueño, de una fantasía o de un pensamiento en los otros miembros del grupo. La hipótesis de Gordon Lawrence es que una representación de la realidad social toma progresivamente forma en el desarrollo de esas asociaciones. Queda abierta la cuestión de comprender de qué modo la realidad social se manifiesta, y qué es lo que se manifiesta de ella.
[7] Por analogía con la función alfa que Bion descubre en el análisis del vínculo madre-hijo, Corrao (1998) introduce la noción de una función gamma que funciona con los mismos efectos dentro de los grupos.
[8] Ver La Polifonía del sueño, op.cit, Cap. 8, pags. 157-185.