REVISTA N° 19 | AÑO 2018 / 2

Enfoques contemporàneos para abordar la encapsulación y la dispersión del trauma : el trauma del Holocausto como barrera para la intimidad de la pareja


Enfoques contemporáneos para abordar la encapsulación  y la dispersión del trauma: el trauma del Holocausto como barrera para la intimidad de la pareja

El artículo describe un enfoque contemporáneo para abordar la encapsulación y la dispersión del trauma intergeneracional. Se centra en cómo ese trauma, cuando no se digiere, puede crear barreras para la intimidad en una pareja. La autora principal no solo describe su enfoque clínico sino que proporciona un marco teórico desde el cual ver este tipo de trauma y la forma en que puede afectar la relación de pareja. Los otros dos autores ofrecen una discusión tanto del andamiaje teórico que utiliza la autora principal como de la naturaleza contemporánea de su enfoque de la terapia de pareja. Los autores concluyen que la experiencia trabajando con parejas, enriquece el trabajo psicoanalítico individual como resultado del enfoque en el “estado mental de la pareja” que ofrece este trabajo.

Palabras clave: encapsulación, dispersión, trauma, estado mental de pareja.


Une nouvelle vie ensemble pour continuer à être. Quelques réflexions sur le développement des maisons de retraite

Ma participation en tant qu’observateur à des groupes de discussion organisés dans le cadre d’une recherche visant à connaître la situation actuelle et à réfléchir pour l’avenir sur la possibilité d’un développement des logements pour personnes âgées (VVMM) qui existent dans la Communauté autonome de Castilla-La Mancha, en Espagne, a encouragé certaines réflexions sur les particularités de cette solution, que j’expose dans cet article.

Mots-clés : vieillesse, logement partagé, groupe de cohabitants, assemblée, environnement communautaire.


Contemporary approaches to the encapsulation and dispersion of trauma: Holocaust trauma as a barrier to couple intimacy

The article describes a contemporary approach to dealing with the encapsulation and dispersion of intergenerational trauma. It focuses on how such trauma when undigested can create barriers to intimacy in a couple. The lead author not only describes her clinical approach but provides a theoretical framework from which to view this type of trauma and the way in which it can impact on a couple relationship. The second and third authors provide a discussion of both the theoretical scaffolding that the lead author uses and the contemporary nature of her approach to couple therapy. The authors conclude that experience working with couples enriches individual psychoanalytic work as a result of the focus on the “couple state of mind” this work affords.

Keywords: encapsulation, dispersion, trauma, couple state of mind.


ARTÍCULO

Los tres monos con sus ojos, oídos y boca cerrados, son un símbolo japonés de la enseñanza “no veas, no oigas y no digas nada malo”. También podría considerarse que esta imagen simboliza aquellas experiencias humanas que son demasiado horrorosas para ser contadas, oídas o pensadas. Dichas experiencias pueden transferirse de manera intergeneracional y crear barreras a la intimidad en las parejas y las familias. En términos psicoanalíticos, la transmisión intergeneracional del trauma requiere del empleo de mecanismos inconscientes, tales como la represión, la escisión (splitting), la aniquilación, y la encapsulación. Según Klein, la escisión en particular conlleva una pérdida de una parte del yo (self), por lo tanto bloquea la capacidad del individuo de utilizar ese aspecto de su mente. Por medio de las identificaciones proyectiva e introyectiva, la parte perdida del self se localiza fuera del self y es potencialmente percibida como perteneciente a otro (Klein, 1946). A su vez, la persona puede identificarse con las partes escindidas del self en el otro. Esto significa que un conflicto intra-psíquico también puede crear un serio conflicto inter-subjetivo dentro del vínculo de la pareja.

El tema de este trabajo se relaciona con los procesos psíquicos en las parejas que resultan de un trauma extremo y lo ilustra un ejemplo clínico evocador. El trauma masivo puede ser el resultado de una pérdida catastrófica, violaciones de los límites, apegos rotos y otras experiencias de ruptura del holding y fracaso de la contención. Los sentimientos de persecución y depresión pueden entrelazarse y a veces culminar en que la persona se defienda a través de la encapsulación por la cual una persona intenta aislarse de las sensaciones, afectos y representaciones asociadas a ese tipo de trauma (Tustin, 1972). Como consecuencia, los sentimientos intensos evolucionan desde mundos internos “cerrados” que se llenan de objetos internos interrelacionados, animados e inanimados, lo que a veces lleva a que la persona sienta un “agujero negro” interno – un hervidero de dolor infinitamente poderoso que aniquila todo lo que ingresa en él (Eshel, 1998).

Transmisión intergeneracional del trauma

La experiencia traumática no metabolizada también puede transmitirse de manera intergeneracional a través del inconsciente interpersonal (Scharff y Scharff, 2011). De este modo, la experiencia se dispersa en diversos fragmentos de material traumático, forzando así el material emocionalmente cargado hacia la siguiente generación a través de historias y secretos no hablados (Gampel, 2005; Laub y Lee, 2003). El trabajo psicoanalítico con parejas ha demostrado que los miembros de la pareja, que cargan con ese trauma inconsciente transmitido emocionalmente de manera intergeneracional, pueden confabular inconscientemente con el otro. Al ubicar el material disperso transmitido a través del vínculo de la pareja, ellos buscan protegerse mutuamente de sus respectivas cargas intrasubjetivas (Mann-Shalvi, 2011; 2017).

Dichas relaciones producen dinámicas complejas que requieren un diagnóstico y un trabajo cuidadoso. Una de las características de esas parejas problemáticas es que ambos se sienten abrumados por la ansiedad de aniquilación y los sentimientos de desintegración. La primera defensa contra esa ansiedad es el intento de fundirse, confundiendo así la representación emergente del otro con la auto representación emergente del objeto perdido abandonante. Lo que surge del deseo de la fusión con el otro es el odio hacia todo lo que se percibe como un obstáculo para ello. Dado que cualquier objeto externo siempre tendrá rasgos individuales que diferencian el self del otro, el deseo de fusión inevitablemente comprenderá el deseo de atacar, destruir y negar la existencia de alguna parte de las diferencias del otro.

Un proceso terapéutico contemporáneo con parejas que sufren un trauma intergeneracional

El proceso psicoanalítico con esas parejas comienza con la creación de un espacio terapéutico seguro de holding y contención. Además, el psicoanalista de pareja debe afrontar la relación caótica y el contexto emocional y ofrecer interpretaciones iterativas que evoquen significados y alienten la simbolización (Keogh y Gregory-Roberts, 2017). Una vez realizado el trabajo preliminar suficiente, las historias y secretos que estaban escondidos dentro de la encapsulación traumática en la/s generación/generaciones anterior/es y que se han almacenado en el vínculo caótico de la pareja, saldrán inesperadamente a la superficie y desencadenarán sentimientos intensos y aparentemente no digeribles. Mediante la contención continua se podrá dar apoyo al proceso de elaboración para permitir una nueva claridad dentro de la pareja, que esperamos pueda generar una sensación profunda de alivio en ambos miembros de la pareja y en el/la analista. Todo esto puede aportarle a la pareja un nuevo equilibrio desde el cual crecer y desarrollarse de manera más creativa.

Material clínico[1]

Evelyn y Max son una pareja de cuarenta años largos, ambos inteligentes y exitosos. Iniciaron la terapia de pareja cuando se hallaban al borde del divorcio. De hecho, Max ya le había enviado a Evelyn los papeles del divorcio en forma sorpresiva, luego de hacerse cargo de la empresa familiar. Los dos miembros de la pareja eran “hijos únicos” de padres que, a su vez, eran sobrevivientes del Holocausto. Evelyn se refirió a su madre como una mujer “chillona,” en tanto que a su padre lo describió como un hombre bueno y tranquilo. Cuando Evelyn era una niña, su madre era abusiva con ella en forma frecuente y arbitraria, todo eso en secreto. Evelyn debía estar constantemente en estado de alerta, ante el riesgo de que ocurriera dicho abuso. Para poder afrontar su ansiedad, se convenció a sí misma de que ella tenía la capacidad de comprender el modo de pensar y de comportarse del otro, e incluso de que la mente del otro era transparente para ella. Para luchar contra el peligro de volverse psicótica o de identificarse con una mala persona representada por su madre como una perpetradora, Evelyn también asumió inconscientemente la identidad de una víctima.

Los padres de Max sobrevivieron a los campos de concentración nazis. El nació físicamente discapacitado. En Treblinka, los débiles y enfermos eran enviados al crematorio, de modo que Max como niño discapacitado era percibido como una amenaza para sus padres. Ellos hicieron caso omiso de sus limitaciones físicas y exigieron que él se desempeñara con creces en todas las áreas de su vida. Max no tuvo la posibilidad de sentir ninguna emoción, ni de manifestar ningún otro comportamiento que no fuese presentarse como perfecto y fuerte.

El uso de los procesos identificatorios proyectivos e introyectivos en esta pareja resultó claro muy pronto para la analista de pareja, Hanni Mann-Shalvi. La “víctima de baja estima” buscó un compañero “absolutamente bueno, inteligente y capaz”, y vice versa, para poder contener esas partes de la identidad que fueron expulsadas como intolerables. Tanto Evelyn como Max llevaban una carga no hablada de experiencia traumática encapsulada, transmitida por sus padres a través de secretos que los cargaban con enormes sentimientos de culpa y horrores. Era necesario enfrentar los “secretos no hablados” de sus padres para comenzar el proceso de integración y así poder comenzar a desarrollar una relación de pareja creativa.

Entre los secretos traumáticos que era necesario enfrentar y procesar, estaba el hecho de que la madre de Evelyn le había dicho que ella había abortado 15 embarazos porque no tenían suficiente comida para criar a los niños. Otro secreto era que el padre de Max salvó su vida durante la segunda guerra mundial porque le robó el abrigo a un hombre enfermo, que como consecuencia murió congelado. También salió a la luz el hecho de que la madre de Max era médica en la década de los cincuenta y colaboró con la política del régimen de negarle asistencia médica durante el parto a los recién nacidos gravemente enfermos.

La revelación de los secretos que “rompió el hechizo”

El niño negado en Max y en Evelyn pudo así ingresar en la sala de consulta. Esto significó que a Evelyn se le permitió darle voz a la niña asustada que llevaba dentro y que había presenciado a su madre matando los fetos no nacidos. Por su parte, Max se preguntó si su madre lo hubiera matado a él si ella hubiera sido partera cuando él nació discapacitado. Estos secretos arrojaron nueva luz sobre la conducta de su padres y ayudaron a Max y a Evelyn a reconocer los modos en que ellos y sus padres, ambos, debían negar esas partes de sus personalidades como la única manera de afrontar sus conflictos y ansiedades inconscientes. Ambos lloraron con dolor e intercambiaron palabras cálidas de comprensión mutua, que señalaban el comienzo de una transformación dentro de la pareja.

Max y Evelyn se mudaron a una nueva casa y firmaron un acuerdo postnupcial que aseguraba el futuro económico de Evelyn. Los gritos y alaridos en el hogar disminuyeron notablemente y ellos pudieron establecer un frente unido como padres, un cambio que causó nuevos conflictos con sus hijos. A pesar de ello, y como indicación de la individuación que la terapia facilitó en la familia, su hija se casó y tuvo familia.

La siguiente viñeta demuestra cómo cuando se afloja el cepo de los procesos de identificación proyectiva, salen a la superficie historias que son aparentemente indigeribles.

Max y Evelyn decidieron irse de viaje a Sudamérica. Cuando regresaron percibí una nueva sensación de tranquilidad entre ellos.

En la primera sesión luego de su regreso, Evelyn comenzó diciendo en un tono calmo: “en este viaje hemos vivido lo mejor de nuestra relación. Comprendí que siempre tuvimos esas cosas buenas, pero yo me había colocado gafas de color rosa y cuando la realidad no concordaba con eso, le echaba la culpa a Max. Comprendo que tú hiciste lo mejor que podías, pero aún así te hago responsable”.

Como su analista, yo me di cuenta de que este era un momento definitorio. A Evelyn, ese nuevo conocimiento le permitió tener otros insights adicionales.

Ella continuó como si lo que ahora estaba diciendo no tuviera conexión con lo que acababa de decir: “También comprendo algo más. Tú creciste en una casa donde los niños eran abandonados. Tu madre estaba deprimida y tu padre estaba obsesionado consigo mismo. Te llevaba a espiar mujeres desnudas, no por tu interés, sino por el suyo propio. ¿Quién lleva a un niño pequeño a hacer algo así? Era una casa deprimida y nadie podía hablar sobre eso, salvo para decir que eran una casa y una familia excelentes”.

La terapeuta percibió que como respuesta a lo que Evelyn había dicho, Max se encontraba inundado de emociones. Evelyn al notar esto, perdió el control y comenzó a gritarle a Max, impidiendo así cualquier espacio para la reflexión. Se exaltó y dijo “estoy reconociendo cosas importantes y tú pones caras y te defiendes”. Continuó despotricando sobre eso.

La terapeuta entró en un estado de terror y sintió que no sabía cómo proceder. Supuso que a través de la identificación proyectiva Max había depositado sus sentimientos en Evelyn y vice versa. Eventualmente, la terapeuta dijo, “Tal vez tú al gritar estás expresando el terror de Max…”.

Luego se hizo un silencio en la sala y de pronto Evelyn dijo, “ahora veo a qué te refieres cuando dices que lo protejo a Max. Sentí que él estaba tocando un sitio emocionalmente muy duro dentro de sí e inmediatamente grité y lo detuve”.

Max, asombrado al oír su respuesta dijo: “¿de modo que me proteges gritándome?” Evelyn respondió con una voz tierna: “sí”.

Max respondió: “cuando tú gritas, yo siento que me echan en una prisión. Necesito condiciones óptimas para tomar contacto con mis sentimientos, de lo contrario, me quedo en silencio”.

Evelyn dijo que comprendía.

Entonces, la terapeuta dijo: “los dos se sienten ansiosos cuando tocan sus sentimientos frágiles, ¿así que tal vez se protegen mutuamente?”. Evelyn estuvo de acuerdo.

Mientras la terapeuta repetía las descripciones previas de Evelyn, “niños abandonados…madre deprimida…” de pronto escuchó la voz difusa de Max, como en un sueño, que hablaba suavemente, como para sí mismo, “…para no mencionar el “tío traidor” y la “abuela asesina”…”.  Nunca antes había escuchado a Max decir algo así. Evelyn estaba asombrada y repitió: ¿“el tío traidor y la abuela asesina?”.

Max continuó: “Estaba en el aire, pero nunca se hablaba; eran la madre de mi padre, dos hijas, y sus dos hijos y cuatro a cinco nietos”.

La terapeuta nuevamente sintió esa sensación vaga que caracterizó el comienzo del análisis, pero ahora sabía que había que aclarar eso para poder pensar y restaurar los “vínculos bombardeados…”. Solo unas pocas repeticiones bastaron para lograr la claridad necesaria.  Max dijo: “la madre de mi padre tuvo cuatro hijos, y ellos a su vez tuvieron cuatro a cinco hijos. A mí me nombraron igual que el hermano mayor de mi padre”. Max continuó hablando en tiempo presente. “Cuando hay una selectzia (selección) ocurren dos cosas. A mi abuela le dicen que no lleve de la mano a sus nietos porque si lo hace, la enviarán a las cámaras de gas. La gente le dice que deje que su hija lleve a los nietos. Yo no sé si ella le dejó a los nietos para salvarlos o para salvarse ella. Yo supe que  ella iba a ir a las cámaras de gas junto con sus dos hijas y los cinco nietos”.

Max continuó: “hicieron la selectzia entre hombre y mujeres…así que mi padre le dice a su hermano – vayamos juntos – pero su hermano contestó – ve tú solo, yo voy con mis amigos”.

La terapeuta preguntó: “¿Es ese el hermano cuyo nombre te dieron?”.

Max respondió: “Sí…la historia se complica aún más. Mi padre lo encontró a su hermano al final de la guerra, enfermo de tifus, en un hospital estadounidense. Le dio de comer repollo y manteca que trajeron los estadounidenses, pero su hermano murió. El sintió que al alimentarlo lo había matado. ¿No es terriblemente duro?”.

Max concluyó: “Esa fue la realidad de mi vida, no era ideal. Mi mamá nos alimentaba, nos aseaba y nos cuidaba, para que pudiéramos ir a la escuela y trabajar. Mi padre tenía sus propios problemas y necesitaba hacerse oír. No había lugar para mí, para que yo pudiera decir lo que sentía. Tenía una relación simbiótica con mi padre, en la cual yo debía escuchar lo que él quería decir. ¡Él era un hombre encantador y bien parecido, que decidió comenzar una vida diferente y me usó a mí para restaurar su vida! Me maldijo al transmitirme su visión de que el objetivo en la vida era sobrevivir. Solo puedo relacionarme con tareas concretas y no puedo sentir mi dolor. Parecía que mi padre no tenía suficiente lugar para que yo sintiera. Solo quiero decir una cosa más, ya no me quedo callado”.

En esa sesión quedó claro que algo fundamental había cambiado en la relación.

Transformaciones en el análisis de pareja

Surgieron varias transformaciones importantes de las cuestiones que se lograron comprender en esas sesiones. En primer lugar, la nueva capacidad de Evelyn de identificar su parte en las identificaciones proyectivas, que le permitió un cambio en su equilibrio anterior, otorgó un nuevo sentido a sus vidas y permitió que saliera a la superficie el material encapsulado. Evelyn reconoció su poder para controlar la capacidad de Max de pensar, y también de comprender a la pequeña niña dentro de ella que estaba aterrorizada por su madre abusiva y necesitaba ejercer este control para poder sentirse segura. Al hacerlo, ella también pudo comprender que eso no resultaba útil en su relación con Max. Ambos lograron comprender cómo de ese modo Evelyn estaba protegiendo a Max. Además, por primera vez, se reconoció la realidad de la crianza de Max. La identificación y elaboración del material encapsulado transmitido por las generaciones anteriores sirvió como un punto de comienzo para el desarrollo futuro.

Max y Evelyn terminaron el análisis hace cuatro años. Recientemente, Evelyn me llamó para compartir conmigo un extraordinario logro profesional y me comentó que ellos aún seguían juntos, desde la época en que comenzamos nuestro trabajo.

Así, por lo tanto, este ejemplo de caso nos proporciona no solo una ilustración de la transmisión intergeneracional del trauma encapsulado dentro de formas más dispersas en una relación de pareja, sino que también demuestra un enfoque contemporáneo de la elaboración de una psicopatología tan compleja y los procesos psíquicos asociados.

Comentadores: Caroline Sehon y Timothy Keogh

Introducción

El análisis de una relación de pareja adulta proporciona una lente especial a través de la cual observar y experimentar distintas formas de intimidad entre dos personas. Desde la perspectiva de las relaciones objetales, la comprensión más profunda de la transferencia y la contratransferencia deriva de una experiencia íntima de las relaciones de pareja internalizadas del paciente (emparejamientos entre el self y el otro) que resuenan con el conjunto de estructuras diádicas internalizadas, del propio analista.

Este material clínico demuestra la manera en que la escucha analítica con pacientes individuales puede potenciarse cuando el analista o terapeuta psicoanalítico ha adquirido cierta capacitación y experiencia en el trabajo con parejas. Así como el trabajo analítico con niños puede permitir un trabajo más profundo con adultos en análisis, el trabajo analítico con parejas puede equipar al analista para que reúna insights enriquecidos en el ajuste inconsciente de pareja entre el analista y un paciente individual.

La mayoría de los analistas que han trabajado con parejas perciben que este trabajo  incrementa su efectividad en su trabajo analítico con adultos y niños. Esto se debe en parte, a que el trabajo con una pareja proporciona una tercera posición (Britton, 1989), que le es útil al analista en el encuadre psicoanalítico con un individuo. La acción terapéutica con individuos depende, en forma importante, de que un paciente se identifique con el estado mental de pareja del analista (Morgan, 2005) y con su capacidad de sostener esa tercera posición. La perspectiva analítica de pareja ofrece un modo especializado de examinar (y transformar) la organización inconsciente que reside dentro de los vínculos interpersonales inconscientes entre el paciente y el analista.

Andamiaje teórico

La siguiente discusión del material clínico abordará la distinción entre intimidad e invasión en las parejas y dará la oportunidad de estudiar los conceptos fundamentales de identificación proyectiva y de identificación introyectiva entre dos personas en una relación de importancia.

A lo largo de la vida, la comunicación inconsciente en todas las parejas ocurre en virtud de estos mecanismos universales. Las formas saludables de intimidad surgen cuando la identificación introyectiva y la identificación proyectiva operan como un desarrollo generador. Cuando dicha comunicación íntima funciona bien, vemos una pareja creativa, que puede tolerar la separatividad y diferencia del otro y construir experiencias nuevas y creativas entre ellos como resultado de su relación (Morgan, 2005; Berenstein, 2009). Por el contrario, las formas invasivas y narcisistas de relacionarse pueden llevar a una pseudo intimidad o a defensas contra la intimidad, en las cuales algunas parejas crean una relación muy unida o fusionada, donde al otro no se le permite ser alguien separado y diferente. En tales relaciones, grados excesivos de identificación introyectiva y proyectiva producen lo que inicialmente puede parecer una sensación relativamente confortable de intimidad, pero que habitualmente se vuelve mortal ya que la pareja no puede usar su “otredad” en forma creativa. En otras palabras, la pareja no puede beneficiarse de ser más que uno (Mann-Shalvi, 2016).

Las situaciones traumáticas ofrecen una lente especial para examinar las maneras en que dichos mecanismos inconscientes pueden utilizarse en forma defensiva. En un contexto tal, puede desarrollarse una forma sadomasoquista de relacionarse en las parejas que lleva a la colonización de un miembro de la pareja por el otro, quien a su vez se somete a esa dominación por sus propias dificultades (por ejemplo debido a una organización de la personalidad borderline y un pobre sentido del self). Como consecuencia, una forma de pseudo intimidad puede desestabilizar el desarrollo de los individuos y de la pareja.

Aquí hemos tenido la oportunidad de comentar una terapia analítica de pareja conducida por la Dra. Mann-Shalvi, como ilustración particular de una pareja traumatizada. Ahora, el Dr. Timothy Keogh subrayará algunos de los elementos del trabajo clínico actual que demuestran modos en los cuales estas ideas teóricas pueden permitir comprender una organización de pareja muy alterada o de nivel primitivo y cómo una mentalidad contemporánea analítica con parejas puede ser especialmente ventajosa para fortalecer el trabajo analítico con dichas parejas.

El caso clínico

Evelyn y Max acudieron a la terapia de pareja a raíz de que Max inesperadamente le enviara los papeles de divorcio a Evelyn “luego de hacerse cargo de la empresa familiar”. El contexto de este intento de separarse de lo que él aparentemente percibía como una relación emocionalmente intolerable resulta particularmente importante, dado lo que descubrimos acerca de la naturaleza de las dificultades de la pareja.

Específicamente, observamos que las dificultades de la pareja, en particular su forma de relacionarse fusionada y sadomasoquista, están íntimamente ligadas al hecho de que ambos han recibido el impacto del trauma y la culpa previamente encapsulados, transmitidos de manera intergeneracional, que ahora experimentan en forma más dispersa y fragmentada en su relación de pareja. Es decir, que ambos han sido dominados por “asuntos de familia” no procesados. Desde el punto de vista psicoanalítico, esos asuntos de familia consisten en secretos culpables y traumáticos que necesitan conocerse e integrarse para que el miembro de la pareja colonizado pueda verse liberado del rol de receptáculo para los aspectos escindidos y proyectados del drama de relaciones objetales internas del self del otro miembro de la pareja.

Curiosamente, la naturaleza dual de los secretos muestra un paralelo con las interpretaciones oriental y occidental de la historia original japonesa budista de los tres monos sabios. La versión occidental se refiere a negar lo que es incorrecto, en tanto que la historia oriental se centra en evitar la realidad de algo que resulta chocante. En sentido psicoanalítico, los monos por supuesto no son sabios, sino que están a la defensiva. En la historia original, al mono se le permite decirle a Dios la verdad mientras el sujeto está dormido. En el contexto psicoanalítico, es el analista quien tiene que llevarle la verdad al Dios de la mente consciente. Esto no fue un proceso sencillo para la analista, dado lo que estaba en juego en la relación de pareja de Max y Evelyn.

Esta complejidad está ligada a la naturaleza del trauma transmitido de manera intergeneracional, que, en su forma dispersa y fragmentada en la pareja, genera ansiedades primitivas de aniquilación y desintegración. Dichas ansiedades causan una reacción defensiva, que incluye una propulsión a mezclarse y fusionarse con el otro miembro de la pareja en una relación, para “confundir la representación emergente del self con la representación emergente del objeto perdido y abandonante”. Esta fusión, por supuesto, impide cualquier desarrollo de identificación introyectiva generadora y de identificación proyectiva en la pareja y dificulta una relación de pareja creativa.

El enfoque contemporáneo del analista

Para lidiar con estos temas complejos en esta pareja con una historia relacionada con el Holocausto, la analista debió crear un entorno terapéutico seguro, donde ella pudiera valorar el compromiso con el trauma y la culpa no procesados, para que fueran tolerables y no generaran un nivel intolerable de ansiedades primitivas abrumadoras.

Eso también implicó un trabajo para mantener a la pareja en el proceso terapéutico, cuando parte de ellos deseaba atacarlo y destruirlo. En el caso actual, uno puede oír a la analista, quien no solo trabaja en conexión cercana con su contratransferencia hacia la pareja, sino también con su contratransferencia hacia el proceso psicoanalítico. Por ejemplo, ella nota cómo se ve inundada por sentimientos y limitada en su capacidad de pensar, cuando Evelyn, al hacer consciente un material doloroso, ataca a Max. Entonces, la analista usa su contratransferencia como base para una interpretación genuinamente sentida, y por lo tanto, potencialmente más transformadora. Ella dice: “tal vez al gritar tú expresas el terror de Max”.

Creo que la manera contemporánea en la que la analista trabaja con esta pareja muestra, como ha explicado Parsons (2006), cómo ella trabaja en los márgenes de su experiencia consciente e inconsciente de la pareja y usa esta experiencia combinada de una manera transformadora. También fue esencial su capacidad para mantener un estado mental de pareja. En el caso de esta pareja, el enfoque ayudó a la analista a extraer aquello que se percibía como memorias dolorosas del horror, como las cámaras de gas y la selectzia, así como los secretos culposos acerca de los abortos y la supervivencia. Creo que lo que facilitó la transformación fue la autenticidad de las interpretaciones de la analista, basada en su capacidad de oír los secretos como experiencia consciente e inconsciente.

En este aspecto, un punto de inflexión en el material presentado pareció ser cuando la analista pudo articular cómo las defensas de ellos (que causaban tanto conflicto en su relación) servían para protegerse mutuamente de los horrores intergeneracionales no reconocidos y no procesados, que obstaculizaban su intimidad. Entonces, la analista pudo ayudarlos a que vieran la parte del otro en un bloqueo de la identificación proyectiva, orientado en forma sadomasoquista (Morgan, 1991).

Conclusiones

Desde que nacemos, nos dan a luz múltiples parejas, comenzando ya sea con la pareja parental real, o la pareja parental en la fantasía del padre o madre y el niño, si nace en una familia monoparental. Por lo tanto, no hay un momento de nuestras vidas en el cual no pertenezcamos a una variedad de parejas, construidas a partir de estructuras saludables o perversas.

Nosotros pensamos que el trabajo analítico con parejas puede enriquecer nuestro  enfoque cuando trabajamos con individuos. Después de todo, todos nosotros trabajamos con relaciones de pareja internalizadas, sea que solo nos dediquemos al análisis individual o que en nuestra consulta trabajemos con individuos, parejas y familias. Sostenemos que este beneficio deriva del foco clínico que el trabajo con parejas aporta al “estado mental de pareja” del analista, especialmente por medio de la interacción entre sus parejas internalizadas y la de la pareja en la consulta. Consideramos que nuestro trabajo con parejas ofrece una oportunidad inigualable para examinar de cerca los mecanismos inconscientes que operan no solamente en un encuadre terapéutico de pareja, sino también en un contexto individual en los miembros de la pareja analítica.

Creemos entonces que el trabajo con parejas no solo aumenta nuestra capacidad de reconocer la presencia e importancia de una pareja funcional, internalizada en el paciente, sino que también nos permite atestiguar los efectos de su presencia o ausencia en una pareja en “tiempo real”. Cuando escuchamos analíticamente en una terapia de pareja, adquirimos la habilidad de reconocer si se trata realmente de una “pareja creativa”, cuando los procesos introyectivos y proyectivos funcionan en formas generadoras de desarrollo que apoyan un funcionamiento de pareja creativa. Por el contrario, logramos apreciar cómo la ausencia de una pareja creativa conduce a formas perversas de relacionarse entre sus miembros, y con nosotros en el trabajo analítico de pareja, lo cual puede sugerir que la pareja en realidad nunca ha sido una pareja simbólica que pueda relacionarse con el analista como “un tercero”. En nuestros roles terapéuticos, podemos distinguir cuando nos sentimos penosamente excluidos por una pareja, y/o cuando somos tironeados hacia una alianza con uno u otro miembro de la pareja. De modo similar, adquirimos una noción de los vínculos inconscientes en la pareja cuando los experimentamos en la contratransferencia. El caso clínico presentado ha enfatizado el efecto particular que ejercen el trauma y la culpa no procesados transmitidos de manera intergeneracional, al colapsar la posición del tercero. Muestra además cómo el uso inadaptado de los procesos proyectivos e introyectivos impide la separatividad del otro. El caso muestra la dinámica específica que emerge cuando los traumas intergeneracionales se disipan en una relación de pareja. Pensamos que en tales presentaciones clínicas se requieren consideraciones terapéuticas especiales.

Como conclusión, creemos firmemente que como resultado de la experiencia de trabajar como analista o terapeuta de parejas, cuando conducimos un análisis individual podemos escuchar con mayor sintonía los emparejamientos entre los objetos internos del paciente, los cuales resuenan con nuestros objetos complementarios. Esencialmente, pensamos que adoptar un “estado mental de pareja” nos aporta una cantidad mayor de recursos de escucha que nos permiten comprender la mente de los pacientes individuales. Finalmente, por estos motivos, alentamos a los analistas que solo trabajan con pacientes individuales a que consideren emprender un trabajo analítico con parejas como complemento de su tarea con individuos.

Referencias

Berenstein, I. (2009). Commentary on the Link and clinical material. Presentation at the International Psychoanalytic Congress, Chicago, IL.

Britton, R. (1989). Discussion of Janine Simon’s Paper (Eighth Conference of the EPF,

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Eshel, O. (1998). “Black Holes”, Deadness and Existing Analytically. International Journal of

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Gampel, Y. (2005). Those Parents that Lives Through Me (written in hebrew). Jerusalem, Israel: Keter Publishing House.

Klein, M. (1946). Notes on some schizoid mechanisms. International Journal of Psycho-Analysis, 27: 99-110.

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Laub, D., Lee, S. (2003). Thanatos and Massive Psychic Trauma: The Impact of the Death,

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Parsons, M. (2006). The analyst’s countertransference to the psychoanalytic process.

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Scharff, D.E., Scharff, J.S. (2011). The Interpersonal Unconscious. Lanham, Maryland: Jason Aronson.

Tustin, F. (1981). Autistic States in Childhood. London: Hogarth Press.


[1] Toda la información de identificación se ha disfrazado para proteger la privacidad y confidencialidad de la pareja mencionada en este artículo.

Revista Internacional de Psicoanálisis de Familia y Pareja

AIPPF

ISSN 2105-1038