Modelos en psicoanálisis familiar

Dra. Anna Maria Nicolò

Presidente IAPCF

INTRODUCCIÓN

Los estudios sobre el psicoanálisis de la pareja y la familia se desarrollaron progresivamente a partir de estímulos clínicos, como el tratamiento de pacientes gravemente enfermos y de niños y adolescentes.

Inicialmente, los estudios sobre la crianza y la familia se vieron estimulados por dos grandes corrientes de trabajo: el psicoanálisis infantil, por un lado, y el análisis de grupos, por otro.

En su búsqueda de métodos clínicos y comprensión teórica en estos ámbitos, algunos psicoanalistas han transferido los modelos del psicoanálisis clásico a la pareja y la familia, mientras que otros han tomado nuevos caminos, haciendo hincapié en la dinámica intersubjetiva y los vínculos entre los miembros . Todo ello ha producido nuevos descubrimientos y comprensiones, y es curioso observar cuánto el psicoanálisis recién hoy ha redescubierto, es decir, experiencias y observaciones que para nosotros son ya un patrimonio adquirido.

A menudo ocurre que los psicoanalistas, encerrados en su propia escuela de pensamiento, no leen los trabajos de colegas de otras escuelas, pero ciertamente en este caso sólo está parcialmente resuelto. Además, el trabajo psicoanalítico con familias y parejas se ha confundido a menudo con el enfoque sistémico en sus versiones más conductistas; se ha confundido, por tanto, el encuadre con el modelo, y quizá sólo ahora estamos intentando realmente aclarar las cosas.

La AIPCF (Asociación Internacional de Psicoanálisis de Pareja y Familia) fue concebida en 2006 en Montreal por iniciativa de varios analistas europeos y americanos, entre ellos Alberto Eiguer, Evelyn Granjon, Rosa Jaitin, Anne Loncan, Roberto y Ana Losso, Daniela Lucarelli, Anna Maria Nicolò, Gabriela Tavazza, Gemma Trapanese, David y Jill Scharff para reunir a psicoanalistas y psicoterapeutas de orientación psicoanalítica interesados en este campo.

Aunque  hayan transcurrido 24 años, un repaso de las teorías que han constituido el punto de referencia del trabajo psicoanalítico con parejas y familias en distintos continentes puede resultar útil, no obstante, para que el lector adquiera una visión de conjunto de este tema.

Resumiré brevemente las principales orientaciones psicoanalíticas en este campo, consciente de que mi elección y mi rápida y superficial revisión no pueden hacer justicia a la riqueza y variedad de aportaciones que, empezando por el propio Freud, han llegado hasta nuestros días. Son muchos los autores que no he mencionado y espero que los lectores me perdonen porque mi objetivo es ofrecer puntos de referencia en esta galaxia a veces desordenada y desvelar las raíces que la han caracterizado y la caracterizan en el panorama actual.

Prehistoria

En el ámbito del psicoanálisis, las primeras referencias embrionarias a la terapia familiar aparecen ya en los escritos de Sigmund Freud (1856-1939). Aunque el fundador del psicoanálisis siempre hizo hincapié en el individuo y sentó las bases de su tratamiento desarrollando una teoría en términos de estructuras intrapsíquicas, en sus primeros escritos, como «Elizabeth von R. (Freud, 1905e), la historia familiar y su dinámica subyacente ocupan un amplio espacio y nos llevan a vincular un síntoma a una dinámica familiar determinada. El ‘Pequeño Hans’ (Freud, 1909b), cuyos problemas fóbicos fueron abordados a través del trabajo de Freud con su padre, puede ser considerado el primer caso de intervención familiar. La fobia de Hans representaba no sólo un conflicto intrapsíquico, sino también una dificultad en las relaciones familiares: la solución del problema puede, por tanto, atribuirse también al cambio de actitud del padre que, tras los encuentros con Freud, se volvió mucho más atento y consciente de las necesidades de su hijo. Esto allanó el camino para la desaparición del síntoma fóbico del hijo, cuyo principal objetivo, entre otras causas de la fobia, era atraer la atención de los padres y hacer que el padre corriera en su ayuda. El estudio de Leonardo da Vinci llevó a Freud a interesarse de nuevo por la constelación familiar, en su opinión un factor importante en la generación de la homosexualidad de Leonardo debido al estrechísimo vínculo con su madre y a la ausencia de un padre fuerte en sus primeros años (Freud, 1910c). A nivel teórico, la Teoría de la Identificación y la Segunda Topografía introducen el tema de la intersubjetividad. Con la Psicología de los Grupos y el Análisis del Yo (Freud, 1921c), se produce un salto epistemológico. Freud afirma que «en la vida mental del individuo siempre hay alguien implicado, como modelo, como objeto, como ayudante, como oponente: y así, desde el principio, la psicología individual, en este sentido extendido pero justificable de las palabras, es al mismo tiempo también psicología social» (p. 69). Pero otras referencias, aunque no se formulen explícitamente, también pueden percibirse de forma más sustancial en los contemporáneos y alumnos de Freud. Entre ellos se encuentra Sandor Ferenczi (1873-1933). El discípulo predilecto de Freud se ocupó de la relación adulto-niño y del trauma. Al introducir, entre otras cosas, el concepto de relación conflictiva y patógena entre el adulto maltratador y el niño maltratado, fue mucho más allá de los procesos intrapsíquicos primarios descritos por Freud con respecto al trauma psíquico e incluyó las relaciones objetales en sus estudios sobre el trauma. Al hacerlo, enriqueció la teoría aclarando el funcionamiento distorsionado del sentido de la realidad del niño. El enfoque en la importancia de la negación y el engaño del adulto proporcionó una nueva herramienta para la comprensión y el procesamiento. El desarrollo del psicoanálisis infantil y la atención prestada a la relación madre-hijo en las décadas de 1920 y 1930 se convertirían en uno de los puntos cardinales del psicoanálisis familiar. En el Congreso de La Haya de 1920, Hermine Hug-Hellmut (1871-1924), defendiendo que un análisis realizado con los padres podía prevenir las dificultades psíquicas de los niños, mostró la estrecha conexión existente entre el funcionamiento psíquico de las parejas parentales y el niño. Anna Freud (1895-1982) ilustró conceptos de la teoría psicoanalítica que se prestan a explicar el funcionamiento interpersonal entre individuos, como el «mecanismo de desplazamiento» o la «identificación con el agresor». En el tratamiento psicoanalítico de los niños (1927) escribió sobre las fuerzas contra las que hay que luchar para tratar las neurosis infantiles, que no sólo son de origen interno, sino que también derivan en parte del exterior. Continuó diciendo que uno tiene derecho a exigir del analista infantil una evaluación adecuada del entorno del niño, del mismo modo que insiste en que el analista sea capaz de comprender la propia situación interna del niño (p. 92). Sin embargo, aún estamos lejos de imaginar un trabajo individualizado y específico en estos contextos. A partir de entonces, se irán afirmando posiciones que destacarán cada vez más la importancia del entorno y de las relaciones. En 1936, en el 9º Congreso Internacional de Psicoanálisis de Nyon (Suiza), uno de los primeros celebrados en lengua romance, aparece por primera vez el tema de la familia: «La neurosis familiar y la familia neurótica». René Laforgue (1936), uno de los oradores principales, habló de su experiencia de «analizar a varios miembros de la familia al mismo tiempo» y afirmó que el tratamiento de los padres se reflejaba en la recuperación de los hijos.

En Gran Bretaña

Después de la guerra,empezó a surgir una nueva sensibilidad y en esa época Michael y Enid Balint dirigían un centro de asesoramiento matrimonial. Enid Balint (1963) fue la autora de un estudio pionero en este campo. Señaló cómo la relación de pareja no es sólo un espacio de intercambio, sino también indiferenciado y confuso. Describió cómo la relación se caracteriza por un nivel de intimidad que establece una comunicación exclusiva entre las mentes inconscientes de la pareja. John Bowlby publicó en aquellos años un estudio clínico titulado The Study and Reduction of Group Tensions in the Family (1949), en el que describía las entrevistas con miembros de la familia como auxiliares de las sesiones individuales. En este artículo relataba el caso de un niño al que había analizado durante dos años sin ningún resultado, por lo que posteriormente experimentó con una sesión familiar psicoanalítica. Aunque Bowlby consideraba experimental esta experiencia de las sesiones familiares, escribió que rara vez utilizaba este método más de una o dos veces en el mismo caso; sin embargo, llegó a utilizarlo casi habitualmente después de la primera entrevista y antes de iniciar la terapia propiamente dicha (ibíd.).

Los años 1950-1970 se considerarán un periodo extremadamente interesante y vivo a este respecto. En Estados Unidos, N. Ackerman, M. Bowen, I. Boszormeny-Nagy, T. Lidz y J. Framo fueron de los primeros en afirmar una continuidad con la teoría psicoanalítica, al tiempo que proponían un desarrollo que iba más allá del individuo. Nathan Ackerman (1908-1971) trabajó en Nueva York, donde fundó la Family Mental Health Clinic (hoy Ackerman Institute), uno de los centros de terapia familiar más importantes. En su ensayo «Psicoterapia familiar y psicoanálisis: las implicaciones de la diferencia» (1962), ilustró y difundió un enfoque terapéutico, un tipo de técnica que seguía basándose en el trabajo intrapsíquico al tiempo que lo integraba con la terapia de grupo familiar. Ackerman consideraba fundamentales los procesos familiares inconscientes, llamando la atención en el trabajo clínico sobre las defensas y resistencias al proceso terapéutico. Fue el primero en expresar el concepto de «chivo expiatorio», con el que demuestra que la patología de un miembro de la familia puede ponerse de manifiesto de forma funcional a todos los procesos familiares.

En los años siguientes, la aplicación de la teoría de las relaciones objetales al funcionamiento de la familia y la pareja comenzó a orientar, como aún hoy, a muchos psicoanalistas anglosajones que, basándose en los argumentos de Ronald Fairbairn y Melanie Klein y utilizando los conceptos de identificación proyectiva y proyección, estudiaron y estudian estos contextos. Y así, la colusión, entrelazamiento recíproco de identificaciones proyectivas, tal como la define Dicks (1967), se ha considerado la base del funcionamiento de la pareja y la familia. Siguiendo en esta línea, Stanley Ruszczynski (1993; Ruszczynski & Fisher, 1995) en Inglaterra, Andreas Giannakoulas (1992) en Italia y Jill y David Scharff (1991) en Estados Unidos, desarrollaron aún más esta orientación. Explorando el tema de forma innovadora y creativa, entre los norteamericanos Otto Kernberg (1991, 1998) sostiene que la pareja es el lugar donde tiene lugar la activación consciente e inconsciente de las relaciones objetales internalizadas y dentro de la cual se activan las funciones superyoicas de ambos miembros de la pareja.   Para Kernberg, existe un ideal yoico común que tiene un cierto peso en el devenir de la relación de pareja. También considera la influencia mutua de la pareja en el contexto social y, en particular, en relación con el grupo de amigos. En los países anglosajones, cabe suponer que subyacía a los estudios sobre estas cuestiones la necesidad de abrirse a la dimensión social, que ya había comenzado con los efectos traumatizantes de la guerra y la necesidad de un trabajo coherente y competente con los padres de los niños acogidos. Londres era un crisol de ideas, teorías y experimentos. El Instituto Tavistock de Relaciones Humanas de Londres es y ha sido durante muchos años un centro de excelencia para la investigación sobre estudios de pareja y familia e intervención con padres. Innumerables miembros de este instituto han producido importantes trabajos en este sentido, como H. V. Dicks, Tom Main, Michael y Enid Balint y G. Teruel. En su obra Tensiones conyugales (1967), Dicks fue el primero en establecer un trabajo clínico sistemático con parejas, utilizando como base: un encuadre de cuatro personas (la pareja paciente y la pareja terapeuta), la elección inconsciente de pareja, los conceptos de colusión y de membrana diádica. Sobre todo, el concepto de colusión, juego compartido entre los miembros de la pareja, encuentra su fundamento en la identificación proyectiva recíproca y cruzada entre los miembros de la pareja, que lleva a la formación de una unidad integrada y de un Yo compartido en la pareja (Nicolò, Psicoanálisis y familia, Herder 2014 p. 36).

Si la guerra había llamado definitivamente la atención sobre la dimensión social, a finales de los años sesenta el desarrollo de un movimiento antipsiquiátrico hizo necesario ampliar el interés por el contexto cultural en el que surge el trastorno mental. Esto condujo a un interés generalizado por la familia. Ronald D. Laing (1927-1989), discípulo de Winnicott y representante del movimiento antipsiquiátrico, realizó algunos estudios e importantes investigaciones en este campo. Sus volúmenes The Divided Self (1960), Self and Others (1961) y The Politics of the Family and Other Essays (1971) ejercieron una gran influencia cultural en los países anglófonos, europeos y latinoamericanos. A Laing se le atribuye, entre otras cosas, el desarrollo del concepto de «defensa transpersonal» (1967), que para algunos se convertiría en una de las piedras angulares conceptuales del psicoanálisis familiar. Laing ofrece una comprensión del síntoma esquizofrénico dentro del contexto familiar, mostrando de forma innovadora cómo los trastornos mentales pueden representar un tipo particular de recuperación de los conflictos familiares e intrapsíquicos. El interés de Laing por el aspecto social y político de los trastornos mentales le hizo alejarse progresivamente del psicoanálisis, mientras en el resto del mundo se desarrollaba el aspecto relacional de la teoría psicoanalítica a través de la teoría de grupos y la teoría de las relaciones objetales. En esta vertiente de la teoría de las relaciones objetales se encuentran Jill y David Scharff, que fundaron una escuela y un instituto, el Instituto Psicoanalítico Internacional, y afirman: «La familia es un pequeño grupo íntimo unido en su seno por identificaciones proyectivas e introyectivas recíprocas, en todos los niveles de la organización psíquica: desde la pareja conyugal en su centro hasta cada individuo, puede haber muchas combinaciones posibles de relaciones entre padres, hijos, hermanos y la familia extensa. En las parejas y las familias, las privaciones y los traumas reducen y alteran la capacidad de resonancia de las identificaciones proyectivas precisas, mientras que las interacciones en sintonía positiva promueven el crecimiento de la capacidad de tolerar experiencias y emociones negativas». (Schraff D,Scharff J. 2004 .Scharf,D. 2021)

Mary Morgan, analista de Tavistock, propuso más recientemente el concepto de «estado mental de la pareja». La tarea del analista consiste en mantener el «estado mental de la pareja». Este estado interno para el analista consiste en preservar en su mente el funcionamiento de ambos miembros de la pareja y sus modos de relación . Desempeña así la función terapéutica de holding  y devuelve a los pacientes la visión de su vínculo mutuo.

En Argentina

Argentina fue uno de los países donde primero se desarrolló el psicoanálisis de la pareja y la familia; dos autores especialmente significativos: Pichon Rivière y Bleger.

Pichon Rivière fue uno de los primeros en definir el concepto de vínculo como «una estructura compleja que comprende el sujeto, el objeto y su interacción recíproca». Diferencia el vínculo de la relación de objeto y precisa que el vínculo forma un patrón de comportamiento que tiende a repetirse automáticamente tanto en el mundo interno como externo con el otro ( 1980 Teoría vincular Buenos Aires, Nueva Visión).

A este autor, entre los primeros, se le atribuye la definición del paciente como portavoz de las angustias del grupo familiar. Berenstein y Puget también sitúan el vínculo, el de la pareja y la familia, en el centro de su trabajo clínico y de su teoría. Berenstein elabora finalmente su concepción de la familia a partir de las teorías del antropólogo Levy Strauss para quien la estructura de parentesco tiene vínculos específicos como el de la filiación, el de la alianza matrimonial, con los abuelos, entre hermanos. Añade otro tipo de vínculo, el de la experiencia afectiva, añadiendo a continuación que existe una memoria del vínculo…

Según este autor, «la memoria trasciende el yo y puede decirse que es contenida por los otros, del mismo modo que la memoria de los otros puede ser llevada por el yo….. La estructura familiar inconsciente y el conjunto de vínculos son recordados a través de las personas del parentesco sin ser conscientes de lo que se evoca en el discurso familiar» (Berenstein 1990 p. 132 psicoanalizar una familia . Paidos Buenos Aires ).  También para Berenstein y Puget, como para los británicos, existe una base inconsciente compartida de la pareja.
Otro autor significativo es José Bleger quien en su libro «Grupo familiar y psicohigiene» define a la familia como un grupo sincrético en el que se concentra la parte psicótica de la personalidad de sus miembros. A él debemos el concepto de repositorio que ha dado lugar a numerosas reflexiones a nivel familiar, institucional y clínico. Según este autor, en toda situación grupal se produce un juego de intercambio mutuo. Es decir, hay un depositante y un depositario unidos por un vínculo que permite el tránsito de lo depositado.

Janine Puget también retoma estos conceptos al hablar de cómo la dimensión indiferenciada de la mente necesita depositar contenidos en personas o estructuras que sean fuentes de seguridad y estabilidad, pero este nivel se convierte a su vez en depositario de otros individuos. Se define así un depósito recíproco entre depositantes y depositados.
Además de estos autores argentinos, debemos mencionar el extraordinario trabajo de Jorge García Badaracco sobre las familias esquizofrénicas y las comunidades terapéuticas multifamiliares. Su concepción del objeto enloquecedor (“objeto enloquecedor”) como objeto extraño patológico que infecta la mente del paciente y lo parasita desde dentro fue precursora de muchos estudios posteriores.

Según Badaracco, en las patologías psicóticas los padres, con sus expectativas anticipadas, atrapan el desarrollo del niño en papeles contradictorios y le obligan a identificaciones conflictivas. El futuro paciente infantil se identificará, por una parte, con un aspecto patológico de uno de los padres y, por otra, estructurará aspectos falsos de sí mismo, bloqueando así su desarrollo. Estas identificaciones pueden ser múltiples y así una identificación dominante mantendrá separada a otra. La psicosis se sitúa así en el centro de un complejo funcionamiento familiar y para resolverlo será necesario trabajar con toda la familia. En este panorama sumamente creativo y complejo, no puedo olvidar la labor de Roberto y Anna Losso que, en el Departamento de Pareja y Familia de la Asociación Psicoanalítica Argentina, desarrollan trabajos sobre psicodrama psicoanalítico de pareja y elaboran una interesante teoría sobre el mito y la transferencia mítica. También debo mencionar el trabajo minucioso y capaz de Ezequiel Jaroslavsky quien fundó y dirige la revista Psicoanálisis e intersubjetividad, el desarrolló un trabajo de validación cientifica del psicoanálisis de pareja con indicadores objetivables empiricamente de discriminación e indiscriminación según el modelo de Ruffiot/Kaës, le debemos una gran profundización del pensamiento de René Kaes; También el trabajo clínico de Irma Morosini en la comprensión de las historias familiares mediante el psicodrama psicoanalítico trabajando la escena detrás de la escena y en taller expresivo (collages, títeres) al objetivar la construcción compartida de la propia historia afectiva familiar. Ademas recordar a Eduardo Grinspon con su concepto de “escollo clínico” en las problemáticas narcisistas límites y su implicancia como analista. Rodolfo Moguillansky hizo importantes aportes al Psicoanálisis de Familia acerca de la vida emocional de la Familia, la diferencia entre vinculo y relación de afecto, el amor en la pareja etc.

El vínculo y su evolución

A partir de la idea de Pichon Rivière, en tiempos más recientes se ha hecho gran hincapié en el concepto de «vínculo» en relación con lo que une a los miembros de una familia. Mientras que Freud hace hincapié en la identificación como mecanismo que vincula a un individuo con otro incluso a lo largo de varias generaciones, para muchos psicoanalistas familiares y de pareja, el término «vínculo» se utiliza en el sentido de una estructura inconsciente que une a dos o más individuos. Se diferencia de otros conceptos como la relación de objeto que cada uno de nosotros tiene en su mundo interior y que se origina en nuestra historia infantil. Ya en 1985, Pichon Rivière, en su obra Teoría del vínculo, destacaba la diferencia entre vínculo y relación de objeto. Se preguntaba por qué utilizamos el término «vínculo». Continuó explicando que en realidad «en la teoría psicoanalítica estamos acostumbrados a utilizar la noción de relación de objeto, pero la noción de vínculo es mucho más concreta. La relación de objeto es una estructura interna del vínculo. Se podría decir que la noción de relación de objeto se heredó de la psicología atomista, mientras que el vínculo es algo diferente que incluye el comportamiento. El vínculo podría definirse como un tipo particular de relación con el objeto; de esta relación particular se deriva una conducta más o menos fija con el objeto que implica la formación de un patrón, una pauta de conducta que tiende a repetirse automáticamente tanto en la relación interna como externa con el objeto». En mi opinión, en cierto sentido esta concepción tiende a actuar como un puente que conecta el mundo interno de la persona con la realidad externa. Un patrón de comportamiento repetido, si entendemos correctamente lo que nos dice Pichon Rivière, forma un modelo que incluye a los dos individuos que comparten una relación. Por eso Berenstein (2001), uno de los alumnos argentinos de Pichon Rivière, explica que si reconocemos la existencia del vínculo esto implica una reflexión sobre el sujeto, sobre el lugar del otro y la diferencia con el objeto interno y la noción de objeto externo; el vínculo que se crea, por ejemplo, entre los miembros de una pareja, aunque surja en el encuentro de las razones inconscientes de la elección de esa pareja, es sin embargo un elemento nuevo generado en el aquí-ahora en el origen del encuentro. Kaës escribe   acerca del vínculo que es el movimiento más o menos estable de representaciones y acciones que unen a dos o más individuos para la realización de algunos de sus deseos. Kaës (1994) distingue entre el campo de la relación de objeto y el del vínculo en el que el otro es también el otro en realidad, distinto del objeto interno. En este caso, «el objeto de la relación no es sólo el objeto de proyección, sino también el fin de un proceso de intercambio psíquico y es, por lo tanto, como otro sujeto, otro sujeto que insiste y resiste en la medida en que es el otro» (ibíd., p. 27). Aunque con características diferentes, motivado por su trabajo con familias de psicóticos, no podemos olvidar lo que dice Racamier al respecto. Él ilustra un patrón relacional que denomina engranamiento. El engranamiento se refiere a un modo de relación y a una forma de funcionamiento psíquico, uno relacionado con el otro, caracterizado por un doble entretejido «entre lo intrapsíquico y lo interactivo, así como entre una persona y otra» (Racamier, 1990, p. 62)

Pero, sin duda, aún queda mucho por hacer en este sentido. En efecto, ¿cómo podremos distinguir la naturaleza, la forma y la calidad de los vínculos? ¿Cómo podremos distinguir el vínculo mutuo que une a los miembros de una pareja, de las identificaciones proyectivas mutuas que también los unen y caracterizan? Sobre este aspecto, sin duda crucial, muchos autores dan respuestas diferentes., Como ya hemos escrito (Nicolò A. Lucarelli D. Familias en transformación.     Nicolò A. Psycoanalisi y familia ), los vínculos son en cualquier caso estructuras intersubjetivas y transubjetivas, que implican la construcción compartida de dos o más personas; siempre tienen un lado actuado y, por lo tanto, es posible observarlos más en las acciones, los comportamientos, el lenguaje no verbal o las manifestaciones corporales de los miembros. Aunque puedan transmitirse de una generación a otra, los vínculos son el resultado de la adaptación mutua entre sus miembros. El ambiente de la casa, su mobiliario, las fotos que registran a la familia a lo largo del tiempo son a veces representaciones a partir de las cuales podemos conocer la identidad de esa familia y los vínculos entre sus miembros. Sin embargo, el elemento en el que quizá podamos leer más fácilmente la calidad y las formas de los vínculos en el seno de la familia son sobre todo los mitos que ésta transmite de generación en generación, y en los que tienden a condensarse esos aspectos traumáticos de su historia como una especie de elaboración en curso (Nicolò ). Por supuesto, concebir las cosas en estos términos es revolucionario, pero también puede causar consternación, ya que el objeto del vínculo no se encuentra en la mente individual, sino en el espacio interpersonal. Kaës también señala que podemos encontrarnos ante una realidad psíquica sin sujeto. Esta realidad psíquica, para adquirir autonomía, se desarrolla inevitablemente entre sujetos (el espacio psíquico de la intersubjetividad) y también se desarrolla a través de sujetos (el espacio psíquico de la trans-subjetividad). Esta perspectiva también nos desafía conceptualmente, porque se pregunta dónde está el inconsciente en el contexto de la pareja o la familia, una pregunta que ya se han hecho muchos autores.

Para el modelo italiano de la Sociedad de Psicoanálisis de Parejas y Familias, el vínculo es también una noción central. El vínculo entre los miembros de la pareja, aunque desencadenado por el encuentro de motivaciones inconscientes, es sin embargo un elemento nuevo, (Nicolò)….producido en el origen del encuentro, aunque independiente de ellas es capaz de condicionarlas. A un nivel presimbólico, los vínculos se organizan en la vida doméstica entre los miembros de una pareja y con cada uno de sus hijos. Son a la vez modos de relación interpersonal y formas de funcionamiento intrapsíquico, forjados con elementos escindidos y acuerdos inconscientes para defenderse de experiencias o traumas no elaborados. «Los vínculos constituyen un lienzo subyacente que caracteriza nuestras interacciones, una especie de escenario en el que actúan los actores. Por lo general, el escenario permanece en un segundo plano, pero a veces, en determinadas situaciones patológicas, se convierte en el elemento más importante de la escena. Es difícil disolver estos vínculos porque participan varios miembros y el niño, que crece en ellos, los aprende». (Nicolò 1997, 2000, 2003, 2005).

Actualmente, en las perspectivas abiertas por diversos autores, todos parecen coincidir en la importancia de integrar dos puntos de vista: el primero, el del mundo interno, y el segundo, el que observamos en el mundo interpersonal.

Esto es especialmente importante cuando se trabaja con parejas, donde el otro es objeto de la propia proyección, pero donde el otro no puede reducirse también a la propia «representación más o menos coloreada por la imaginación» (Berenstein, 2001).

En Francia

En los países francófonos, los trabajos en estos contextos tienen muy en cuenta la aplicación del análisis de grupos. El Collège de Psychanalyse Groupale et Familiale, vinculado a la revista Group (y más tarde Groupal), hace referencia a los trabajos de Didier Anzieu (1923-1999) sobre los grupos. El psicoanalista francés introdujo los conceptos de «yo-piel» (1997) y «envoltura psíquica» (1996), observando cómo las parejas y las familias desarrollan sus envolturas a partir de un objeto primordial y crean así una «yo-piel » común. Según el gran psicoanalista francés, en el lactante existe una doble identificación con la madre, por una parte con el pezón que alimenta y por otra con la piel que contiene. Del mismo modo, la pareja y la familia desarrollan su envoltura a partir de un objeto que les es primordial; se constituye así una piel común. Esta envoltura se opone al servicio de las necesidades especulares y de la dependencia hasta el punto de soportar ilusiones y fantasías, como las fantasías de semejanza y de totalidad, que pueden interferir en las funciones normales del yo piel al suponer una amenaza para el funcionamiento diferenciado de los individuos en el seno de la pareja o de la familia.

La otra gran escuela, vinculada a la Societé de Thérapie Familiale Psychoanalytique, cuenta entre sus miembros con psicoanalistas como André Ruffiot, Alberto Eiguer, Evelyn Granjon, Anne Loncan y Rosa Jaitin. Desde 1998, junto con otros, publican una revista con el evocador nombre de Le Divan Familial. Este grupo ofrece una visión más compuesta que comparte el concepto de aparato psíquico familiar con la obra de René Kaës. En la teorización de Kaës (1976), el concepto de aparato psíquico grupal se refiere al grupo como unidad somatopsíquica individuada que se estructura bajo el pretexto y la ilusión de constituir una formación grupal del inconsciente. Otros autores, entre ellos Ruffiot, Caillot, Decherf y Decobert, enfatizaron y desarrollaron conceptos relacionados con las fantasías primarias y el proceso de fantasías intergeneracionales. Subyacente a esta vía transgeneracional y a la vía de las fantasías sobre los orígenes de la propia familia, los autores plantean la hipótesis de la existencia de fantasías primarias, que provocan la diferenciación entre generaciones y sexos.

Estas fantasías movilizan la capacidad de la familia para establecer vínculos. También producen la individuación y el cambio, absorben el trauma, procesan la pérdida y el duelo. La interfantasmatización indica el «lugar de encuentro de las fantasías individuales de cada miembro» (Eiguer , 1983, ed. Ital. p.46) utilizando un término de derivación grupal-analítica (Ezriel, 1986; Kaës, 1976; Anzieu, 1976).

Como nos dicen Ruffiot y Peeters (Tomado del Vocabulario del Grupo nº 7), la comunicación interfamiliar es una comunicación inconsciente entre los miembros de la familia que se desarrolla a partir del psiquismo original, de la relación del niño con la madre y los demás miembros de la familia, y por tanto con el inconsciente familiar.

El primero en utilizar este concepto fue Ruffiot, pero él mismo describe sus raíces retomando los trabajos de Foulkes, que había observado la resonancia fantasmática de los grupos. .  Pionero e innovador, Ruffiot fue uno de los fundadores del ‘Institut de thérapie familiale et groupale et de la S.F.T.F.P. (Société Française de Thérapie Familiale Psychanalytique) en 1995, sociedades a las que debemos en gran medida la difusión del psicoanálisis familiar en Francia Para una visión general del pensamiento de Ruffiot , puede leer el trabajo de Christiane Joubert , Elisabeth Darchis en la «Revue internationale de psychanalyse du couple et de la famille » -Introduction a la revue «Hommage a Andrè Ruffiot «

Como puede observarse de diversas maneras, todos los estudiosos del psicoanálisis de pareja y de la familia se preguntan por lo que ocurre en las relaciones entre los miembros de la familia y por el funcionamiento de la familia como unidad. Mientras que algunos psicoanalistas hacen hincapié en el funcionamiento fantasmático del grupo, otros, como Eiguer, retoman además el concepto freudiano de identificación como mecanismo de las relaciones entre individuos. En su contribución (Familias en transformación), Eiguer describe el papel que desempeña la identificación dentro de un enfoque teórico-clínico intersubjetivo según el cual el psiquismo de dos o más individuos funciona recíprocamente de tal manera que ambos se influyen mutuamente a distintos niveles. Cada individuo se ve influido por el estado psíquico del otro y cada variación de las identificaciones desempeña un papel activo en estos intercambios. El tema de la transmisión transgeneracional de la vergüenza y la humillación también es tratado por Pierre Benghozi, que introduce las nociones de «herencia de la vergüenza» o «herencia de la traición».

Junto a estos psicoanalistas, sin embargo, hay que recordar los trabajos pioneros de Jean-George Lemaire, fundador de Psyfa, una de las más antiguas asociaciones francesas de terapia familiar psicoanalítica, y de la revista Dialogue. Observa cómo el trabajo clínico con parejas puede llevar a la necesidad de revisar ciertos conceptos clásicos del psicoanálisis. Así, la aparición de manifestaciones particulares definidas como «apropiación», casi de captura y escisión, que no se producen en otros entornos vitales de los pacientes individualmente, le llevó a ampliar el concepto de identificación para incluir la frecuente aparición de imágenes vinculadas a fenómenos de identificación de tipo grupal muy arcaicos. Describe un «espacio no consciente» más que un inconsciente en el que las imágenes no conscientes u otras percepciones sensoriales no conscientes, pero no las fantasías reprimidas y no reales o los escenarios organizados, simplemente coexisten con otros fenómenos de origen neuropsicológico. Podríamos decir «primordiales» en el sentido de que probablemente encuentran su origen en los primeros estadios del desarrollo neuropsíquico, cuando los diferentes sistemas sensoriales están aún indiferenciados. La dimensión narcisista y las fases primordiales, casi preindividuales, de la construcción del sentimiento de identidad dan lugar, en las relaciones amorosas, a una agencia psíquica: «Nosotros».  Cada uno conserva huellas del «Nosotros» inicial de cada individuo y, al mismo tiempo, lo representa en el vínculo de pareja. Un enfoque teórico que tenga en cuenta la dimensión interpersonal e intergeneracional ha fomentado el interés por un aspecto particular de la estructura real y fantasmática de la familia, el de los vínculos fraternales y la forma en que éstos se imprimen en los lazos de filiación inter y transgeneracional, es decir, en un conjunto imaginario, real y simbólico. Rosa Jaitin (2006), a propósito de estas nociones, propone la distinción entre «complejo fraterno» y «vínculo fraterno». Si bien el complejo se basa en los lazos interpersonales e intergeneracionales creados durante la historia de la infancia, no debe confundirse con estos lazos fraternales: su existencia es independiente de los lazos fraternales. Jaitin muestra que la fantasía incestuosa es un componente del complejo fraternal, pero nos recuerda que todos los seres humanos están impregnados de la fantasía del incesto fraternal, que es una fantasía universal más allá de la realidad del vínculo fraternal. El vínculo fraternal nos remite a otro nivel: pone en primer plano las relaciones entre los distintos complejos fraternales y ese vínculo en particular.

Quiero terminar esta rápida mención de los psicoanalistas franceses que han sido pioneros en este campo recordando al gran J.P.Racamier, no tanto porque esté vinculado a una escuela específica de psicoanálisis familiar, sino más bien por sus descubrimientos sobre el funcionamiento de las familias psicóticas . Es mérito de Racamier haber ilustrado de manera original y creativa una constelación característica del funcionamiento psicótico, que él llamó el «antiedipo».

El antiedipo es una constelación que se sitúa en la confluencia entre lo objetal y lo narcisista, entre lo individual y lo familiar. Tiende a oponerse y contrarrestar las pulsiones y ansiedades del Edipo, pero sobre todo lo precede. Se revela así a la vez antiedípica y anteedípica. Se caracteriza por una relación de seducción narcisista cuyo objetivo es mantener en la esfera narcisista una relación susceptible de desembocar en una relación de objeto.

El objetivo de tal constelación, en su construcción lenta y antigua, fundada desde los orígenes de la familia, es prevenir de antemano contra las angustias de duelo y de separación, mantener la omnipotencia fusional del paciente con la madre y funcionar protectoramente contra las excitaciones, los estímulos externos, los impulsos de crecimiento y los conflictos edípicos en particular. Debe «impedir los deseos edípicos, la inscripción fantasmática de la escena primitiva, la aparición de la angustia de castración» (Racamier ) y las angustias activadas por las diferencias entre los sexos, entre las generaciones, entre los seres humanos.

En Italia

Siguiendo con los países europeos, no puedo pasar por alto la intrincada situación italiana, donde el estudio de la pareja y la familia fue muy precoz.   Muy pronto se organizaron varias asociaciones italianas, cuyos analistas recibieron la influencia de algunos ( Taccani et al ) del College de Psychoanalyse familiale y de otros de la escuela argentina de Berenstein, como los que se reunieron en torno a Armando Bauleo. A lo largo de los años, Giulio Cesare Zavattini (2010) ha desarrollado publicaciones e investigaciones en este campo, basándose en la teoría deli’Attachment . Otro grupo de psicoanalistas creó entonces la Sociedad de Psicoanálisis de Pareja y Familia (PCF). Este grupo incluía psicoanalistas que tenían formación psicoanalítica con niños y adolescentes por un lado, (Lucarelli, Nicolò, Norsa ) otros (Tavazza, Trapanese , Saraò, Zavattini ) provenían de un enfoque sistémico que más tarde fue abandonado.  Inicialmente, estos psicoanalistas se habían reunido, a partir de 1992, en torno a la revista Interazioni. Investigaciones clínicas y psicoanalíticas sobre el individuo-pareja-familia, dirigida por Anna Maria Nicolò. La serie de intercambios suscitados por el debate científico promovido por la revista desembocó en el primer Congreso Internacional de Psicoanálisis de la Pareja y la Familia, celebrado en Nápoles en 2000, brindando así la oportunidad de reunirse a profesionales de diversas naciones. El resultado fue un nuevo estímulo para el interés por la investigación y la clínica de la familia y un estímulo para la futura creación de una sociedad internacional.  Una gran parte de este grupo se formó originalmente sobre el modelo Dicks inglés, recreado en Italia por el psicoanalista inglés Andreas Giannakoulas en el seno del Instituto de Neuropsiquiatría Infantil de la Universidad SAPIENZA de Roma. Algunos de estos analistas desarrollaron con el tiempo su propio modelo, distanciándose parcialmente del concepto de colusión.

Una fuerte influencia en ella procede de la concepción de Meltzer y Harris, quienes, replanteándose de forma original las hipótesis kleiniano-bionianas, proponen hipótesis explicativas para vincular el desarrollo de la mente individual y el de la familia.

La familia se considera un contexto de aprendizaje de modalidades emocionales influidas por «las modalidades actuales del grupo educativo familiar y su estado de organización» (Meltzer, …).

Una de las tareas de la familia es la contención del sufrimiento psíquico relacionado con el crecimiento del individuo. En conexión con la hipótesis de Bion sobre el «aprendizaje a partir de la experiencia» (Bion, 1962) entendido como un proceso de formación interior, tanto dentro de un individuo como dentro de cada familia Meltzer plantea la hipótesis de un choque entre los procedimientos que pretenden evitar, evacuar la frustración y los que pretenden modificarla, hacerla utilizable. La tarea de modular, contener y elaborar el sufrimiento se confía al pensamiento.   En este modelo italiano de comprensión y trabajo clínico la familia es vista como un sistema interiorizado de vínculos, es considerada como la matriz del pensamiento y de la identidad individual (Nicolò… la familia como matriz del pensamiento); se caracteriza por cualidades interactivas específicas y también por una estructura intergeneracional. A nivel fantasmático, las fantasías inconscientes y las angustias básicas del grupo familiar se abordan mediante defensas transpersonales, que son un producto colectivo de los miembros de la familia; mientras que cada miembro de la familia puede contar con las defensas individuales que cada uno tiene a su disposición. El eje de este enfoque es el estudio de la imbricación continua y recíproca entre el mundo intrapsíquico de cada miembro individual y el funcionamiento interpersonal de la familia a la que pertenece (Nicolò, 1988, 1990). A nivel diagnóstico y terapéutico, este método observa, por ejemplo, la consonancia o disonancia del individuo con respecto a ansiedades comunes o fantasías colectivas de grupo. Además, saca a la luz las defensas de cada individuo frente a conflictos comunes o fantasías compartidas, y compara la defensa individual frente a la defensa colectiva interpersonal, como puede observarse en particular en el trabajo onírico, que en el ámbito familiar es una expresión del funcionamiento tanto individual como familiar . (Nicolò, 2000, 2006; Nicolò y Borgia, 1995). La multiplicidad y la presencia simultánea de varios niveles de funcionamiento en la familia y en la pareja explican la diversidad de las reacciones actuadas por la familia, que oscilan constantemente entre los niveles más indiferenciados y primordiales, y los niveles más diferenciados, representacionales o simbólicos.

Los niveles más indiferenciados pueden leerse a través del uso del cuerpo, la somatización y la representación. Pueden constituir el nivel transpersonal de la familia, que es el lugar de la comunicación inconsciente primitiva que se exterioriza o somatiza, y que es también el lugar de las defensas transgeneracionales. Estos niveles, presentes al mismo tiempo, imponen la necesidad de respuestas articuladas y terapéuticas, a diferentes niveles, obligando así al analista a medirse no sólo en una relación asimétrica, sino también como miembro de ese sistema recién formado que es la familia en relación con él. También obligan a respuestas terapéuticas que no son sólo la interpretación, sino más bien el uso de la metáfora para favorecer la simbolización y la narración de la historia familiar.

En el trabajo clínico se da gran importancia a los mitos, sueños y recuerdos narrados en la familia, pero sobre todo a las interacciones coordinadas en la familia a diario, conocidas pero no conscientes, recordadas en hechos, en hábitos interactivos, pero no pensadas donde se esconden las construcciones fundamentales de la vida psíquica y donde se transmiten recuerdos traumáticos no procesados y se produce la repetición de reglas relacionales aprendidas inconscientemente de otras generaciones y recontratadas en la nueva familia.


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