REVIEW N° 21 | YEAR 2019 / 2

The sick body as an attempt complain and recover. Clinical work with a family


The sick body as an attempt complain and recover. Clinical work with a family

 

The author presents a sequence of her clinical work with a family in which four members suffer from psychosomatic disorders. The paper describes the work with links, with couples, with children and with family, including members of three generations. It refers to the various moments in the work, the differing reasons for consultation and the sense and need to have a flexible setting. It shows the technical resources used to augment the therapeutic setting with supporting evidence and outcomes. It ends with a final reflection where the clinical work confronts with concepts of theoretical support and the improvement of psychosomatic symptoms in the four family members.

Keywords: psychosomatic, clinic, therapeutic settings, framing


Le corps malade comme tentative de dénonciation et de récupération. Travail clinique avec une famille

L’auteure présente une séquence de ses travaux cliniques dans une famille dont les quatre membres sont atteints de troubles psychosomatiques. Elle relate la façon de travailler le lien, conjugal, filial et familial, englobant les membres de trois générations. Elle se réfère aux différents moments de travail, à la variation des motifs de consultation et au sens et à la nécessité de disposer d’un dispositif de cadrage plastique. Elle expose les ressources techniques utilisées pour développer le dispositif thérapeutique, ses preuves et ses résultats. Et dans une réflexion finale, elle compare la clinique avec les concepts de appui théorique et l’amélioration des symptômes psychosomatiques chez les quatre membres de la famille.

Mots-clés: psychosomatique, clinique, dispositifs thérapeutiques, cadrage


El cuerpo enferma como intento de denuncia y recuperación. Trabajo clínico con una familia

La autora presenta una secuencia de su trabajo clínico con una familia donde sus cuatro miembros presentan trastornos psicosomáticos. Relata el modo de trabajo vincular, conyugal, filial y familiar incluyendo miembros de tres generaciones. Refiere los diversos momentos de trabajo, la variación en los motivos de consulta y el sentido y necesidad de contar con un dispositivo de encuadre plástico. Muestra recursos técnicos utilizados que ampliaron el dispositivo terapéutico, sus evidencias y logros. Finaliza con una reflexión final donde coteja la clínica con conceptos de apoyatura teórica y la mejoría de los síntomas psicosomáticos en los cuatro miembros de la familia.

 

Palabras clave: psicosomática, clínica, dispositivos terapéuticos, encuadre.


ARTICLE

En el presente caso clínico del que expongo una síntesis, vemos una familia donde sus cuatro miembros presentan trastornos psicosomáticos. Sus cuerpos expresan el dolor psíquico que los atraviesa, lo que se comprueba con la mejoría de los síntomas físicos al trabajar las causalidades psíquicas. Cada familia en su complejidad vincular, despliega su peculiar mitología gestada en la fantasmática que deviene a través de la historia. Los valores, creencias, acciones, marcan un perfil familiar que los une entre ellos y diferencia de otros. Surge así el sentido de lo familiar, lo ajeno, y el lugar del tercero en relación con la pareja parental.

Material clínico

Este trabajo terapéutico duró más de cuatro años, atravesó diferentes procesos, requirió un trabajo artesanal, mirada y escucha atenta, adhesión al encuadre para desentrañar el qué y el cómo, y a la vez flexibilidad suficiente para definir cuándo y con quién trabajar. Fueron variando los motivos de consulta y las condiciones que hicieron posible la tarea y en otros momentos resultaron obstáculos.

Etapas en las consultas

1º momento:

Consulta la madre por su hijo de 4 años, (derivado por el pediatra) por problemas orgánicos repetitivos (otitis, anginas, bronquitis, resfríos, tos nocturna, altas temperaturas, dolores erráticos en piernas y pies) y por su actitud (cansado, aburrido, inseguro y miedoso). Dice la mamá: “Es un niño que no juega, mira a los otros jugar”. “Se pone solo en penitencia si con ello logra evitar enfrentar lo que teme” (palabras textuales de la madre).

Interrumpo en la 3º consulta ante la negativa del padre a proseguir el estudio.

2º momento:

Al año siguiente de la consulta anterior, llama nuevamente la madre por sus reiteradas jaquecas y por la internación de su hijita (3 años) por deshidratación debida a constantes diarreas. El padre que en un primer tiempo no acepta asistir ahora da permiso para que la madre lo haga con los hijos. Sostenemos entrevistas de juego diagnósticas de la madre con cada niño. Estas entrevistas no prosiguen por negatividad del padre.

3º momento:

Llama la señora y refiere enfrentamiento familiar con escenas de violencia física en la pareja por lo que esta vez el esposo acepta concurrir ante el planteo de su esposa de separación conyugal (ambos hijos agudizaron su problemática orgánica).

Encuentros vinculares

Se establecen horas de juego entre la madre y su hijito con el objetivo de observar la dinámica en la relación filial. Noto que la madre no logra comprender ni contener a su hijo. Parece otra niña confundida. Recurre a su propia madre para que calme a sus hijos y resuelva, porque “ella sí sabe cómo hacerlo”. La confusión de los espacios familiares indiferenciados entre una abuela que hace de madre; una madre que no maneja situaciones que no comprende; un padre “borrado” que parece desentendido de todo lo que no sea el dinero que despliega y una hermanita que grita pero “parece que no pasa nada” mientras el cuerpo enloquece con síntomas.

La confusión dada por la ausencia de brújula en esta familia opera en desasosiego que lleva al niño a sus repetitivas crisis espasmódicas y ante su desgaste físico se pone a dormir. Cuando no puede huir y desaparecer de la escena de violencia conyugal entra en pánico por la angustia de desamparo. No aparece una imagen de pareja parental configurada, sino la de otros dos niños que no saben y/o no pueden ubicarse como padres. Cito a la pareja parental pero anula las citas la madre debido a padecer un cuadro de mareos constantes y jaquecas, “el dolor me derrumba en la cama y en la oscuridad”.

El neurólogo diagnostica a la madre: síndrome vertiginoso, le da medicación y consulta psicológica. La madre refiere que en este tiempo transcurrido “todo se ha agravado” los síntomas de su hijo son más notorios y su hija (tres años), tiene crisis y rabietas, luego de las mismas inicia vómitos “explosivos”. A diferencia del hijo varón, dice la madre que ella maneja la casa y los enfrenta “no es de las que se pone en penitencia sola, ella pone en penitencia a los demás”, “estuvo internada en observación por vómitos que la deshidrataron, pero no encontraron causas físicas y el pediatra me dijo que la venga a ver. Se trabaja con la madre y la niña y surgen las mismas dificultades emocionales en la madre que inciden en sus vínculos filiales. Esta madre-niña instala en su casa a su propia madre quien no se desplaza a su lugar de abuela y dispone de los nietos como si fueran sus propios hijos. La joven madre queda relegada. El padre de los niños avala a la suegra.

Esta pareja presenta falencias en las funciones parentales. Las respectivas familias de ambas ramas (abuelos y tíos maternos y paternos) están enfrentadas por el inadecuado tironeo de competencias que se enrostran sus hijos. Después de una disputa con golpes físicos mutuos, la esposa pide entrevista para la pareja ya que ha planteado la separación conyugal. El esposo no quiere separarse por lo que ha aceptado concurrir a entrevistas conjuntas.

Ella me informa que el esposo tiene un cuadro alérgico por el que está en “carne viva”, que no responde a la medicación y que por efecto del rascado, se ha arrancado pedazos de piel. Me explica que para él es un “suplicio” vestirse porque no soporta el roce de la ropa, pero igual tiene que ir a trabajar, “cuando trabaja mejora y cuanto más trabajo tiene menos parece irritarse. Ante esta información pienso qué lugar se obtura con el exceso de trabajo que viene acompañado de reconocimiento, felicitaciones y por supuesto mejora el ingreso, pero que en la medida que acota el pensamiento y reorienta la energía psíquica hacia las estrategias de los manejos económicos, lo taponado emerge por la piel hasta dejarlo en carne viva.  El cuerpo se presta como escenario de algo muy doloroso, y me interrogo acerca de las posibles derivaciones que sucederían si el equipo de dermatólogos, clínicos y alergólogos que lo atiende – pudieran lograr con la medicación – esquivar el lenguaje de la piel. Confío en que esto no suceda hasta que no pueda habilitarse un espacio para pensar. Así lo transmito al equipo médico del que obtengo sólo un parcial entendimiento.

Ella (la joven madre) prosigue con las migrañas que le impiden con frecuencia atender a sus hijos y la “obliga” a depender de la ayuda de su propia madre. Me advierte que su esposo sólo se ocupa de su propia madre y que ella misma exasperada por esto, le ha arrojado al esposo objetos contundentes golpeándolo.

Encuadre de trabajo con la pareja

Al recibirlos a ambos éstos expresan abiertamente sus recíprocas quejas.

Él me aclara  que viene porque ella lo presiona con la separación, cosa que él no acepta por sus hijos. Dada la dificultad del hombre de esta pareja para permanecer en un contexto psicoterapéutico y que en esta oportunidad acepta concurrir por el planteo límite de su esposa es que planifico como encuadre de trabajo realizar unas diez entrevistas iniciales durante las cuales ellos han de comprometerse conmigo a no tomar medidas extremas tales como agredirse físicamente, ni hacer o pedir al otro exclusión o abandono del hogar familiar, sino que recurrirán a la intervención profesional ante una crisis que no puedan controlar entre ambos. Se advierte que no se puede precisar el resultado: separarse o continuar mejor, lo que sí se acuerda en que no pueden continuar con la escalada de violencia que genera mayor deterioro para todos, siendo ésta una posibilidad para comprender algo más acerca de ellos mismos. Si no pueden proseguir juntos se buscará que logren una separación de la mejor manera.

Trabajando el vínculo con la pareja conyugal

Síntesis de los temas en los que ambos coincidían:

  • Haber llegado a un punto límite.
  • Sentir nostalgia de los tiempos de noviazgo en que ambos creían haber encontrado su “otra mitad”.
  • Que las relaciones sexuales siempre fueron difíciles y casi sin orgasmos. Para ella porque “carecen de juego previo, son muy cortas y en total silencio, él se descarga en mí. Él dice que ella es “demasiado lenta” para él.
  • Cada uno reconoce que se sintió atraído en el noviazgo por algo especial del otro: Él veía en ella a una madre para sus hijos. Ella sentía orgullo por su trayectoria profesional en ascenso y una situación económica que le permitiría no trabajar más. Él pensaba que ella no iba a interferir en su trabajo y que ambos compartían el apego a sus madres. Él le advirtió a ella que sostuviera para con la madre de él la importancia que él mismo le daba. Él dice que su suegra luchaba por el privilegio con los nietos, “no sabe competir, arrasa al otro”.
  • Él reconoció que no necesitaba tener hijos pero que para su madre era importante. Ella dice que esto confirma “que para él pesa más el deseo de su madre que el mío como mujer respecto a ser madre, que así fue como quedé embarazada y que al nacer el nene todo pasó a ser un caos, así no se puede seguir, con su madre en medio de nosotros. Él: “la única que está en el medio de nosotros es tu madre porque vos la llamás todos los días para que organice el caos que es nuestra casa, se ocupe de los chicos, porque es la única que tiene criterio, vos estás anulada”. Ella: “mi madre me saca del pozo.
  • Resurge la discusión entre ellos acerca de quién instaló a quién en la casa mientras va  quedando claro que no manejan sus temas y que la relación entre ambos circula en paralelo con otros vínculos con situaciones pendientes y el caos externo refleja el interno que los desborda.

Recordando las etapas de su vida matrimonial

Entre acusaciones recíprocas por las desilusiones respectivas se fueron despejando los puntos de fractura: un lugar de hijo más relevante que el de esposo y padre; un lugar de niña dependiente que reclama por una madre que la saque “del pozo”. Por otra parte la búsqueda infructuosa de ambos de obtener valoración por parte de sus respectivas madres, (búsqueda que parece destinada a la frustración). Ella dice de él que “sólo busca la admiración y el orgullo de su madre pero que él es sólo un hijo más para ella y ni siquiera el más mirado”. Él dice “por cosas como ésta dejé de estar enamorado de vos”. Él comenta que en el verano anterior alquiló una enorme y cara casa, para disfrutar todos juntos con ambos padres pero que ella intentó hacerle prometer que no iba a ir su madre, y que ante su negativa ella le arrojó cosas que lo lastimaron. Él: “Allí algo se rompió adentro mío, porque sentí que quería destruir a mi madre”. Se acusan en paralelo sin llegar a escucharse, ambos creen tener la verdad y no llegan a escucharse para acceder a una posible comprensión del sentimiento del otro, son diálogos monologados. Ambos sufren.  Contra-transferencialmente siento que toda esta energía desplegada entre ellos y tanta palabra circulante, dice poco, comunica en todo caso acerca de un dolor psíquico del que no pueden hacerse cargo, siento la impotencia que los paraliza y pienso que para no entrar en ese círculo debo ofrecerles una puerta posible de salida que les permita pensar, recordando que los cuerpos expresan en esta familia todo lo que aún está por decirse cuando haya una familia que pueda recibirlo.

Apelando a otros recursos técnicos

Al inicio del cuarto encuentro les digo que agregaremos otro medio de expresión: el dibujo. Los invito a cambiar la orientación espacial de sus sillas de modo que ambos puedan dibujar sin mirarse entre ellos ni sus trabajos. Luego sí podrán compartir lo realizado y hablar del propio trabajo y si lo desean del dibujo del otro. Les pido que dibujen la imagen que cada uno de ellos tiene respecto de sí mismo, del otro, de la pareja y de la familia. A cada dibujo le podrán agregar alguna palabra o frase que consideren útil.

Mi objetivo terapéutico es intentar que se conecten más con ellos mismos y sus fantasías, sin dejar de relacionarse conmigo. Este aspecto tiene que ver con las partes en que ellos no pueden subjetivarse enlazados a la discusión circular que tiene que ver seguramente con los vínculos simbióticos que ambos sostienen con sus respectivas madres. Lo sincrético-fusional (Bleger, 1967) se impone aquí por sobre lo diferenciado.

Respecto a las consignas, serán las mismas, impartidas por igual y se respetarán los tiempos que esta realización le lleve a cada uno. Es de hacer notar que al cambiar la forma de trabajo, pasaron rápidamente de la acalorada discusión sin escucha, a una actitud de adolescentes en la que se ocultaban sus trabajos y amagaban espiar el del otro. El clima era de juego. Cuando terminaron, los invité a orientar sus sillas en la posición anterior y a presentar sus dibujos y asociaciones.

El dibujo de cada uno

Voy a describir uno de los dibujos realizado por él y luego el de ella.

Ambos responden a la consigna graficando la imagen que tenían de ellos como pareja.

Dibujo de él: Él dibuja a un hombre y una mujer separados por un muro, de modo que no se ven. El hombre está solo. Del lado de la mujer, dibuja a lo lejos una niña que llora. Escribe al pie “I’m berliner” (JFK)[1].

Al costado del dibujo, escribe: “Opresión, presión, responsabilidad // libertad”. Lo titula: “Angustia” (se lo nota angustiado y sorprendido al terminar).

Cuando va a explicarlo afirma que eso era lo que sentía pero que creía que no concordaba con lo que era la pareja de ellos. Asociaciones no puede hacer, no se le ocurre nada.

Dibujo de ella: El dibujo de ella representa una forma cónica, oscura, que da idea de profundidad, sombreada, con una silueta pequeña en su interior que no se divisa claramente y una zona más sombreada aún que no permite identificar qué es[2]. Es un dibujo estéticamente bien logrado. No así el de él que parece realizado por un niño. Ella titula a su dibujo “Un proyecto” y se nota una palabra escrita y borroneada de la que queda un rastro que parece decir “truncado”. Casi por encima escribe: “Atrapados en la oscuridad. Dice que es como un torbellino que se mueve, gira adentro, como fuerza centrípeta. Cuando le pido que lo relacione con la consigna, explica que ese es el pozo en el que ellos están, todo es oscuro y no ve la salida. De la silueta dice que puede ser ella, de la segunda forma no menciona nada. Al pedirle asociaciones, dice que por la forma parece un útero visto desde adentro, la silueta ¿será un bebé?, se ríe y dice: “¿seré yo?, embarazada sé que no estoy”. Luego de terminar estos trabajos, cada uno comentó lo realizado, miró el trabajo del otro y escuchó. La consigna era no interrumpirse sino escucharse.

Surgieron aspectos en común y diferencias. Ambos se emocionaron con los relatos del otro. A nivel contra-transferencial sentía que algo empezaba a despejarse, ya no sentía esa impotencia paralizante anterior. Con esta nueva propuesta y su respuesta se mostraba que hacía mucho tiempo que no salían de discursos repetidos de acusación recíproca de los que conocían hasta sus puntos y comas.

Ante estos dibujos, por la vaguedad de las formas y del relato de ella y por la extrañeza de él cuyo dibujo era más nítido pero no podía explicar ni asociar, se mostraba otra historia, la que pertenecía a otro momento y a otros protagonistas, algo que estaba más allá de la capacidad de comprensión y de poder poner en palabras ese contenido.

Les pedí a ambos que para el próximo encuentro trajeran el árbol genealógico familiar.

Ampliando el dispositivo terapéutico

En el curso de esa semana, él me pide una consulta individual, posibilidad contemplada en el contrato inicial a pedido de ambos. En la entrevista me refiere que hace un tiempo que  sale con otra mujer, no entiende porqué lo hizo, ella necesitaba ayuda y a él lo atrapó ser importante para alguien. Iniciaron una aventura amorosa, pero ella quedó embarazada y en dos meses tendría un hijo extramatrimonial. Manifestó su confusión por meterse en situaciones  que él mismo generaba y de las que luego no podía salir. Le aclaré que este secreto que me contaba tendría que salir a la luz con su mujer dado que nuestro contrato era por igual con ambos, que suponía que al haberlo contado era dar un paso hacia la revelación. El deseaba que alguien más lo sepa y esto podría ser una forma nueva respecto a los secretos familiares. La sesión de pareja siguiente se suspendió por el estado de rash alérgico (sarpullido) que no le permitía vestirse.

Habían sucedido hechos significativos: él desde su inicial desconfianza había decidido contarme un secreto, acceder a ello me ponía en una situación comprometida que me incomodaba, como que para confiar había que entrar en un círculo de saber sin decir. Era una trampa. Pero a la vez no acceder entrañaba un mensaje de no compromiso y de no aceptar los riesgos de avanzar por este camino sinuoso de su propio laberinto psíquico. Era indudable que actuaba lo que le pasaba a él y la reacción de su cuerpo brotado lo mostraba.

Entre esa sesión y la siguiente, la esposa me pide una entrevista para la madre de él, aclarando que la pareja acuerda con esto. Voy comprendiendo cómo se establece el juego entre la pareja, los juegos de fuerzas y el lugar que vengo a ocupar en la escena intra e intersubjetiva. Cuando viene a verme la señora me comunica que el hijo le ha contado su dibujo y del árbol genealógico familiar, por lo que cree poder colaborar contando su historia cuyos datos no van a aparecer en el árbol genealógico.  Síntesis de la historia de la madre de él: 

La madre (a la que llamaré Nora) nació en un país de Europa del Este. El padre de Nora (abuelo materno del hombre de esta pareja) viajó a la Argentina con sus dos hijos mayores buscando una situación laboral mejor.

Su madre y ella que era pequeña quedaron en su país, pero en 1940, con la guerra declarada, tomaron el último barco que zarpaba y al llegar aquí comprobaron que el padre había regresado al país de origen.

Dice: “Creo que nunca lloré tanto como cuando no lo encontré…no entendía por qué se fue… tal vez a buscarnos y no pudo volver…se había sacrificado por nosotros”. La madre era española y les había enseñado el idioma, los hermanos vivían con otras familias para las que trabajaban, la madre limpiaba casas y ella quedaba sola en la pensión. Soñaba con el regreso del padre pero terminó la guerra y el padre no regresó. Era una adolescente cuando conoció al marido oriundo del mismo país, se casaron jóvenes. Ella pensaba en su padre, y en las dificultades de la posguerra. Cuando quedó embarazada, a su primer hijo le puso el nombre del padre como reconocimiento por su sacrificio. Tiempo después su madre enfermó y murió. Al hacer los trámites para el entierro tuvo acceso a sus documentos, así se enteró que ella era hija adoptiva, dato que la impactó adjudicando a esto el que su padre no haya regresado al no ser hijos de su sangre, culpándose por el sacrificio de su madre quien decidió esperar a quien no iba a volver hasta que la sorprendió la muerte.

Se erige el Muro de Berlín (1961). Nora piensa que no va a poder volver a verlo pero al año siguiente su padre aparece por Buenos Aires, con su mujer y las fotos de sus otros hijos, descubriendo que éstos eran mayores que ella. Esto le hizo abruptamente comprender que su padre había tenido una doble vida y que a pesar de lo difícil de la guerra había elegido a la otra familia donde estaban sus “verdaderos” hijos. Ella y su madre habían sido “suplantadas”.

Me explica: “Este hijo mío fue buscado después de enterarme de todo esto. No le he dicho a él toda esta historia, saben que soy hija adoptiva, pero nada más. A mí me cuesta mucho hablar porque por años conté la historia del abuelo heroico, pero cuando él me dijo lo que había dibujado, pensé que si para salvar su matrimonio había que decirle, cuente conmigo porque el pobre hijo no sabe qué regalarme para que yo esté feliz, pero no se lo he demostrado, por ahí con este sacrificio de contar la verdad podría ayudarlo. Yo a ellos los veo muy mal. Él sigue pendiente de mí y a mí me molesta eso…”.

Con la riqueza de estos aportes comienza a despejarse la transmisión traumática operante en el vínculo filial entre esta madre y su hijo.

Con respecto a la esposa, el vínculo fusional con su madre también resultaba significativo.

En la siguiente sesión de pareja cada uno habló de la relación con sus madres hasta el punto que no parecían una pareja sexuada sino dos niños trabados en algún punto de sus vidas, por lo que les planteé ampliar el dispositivo terapéutico con una serie de sesiones vinculares entre cada uno de ellos con sus respectivas madres para volver luego a trabajar con la pareja.

En el trabajo realizado con él y su madre, él habló de su alegría porque ella hubiera querido asistir a estas sesiones, relatando los regalos que le hacía y cómo en cambio ella se olvidaba de mirarlo cuando lo reporteaban por televisión. Su madre lo escuchó y fue desgranando la historia que ya me había relatado. Su hijo impactado la escuchaba, preguntaba, lloraba, la abrazaba. El sufrimiento psíquico empezaba a circular desde un niño que crecía con las propias palabras de su madre quien con esta decisión de contarle su verdad, abría un nuevo espacio para este vínculo filial.

Paralelamente en las sesiones vinculares entre la esposa y su propia madre, ésta mostraba una actitud no muy dispuesta, parecía haber accedido a las entrevistas al saber que la otra madre las tenía con su hijo. Lo primero que surgió fue la queja materna acerca de las incapacidades de su hija. Esto se asoció con el sostén del lugar de la eterna niña. La hija expresa su impotencia y menciona sentirse como si aún no hubiera nacido. Le recuerdo las asociaciones que hizo de su dibujo. El clima era de intensa angustia.

En el siguiente encuentro la madre-abuela dice sin emoción que ella fue melliza de una hermana que nació muerta y que cree que ella misma con su peso “la había aplastado. La hija ignoraba esto y la madre como si relatara algo poco importante dice que su madre una sola vez lo mencionó por lo que ella misma no sabe si es cierto o sólo lo imaginó.

Luego de estos encuentros realizados en tiempos paralelos retomamos las sesiones vinculares con la pareja conyugal observando que algo en la actitud y disposición de ellos parecía haber cambiado, se hablaban con otra consideración y respeto, parecía haberse operado en ellos una modificación de la imagen mental del otro. La situación creada al citar y trabajar con ambas madres en paralelo logró contextuar datos históricos que generaron hipótesis acerca de sus conflictivas singulares y en el vínculo conyugal. ¿Qué repetían estos hijos de la historia no procesada de sus ancestros? ¿Acaso la mutua elección de ellos como pareja no respondía a estos aspectos?…, ahora tenían la oportunidad de hacer algo  nuevo con la revelación de datos ocultos durante tanto tiempo y que ellos repetían dándole actualidad. Este revelar lo viejo actualizaba en un tiempo nuevo marcando un antes y un después de saber. Lo interesante era qué hacer con ese saber. Por de pronto los cuerpos de los cuatro miembros de la familia mejoraban y sus síntomas de denuncia emergían más esporádicamente y con forma más benigna. El cuadro más complejo era la piel del padre.

De la repetición a la operatividad

 Cada uno hizo su síntesis de lo descubierto en el trabajo con sus madres, como si al querer compartirlo inauguraran un nuevo espacio psíquico destinado para la pareja.  Aparecía una nueva envoltura, una nueva piel. Él pudo hablar entonces de sus problemas de piel, de ese cuerpo que expresaba necesidad y vergüenza. La piel desgajada que como frontera del cuerpo expresaba la separación dolorosa, el extrañamiento en todos sus sentidos. Ella hablaba de sus dolores de cabeza que la postraban en dependencia. Ambos temas de envolturas psíquicas. Se trabajó con el dolor de los duelos silenciados cuya carga afectiva habrían restringido sus contactos en los tiempos de la unidad dual. Cada madre portaba un duelo y una culpabilidad, y la transmisión de sus contenidos operaba en los hijos centrándolos en un trabajo de constante reparación que parecía excluyente de todo lo demás.

Se pudo aclarar esto y ellos solicitaron proseguir con la terapia ya que habíamos cubierto las del anterior contrato de trabajo por diez entrevistas.

Los síntomas psicosomáticos empezaron a mejorar, cada uno progresaba al recuperar su subjetividad singular y encontrarse como pareja sexuada. Se retomó el trabajo de lo que los atraía recíprocamente, lo cual no fue muy complejo al lograr cada uno ubicar de otro modo el protagonismo de ambas madres. El seguía complaciendo a su madre pero no buscaba ocupar el lugar central, el vínculo entre ellos era más parecido al de una relación filial y parecía que al haber despejado la figura mítica de aquel abuelo y los sentimientos generados a su madre, él podía acompañar su tristeza sin tener que compensar el vacío.

Su mujer también había comprendido lo que movía a su madre al querer retener a sus hijas como hijitas chiquitas y a instalarse como la única madre que sabía. Entre estas historias de vida se entrecruzaban necesidades, vivencias, urgencias, recuerdos que creaban niveles complejos en la realidad intrapsíquica e intersubjetiva y era preciso trabajarlos, para recuperar de ellos el afecto que los podía reunir en esta relación conyugal resignificando el sentido. Aún quedaba el tema del secreto del hijo extramatrimonial por nacer el cual era preciso develar pero con consciencia que esto generaría una conmoción que atentaría contra los avances, reinstalando la desconfianza. Este proceso requeriría de otros tiempos y otras posibles derivaciones. A los efectos de este trabajo sólo presento esta parte.

Reflexión final

 La emergencia de lo psicosomático[3], nos plantea al cuerpo como escenario donde se exhibían los dolores de esta historia familiar, inscripta allí al modo de un pictograma (P. Aulagnier) en el que se debía buscar su clave para descifrar el sentido y aportarle palabra. El cuerpo de cada uno contaba una historia enmudecida. Trabajar con la envoltura psíquica (Didier Anzieu) que recubre, envuelve, protege el psiquismo naciente y delimita el adentro del afuera de sí, en sus sucesivos encuentros desde una díada fusional hacia una diferenciación progresiva y subjetivante. La envoltura psíquica se forma con los primeros registros de lo que sucede en esos repetitivos encuentros con la piel corporal de la figura de apego y todo lo que de ella emana. Esta membrana dará mayor o menor solidez y estabilidad al yo, apuntalado en las experiencias del encuentro con el otro. La envoltura psíquica marca asimismo un límite entre lo interno, propio y lo exterior (Morosini, 2013).  

Se trató, en el encuadre y espacio psicoanalítico, de articular mediante los recursos de la técnica, la lectura de la cadena asociativa vincular, trabajando con los aspectos narcisistas dañados, las identificaciones cautivantes signadas por las idealizaciones del narcisismo parental y acceder a las representaciones que dieran sentido a lo vivido, integrándolas como parte del Yo.

La transmisión en bruto de un trauma que devino atravesando las generaciones, intervino en la construcción del psiquismo de los descendientes, quienes ante el silencio y lo reprimido parental, “obligó” – por negatividad relativa – a los Yoes de cada psiquismo a disponer de mecanismos como la represión, desmentida, escisión y negación, dificultando el proceso de pensar, aprender y predisponiendo a afectos como el temor, la inmovilidad, la desconfianza.

Opera en el proceso de transmisión traumática un defecto del sistema de paraexcitación por un exceso de excitaciones que carecen por tanto de adecuado procesamiento, por lo que la brutalidad de la transmisión es más traumática que el traumatismo mismo (Ciccone, 1997). Cuando la palabra actúa como obstáculo y no como medio de entendimiento como sucedía con los diálogos – monologados de esta pareja, el trabajo con representaciones gráficas permite acceder a lo que César y Sara Botella (1997; 2001) definen como el más allá de la huella mnémica que es la memoria sin recuerdo y que aparecerá en forma de percepción alucinatoria. Eliminar parte del contacto visual entre ellos colaboró con la recuperación de su propia subjetivación, sin perder la mirada del terapeuta, evitando el sentimiento de desamparo psíquico, con una propuesta que enlazara formas propias del sueño y del juego.

Este encuadre de trabajo propone el espacio analítico como un espacio transicional, el que ha sido deficitario en tiempos de la organización psíquica de estos pacientes.   Acceder a otra dimensión de la historia contada con la voz de sus propias madres abrió el camino de las alianzas inconscientes por las que respondían a situaciones dolorosas revelando el telescopaje (Faimberg, 1993) de la transmisión transubjetiva traumática, y el entrecruzamiento de sus respectivas interfantasmatizaciones (Anzieu, 1975).

En ese cruce se dinamizan conceptos como el de sujeto del inconsciente, sujeto del grupo, aparato psíquico grupal (Kaës, 1993a), y aparato psíquico familiar (Ruffiot, 1981).

La culpabilidad, la vergüenza, el sentimiento de extrañeza son indicios del secreto inconfesable de aquello que no se dice, que no se sabe, pero que en algún nivel se siente y expresa por las marcas del cuerpo.

¿Cuál es el lugar que en el contrato narcisista parental viene a ocupar este hijo nacido en tiempos del desengaño materno? Y ¿Cuál es el sentido de retener a esta niña como una compañera que no va a abandonar a su madre en tanto no crezca y a la vez perezca repetitivamente para no ofrecer competencia?

Estas son sólo algunas preguntas que nos llevan a pensar en las figuras que en cada familia se desplegaban desde los mitos familiares (Losso R., 1996). 

Este niño- el hombre de esta pareja- no llevará el nombre del abuelo otorgado al hermano mayor, ni tampoco el de su padre otorgado al menor. Pareciera que en este contrato silente hay una violencia subterránea que lo  coloca en el lugar del desafío entre repetir y desanudar la historia, por el que reivindicará a su madre de sus dolores, le aportará el orgullo con sus propios éxitos que mitiguen sus vergüenzas, pero paralelamente resultará otro padre fallado para sus hijos, otro padre abandonante y transgresor que procrea fuera del matrimonio, que oculta su secreto.  Estos contenidos se encriptaron (Abraham y Torok, 1978) y el sufrimiento apareció en la piel, límite de su cuerpo y en los bordes de su psiquismo disociado entre el adulto ejecutivo exitoso y el niño solitario que jugaba con soldaditos de plomo (conservaba su caja intacta desde su infancia y jugaba con ellos sólo en su escritorio).

El trabajo de transcripción propio de la transmisión transicional (Kaës, 1993b; Winnicott, 1971) no se cumplió y el silencio críptico de la figura materna recayó como sombra sobre el cuerpo del hijo, sobre su piel carente de gozosa envoltura.  Esta niña – la mujer de esta pareja – hija mayor, nacerá para la madre para ser su posesión, su objeto, confirmando que no ha quedado dañada por la fusión vidamuerte. Un relato peregrino la congeló como asesina de su melliza plasmando un vínculo fraterno imposible y un vínculo filial sin posibilidad de desarrollo. Sus migrañas la recluían en dependencia a la vez que la anulaban.

Esta pareja sostenía en común la dependencia infantil afectiva, por la cual la ilusión de completamiento, dada en el encuentro inicial, pronto se fracturó al colisionar ambas estructuras familiares en el espacio interno y externo. En ambos se daba una situación de apego ansioso (Bowlby, 1960) no discriminado, que los hacía sufrir. De no mediar el trabajo psíquico habría proseguido y agravado el sufrimiento familiar, al acrecentarse la violencia subyacente.

En la cuarta generación (los pequeños hijos de esta pareja) encontramos a un niño desvitalizado, con una carga de violencia y muerte como mostraban sus juegos y sus miedos; y a una niña gritando en sus enojos su soledad y miedo al desamparo. Y en ambos los dolores en cuerpos que enfermaban.

El proceso psicoanalítico posibilitó la mentalización esclareciendo lo oculto, recuperando procesos intrapsíquicos y pasando de situaciones de estado del vínculo (fusional y sincrético) a una estructura vincular, ya que pudieron reconocerse entre ellos de un modo discriminado en su intersubjetividad.  La escenificación gráfica dio pie a la apertura de lo encriptado. El trabajo de ligadura que pudo hacerse con la colaboración de las madres – abuelas, hizo posible que aflore el nudo histórico silenciado.

Ambas al decidir colaborar levantando la barrera del silencio impuesto, soltaron las amarras a un tiempo circular detenido. Sus presencias y palabras calificadas dieron un valor agregado al espacio terapéutico, obteniendo cada hijo la calidad de mirada, palabra y escucha que habían buscado toda su vida. Se pudo realizar una historización simbolizante a partir de acontecimientos (Berenstein, 2001) que hubo que inscribir suplementando con aspectos nuevos que les aportaran un plus en significación. El acontecimiento del advenimiento de un nuevo hijo por fuera del matrimonio implico la necesidad de darle nominación y a partir de ello acceder a la posibilidad de representación de esto nuevo que resultaba una exigencia y a la vez una nueva oportunidad. El nacimiento del hijo impedía la instalación de la denegación.

El devenir abrió un espacio de comprensión dando una lectura situacional a la clínica, debido a la producción de subjetividad en un contexto enmarcado. Lo situacional articula una lectura de los elementos del pasado con los nuevos y preparan para la transformación de aquello que será un hecho en el futuro. La repetición, aunque es imposible no pensarla dada la semejanza entre sucesos, nunca es una repetición idéntica. En el espacio terapéutico analítico se trabajó con las transformaciones operadas y por operar, con lo que venía de un antes y con lo que ellos podían modificar para constituir un después con matices singulares y propios de la historia que ellos construían, para lo cual hubo que de-construir parte de la historia anterior.

Ceso aquí esta presentación ya que refiere a los problemas psicosomáticos. El resto del trabajo será objeto de otra exposición.


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[1] Aclaro que esta expresión perteneció a J. F. Kennedy en su visita al Muro de Berlín el 26 de Junio de 1963.

[2] Se trata de un cono invertido con la punta para abajo y la cara superior muestra una espiral que baja hacia el interior del cono y un haz que pinta de negro que va desde la cara superior hacia la punta interna inferior, adentro las zonas sombreadas.

[3] Hago referencia al proceso de la unidad somatopsíquica, a la visión totalizadora de la persona que toma en cuenta la historia, el contexto témporo – espacial y busca superar los dualismos y las clasificaciones.

International Review for  Couple and Family Psychoanalysis

IACFP

ISSN 2105-1038