REVIEW N° 20 | YEAR 2019 / 1
Summary
The secret in the narrative of the family history. The “second scene”
The author sets out the processes that take place in the family narrative, and underlines how and when the intervention of the family therapist is required to establish the transferential field. She outlines the work achieved through remembering, by weaving together memories, and hidden elements. She goes on to show how a “truth” arises in the second scene of the plot, following the co-construction of settings through the use of psychodrama techniques, which include drawing a family tree and recounting the family’s story. The family “novel”, in its iterations, illustrates the family’s stories, equally well whether their identity is subjective or intersubjective, compared with family histories. In the TFP process, there is an invariable appearance: the secret – creator of accomplices and hostages – which operates like an intruder, which must be evicted with all the necessary precautions.
Keywords: family narrative, remembering and memories, second scene, psychodrama techniques, secret.
Résumé
Le secret dans la narration de l’histoire familiale. La “deuxième scène”
L’auteur met en évidence les processus qui interviennent dans la narration familiale, et souligne quand et comment l’intervention de l’analyste familial est requise pour mettre en place le champ transférentiel. Elle met en relief le travail effectué avec la mémoire, le tissage des souvenirs, les éléments cachés, et montre comment “une vérité” surgit dans un deuxième temps à partir de la co-construction des scènes avec des techniques et des moyens psychodramatiques, parmi lesquels l’arbre généalogique familial et la narration autobiographique. Le roman familial avec ses transmissions illustre les histoires de famille, aussi bien de l’identité subjective que de l’intersubjective, relatives aux histoires familiales. Lors du processus de TFP surgit une présence presque constante: le secret, créateur de complices et d’otages, qui opère comme un intrus qu’il faut déloger en prenant toutes les précautions nécessaires.
Mots clés: narration familiale, mémoire et souvenirs, deuxième scène, moyens techniques, secret.
Resumen
El secreto en la narrativa de la historia familiar. La “segunda escena”
La autora plantea los procesos que intervienen en la narrativa familiar, y cómo y cuándo se requiere la intervención del analista de familia dando curso al campo transferencial. Se señala el trabajo con la memoria, el hilvanar recuerdos, los ocultamientos y cómo surge “una verdad” en la segunda escena de la trama al co-construir las escenificaciones por medio de técnicas y recursos psicodramáticos, entre ellos: el árbol genealógico familiar y la narración autobiográfica. La novela familiar con sus transmisiones ilustra las historias en familia, tanto de la identidad subjetiva como intersubjetiva que hacen a las historias de familias. En el proceso de TFP surge una casi constante presencia: el secreto, generador de cómplices y rehenes, que opera al modo del intruso al que es preciso desalojar con los necesarios recaudos.
Palabras clave: narrativa familiar, memoria y recuerdos, segunda escena, recursos técnicos, el secreto.
ARTICLE
Como terapeutas de familia trabajamos con procesos como la identificación, las transmisiones inter y trans-generacionales (Kaës, 1993a; 1993b), los secretos (Morosini, 2011) que pueden inaugurar criptas, el sufrimiento y dolor psíquico que genera síntomas en el cuerpo (Morosini, 2008a); y así gestan la necesidad de intervención del tercero terapéutico. Es en el inter-juego dinámico entre transferencia – contratransferencia e inter-transferencia lo que nos permite comprender lo incomprensible, traducir sentidos y significados para cada familia y operar cambios en los dolorosos y conflictivos nudos que los atan a historias en y de familia, que vienen y devienen de mucho tiempo atrás. La memoria permite “recordar” hechos, sentimientos e impresiones sensoriales los que cuando es posible – se vuelcan en un relato. Al reconstruir y co-construir en el espacio terapéutico con las familias las escenas que evoca la memoria, aparecen diversas versiones en esa narrativa, las que aun estando disfrazadas, permiten develar algo más. Dice Alain de Mijolla: «Le souvenir, un mensonge qui dit toujours la vérité» (De Mijolla, 2004, p. 45).
Tomo la frase de Alain de Mijolla, ya que en las historia de familias parte del material lo constituyen los recuerdos con sus vivencias ocultas y en ellos transitan diversas interpretaciones y asignaciones de sentidos, destinadas muchas veces a proseguir ocultando una verdad. Es esa verdad – la que generalmente emerge escondida en las formaciones sintomáticas – la que comunica acerca del malestar y emite desde el cuerpo una señal, que complica el ocultamiento presionando para que el secreto salga a la luz (Morosini, 2008b). En el contexto del campo transferencial emergen los efectos de la transmisión generacional. Las identificaciones (identificar – ser identificado e identificarse) generan participación activa de la subjetivación, en la cual las alianzas inconscientes y el narcisismo implícito en los vínculos transporta y transmite investiduras libidinales amalgamadas con las circunstancias de la realidad exterior (Kaës, 1997).
Cada novela familiar contiene transmisiones de un saber acerca de sus procedencias históricas, de sus nudos particulares e intersubjetivos. Como terapeuta familiar trabajo con el psicodrama psicoanalítico y al recrear los escenarios familiares en el contexto dramático donde se representan las versiones de la narrativa familiar, asistimos como testigos a las vivencias subjetivas e intersubjetivas del trabajo de la memoria y en ese espacio presencial accedemos a la posibilidad de co-crear un desenlace que resuelva algo inconcluso; a inaugurar una comprensión diferente y si es posible una lectura reparadora; generando la posibilidad de articular defensas más adecuadas y constructivas; a la búsqueda de comprender un proceso doloroso que, al persistir en el tiempo, resultaría más dañino.
Acceder a operar con el recuerdo y actualizarlo por medio de la escenificación, abre un posible camino que despeje lo intrincado del conflicto. En el proceso de identificación interviene el deseo narcisístico inconsciente del otro (madre – padre – familia) que lo toma como objeto de amor y de deseo (Freud, 1914). Pero los sentimientos tienen aspectos ambivalentes, que se interpelan mutuamente y se conjugan con los sentimientos de otros miembros significativos de la familia y de los lugares que cada uno ocupa, desde sí y desde la mente de los demás.
En el contexto dramático la familia construye sus escenas y en la dinámica del juego surgen otras que no están planificadas. Es el terreno donde se despliega la trama en tanto entretejido de las versiones históricas intersubjetivas, con su carga de afectos implicados. Así hay aspectos en el proceso de identificación que resultan agobiantes y que son los que se observan en los escenarios al desplegar la “segunda escena” (Freud, 1913-17; 1932) (la no planificada, donde operan las fantasías de identificación inconsciente). Los secretos con sus contenidos ocultos, sus dudosas razones argumentativas y los sentimientos enigmáticos que generan, dan lugar a lo que llamo “la segunda escena” (actuada en la dramática y no pensada) la que emerge detrás de la escena narrada y es la que devela lo acallado.
Historia subjetiva e intersubjetiva – historia familiar
Cada historia de vida se entrelaza con la historia de cada uno de los progenitores, la historia de la pareja que formaron y de donde proviene el hijo, la historia del vínculo conyugal al que ambos padres asistieron desde su infancia, la de los miembros de la fratria, la historia del vínculo fraterno, el lugar de cada uno en el árbol genealógico ancestral (Morosini, 2006; 2007).
Cada una de estas historias contiene su novela, relatos contados o callados, mitos construidos acerca de episodios y personajes y el sentido peculiar de los mismos (Ruffiot, 1980). Hay sentimientos de temor, satisfacción, deseos, frustraciones que acompañan cada tramo, dando un sentido a la narración según sea el lugar desde el que se la cuenta. Todo este proceso que son los segmentos de las historias en familia, se enmarca en la Historia de Familia que circula tanto en el eje horizontal como transversal.
Nuestra labor como analistas – terapeutas de parejas y familias al recibir un pedido de consulta, requiere apertura para recibir a quienes aún no conocemos. Las hipótesis de trabajo aparecen a medida que transitamos con ellos. Indicadores como: quién habla, quién calla, quiénes aceptan, quiénes confrontan, las contradicciones, acusaciones, quejas, tolerancias son vectores que nos guían para comprender cuál es el sentido de estar allí para cada uno.
Un trabajo interesante y fructífero es que entre todos construyan el árbol genealógico familiar y a medida que lo construyen surgen preguntas, respuestas, mitos y focos de zonas oscuras. Cuando hay disposición, les sugiero poder escribir sus propios relatos autobiográficos puestos en una línea de vida como técnica aplicada sobre la cual trabajar después. En mi experiencia clínica trabajando con familias como con parejas, llegados a este punto de la tarea, emerge un factor constante y de peso en la historia como determinante de las formaciones sintomáticas: un secreto.
El secreto, generador de cómplices y rehenes
El secreto encripta con su sola existencia (Rouchy, 1995). Quien decide que una situación quede oculta captura cómplices y rehenes. Quien sabe y oculta se hace cómplice del decisor y quien no accede a ese saber pero lo recibe y padece, por alguna de las otras vías de transmisión psíquica, queda inevitablemente como rehén.
El secreto a lo largo de la historia tiene un papel decisivo porque diseña una orografía de caminos permitidos y vedados, sentimientos avalados y denegados, familiaridades y extrañezas, poder e impotencias. Esta capacidad hace que se geste como una instancia tercera que opera al modo del intruso. El secreto obra también en las entrañas de la mítica familiar. La deforma porque diseña un paisaje paralelo. Si los mitos familiares tienen como una de sus funciones la de preservar cierta homeostasis en el grupo, los secretos bosquejan zonas que deben ser excluidas y obligan a reforzar relatos míticos para dar credibilidad a la narrativa. Cuando en el trabajo analítico familiar se tocan estos bordes se reavivan los conflictos y aparece una lucha férrea por no alterar el statu quo logrado, aún a costa de que la enfermedad progrese y con ella la angustia (Freud, 1925) de todos los miembros de la familia.
El secreto crea un espacio de cierta locura, que se cierra sobre sí y encierra como rehenes a quienes quedan obligados tanto a no saber, como sabiendo, a callar. Se impone la violencia del silencio. El silencio, cuando deviene de un pacto, se transforma también en el círculo que los encierra y forma un borde que los separa de los demás. Es una parte loca que requiere alejar de sí algo vivido para “salvar” el resto. Ese ocultamiento opera en el cuerpo de algún miembro de la familia que surge como depositario propicio y lo posee al modo del intruso (Faimberg, 1993) que se adueña de un manejo con aristas perversas. Alberto Ciccone (1999) define como intrusión imagoica a los objetos internos parentales que son impuestos a las generaciones siguientes por una transmisión traumática y por proceso incorporativo. Al generar una mentira acerca de la parte que se dice, versus la que se omite, se deforman los hechos y estos adquieren relieves enigmáticos que inquietan a quienes los evocan. Cuando esta “inquietud” hace síntoma genera preocupación en la familia, por la que suele plantearse una consulta con un profesional especializado, con frecuencia asisten derivados por el médico clínico o especialista para esclarecer las causas de una sintomatología orgánica que no responde adecuadamente al tratamiento. Algo de lo enigmático también se observa allí cuando el psicoanalista, al entender que parte del proceso sintomático circula en lo familiar, inicia una escucha con la que puede acercarse a una historia. Recomponer la historia, al modo de un rompecabezas, requiere articular la trama de la narrativa familiar, de modo que en las historias en familia salgan a luz el Historial Familiar que desde lo inter y transgeneracional, aporte luz a la carga de secretos, sentidos como vergonzantes, a la culpa por conductas impropias y opciones ilícitas las que suelen involucrar a más de un miembro de la familia.
En mi experiencia clínica, es en el espacio psicodramático en el que, al dar forma concreta a los recuerdos, surge la posibilidad de trabajar con las ilusiones y sus disfraces, con los aspectos ocultos y mentidos, y así despejar otras realidades. Acceder a la parte oculta, escindida en las diversas versiones de los recuerdos, es un trabajo complejo y que exige un verdadero compromiso por parte del equipo terapéutico. Se tiene que contar con la presencia y voluntad de quien sabe y maneja el poder del secreto, de poder mostrar el sentido constructivo y ético para consentir en develarlo, tener sentido y adquirir significado para quién así lo decida. Tiene además que contar con un espacio de confianza previamente construido en el vínculo transferencial – contratransferencial de la terapia analítica y saber que este secreto a develar pertenece a otro gran círculo que es el del secreto profesional. Esta es otra trama a entretejer y por la cual se precisa hacerse cargo aún de una responsabilidad mayor. También el equipo terapéutico tiene que saber discernir respetar la voluntad de silencio y el sentido del mismo.
Quien maneja el secreto, guarda la llave y sabemos la importancia que tiene poseer la llave que abra y cierre puertas. Autores como Racamier (1996) y Tisseron (1996) han trabajado con este tema, nudo central en las historias en familia y de familias.
He presentado en congresos y debates clínicos anteriores, casos de familias cuyos miembros pequeños padecían una patología corporal de pronóstico complejo y que no respondían al tratamiento médico, razón que generaba una preocupación por la que aceptaron tratarse como familia. En todos esos casos – que Uds. pueden leer ya que los cito en la bibliografía que acompaña este texto – se develaron situaciones ocultas a la memoria y cuando en algunos de ellos persistió la negativa a hablar, el mismo material apareció en los sueños del paciente designado (Pichón-Rivière, 1985) pudiendo así afirmar nuevamente el tema de la transmisión psíquica, ya que uno soñaba lo que el otro callaba. Esto se pudo trabajar como contenido onírico en el contexto dramático.
Una situación personal
En esta presentación he decidido acompañar las ideas teóricas que he expresado con un ejemplo clínico diferente de mis presentaciones habituales. En este caso he decidido exponer un episodio de mi propia vida.
Tomar esta decisión fue el resultado de mucha reflexión personal y a su vez de un intenso trabajo analítico. Requiere compromiso para con el auditorio y contar con el sentimiento anticipado de la confianza que me depara el entorno de mis colegas, muchos de ellos a quienes felizmente conozco. Además considero que a esta altura de mi compromiso con el ejercicio profesional bien puedo dar este paso con el que me animo a exponerme y reitero que abro este relato ante Uds. porque forma parte de mi trabajo analítico personal, el que es un instrumento insoslayable en la construcción de todo terapeuta e interviene en afinar los recursos para comprender y ampliar el campo transferencial. Es más fácil hablar desde el lugar del profesional acerca de la vida familiar de otros que no son nuestra propia familia pero como terapeutas analistas de familias, sabemos que nuestro interés por la investigación científica de los laberintos psíquicos tiene que ver con la propia historia, y en este caso con mi interés en el peso que tienen los secretos familiares y en la importancia de buscar los caminos apropiados para develarlos, cuidándolos con profundo respeto.
Cuando era pequeña mi familia materna hablaba el italiano en casa y con frecuencia en el relato, ese idioma era interrumpido por otro idioma el que yo no lograba comprender. Mi madre y mi abuela materna hablaban ciertos temas en otro idioma. Por ese tiempo me recuerdo alerta por este indicio y a la búsqueda de datos en documentos familiares. Encontré algunos con fechas y lugares que se contaban cambiados.
Fui creciendo y averigüé datos ciertos en cédulas y pasaportes, pero intuí que no debía decir lo que sabía. Decidí a mis pocos años (tenía seis años) que habría alguna razón para que lo contaran de ese modo. A mí me bastaba con saber cierta parte de la verdad, aunque aún ignorara el motivo.
Muchos años después, ya adulta y con mi propia familia, preparaba mi tesis doctoral y un día mi madre me preguntó sobre qué tema trataría mi tesis y le enuncié sobre El peso de los secretos en la historia transgeneracional de las familias. Ella muy cálidamente tomó mi mano y me dijo “entonces tienes que empezar por saber los de tu propia familia”. No me sorprendió lo que dijo porque supe desde siempre que estaban ahí, pero sí me conmovió que decidiera abrir ese lacre hermético y transportado durante tanto tiempo. Hoy junto a la valentía de decir esto delante de Uds. – mis colegas – por lo vivencial que representa para mí, brindo un homenaje de gratitud a mi madre quien habiendo logrado silenciar durante toda su vida ciertos hechos que la habían afectado mucho, a sus 90 años y estando más cerca del más allá, decidía abrir su secreto y dejar fluir su historia como contribución a mi trabajo y compromiso conmigo. Le pedí permiso para grabar lo que iba a decirme y antes de que hablara le anticipé que todo lo que fuera a contarme iba a compartirlo con mi hermana quien tenía el mismo derecho que yo a conocer lo que ella iba a decirme. A ambas cosas accedió de buen grado.
Así me relató su historia, la que repito no me sorprendió pero sí entendí el sentido de ciertas decisiones tomadas por mis abuelos, comprendí actitudes, reacciones y fue como si en una fotografía que se está revelando emergiera cada forma con nitidez.
A partir de esa transmisión el secreto quedó desarticulado y cada hecho pasó a ocupar su apropiado lugar. Todo estaba claro. Lo sucedido me ayudó a comprender mucho más profundamente el sentido de los secretos y la importancia de su revelación. También acerca de las condiciones necesarias que se requieren y el cuidado respetuoso de todo ese material que es constitutivo de las historias que hacen a las familias.
Primero lo hablé con mi hermana con el acuerdo previo de mi madre y luego lo pudimos conversar las tres y decidimos abrir esta caja a nuestros hijos, destinatarios directos de los efectos de esta historia transgeneracional.
La familia tuvo acceso a la verdad histórica y a reacomodar los recuerdos despejando lo cierto de lo que no lo era. Mi madre pudo decirme que sentía que ahora podía partir en paz, no obstante vivió buenos trece años más y falleció a los 103 años, lúcida e inteligente como siempre fue.
¿Qué me pasó a mí? Que además de comprender el sentido de mis búsquedas, mi elección de la carrera de psicología y mi interés por el psicoanálisis, por los niños y sus familias, empecé a entender ¡el francés! Como una cortina que al correrse deja ver el panorama. Al ser tan evidente esa barrera que se había levantado en mi entendimiento, recordé que cuando mi madre y mi abuela hablaban sus secretos, lo hacían en francés, idioma-señuelo con el que nos mostraban que había algo a lo que no teníamos acceso, algo del orden de lo enigmático.
Bibliografía
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