REVIEW N° 10 | YEAR 2011 / 2

The family “silent transformation”

The family “silent transformation”

This article focuses on the difficult position of psychoanalysts facing the new and complex situations proposed by families. Nowadays it seems that we are losing internal and external reference points that are probably difficult to mourn, while we do not seem capable of inventing new identities for individuals and families.

In today’s families we see a prevalence of narcissism as a defence from experiences of abandonment, loss and not belonging.

These changes are slow and silent and not easily identified.

Within this framework, the authors locate some considerations on the current instabilities in couples and families and, in a wider sense, in the love relations typical of them.

The authors focus in particular on the transformations in some unconscious, preconscious and conscious psychic functions specifically implied in the transformation of families and the emergence of what are currently called new families.

In the authors’ opinion, the main lines of these silent transformations run along the mythopoietic, bonding, subjectivation and parental functions.

These psychic functions, seen as crucial for the transformation process, require special attention from the therapist.

The family and couple setting, with its peculiar features, is considered an indispensable tool for a stable and continuous containment of today’s unstable families.

Keywords: Unconscious psychic functions, mythopoetic, Link, subjectualization, parenthood


«La transformation silencieuse de la Famille»

Cet article veut mettre l’accent sur les difficultés auxquelles les psychanalystes se heurtent aujourd’hui lorsqu’ils sont confrontés aux situations nouvelles et complexes que leur présente la famille. Nous vivons une période où les repères intérieurs et extérieurs s’effondrent, et nous avons sans doute du mal à en faire le deuil et à réinventer les identités individuelles et familiales.

Nous observons, dans les familles, une prédominance de la dimension narcissique qui est une défense contre les vécus d’abandon et la perte du sentiment d’appartenance.

Ces transformations se produisent lentement et silencieusement, de sorte qu’il est difficile de les reconnaître.

C’est dans ce contexte que s’inscrivent les considérations des deux auteures sur les déstabilisations actuelles du couple/famille et, dans un sens plus large, des relations affectives qui le caractérisent.

Les auteures se penchent notamment sur le processus de transformation des fonctions psychiques inconscientes, préconscientes et conscientes qui entrent en jeu dans la détermination des mutations de la famille et l’émergence de ce que l’on appelle couramment les nouvelles familles.

Elles identifient, en tant que lignes de transformation silencieuse, la fonction mythopoïétique, la fonction du lien, la fonction subjectalisante et la fonction parentale.

Ces fonctions psychiques, considérées comme importantes dans le processus de transformation, exigent du thérapeute une attention particulière.

Le dispositif familial et de couple est considéré, en raison de ses caractéristiques, comme un instrument incontournable pour contenir de manière stable et constante l’instabilité actuelle du groupe familial.

 

Mots-Clé  : Fonctions psychiques inconscientes, mythopoïétique, Lien, Subjectivation, Parentalité


La “transformación silenciosa” de la familia

El artículo quiere poner el acento sobre la dificultad actual del psicoanalista al confrontarse con las situaciones nuevas y complejas que la familia nos propone.

Estamos en un período de caída de las referencias internas y externas, y probablemente nos cuesta, al hacer el duelo necesario,  reinventar la identidad individual y familiar.

Observamos en las familias una prevalencia de la dimensión narcisista como defensa frente a vivencias de abandono y de la pérdida del sentimiento de pertenencia.

Estas transformaciones suceden lenta y silenciosamente tanto es así que puede ser difícil reconocerlas.

Es en este contexto que se inscribirán las consideraciones de las autoras sobre la desestabilización actual de la pareja / familia, y en un sentido más amplio,  de relaciones afectivas que la caracterizan. En particular se centrará sobre el proceso de transformación de algunas funciones psíquicas inconscientes, preconscientes y conscientes, particularmente implicadas en determinar los cambios de la familia, con la emergencia de aquellas que comúnmente son llamadas nuevas familias.

Las autoras individualizan cuáles son las líneas de transformación silenciosa: la función mitopoiética, la función del vínculo, la función de subjetivación, y la función parental.

Tales funciones psíquicas, consideradas relevantes en el proceso de transformación, requieren de parte del terapeuta una atención particular.

El setting familiar y de pareja, con sus características peculiares, es considerado un instrumento imprescindible al garantizar una contención estable y continuada frente a la inestabilidad actual del grupo familiar.

 

Palabras Claves: Funciones psíquicas Inconscientes, mitopoiética, Vínculo, Subjetivación, Parentalidad


ARTICLE

La “transformacion silenciosa” de la familia 

DANIELA LUCARELLI, GABRIELA TAVAZZA

El psicoanálisis ha sido siempre sensible al contexto cultural. Freud, en realidad ha indagado la etiología sexual de las neurosis a partir de la naturaleza rígida de la estructura familiar de su época. Ya en el “Malestar de la Cultura” (1930) anticipa muchos males de nuestro tiempo con el concepto de “mezquindad psicológica de la masa” que se refiere a los hombres privados de los puntos de referencia tradicionales. Freud reconoce los comienzos de una radical transformación de la vida cultural y denuncia sus efectos en la vida psíquica.

Actualmente en el siglo XXI, asistimos a una disminución de las referencias que resguardan a la sociedad y los psicoanalistas nos encontramos frente a patologías narcisistas y  con las instituciones familiares en transformación.

Proponemos seguidamente algunas reflexiones en torno al tema de las nuevas familias, donde el adjetivo “nuevo” en contraposición a la idea de “viejo” evoca una idea de cambio, o sea de un “cambio imprevisto de situaciones” (Diz. Enc. Treccani).

En realidad la institución familiar siempre ha estado en transformación, es la institución que más mutaciones y adaptaciones ha sostenido de la historia humana y se ha mantenido viva a través de los diferentes sistemas sociales.

¿Como suceden estas transformaciones? Nos parece útil recurrir al concepto de “trasformación silenciosa” siempre en movimiento, propuesto por el filósofo francés F. Jullien quien remite a una realidad fluida e       indeterminada, donde         aquello       que   existe contemporáneamente rápidamente también es otra cosa.

La  realidad – él escribe – está hecha de maduración silenciosa, de las trasformaciones continuas y  globales que, aunque están delante de nuestros ojos, frecuentemente nos rehusamos a verlas. Aquello que recogemos es el evento, expresión de la realidad, por cuanto en nuestra vida cotidiana las transformaciones son reconocidas sobre todo a partir de la presencia de los eventos.

En nuestra sociedad actual estamos enfrentados a una multiplicidad de cambios que representan los “eventos”, aspectos emergentes de las transformaciones que, como lo ha bien señalado René Kaës, son resguardadas por los  garantes metapsíquicos y los garantes metasociales. Los primeros consisten esencialmente en las interdicciones fundamentales y en los contratos intersubjetivos que sostienen los principios organizadores de la estructuración del psiquismo, los segundos  son las grandes estructuras que aseguran el orden social y la cultura.

Actualmente van desapareciendo las formas reconocidas de las ideologías y de los mitos, que en el pasado, han provisto las referencias identificatorias necesarias para la estabilidad social e individual. Esta desaparición va a complicar la estructuración y el funcionamiento de la vida psíquica del sujeto y de la familia; basta pensar en los cuestiones propuestas por la comunidad científica acerca del estado actual de las funciones organizadoras del Edipo, la incertidumbre identitaria y el individualismo como símbolo del sufrimiento narcisístico.

Estamos frente a un período de caída de los referentes internos y externos y probablemente nos fatigamos en el frenesí con que luchamos necesariamente por reinventar la identidad.

El contexto de incertidumbre en el cual nos hallamos viviendo, es definido por Bauman, teórico de la postmodernidad, con el concepto  de ‘liquidez”. Para este autor uno de los cambios que representan los aspectos más impresionantes de la fase actual es que no tienen nada de sólidos y la liquidez parece así ser la metáfora más eficaz del mundo globalizado. Estamos frente, dice, a “una inédita fluidez, fragilidad e intrínseca transitoriedad que caracteriza todos los tipos de vínculos, los cuales hace sólo pocas docenas de años se coagulaban en una duración, marco confiable en el cual era posible tejer con seguridad una red de interacciones humanas” (Bauman, 2004).

En el pasado han sido prevalentes los cambios, que teniendo lugar en la sociedad, luego se reflejaron en las relaciones interpersonales, produciendo transformaciones en las vicisitudes fantasmáticas que caracterizan la vida mental individual, familiar y de pareja. Actualmente, debemos necesariamente considerar atentamente la relevancia de la corriente inversa del proceso, aquella por la cual se da una forma relacional familiar móvil, precaria, heterogénea, determinando una problemática, con la cual se puede estar formando una nueva cultura.

Si, en realidad, en la sociedad tradicional la familia era una especie de isla privada – social, delimitada por límites bien precisos, un ámbito de vida que interiorizaba la cultura de la comunidad circundante. ¿Podemos pensar que en la familia actual la desestabilización determinada por la necesidad de búsqueda de nuevos equilibrios relacionales en las nuevas y variadas formas familiares, esté dando vida a nuevos estilos de vínculos que podrían tener una función transformadora también en lo social?

Estas breves notas nos han parecido útiles para delinear el marco en el cual inscribir nuestras consideraciones acerca de las desestabilizaciones en la familia y la pareja y en un sentido más amplio, en las relaciones afectivas que las caracterizan.

Pensamos que una óptica psicoanalítica, que nos permita poner a dialogar lo intrapsíquico con lo interpersonal, resulta la más idónea para comprender los procesos de transformaciones que tienen lugar  en la sociedad, sin limitarnos a tomar en cuenta únicamente los eventos singulares.

Al llevar adelante esta reflexión hemos pensado en proponerles la imagen de una “trama de líneas de transformación silenciosa” como metáfora que expresa la idea de funciones psíquicas, presentes en los individuos y en sus relaciones de pareja y de familia, en una evolución en la que se estrechan, se superponen, se acumulan en un recorrido no lineal, aunque podríamos decir cíclico, en espiral, determinando un proceso de transformación. Proceso que se caracteriza por la discontinuidad aunque sin embargo sabemos que cuanto les propongamos puede, a veces por necesidad de la exposición, parecer como un proceso lineal.

Nuestra atención, entonces, volverá al proceso de transformación de algunas funciones psíquicas inconscientes, preconscientes y conscientes, que según nuestra opinión, han sido particularmente implicadas en determinar aquellas que se  cotejan como los cambios en la familia.

Hemos individualizado algunas líneas de transformación silenciosa:

La función mitopoiética

La función del  vínculo

La función subjetivante

La función genitorial

Pasaremos a describir ahora de cada una de estas funciones algunas características en nuestra opinión significativas.

 

La función mitopoiética

Nos ha parecido que el tema del mito posibilita un recorrido posible de aproximación y reflexión para la comprensión de la naturaleza y el significado de los cambios en la familia. En nuestra opinión no se puede hablar en realidad de transformación de la familia sino de las transformaciones de sus mitos. En cuanto los mitos, estos desarrollan una función fundamental en la organización inconsciente y  preconsciente de la familia. Los psicoanalistas con frecuencia han subrayado el rol estructurante (Lemaire), la dimensión fantasmática (Eiguer), la actividad simbolizante (Granjon). Los mitos  garantizan los diversos vínculos familiares: conyugales, genitoriales, filiales y fraternos. El mito es un posible continente que estructura en forma imaginaria las relaciones. La función mitopoiética favorece y contiene el trabajo de transformación del aparato psíquico: la elaboración de las vivencias, los traumas, los conflictos que la familia puede afrontar, con sus cambios y transformaciones, manteniendo el vínculo en lo interno del grupo.

Puede suceder que una serie de eventos, experiencias afectivas y fantasmáticas no encuentren un espacio psíquico de contención y elaboración y permanezcan, por así decirlo en un estado escindido y no integrado.

La familia, en la realidad actual, está atravesando una profunda transformación en la estructura y naturaleza de sus vínculos, hay  una dificultad para activar una función mitopoiética y el riesgo de esta dificultad puede llevar a utilizar mitos tomados del afuera, de lo social, del medio, en una forma rígida y vacía que vuelve aún más precario el mantenimiento de la identidad familiar. También pueden utilizarse mitos sociales negativos como los de la violencia o de la competitividad para que prevalezca el mito del individualismo (Joubert). Este mito del individualismo es la causa de la frecuente precariedad de los vínculos familiares, favoreciendo la emergencia de una fragilidad narcisistica. Nos parece que la respuesta individualista, vinculada con la afirmación narcisista, no favorece el proceso de individuación.

Los contenidos afectivos, en transformación, que están presentes en los vínculos familiares, en nuestros pensamientos sobre estos vínculos, tienen necesidad de hallar un manera posible para ingresar en el imaginario colectivo que los asuma y los acompañe en el recorrido de continuidad – discontinuidad que atraviesa las generaciones. Representando un lugar significativo para poder ubicarlos, para que haga de tope a la vivencia de los cambios experimentados con derivaciones ilimitadas; requiriendo que no sea tan rígido pues vuelven imposibles las sucesivas transformaciones.

Los medios de difusión masiva proponen continuamente nuevos mitos, a veces ideales míticos o mitos defensivos privados de sentido o mitos que defienden la  realidad. Aunque otras propuestas de los medios, como algunos films, pueden tener la función de ayudar a activar la mitopoiesis. Sin embargo la mitopoiesis está, en la actualidad, con grandes dificultades determinadas por las transformaciones sociales. En tal caso sus historias al contarlos nos ayudan a leer una realidad, a menudo confusa, al atribuirle un sentido, buscando crear una trama comunicativa que posibilite contener las emociones y los pensamientos, a recrear pensamientos compartidos que den significado y continuidad a las cuestiones, que como siempre, giran en torno al origen, el nacimiento, la transmisión, la identidad familiar y a sus ideales. Trama simbólica que puede tener la función de sostener y facilitar, a través de las  identificaciones, aquellos cambios susceptibles de producir desorientación, soledad, vacío de sentido, imposibilidad de elaboración, un “agujero mítico”.

La función del vínculo

La situación de desestabilización y de inseguridad puede inducir en los individuos un sentimiento de fragilidad e incertidumbre identitaria, por la pérdida de los modelos identificatorios; también están  involucradas en ello la familia y la pareja. Frente a una vivencia más débil de pertenencia familiar, por una tendencia mayor a la individualidad, los vínculos aparecen como más frágiles.

Las relaciones de pareja que en el pasado, estaban definidas por normas socialmente preestablecidas y rígidas, actualmente  tienen la dificultad de encontrar un nuevo orden normativo.

En el pasado la presencia de roles y normas bien definidas lograba que fuera menos significativa la exigencia de una intimidad y de un diálogo volcado a la construcción de un “propio” proyecto de pareja. En la actualidad tenemos una pérdida de las prescripciones de los roles que conformaban de un modo estructurado el género de pertenencia. Al producirse los importantes cambios registrados en los roles femeninos, que forman parte de las relaciones de pareja actuales, han determinado que les resulte más difícil a las parejas alcanzar un equilibrio.

En realidad, con el aflorar de una mayor libertad y visibilidad de la sexualidad, con la creciente intolerancia a las limitaciones y obligaciones en los vinculos y con el ataque a la autoridad, se ha puesto en discusión el modelo tradicional de pareja centrado en el matrimonio. Se ha conquistado, no obstante, una mayor posibilidad de vivir el vínculo de pareja como expresión de realización de fantasías y deseos compartidos.

Por una parte se ha adquirido una mayor sensibilidad afectiva, por la otra progresivamente se ha observado la disminución de la investidura de las relaciones comunes. El vínculo afectivo ha ido transformándose silenciosamente, entretejiéndose con los cambios socio-culturales que han promovido un modelo con una matriz prevalentemente narcisista, amplificando la importancia del individuo y el derecho a la satisfacción de las necesidades y concomitantemente desvalorizando el valor del vínculo.

Es largamente compartida la idea de que la elección del partenaire busca actualmente de manera prevalente una satisfacción de las necesidades narcisisticas: encontrar una confirmación identitaria, una ratificación de sus propios valores. Esta perspectiva puede también involucrar al deseo sexual: se puede buscar el coito como una confirmación narcisista, o puede haber una reducción del deseo si este es sentido como un elemento desorganizante.

Además, la presencia del mito de “necesidad de ser feliz”, como lo define Lemaire, sostiene la idea de que la infelicidad o el sufrimiento no deben formar parte de la vida del individuo y, por este motivo, tampoco de la vida de la pareja. Ser infelices lleva a sentirse con culpa o con vergüenza y si no se es bastante feliz, se piensa en sustituir rápidamente la pareja insatisfactoria (Lemaire, 2002).

Esto es posible por el hecho que los vínculos afectivos entre las personas resultan, en esta fase histórica, caracterizados por una significativa “solubilidad” expresada a través de deseos opuestos que comprimen los vínculos y los mantiene laxos. En un escenario de la vida líquida – moderna las relaciones expresan ambivalencia. Recordemos que, para Bauman, el hombre post-moderno vive con las  enseñanzas del sobreviviente, afligido por una soledad donde prevalece la idea del otro como antagonista, no pudiendo contar con la confianza ni el compartir.

Algunas formas de monoparentalidad por elección,  pueden fundar su existencia sobre la fantasía omnipotente de considerarse a sí mismo autosuficiente minimizando al otro. Otras formas de parentalidad  están fundadas en el miedo de sostener una relación temida que lo lleva a confrontarse con la alteridad. Recordemos que el reconocimiento de la alteridad del objeto solo puede efectuarse a través de un trabajo psíquico que no reduzca lo extraño y lo utilice para crear un puente entre sujeto y objeto; es el proceso psíquico implicado en los fenómenos transicionales, señalado por Winnicott (1959, 1971).

Por otra parte, las necesidades de completud narcisista, anteriormente expuestas, requieren que un vínculo las reafirme, complete y reasegure , aunque esto  puede implicar un sentimiento de angustia, porque el vínculo podría indiscriminar e igualar demasiado, con el riesgo posible de perderse en el otro, sobre todo en una sociedad que aumenta la semejanza entre hombres y mujeres. Si el amor contiene una fantasía de anular las diferencias y de fusionarse, en una época en que las diferencias tienden a disminuir, resulta mayor el temor a aventurarse en esta fantasía y por lo tanto se mantiene una distancia para mayor seguridad.

 

La función subjetivante

La problemática aquí expuesta se entrecruza ineludiblemente con la cuestión de la subjetivación. Podríamos preguntarnos en que dirección los cambios en curso en la familia afectaron y actualmente siguen perturbando el proceso de subjetivación.

Como sabemos la subjetivación es un proceso no lineal; devenir sujeto transita por la subjetivación progresiva de las diferencias fundamentales (entre el yo y los otros, entre los sexos y entre las generaciones) que ponen un límite a la realización de un ajuste perfecto de la realidad al sujeto. La subjetivación es el proceso que posibilita que se instaure un sí mismo (self) suficientemente autónomo y diferenciado, de tal modo que pueda permitir la subjetivación.

Recordemos que, como dice Cahn (2006), el devenir sujeto requiere de la particularidad de la experiencia específica de la intersubjetividad, denominada por él “función subjetivante del ambiente familiar”. Tal experiencia especifica permite al individuo construir un sí mismo autónomo en el vínculo gracias a la identificación, las investiduras y el entendimiento mutuo.

En este caso estamos ante un vínculo subjetivante en el cual hay un mutuo reconocimiento entre los sujetos, una alteridad, una diferencia. Cuando por el contrario, no hay lugar para dos sujetos  y tenemos solamente relaciones de colusión, de dominio, de influencia o de imposición de roles nos encontramos frente a relaciones interpersonales de naturaleza intra-subjetiva (Wainrib, 2006).

Podemos decir, por lo tanto, que hay dos modalidades de vínculos psíquicos. Una en la cual el sujeto busca objetos que puedan anular o calmar la “falta” sentida como insostenible.  Otra por el contrario en la cual el sujeto entra en relación con objetos diferenciados, reconocidos progresivamente como sujetos de su propio deseo. Podríamos preguntarnos si nos encontramos actualmente ante un progresivo y prevalente proceso de transformación del vínculo subjetivante hacia vínculos de características transubjetivas. Se busca ante todo el completamiento, el objeto perfectamente adecuado, mientras la subjetivación introduce la brecha, la diferencia.

 

La función genitorial

Entre los cambios más significativos que se han producido en los últimos decenios en la escena de la familia, están aquellos que afectan a la genitorialidad (la paternidad) que han transformado la propia representación y están atravesados por importantes modificaciones en los valores de referencia afectivos.

Pensamos la genitorialidad (la crianza de los hijos) como un proceso psíquico que, como expresa Nicol , es a la vez una función de la  mente que expresa la interacción habitual entre dos o más personas y que no está exclusivamente identificada como la pareja de los padres.

La dimensión de la genitorialidad es además el proceso de transformación de la identidad, pues el deseo de reproducirse está estrechamente conectado con el proceso identificatorio: identificarse con el niño, que va a nacer, como parte de uno mismo y también identificarse con sus propios padres. En la actualidad la genitorialidad se resiente por los problemas que se producen en los procesos de identificación que generan la identidad y que son característicos de nuestro tiempo.

Algunos fenómenos que marcan el pasaje a la genitorialidad, en estos últimos decenios, pueden comprenderse mejor teniendo en cuenta la actual incertidumbre identitaria. Se pospone convertirse en padres; el momento que la pareja se casa. La conyugalidad y la genitorialidad tienden a consolidarse como fases cada más diferenciadas, asistimos a una evidente separación entre la sexualidad y la genitorialidad.

El momento del nacimiento, a diferencia del pasado, se elige cada vez más determinando una fantasía de control omnipotente. El hijo, al ser gestado de esta manera, se convierte en una realización omnipotente del adulto. A causa de esta “elección” el niño se halla investido de notables expectativas y fácilmente puede prevalecer la realización narcisistica de sus padres.

En la actualidad los padres se encuentran frecuentemente en condiciones psicológicas de esperar del niño el reconocimiento de su propia capacidad genitora.

Nos parece que hoy los padres tienen incrementada con frecuencia la necesidad de tener hijos como reaseguro de su propia identidad, que es vivida como débil, más que la posibilidad de expresar el infans una parte constitutiva de su propia potencialidad psíquica y biológica.

Los padres resultan ser menos capaces de proporcionar a los hijos modelos normativos de la conducta, como los de su  propia educación, que fue establecida esencialmente sobre valores de autorealización personal a costa de una ética de la responsabilidad.

Podemos relacionar este aspecto con el debilitamiento de la figura paterna que priva a la familia de un modelo estructurante que permite introducir al padre simbólico.

En los últimos tiempos la genitorialidad ha tenido que enfrentarse con situaciones nuevas y complejas como: los segundos y terceros matrimonios, la adopción, la monoparentalidad, la procreación asistida, la multietnicidad, la homosexualidad. En todos estos casos, los padres, con una función paterna, vivida como frágil e insegura, requieren de una mayor capacidad de elaboración psíquica.

 

Conclusiones

Podríamos decir que nos encontramos, con una sociedad desestabilizada en sus referencias culturales y con familias que se han vuelto frágiles a causa de la inseguridad en la continuidad y estabilidad de sus modelos, resultando por lo tanto que la familia no es un contenedor válido de la genealogía. Observamos también que existe una prevalencia de la dimensión narcisistica en las familias como defensa ante las vivencias de abandono y la pérdida del sentimiento de pertenencia.

Para pensar las transformaciones en las cuales estamos involucrados y que hemos delineado aquí, se hace necesario partir del conocimiento que deriva de la clínica familiar y de la pareja, y hacer un cotejo abierto y dispuesto a poner en cuestión los modelos teórico – clínicos de referencia.

Pensamos que para enfrentarnos con situaciones tan nuevas y complejas debemos poder renunciar a nuestro habitual y reasegurante imaginario familiar, pudiendo tolerar entrar en contacto con aspectos a veces perturbadores para los cuáles no tenemos respuestas posibles.

Lo tarea del psicoanálisis es acoger y significar el sufrimiento que se genera en las relaciones familiares, y estar dispuesto a proporcionar una contribución en la búsqueda de una nueva significación de los cambios que tienen lugar en la cultura y en la sociedad.

El pedido de ayuda de la cual somos depositarios frecuentemente  nos enfrenta con vinculos que experimentan un intenso sufrimiento en los cuales los conflictos, la incomunicación, la soledad y la violencia en los contextos familiares asumen formas con frecuencia extremas. Se incrementan las patologías vinculares, las crisis de identidad, los casos de desadaptación y de desórdenes psicosomáticos. A pesar del pedido de ayuda hay un sentimiento de inadecuación, impotencia y desilusión.

Así como en la vida cotidiana está la tendencia a “interrumpir” los vínculos cuando estos no corresponden al imperativo de “ser felices”, también en la relación terapéutica asistimos a una análoga tendencia. Ante la demanda de tratamiento, con frecuencia nos encontramos con una ambivalencia, pues por una parte, hay una expectativa de solución mágica de los problemas y por la otra prevalece un miedo a la dependencia que genera una dificultad para construir un vínculo con el terapeuta. La reincidencia de esta ambivalencia la podemos rastrear en las frecuentes interrupciones precoces del tratamiento, pues al no poder lograr encontrar rápidamente el bienestar esperado, se le imputa exclusivamente la responsabilidad al analista. En nuestra opinión estamos expuestos al riesgo de una activación contratransferencial ante la expectativa  narcisistica de los pacientes.

A la luz de estas consideraciones pensamos que el setting familiar y de pareja por sus peculiares características, puede ser un instrumento particularmente importante y significativo para garantizar un continente estable y continuo que pueda hacer de tope  a la ‘liquidez’ de las relaciones del grupo familiar.

Para concluir esta breve reflexión acerca de las transformaciones que se producen en la pareja y en la familia, nos parece útil recordar el aspecto silencioso de los cambios que cotidianamente vivimos.

Consideramos que las funciones psíquicas anteriormente mencionadas son relevantes en este proceso, en cuanto constituyen una trama, un vehículo de transformaciones que requieren una particular atención del terapeuta.

Particularmente nos parece que la atención terapéutica debe dirigirse a ofrecer un encuadre que pueda garantizar un sostén narcisístico, facilitar la emergencia de un mutuo reconocimiento, aunque no sea total y perfecto, ‘suficientemente bueno’ de tal manera que favorezca la subjetivación. “Estar en la propia piel comienza con la interiorización de una continuidad de la existencia y con un sentimiento de confianza, que se sostiene sobre una función subjetivante”  (Wainrib, 2006, pag. 40).

Estas propuestas se basan inevitablemente sobre el bagaje teóricoclínico derivado de nuestra práctica cotidiana con parejas y familias. Todo está en continua transformación y nosotros estamos para contribuir a este proceso interrogándonos sobre los límites de nuestro saber y la irreductible brecha entre nuestro conocimiento actual y las continuas transformaciones de la realidad.

 


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International Review for  Couple and Family Psychoanalysis

IACFP

ISSN 2105-1038