REVIEW N° 18 | YEAR 2018 / 1

Infidelities. Between loss and excess

Languaje: Spanish
SECTIONS: ARTICLES

Infidelities. Between loss and excess

The paper addresses the issue of infidelity linking it to an absence-loss and presence-excess in early bonding. A vignette of a first couple interview is presented, which illustrates that infidelity can be viewed in this way as a symptom of such a bonding difficulty rooted in psychic phantasy within which there is a reservoir of melancholia, whereby the absence-loss of a primary object continues to influence bonding in adult relationships. Thebonding disorder also involves a difficulty related to presence excess. The presence of the other in the therapeutic intervention can, however, result in a surprising edge of alienation between the subjects of the bond and create a sense of separateness that disrupts the sense of being as one with the other and makes change possible.

Keywords: infidelities, loss, excess, symptom, disorder, resistance.


Infidelités. Entre la perte et l’excès

 

Le travail propose aborder le sujet infidélités en partant des conceptualisations comme l’absenceperte et la présence-excès, appartenant à des théories du lien hétérologues car elles ne présentent pas d’analogies entre elles. À cet effet, une vignette d’un premier entretien matrimonial est présentée. Cet instrument clinique permet de penser les infidélités comme un symptôme du lien, ancré dans une trame interfantasmatique, un réservoir de nuances mélancoliques, par rapport à l’absence-perte d’un objet primaire, en s’étendant à un idéal de couple qui serait en train de se perdre dans le lien. Mais aussi comme un trouble du lien dont le point de départ est un excès face à la perception d’un secteur de la présence de l’autre, un bord inattendu d’altérité entre les individus d’un lien, qui ouvre ce de l’autre et de soi-même, déplaçant l’idée d’être un avec l’autre et avec soi-même. Une autre proposition théorique-technique, il faut considérer le réservoir mentionné pas seulement comme un symptôme du lien mais aussi comme une résistance à se relier, en essayant d’investir l’autre comme son objet, en tentant d’annuler l’altérité comme un produit du lien, en inscrivant l’autre dès son passé infantile.

Mots clés: infidélités, perte, excès, symptôme, trouble, résistance à se relier.


Infidelidades Entre la pérdida y el exceso

El trabajo propone abordar el tema infidelidades partiendo de conceptualizaciones como ausenciapérdida y presencia-exceso, pertenecientes a teorías vinculares heterólogas, ya que no presentan analogías entre si. Para tal efecto, se presenta una viñeta de una primera entrevista matrimonial, instrumento clínico que posibilita pensar las infidelidades como un síntoma vincular, anclado en una trama interfantasmática, un reservorio de tinte melancólico, en relación a la ausencia-pérdida de un objeto primario, extendiéndose a un ideal de pareja que se estaría perdiendo en el vínculo. Y también como un trastorno vincular cuyo punto de partida es un exceso frente a la percepción de un sector de la presencia del otro, un borde sorpresivo de ajenidad entre los sujetos de un vínculo, que abre lo otro del otro y de sí, desacomodando la idea de ser uno con el otro y consigo mismo. Sumando una otra propuesta teórico-técnica, en cuanto a conjeturar al citado reservorio no sólo como un síntoma vincular, sino también como una resistencia a vincularse, intentando investir al otro como su objeto, tratando de anular la ajenidad como producto del vínculo, inscribiendo al otro desde el pasado infantil.

Palabras clave: infidelidades, pérdida, exceso, síntoma, trastorno, resistencia a vincularse.


ARTICLE

Introducción

El tema general que nos convoca para el presente volúmen: “Reacciones melancólicas a la pérdida en parejas y familias”, resulta ser una propuesta de trabajo inquietante, sobre todo en cuanto a lo que queda por fuera, es decir lo no abarcado en la propuesta, ya que la misma nos lleva inexorablemente al terreno del duelo y la melancolía, al de la ausenciapérdida, al de las identificaciones, al terreno del objeto perdido real o simbólico, pero en un contexto de pareja o familia, es decir en clave vincular.

En este sentido la pérdida y sus vicisitudes, enmarcada en dicho contexto, es plausible de ser abordada partiendo desde las citadas conceptualizaciones que en su origen fueron pensadas para dar cuenta de los avatares del mundo interno de un sujeto, de las relaciones objetales, del mundo pulsional y sus implicancias, re-formuladas e incorporadas al mundo vincular.

Al respecto, contamos con valiosos aportes teóricos y técnicos, entre ellos Marcos

Bernard (1996) que utilizó el concepto de aparato psíquico vincular para explicar los fenómenos vinculares, al decir del autor, extensión del que describiera Kaës (1984), definido como el complejo intercambio de fantasías y atribuciones de lugares y cualidades que establece cada miembro con los demás, y con el conjunto como tal.

También argumenta el concepto de una unidad dual como el organizador común de todo vínculo: el sujeto, sostiene Bernard (1996) «va al vínculo, desde lo imaginario, buscando colmar la falta inaugural». Y agrega que «la unidad dual se continúa en esta tarea con las fantasías originarias, y con las que las suceden como contenido del psiquismo… cuanto más compleja es la estructura de estas fantasías, más específico es el vínculo que organizan. Las que corresponden al complejo de Edipo son la base inconsciente de los vínculos de pareja y familia» (p. 68).

Dicho intercambio es una de las funciones del aparato psíquico vincular, el cual se realizaría a partir de la apertura relativa de los aparatos psíquicos individuales como factor de crecimiento, ya sea del conjunto como de los sujetos singulares.

Materia inconsciente en los vínculos en cuanto al despliegue espacial de una dramática fantasmática, equiparable a un intercambio como en una red de transferencias.

Interesante aporte teórico que amplía el enfoque vincular de ese momento, con posibilidad de seguir implementándolo en el presente, respecto de la existencia de organizadores inconscientes comunes a todo vínculo y específicos a cada uno.

Por su parte Isidoro Berenstein y Janine Puget (1989) propusieron el valioso concepto de zócalo inconsciente, que surge, al decir de los autores, «como un intento de hacer comprensible una metapsicología a partir de la cual pueden establecerse las leyes acorde al significado de la complejísima relación interfantasmática, que a su vez sostiene los intercambios verbales, emocionales, sexuales, económicos, ideológicos en una pareja o familia» (p. 224).

La citada noción es usada en el sentido de una base profunda sobre la cual se apoyan los elementos inconscientes sostenidos por una pareja o familia. «Es un invariante constituído por una combinatoria, una estructura de relaciones entre el sujeto y el objeto, que constituyen el deseo proveniente del yo y alguna acción específica originada en el otro» (Berenstein y Puget, 1989, p. 224).

Valiosos y novedosos aportes teóricos, que se desprenden de conceptualizaciones fuertemente acuñadas, que dan cuenta del progreso en el conocimiento de “lo no sabido de lo vincular, desde lo ya sabido de lo individual”(Tortorelli, 2004), en cuanto a una enriquecedora reformulación de teorizaciones que en su inicio fueron pensadas para abordar el malestar del yo, extendiendo su alcance explicativo a los avatares del yo con el otro.

Inaugurando un campo intersubjetivo argumentado a partir de un modelo analítico que explica el devenir vincular desde un devenir individual con otro, que incluye una realidad psíquica vincular, habitada por las representaciones inconscientes de los otros dentro del psiquismo, entramadas con los acuerdos y pactos inconscientes, que determinarán la configuración que dispondrá el vínculo y sus malestares.

Práctica vincular que, como toda práctica, promueve una forma de pensar, que daría lugar al surgimiento de un tipo de subjetividad orientada, predominantemente, en la preservación identitaria del yo y por extensión del vínculo, en cuanto a sostener la ilusión de ser cada vez más uno mismo con el otro.

Perspectiva vincular que nos posibilita abordar la verdad de un inconsciente vincular, entre otras posibles verdades que co-habitan en el amplio territorio vincular, desafiando a la invención-construcción de teorizaciones autóctonas, propias de su espacio-temporal, que den cuenta de lo no sabido de la vida vincular desde lo no teorizado a ser teorizado.  En este sentido, Berenstein y Puget proponen una otra perspectiva-verdad vincular que al mismo tiempo se diferencia de sí misma en relación a conceptualizaciones pertenecientes a otras épocas: época de la identificación proyectiva, entre 1950 y 1960, época de la estructura familiar inconsciente, entre 1970 y 1980, la época del acontecimiento, 1990, y desde el año 2000 hasta la actualidad, el surgimiento del concepto de ajenidad y diferencia radical.

Propuesta última orientada a pensar la complejidad vincular desde un entre dos, un borde en el que acontece la ajenidad del otro, esa diferencia irreductible con el otro[1], que al mismo tiempo es producto de la relación.

Acontecer que denota un desacomodamiento identitario entre sus participantes y por ende en el vínculo, en cuanto a no poder seguir siendo idéntico a sí mismo ni semejante al otro, en el preciso instante de estar registrando la citada diferencia, imposible de anticipar vía relación objetal.

Es decir, los citados autores postulan una noción de entre dos, en clave de instante, como una puesta en acto de lo que no estuvo en potencia, por lo tanto no puede ser explicadaargumentada desde una representación.

Alejandra Tortorelli (2004) define dicha noción, vívidamente: una línea, un borde respecto de lo cual algo se diferencia y al mismo tiempo no lo precede, sino que es más bien efecto de ese mismo borde que abre a lo otro de sí, inevitablemente.

Borde por el que circulan palabras y relatos que denotan nuevas formas de pensar, nuevas formas de vivir, ávidas de teorizaciones originales que inviten a experimentar conceptos en constante construcción que posibiliten dar cuenta del particular malestar vincular de nuestro tiempo.

Aquí se inaugura un territorio psicoanalítico sumamente inquietante, en cuanto al vital y enriquecedor contraste teórico-técnico, respecto del abordaje y tratamiento de la complejidad vincular, con posibilidad de ser pensada a partir de un entre dos caracterizado por un acontecer sorpresivo de la presencia de un sector del otro que resulta un exceso para el yo, por su imposibilidad de apropiación. Ofreciéndose para con el otro, como un suplemento, imposible de ser interpretado, habilitando su descripción.  Que se superpone con un movimiento intersubjetivo del yo con el otro que intenta complementar una ausencia-pérdida de allá entonces, por su posibilidad de ser apropiadaincorporada por el yo, vía relación objetal, concediendo su explicación-interpretación.

A continuación se presenta una viñeta de una primera entrevista de una pareja matrimonial, con el objetivo de abordar el tema infidelidades, argumentado desde la ausencia-pérdida del objeto, como así también desde la presencia-exceso del sujeto.

Viñeta clínica

B: (Se sonríe) “Llegamos, pero hay amor entre nosotros, nos queremos, pero tenemos problemas”.

G: “Así es” (se sonríe).

Analista: “Es toda una presentación”.

B: “Le cuento, bueno decidimos venir porque hace tiempo que nos pasan cosas y tenemos que pensarlas”.

G: “Sí, el tema es más específico, es que le fuí infiel y eso la lastimó mucho y es que no quiero lastimarla”.

B: “Le descubrí la infidelidad hace muy poco, en marzo de este año, justo en el mismo momento en el que teníamos organizado un viaje muy importante para los dos. Y no es la primera vez, existieron otras infidelidades, hace muchos años que estamos en esta situación. Igualmente decidimos hacer el viaje y pudimos hablar. También él tuvo que escuchar mis ataques pidiéndole explicaciones, pero hablamos del tema”.

G: “Y decidimos, a pesar de todo, hacerlo igual, porque nos queremos”.

B: “Pero no entramos mucho en detalle porque él me decía que no era el momento”.

G: “Y sí, los detalles lastiman y no quiero lastimarla más”.

Analista: “Tengo la impresión que el amor que se dicen tener entre ustedes les dió la fortaleza para sostener el viaje programado y quizás también este otro viaje, me refiero a la consulta de este momento, porque al parecer son viajes vinculados a hablar de cosas que pasan entre ustedes y el interés en este momento, de pensarlas con otro”.

(Ambos se sonríen y asienten con la cabeza)

G: “Me gusta la idea de los dos viajes para hablar porque es así, a veces pienso que lo mío es un tema de conducta, es culpa mía, cómo decirle, como que soy mujeriego, busco la fácil en cuanto a resolver una situación”.

B: “Todo esto me da mucha inseguridad (se angustia-llora), no puedo entender que él me diga que ya fue, que ni se acuerda de cada uno de los episodios, es como que se disocia”.

G: “Sí, yo le dije eso porque es así, lo siento así, no puedo creer que no lo entiendas”.

B: “Yo sufro mucho con ésto, no lo puedo superar”. G: (asiente con la cabeza)

Analista: “Al parecer es muy doloroso para usted que G diga que él lo siente así, que no se acuerda de cada uno de los episodios, pero también pensaba si además es un impacto muy fuerte registrar que G piensa las infidelidades desde una lógica distinta a la suya. Al parecer para G las infidelidades son episodios olvidados, que no tienen conexión entre sí, y para usted es como una película en continuado, al estilo de una pesadilla”.

B: “Claro, y no soporto esa idea, además no se por qué nos ocurren estas situaciones. En una de las últimas infidelidades yo me estuve esforzando, me refiero a darle cariño, atención, pero igualmente pasó lo que pasó… fracasé, no sirvo para nada, ya no sé qué hacer. Hace poco estuvimos pensando que cada vez que él tiene un ascenso en el trabajo, ocurre un episodio”.

G: “Sí, cuando ella encontró esa conexión me quedé pensando, lo que quiero decir es que yo me arreglo solo desde muy chico, en el sentido que no estaba mi mamá para decirme ésto está bien o mal. Yo me doy cuenta que el tema de la infidelidad pone en riesgo mis afectos más valiosos, pero ocurre”.

A: “Lo dejó pensando, y a mi también, en el sentido que es otra situación, diferente a la de aquella otra época en la que usted se arreglaba solo, a tal punto que estuvieron pensando, y estamos pensando en las cosas que les pasan, distinto quizás, a pensar solo”.

Encuentro inédito

Desarrollo.

B inicia sonriente la entrevista, marcando explícitamente la entrada al consultorio, “llegamos”, a un espacio-temporal con un otro, el analista, al que posiblemente suponen poseedor de explicaciones que den sentido a sus malestares más dolorosos, a su sufrimiento.

Se podría decir que llegan inmersos en un movimiento de pensamientos, de teorías acerca de lo que creen que les está pasando, cuándo comenzó, por qué creen que se sienten así, en las que probablemente se encuentran sumergidos desde hace tiempo.

Y convergen, entrevista mediante, con un analista que también se encuentra flotando en un movimiento expectante, impregnado de teorías científicas, como también de la vida misma, creyendo no poseer, es de esperar, ni el saber ni las respuestas que la pareja-paciente le presupone, escucha y no habla de sí.

Inaugurándose en este preciso instante, la entrada a un particular espacio-temporal no conocido por conocer, un encuentro analítico nunca transitado por los tres, propio de ese momento y no de otro, con posibilidad de transformarse en instantes de re-encuentro, de re-edición. Es decir en un espacio-temporal desconocido a reconocer, teñido de identificación proyectiva y repetición. B comenta que hay amor entre ellos, que se quieren, pero que tienen problemas, expresando un ”pero”, una oposición entre el término “amor” y el término “problemas”, quizás como una forma de matizar, de suavizar dicha oposición, al estilo de “no todo está perdido”. Por su parte, G confirma el relato de B: “así es”, acompañado de una sonrisa.

Acto seguido, el analista interviene diciendo: “es toda una presentación”, expresión que denota en su “toda-una”, su contra cara, en cuanto que pueden existir otras presentaciones, ya que realiza un recorte de la entrevista pensado como totalidad de ese preciso instante.

Simultáneamente la citada expresión estaría denotando un contexto incierto-presente, que al parecer necesita de ciertos gestos por parte de sus participantes, al servicio quizás, de neutralizar lo impactante de lo no vivido, de lo no representado, incluyendo el sonreir de  B y G.

Continuando con la primera parte de la viñeta, en el decir de B surge el pronombre personal “nosotros”: llegamos, nos queremos, tenemos problemas, hace tiempo nos pasan cosas, tenemos que pensarlas.

G agrega que el tema es más específico, “le fuí infiel”, dando lugar a una otra versión de “nosotros”, de tinte solipsista, en cuanto a un relato en el que el yo es el centro, por ende el otro es secundario al yo.

Mientras que el relato de B podría estar denotando cierto descentramiento del yo en cuanto a la interesante argumentación de Bateson: “la relación es primero”, ya que esta última toma vida en la “Y”, justo en ese punto, en el sentido que el “le fuí infiel” no dependería de un sólo sujeto del vínculo, sino de la relación entre ellos.

“Y”, particular entre dos, impregnado de un sector inédito presente en toda relación, en cuanto a la  imposibilidad de remitirlo a una otra “Y” de allá entonces,  denotando un instante de pura incógnita entre los miembros de la pareja-paciente y por extensión en la pareja analítica, que sólo resiste un instante de descripción.

Se vislumbra un clima de pérdida; se vislumbra un clima de exceso

Desarrollo.

Retomando la secuencia de la viñeta, la expresión de B: “hace muchos años que nos pasan cosas y tenemos que pensarlas”, se enlaza con el comentario de G: “le fuí infiel”, de esta forma comienza a tomar volúmen, protagonismo en la entrevista, un hecho ya acontecido, ligado a la ruptura y pérdida consciente de un acuerdo de exclusividad afectivo y/o sexual preestablecido, y el dolor específico por una herida narcisista sufrida por quien se siente engañado.

Herida que, implícitamente esboza una otra pérdida, en cuanto «a la pertenencia exclusiva del cuerpo del otro que es vivido en un nivel primario como una amputación» (Puget, 1988, p. 134).

Por otra parte la ocurrencia del analista, en cuanto a una idea inesperada, el “no todo está perdido”, podría ser pensada como una ocurrencia contratransferencial, que habilitaría a conjeturar un posible clima de pérdida, en cuanto a la actualización de un objeto ausenteperdido, que involucraría al yo con el otro.

De esta forma el “le fui infiel” funcionaría al estilo de un síntoma vincular que necesitaría de un otro complementario, plausible de proyecciones, que les posibilite embarcarse en una búsqueda interminable, porque justamente, no todo está perdido: algo del todo perdido no sucumbió a la represión.

Desde otra perspectiva vincular (Berenstein-Puget), el “le fuí infiel” también podría pensarse como portador de un clima de exceso, por el registro de un sector de la presencia del otro que no es fiel a su representación, un no conocido, imposible de asemejarlo a una imagen anterior.  

Infidelidad representacional que produce un desacomodamiento, de tinte traumático, en la continuidad identitaria de cada uno de los miembros y por ende en la pareja-paciente, en cuanto a no poder seguir siendo la misma pareja del origen fundacional que aseguraba fidelidad identitaria consigo misma.

Posible clima de exceso, en cuanto a una pareja trastocada en su mismidad, por el registro imprevisto de un hacer-ser en discontinuidad: “hace tiempo que nos pasan cosas…”, es decir, hace tiempo que estamos experimentando la ajenidad[2] del otro y como producto de la relación, que nos hace-ser otra pareja, no fiel a una representación de allá entonces, y eso nos trastorna, por lo imposible de evitar.

De este modo, las infidelidades, como hecho acontecido, intentarían resolver de forma paradojal el malestar frente a la percepción cotidiana de la no fidelidad del otro a una representación, frente a la presencia de otras versiones del otro, de otras versiones de pareja.

Produciendo, simultáneamente, un encierro defensivo que los mantiene unidos pero no vinculados, ya que como sostiene Berenstein (2007): «el vínculo sigue vigente, pero en tanto relación que no significa, lo cual significa no vinculación» (p.147).

Infidelidades: 1)Trastorno vincular; 2)Síntoma vincular

Recordemos el siguiente tramo de la viñeta:

B: “Le descubrí la infidelidad hace muy poco, en marzo de este año, justo en el mismo momento en el que teníamos organizado un viaje muy importante para los dos. Y no es la primera vez, existieron otras infidelidades, hace muchos años que estamos en esta situación. Igualmente decidimos hacer el viaje y pudimos hablar. También él tuvo que escuchar mis ataques pidiéndole explicaciones, pero hablamos del tema”.

G: “Y decidimos, a pesar de todo, hacerlo igual, porque nos queremos”.

B: “Pero no entramos mucho en detalle porque él me decía que no era el momento”.  G: “Y sí, los detalles lastiman y no quiero lastimarla más”.

1) Trastorno vincular

Descubrir las infidelidades denota un quitarle cobertura a un hecho ya acontecido que paradójicamente toma su fuerza traumática y disruptiva de la vida cotidiana, en el momento de la puesta en palabras: “marzo de este año”.

Al mismo tiempo existieron otros “marzos”, otros hechos descubiertos, otros secretos develados que configuran, un “hace muchos años que estamos en esta situación” de encubrimiento, seguida de descubrimiento al estilo de: G encubre porque B no tiene que saber y mientras B no sabe es como si algo no pasara entre ellos, pero B descubre lo que G encubre y mientras G sabe que B sabe, entonces algo pasó entre ellos, algo que ocurrió, acontece en ese instante.

Palabras que relatan no sólo un hecho que estaba silenciado, sino también el posible desmoronamiento de una representación de pareja, de un ideal de pareja estructurante: “decidimos, a pesar de todo, hacerlo igual, porque nos queremos”, blindaje representacional cuya expresión, “porque nos queremos”, garantizaría un imposible: la seguridad-fidelidad identitaria en cuanto a pretender ser la misma pareja, “a pesar de todo, a pesar de los haceres- avatares de las diferencias de la vida cotidiana.

En este sentido, es probable que el importante viaje organizado para los dos no fuera suspendido, como una forma de apuntalar la citada representación identitaria, alivianando ilusoriamente un todo que pesa, que discontinúa, que trastorna un ideal de pareja que todo lo puede.

Decidiendo además, no entrar en detalles, quizás como una forma de no desafiar a la fuerza del amor como que todo lo puede, sobre todo en un contexto-viaje en el que posiblemente sólo se podrá expulsar, enrostrar la ira que aquellos despiertan.

Detalles que lastiman, ya que huelen a exceso, a ajenidad no sólo frente a la percepción que el partenaire es otro distinto que no coincide con su representación, y que además es otro con otro, sino también respecto del contundente registro «que la pareja es una entidad parcial, que hay otras posibilidades con otras parejas, cómo no haberlas» (Berenstein, 2007, p. 113)

Impactante trastorno vincular que se hace presente por el inevitable registro de la otredad que desacomoda la continuidad del consigo mismo y con el otro, que al parecer impulsa a sus participantes a intentar habilitar un espacio analítico al que presuponen apto para albergar malestares vinculares al estilo de: “por el pesar de todo, por el pesar de la otredad, decidimos hacer la consulta, porque nos queremos”.

Decisión que implícitamente denota lo que se intenta evitar-anular: una otra pareja que no puede sola con un “todo pareja” destotalizada, trastornada, por el pesar de todo, por el registro cotidiano de las diferencias radicales con el otro que pesan como un todo.

Puget conceptualiza la citada diferencia de forma elocuente: «…diferencia con otro de carácter impredicable, irreductible al conjunto de los rasgos que caracterizan a cada una de las otras diferencias. Y la experiencia vincular revela que las dificultades para el trabajo no proceden sólo del escollo de la diferencia sexual o de la diferencia generacional, o de la diferencia temporal, o de la diferencia específica con un semejante. Sino que también proceden del núcleo duro de la diferencia, la diferencia pura, la diferencia a secas, la alteridad o ajenidad sin predicados de otro que es otro y con el que me encuentro vinculado» (Puget, 2008, comunicación personal).

Experiencia de otredad que convoca a un trabajo analítico vincular al servicio de disolver complementariedades encerrantes, dando lugar a producciones vinculares que denotan la construcción de un lugar que ofrece hospedaje a la no coincidencia, como motor de subjetividad.

2) Síntoma vincular

Simultáneamente, desde la perspectiva de un inconsciente vincular, la expresión “hace muchos años que estamos en esta situación”, podría estar denotando repetición, como fuerza situacional sostenida en el tiempo, en la que se desplegaría un entramado sintomático de identificaciones cruzadas, al servicio de actualizar una no resolución de vínculos primitivos, que al decir de Janine Puget (1988) «debieran constituir la negatividad del vínculo y formar parte del inconsciente vincular» (p. 134).

Fijeza-repetición como fuerza encerrante, en cuanto a estar capturados por un entramado fantasmático en el que el concepto de complementariedad entre los aparatos psíquicos adquiere relevancia teórica, respecto de la búsqueda inconsciente de un otro con quien actualizar y cumplir la realización del deseo, que se haría presente en las infidelidades, sobre la base de un objeto inicial ausente, aunque presente en la representación.

Es decir el otro, considerado como objeto de la pulsión, vendría a complementar la ausencia, la falta, la pérdida, parafraseando a Isidoro Berenstein, la pulsión entonces, es pensada como motor del vínculo con el otro.  

Aquí se abre un punto interesante en cuanto a la posibilidad de abordar teórica y técnicamente las infidelidades, ya sea como un síntoma intersubjetivo que intentaría “resolver” una insatisfacción inherente al deseo inconsciente y la fantasía ligada a él, plausible de ser interpretado.

Y también como un trastorno vincular, que se superpone y excede el entramado desiderativo entre sus participantes, ya que justamente el malestar resultaría de la percepción de un sector de la presencia del otro que no es fiel a su representación, que se resiste no por violencia sino por definición, a ser investido, a ser asemejado a una representación previa, vía relación objetal, habilitando su descripción.

Justamente, el particular abordaje de cada enfoque nos permite argumentar, desde ópticas vinculares heterólogas, la curiosidad que despiertan los detalles que B le exige a G saber: “él tuvo que escuchar mis ataques pidiéndole explicaciones”.

Por un lado la curiosidad insaciable podría ser pensada desde el deseo irrefrenable de entrometerse dentro de otra pareja, pero principalmente, parafraseando a Berenstein, de acceder a ese campo de ajenidad imposible, exigiendo al partenaire el relato y la puesta en conocimiento de detalles, como una forma de sostener un imposible: el total conocimiento del otro.

Curiosidad por lo ajeno del otro, que podrá inscribirse “como algo no existente previamente, aceptando que no podrá perderse lo que nunca se tuvo” (Berenstein, 2010, comunicación personal).

Diferente a conjeturar la exigencia de detalles al estilo de la curiosidad infantil frente a la escena primaria, que involucra el voyeurismo y el exibicionismo, con posibilidad de tramitarse gracias a la interpretación-elaboración de las situaciones tempranas o infantiles de pérdida, en relación a la  terceridad.

Infidelidades: 1) Movimiento desvinculizante; 2) Reservorio melancólico

Recordemos el último tramo de la viñeta

Analista: “Tengo la impresión que el amor que se dicen tener entre ustedes les dió la fortaleza para sostener el viaje programado y quizás también este otro viaje, me refiero a la consulta de este momento, porque al parecer son viajes vinculados a hablar de cosas que pasan entre ustedes y el interés en este momento, de pensarlas con otro”.

(Ambos se sonríen y asienten con la cabeza)

G: “Me gusta la idea de los dos viajes para hablar porque es así, a veces pienso que lo mío es un tema de conducta, es culpa mía, cómo decirle, como que soy mujeriego, busco la fácil en cuanto a resolver una situación”.

B: “Todo esto me da mucha inseguridad (se angustia-llora), no puedo entender que él me diga que ya fué, que ni se acuerda de cada uno de los episodios, es como que se disocia”.

G: “Sí, yo le dije eso porque es así, lo siento así, no puedo creer que no lo entiendas”  B: “Yo sufro mucho con esto, no lo puedo superar”.

G asiente con la cabeza.

Analista: “Al parecer es muy doloroso para usted que G diga que él lo siente así, que no se acuerda de cada uno de los episodios, pero también pensaba si además es un impacto muy fuerte registrar que G piensa lo que pasó desde una lógica distinta a la suya. Al parecer para G las infidelidades son episodios olvidados, que no tienen conexión entre sí y para usted es como una película en continuado, al estilo de una pesadilla”.

B: “Claro, y no soporto esa idea, además no se por qué nos ocurren estas situaciones. En una de las últimas infidelidades yo me estuve esforzando, me refiero a darle cariño, atención, pero igualmente pasó lo que pasó… fracasé, no sirvo para nada, ya no sé qué hacer, hace poco estuvimos pensando que cada vez que él tiene un ascenso en el trabajo, ocurre un episodio”.

G: “Sí, cuando ella encontró esa conexión me quedé pensando, lo que quiero decir es que yo me arreglo solo desde muy chico, en el sentido que no estaba mi mamá para decirme esto está bien o mal. Yo me doy cuenta que el tema de la infidelidad pone en riesgo mis afectos más valiosos, pero ocurre”.

Analista: “Lo dejó pensando, y a mi también, en el sentido que es otra situación, diferente a la de aquella otra época en la que usted se arreglaba solo, a tal punto que estuvieron pensando, y estamos pensando en las cosas que les pasan, distinto quizás, a pensar solo”.

1) Movimiento desvinculizante Desarrollo.

La primera intervención descriptiva[3] del analista, en este último tramo de la viñeta, intenta darle un posible sentido a la consulta, convocando a la pareja-paciente a pensar sobre “las cosas que pasan entre ustedes”, otorgándole protagonismo a los “viajes-cosas” en los que cotidianamente se embarcan. Apelando simultáneamente al “nos queremos”, como una fortaleza de la pareja-paciente,  que al parecer los trae a la consulta.

Por otro lado, también instrumenta la metáfora del “viaje analítico”, tripulado por la pareja-paciente en presencia de un sujeto-otro no conocido, el analista, dispuesto a escuchar sobre “las cosas que pasan entre ustedes.

Denotando la posibilidad que cada miembro de la pareja-paciente pueda traer su propia versión de “las cosas que pasan entre ustedes, en cuanto que hay lugar para ambas en la mente del analista.

Acto seguido, G se siente convocado a hablar, expresando que en realidad es él el que se embarca en un viaje (le fuí infiel), encontrándole una explicación identitaria paleativa:

como que soy mujeriego”. Por su parte B dice que no entiende porqué G se embarca en esos viajes, con el agregado que ella también está embarcada, sufriendo.

En éste sentido, se podría conjeturar que G y B sostienen los viajes-infidelidades, desde una lógica complementaria: “el infiel y la engañada”, intentando resolver una situación de identidad, que G plantea como propia, y B la expresa como más cercana a ser pensada como un producto de la relación, “no se por qué nos ocurren estas situaciones”, en cuanto al mantenimiento de una situación individual como resultado de un hacer vincular, además de individual.

Por otra parte, el surgimiento de reproches cruzados en cuanto a no entender lo dicho por el otro: B dice: “no puedo entender que él me diga que….” y G le contesta: “no puedo creer que no lo entiendas”, denotan un malestar recíproco, sobre todo porque lo dicho por el otro, al no coincidir con lo que espera el yo, lo hace otro distinto a su representación. Malestar vincular caracterizado por reproches al estilo de: cómo puede ser que seas otro/a distinto/a, que no entiende, que no coincide, con el/la otro/a que entiende y habita dentro mío.

Es decir los miembros de la pareja-paciente estarían inmersos en un movimiento desvinculizante, término argumentado por Berenstein, referido a un proceso de reducción y desgaste del otro en su ajenidad, intentando asemejarlo a una representación.

Desgaste del otro en cuanto a pretender, a creer tener derecho a demandar una coincidencia o reprochar una no coincidencia entre ese otro sujeto del vínculo que se hace presente y su representación. Intentando mantener a salvo al yo de un desacomodamiento identitario en cuanto a  que se inscriba en él lo que no está inscripto, evitando ser herido en su subjetividad instituída, evitando ser otro.

Obstaculizando, simultáneamente, la co-construcción de un lugar,  no existente  aún,  que albergue a ese otro, a «esa marca del otro que no cede a mis intentos de que piense y actúe como yo» (Berenstein, 2007, p. 170).

Marca de ajenidad que podría ser confundida y explicada como un mecanismo disociativo, dice B refiriéndose a G: “…es como que se disocia”, evidenciando una creencia implícita: que G antes era uno, como identidad identitaria y se dividió en dos, considerándose B también uno, anulando la aceptación de la singularidad de nuevas marcas,  producto de ser parte de esta pareja y no de otra.

Es probable que las infidelidades intenten resolver de forma engañosa el fuerte impacto frente a la inevitable experiencia cotidiana de las diferencias radicales con el otro, ya que éstas no pueden ser asimiladas, moldeadas con otras representaciones, no pueden ser apropiadas, vía relación objetal, y son sentidas como un ataque al yo.

Dinámica desvinculante, desubjetivante, que paradójicamente resulta estructurante, en cuanto a configurar, un estar juntos sin vincularse, una pareja en situación de abandono por la imposibilidad de apropiación del otro, de la vida del otro, con la consiguiente herida narcisista que implica la no posibilidad de conocer todo acerca de ella.

Continuando con la viñeta, la segunda intervención de la analista propone a la parejapaciente una mirada basada en lógicas distintas: “…si, además es un impacto muy fuerte registrar que G piensa lo que pasó desde una lógica distinta a la suya”, proponiendo pensar una otra diferencia entre los sujetos del vínculo, irreductible a la diferencia que B expresa de G con él mismo, “es como que se disocia”.

En este sentido la intervención descriptiva del analista configura un contexto analítico vincular portador de un doble efecto: describe las distintas maneras que tienen G y B de ver una misma situación, es decir describe el estar en presencia de dos sujetos, de dos alteridades, «con mentes tan reales y distintas entre sí, con pensamientos tan diferentes», (Britton, 1992, pp. 2-11) poniendo simultáneamente en acto su propia alteridad.

Convocando a la pareja-paciente a habitar un espacio para pensar en conjunto, no sólo desde la «identificación con la función pensante del analista» (Berenstein y Puget, 1997, p. 162) sino también desde un entre dos, que in situ diferencia a sus participantes en cuanto a que esta última los co-instituye, a la vez que los perturba, de forma inexorable, que haría contraste con la ilusión de una unicidad indiferenciada.

2) Reservorio melancólico Desarrollo.

Retomemos la intervención descriptiva del analista: “…pero también pensaba si además es un impacto muy fuerte registrar que G piensa lo que pasó desde una lógica distinta a la suya…”, intervención que dió lugar a un material interesante que me permite conjeturar posibles situaciones reprimidas irresueltas, en la búsqueda de un partenaire para actualizarse, enmarcadas en un probable clima de ausencia-pérdida, dice B: “yo me estuve esforzando…pero fracasé…no sirvo para nada” y G contesta: “yo me arreglo solo…en el sentido que mi mamá no estaba…”.

Para tal efecto ambos aparatos psíquicos podrían estar complementándose para intentar calmar el dolor de una herida abierta, de este modo las infidelidades funcionarían al estilo de una gran contrainvestidura vincular directamente proporcional al dolor por la ausencia-pérdida del objeto inicial, que requiere para su sostenimiento de un complejo intercambio de fantasías y atribuciones de lugares entre los miembros de la parejapaciente.

Intercambio que daría lugar a un fenómeno fantasmático vincular, dinamizado por proyecciones cruzadas que modifican la percepción del otro, en donde G transformaría proyectivamente a B en un objeto mamá-ausente-perdido a reprochar-engañar, que es visto como externo, pero que es continuación de la realidad psíquica de G.

Y B también estaría proyectando un objeto interno persecutorio que incide en G, transformándolo en representante de un objeto-mamá superyoico insatisfecho, que estaría exigiéndole más cariño y afecto, frente al cual se esfuerza para satisfacer, pero sin éxito, que es visto como externo, pero es continuación del mundo interno de B.

Lógica representacional de identificaciones recíprocas que excede un entrecruzamiento automático de identificaciones proyectivas-introyectivas entre sus participantes, ya que dicho entrecruzamiento estaría esbozando el paulatino surgimiento del aparato psíquico vincular, cuyo producto es la co-creación de una fantasía inconsciente intersubjetiva, el “hace muchos años que nos pasan cosas de allá entonces”, el “hace muchos años que estamos mujereando, buscando la fácil”: buscándo-la.

Actualizando un objeto mamá-ausente-perdido que lastima, que toma cuerpo en el vínculo, abriendo eternamente una herida, en su intento de resolverla-cerrarla.

Instancias de naturaleza inconsciente, que se van construyendo en la estructura del vínculo, al decir de Berenstein, en cuanto a la presencia de elementos preexistentes, con cierta cualidad de cerrados en sí mismos, que intercambian unos con otros. Produciendo instantes situacionales encerrantes, de sin sentido: G dice “…es culpa mía” y B comenta “…fracasé, no sirvo para nada, ya no se qué hacer”.

En este sentido, es probable que cada vez que G asciende en el trabajo, se actualice el: “yo me arreglo solo desde muy chico”, en complementariedad con el, “yo me estuve esforzando y fracasé” de B, en cuanto a un re-encuentro recíproco, que habilita una realidad vincular anclada en una trama interfantasmática, al estilo de un reservorio de tinte melancólico, de objetos ausentes-perdidos omnipotentes, que evidencian una fidelidad-identificación encerrante para con éstos.

Situación         última que      podría llevar   al         analista            a             intervenir         e          interpretar psicoanalíticamente el acontecer melancoloide de un vínculo a partir de la complementariedad de los contenidos inconscientes de un sujeto con otro.

Implementando interpretaciones que ofrecen posibles sentidos a las construcciones subjetivas centradas en cada uno de los miembros de la pareja-paciente, para luego ambas ser contextualizadas como una producción intersubjetiva al estilo de: algo se está perdiendo en el vínculo, algo respecto de la pérdida de un ideal de pareja que todo lo puede, que funciona como un baluarte que asegura un imposible: su permanencia per sé, a pesar de todo.

Resistencia a vincularse

 Dice Berenstein (2007): «es frente a lo ajeno del otro y su presencia que emerge la pulsión en el sujeto, y en ese momento tratará de investir al otro como su objeto, haciendo una formación de compromiso y tratando de inscribirlo desde el pasado infantil. Al ubicar al objeto proyectado en el otro tiende a borrarlo en su especificidad y pasa a ser ahora lo que se considera en la metapsicología como lo variable de la pulsión» (p. 123).  Interesante argumentación teórica que permite girar la mirada analítica hacia un lugar al que no se está acostumbrado a mirar, me refiero al hipotético reservorio melancólico, descripto anteriormente, pensado no sólo como un intento de actualizar un objeto ausenteperdido y la fantasía ligada a él, sino también como una operación defensiva, una resistencia a vincularse, en cuanto a producir acciones para construir pareja, para construir vínculo desde la no coincidencia con ese otro, imposible de prever.

Su rechazo, al decir de Berenstein y Puget, no es del orden de la represión, con desinvestidura y posibilidad de contrainvestidura, no es un retorno a una representación previa, sino una oposición a una nueva inscripción del otro que lo hace otro, desacomodando al yo en su subjetividad instituída.

De este modo dice B “…hace poco estuvimos pensando que cada vez que él tiene un ascenso…” y G agrega “Sí, cuando ella encontró esa conexión me quedé pensando…” resultan ser comentarios que posibilitan conjeturar que G registra que B pensó lo que G no pensó, que lo dejó pensando, esbozándose cierto corrimiento en G respecto de su identidad identitaria, de su “yo me arreglo solo”.

Por su parte B pudo pensar-hacer, encontró la conexión, en presencia de G, denotando cierto desacomodamiento identitario respecto de su “yo me estuve esforzando y fracasé…ya no sé qué hacer”, corrimientos identitarios simultáneos que se expresan en un “hace poco estuvimos pensando”, cuyo punto de partida resulta de cierto registro de la alteridad del otro, de sí y del nosotros.

Acto seguido, el “hace poco estuvimos pensando”, perteneciente a un tiempo y espacio anterior a la entrevista, se transformó en el aquí y ahora en un “estamos pensando, en presencia del analista, lo que hace poco estuvimos pensando”, denotando un pensar de nuevo, ya que la presencia-pensar del analista imposibilita-interfiere un re-pensar semejante al “hace poco estuvimos pensando”, anteriormente citado.

Inesperada discontinuidad identitaria que los hace otros, en clave de instante,  distintos a su representación, que dió lugar a una particular forma de pensamiento de tinte defensivo: el recuerdo recordado, a partir del cual el yo procura recuperar su continuidad identitaria, el “yo me arreglo solo” de G, que posiblemente convoque al “yo me estuve esforzando y fracasé…ya no sé qué hacer” de B.

Reduciendo defensivamente la experiencia del Dos[4], la construcción de un pensar entre presencias impensadas, a un pensar desde lo ya representado, desde lo doblemente pensado, desde lo encubierto.

Justamente la última intervención descriptiva del analista: “Lo dejó pensando, y a mi también, en el sentido que es otra situación, diferente a la de aquella otra época en la que usted se arreglaba solo, a tal punto que estuvieron pensando, y estamos pensando en las cosas que les pasan, distinto quizás, a pensar solo”, intenta volver a habilitar un estamos pensando, desde lo no conocido del otro, desde lo presentado del otro, imposible de anticipar, que al mismo tiempo el recuerdo aspira a recubrir-encubrir con una representación recordada, el “yo me arreglo solo”, en cuanto a un pensar consigo mismo.

Retrocediendo, en ese preciso momento, a un estar unidos re-unidos, sin vincularse, repensando desde lo representado-previsible del otro, desde lo posible de anticipar vía relación objetal. Intentando anular un encuentro potencialmente significativo ya que los acontecimientos posteriores remiten a él y llevan su marca, me refiero a una potencial e incipiente subjetividad con inquietudes instituyentes entre sus participantes, con posibilidad, parafraseando a Berenstein-Puget, de constituirse en un nuevo origen, en cuanto a un otro sujeto que suplementaría al sujeto constituído en la infancia.

Marca que el yo podrá hacerle lugar, en el mejor de los casos, como un pensamiento que nunca tuvo, que lo dejó pensando sobre lo que nunca pensó, que lo hace pensar-ser otro por un instante, distinto al “yo me arreglo solo”. Aunque sí reprocharlo, en el peor de los casos.

Reproche que eventualmente podría ser confundido con una imposibilidad a tolerar la ausencia-pérdida del otro, el “yo me arreglo solo” de allá entonces, interpretándolo a partir de una falta anterior que no hubo, obstaculizando así la elaboración de aquél, imposibilitando construir un lugar que albergue un instante de novedad, en cuanto a una modificación en la subjetividad instituída de sus participantes, imposible de asociar a inscripciones previas a las producidas en ese encuentro.

Comentario final

El presente trabajo propone una dinámica y vital superposición entre conceptos teóricos y técnicos que no presentan analogías entre sí, una activa ampliación de la mirada vincular, de la verdad vincular, habilitando el abordaje de diversas situaciones vinculares que cohabitan en un dispositivo vincular analítico.

Dicha ampliación dimensiona una estimulante bifurcación teórico-técnica frente a la cual el analista tomará una decisión en clave de instante, respecto de poder instrumentar más de un rumbo a seguir, intentando promover un aumento en la eficacia analíticaterapéutica.


Bibliográfia

Berenstein, I. (2007). Del Ser al Hacer. Curso sobre vincularidad. Buenos Aires: Editorial Paidos.

Berenstein, I., Puget, J. (1989). El Zócalo Inconsciente de la Pareja. En Berenstein I., Puget J.,

Psicoanálisis de la Pareja matrimonial, pp. 224-231. Buenos Aires: Editorial Paidós.

Berenstein, I., Puget, J. (1997). Interpretación. En Berenstein I., Puget J., Lo Vincular. Clínica y

Técnica Psicoanalítica, pp. 162-170. Buenos Aires: Editorial Paidós.

Bernard, M. (1999). Los organizadores del vínculo. De la pulsión al otro. Revista de la

Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo (AAPPG), XXII, 1: 41-71.

Britton, R. (1992). Fundamentalism and idolatry as transference phenomena. Bulletin of the

British Psychoanalytical Society, 28, 1: 2-11.

Kaës, R. (1984). Apuntalamiento y estructuración del psiquismo. Revista de Psicología y

Psicoterapia de Grupo, XIV, 3/4: 23-51.

Puget, J. (1996). El analista y las viscisitudes de la monogamia. Revista de la Asociación

Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo (AAPPG), XIX, 1: 123-137.

Puget, J. (2015). Subjetividad Discontinua y Psicoanálisis. Incertidumbre y certezas. Buenos Aires: Ed. Lugar.

Tortorelli, A. (2004). “Las Fronteras del Psicoanálisis” en Letra Urbana. Revista digital de cultura, ciencia y pensamiento. http://letraurbana.com/articulos/las-fronteras-del-psicoanalisis


[1] Otro: término que nombra a un sujeto que está tan investido como ese otro sujeto que soy yo, pero que sin embargo es diferente, y esa diferencia es irreductible a la que llamaré: ajenidad (Berenstein, 2007, p. 169).

[2] Ajenidad: parte inasible de la presencia del otro, que excede el deseo, que permanece por fuera y no puede ser identificado por el yo. Aparece como específicamente en la otra persona y a la vez como producto de la relación (Berenstein, 2007, comunicación personal).

[3] Consiste en «describir lo que se ve, producir recortes significativos, detectar los efectos de la presencia de los diferentes  participantes y el intento defensivo de reducir lo que surge del Dos a una sola idea, a un solo concepto, a una sola manera de concebir “Dos” denomina la relación entre dos sujetos con cualidad de alteridad uno para el otro. Uno de los modelos es la pareja, y por extensión la pareja analítica» (comunicación personal, 2010)

 [4] «“Dos” denomina la relación entre dos sujetos con cualidad de alteridad uno para el otro. Uno de los modelos es la pareja, y por extensión la pareja analítica» (Puget, pp. 134)

International Review for  Couple and Family Psychoanalysis

IACFP

ISSN 2105-1038