REVUE N° 17 | ANNE 2017 / 2
Résumé
Une famille, une autre culture: ses implications face à la négation de ses propres racines.
Aujourd’hui nous savons combien il est important de regarder l’individu inséré dans sa famille et sa culture. Dans tous ces configurations, il existe une relation d’influence mutuelle notamment en ce qui concerne la constitution de chacun d’eux. Le présent travail a pour intention de discuter de l’influence des implications liées à la culture afin de déterminer le mode de fonctionnement d’une famille. Nous allons évoquer une famille d’immigrant qui a changé de pays et ont souffert des difficultés à s’adapter à une nouvelle culture. Une vignette clinique vise à discuter l’importance de permettre l’approche de ce qui est nouveau et inconnu sans avoir à dénigrer l’ancien et, par voie de conséquence la tradition d’origine. Dans cet exemple nous voyons la clinique heurtée d’une famille qui refuse de reconnaître ses racines, et sa quête incessante pour s’intégrer dans une nouvelle culture. Ce genre de situation, poussé à l’extrême, peut déclencher l’apparition de symptômes sévères et de perturbations dans l’ensemble du groupe.
Mots-clés: culture, famille, déni des racines, symptômes, transgénérationnel.
Summary
Family experience in a new culture: the implications of denying one’s origins
The influence of family and culture is basic to the couple and family psychotherapist’s understanding of an individual’s identity, as is an acknowledgement of the mutual influence these factors have on each other. In discussing specific clinical material, the authors examine the implications of cultural influence on family functioning in the context of a family migration. In particular, there is a focus on a migrant family and the difficulties they face in adapting to a new culture. Using a clinical vignette the importance of a family approach to what is new and unknown without surrendering the influence of their cultural origins is examined. The clinical vignette also highlights the obstacles faced by a family that refuses to recognise its origins. In this family, this is shown to have a detrimental impact, especially when it is associated with an incessant search for acceptance in a new culture. When taken to an extreme, such a strategy, along with the denial of family origins, can create serious symptomatology and a rupture in psychic functioning.
Keywords: culture, family, denying one’s origins, symptomatology, transgenerational.
Resumen
Una familia, otra cultura: implicaciones respecto de la negación de las propias raíces
Actualmente sabemos cuales son los factores importantes a tener en cuenta al observar al individuo inserto en su familia y, por lo tanto, en su cultura. En todos esos contextos existe una relación mutua de influencia, que es por ende determinante respecto de la constitución de cada uno. Este trabajo pretende discutir las implicaciones relacionadas con la influencia de la cultura en la determinación del modo de funcionar de una familia. Presentaremos una familia de inmigrantes que se mudaron de país y enfrentaron dificultades para adaptarse a una nueva cultura. A partir de una viñeta clínica, el objetivo es discutir la importancia de permitir la aproximación a lo que es nuevo y desconocido sin tener que destituir lo que es antiguo, o sea, la tradición. En este ejemplo vemos los obstáculos enfrentados por una familia que se niega a reconocer sus raíces en detrimento de una búsqueda incesante por la aceptación de una nueva cultura. Ese tipo de situación, cuando llega al extremo como consecuencia de funcionamientos rígidos, puede desencadenar el surgimiento de síntomas graves y disruptivos para todo el grupo.
Palabras claves: cultura, familia, negación de las raíces, síntomas, transgeneracionalidad.
ARTICLE
Cuando nos referimos al concepto de cultura, inmediatamente pensamos en un espacio en el cual el individuo está insertado y, por ende, sujeto a sus diferentes marcas y diferentes registros de ese universo. La cultura, que de alguna manera, se transmite a través de generaciones, es algo que nos “conforma” (nos da forma). Ella nos identifica y nos brinda el sentimiento de pertenencia a determinados costumbres, determinadas normas, leyes y patrones que se colocan como orientadores de nuestras creencias.
En la colección “A História da Vida Privada”, organizada por los autores Philippe Ariès y Georges Duby (2009) se muestra, a lo largo de sus volúmenes, la importancia y la influencia de la cultura en la determinación de los modos de vida familiar, en sus diversas formas para constituirse y organizarse y en las creencias vigentes en diferentes épocas. En diferentes regiones alrededor del mundo vemos diferentes costumbres, hábitos específicos conectados, inclusive, a cuestiones geográficas y, por lo tanto, un universo de posibilidades en el modo de ser y de existir de cada familia.
Así, más que nunca, la familia siempre tiene que ser vista a partir de sus raíces culturales y, por lo tanto, entendida en su más compleja red de identificaciones, creencias y mitos. No podemos intentar entender a la familia y a su dinámica de funcionamiento sin tomar en consideración el contexto dentro del cual se constituyó y en el cual está inserta.
De acuerdo con Moro (2017) la parentalidad se construye a partir de diversos componentes:
«(…)Algunos son colectivos y pertenecen a toda la sociedad, cambian a lo largo del tiempo, pueden ser históricos, jurídicos, sociales o culturales. Otros son más íntimos, particulares, conscientes o inconscientes y pertenecen a cada uno de los padres, como personas y en su calidad de futuro padre o madre, a la pareja y a la propia historia familiar del padre y de la madre. Aquí, entra en juego lo que se transmite y lo que se esconde, traumas infantiles y la forma como cada uno puede esconderlos» (p. 138).
Por lo tanto, de acuerdo con la autora, dependerá de la pareja que iniciará la familia crear condiciones para que lo que es antiguo y lo que es nuevo puedan dialogar, para que lo conocido y lo extranjero puedan intercambiarse sin amenazar a la integridad psíquica de esa nueva familia.
Una situación bastante peculiar son las familias de inmigrantes. En general, son individuos que debido a alguna condición adversa, tuvieron que “abandonar” su lugar de origen, dejando atrás toda una historia, objetos, recuerdos y significados que para su organización familiar tenían sentido. Al enfrentarse con una nueva cultura se sienten exigidos a cambiar una serie de patrones de funcionamiento a los cuales ya estaban acostumbrados y que para ellos eran significativos. Entran, radicalmente, en contacto con algo que para ellos es muy ajeno, raro y diferente.
Esa experiencia, muchas veces, es sentida como algo perturbador y, en familias con funcionamientos más rígidos, la posibilidad de adaptación queda perjudicada. En esas situaciones, la flexibilidad es fundamental porque puede ser necesario que creencias sagradas tengan que ser revistas y/o hasta modificadas. En general se observa que siempre se notará una resistencia inicial, pero se espera que, a lo largo del tiempo, el grupo familiar logre, poco a poco, adaptarse y absorber la nueva cultura en la que está insertado sin necesariamente tener que deshacerse de su esencia.
Atendí en mi consultorio a una familia que me pareció estar viviendo este tipo de problemática. Se trataba de una familia formada por la pareja (ambos nacidos en Corea) y dos hijos adolescentes (una chica de 14 años y un chico de 16), que nacieron en Brasil. Los padres vinieron a Brasil siendo aún adolescentes y actualmente tenían alrededor de 50 años. Fueron enviados a mi consultorio por un psiquiatra de infancia y adolescencia que atendía desde hacía casi dos meses al hijo más grande debido a una hipótesis diagnóstica de Síndrome de La Tourette[1]. Según los padres el chico presentaba algunos tics vocales obscenos (coprolalia).
Por medio de esta viñeta clínica pretendo comentar las consecuencias que un grupo familiar de origen extranjero (en este caso, coreano) puede sufrir cuando uno de sus miembros, el padre, niega sus raíces y, por lo tanto, influencias y creencias que de ellas derivan. Observaremos que ese rechazo para aceptar sus marcas interfiere en su visión de mundo, de familia y de educación de los hijos y en los conflictos que surgen entre las generaciones. Parece que existe un abismo entre lo que se hereda y la forma como se presenta. El sufrimiento es intenso y queda cristalizado en modos de funcionamiento rígidos, sin espontaneidad ante las adversidades que la vida propone.
Este material clínico se refiere a las primeras entrevistas con la familia. El padre (P) es comerciante, la madre (M) no trabaja y los hijos (V y S) estudian en una renombrada escuela particular. Reportaré apenas algunos momentos de las cuatro primeras sesiones.
Quien hace el primer contacto telefónico es el padre, diciendo que él y su esposa necesitan conversar sobre su hijo. En el primer encuentro, quien empieza a hablar también es el padre, comentando sobre el diagnóstico del hijo y relatando que la relación entre ellos está muy mal. La madre se queda callada casi todo el tiempo, con la mirada baja. M sólo mira al marido si él le habla y lo mismo pasa conmigo.
El padre continúa diciendo que está cada vez más impaciente con su hijo y que a veces altera el tono de voz y se terminan peleando… “Trabajo en comercio y esa situación me deja con mucha dolor de cabeza ¡Es muy estresante! ¡Me gustaría que en nuestra familia las cosas fueran más tranquilas! ¡Les doy todo lo que quieren!…”
Siempre el padre sigue hablando y dice que no quiere tener ningún hijo prodigio, “…solo un hijo normal…”
A continuación intenta relatar desde cuando las cosas empezaron y que el hijo ya tuvo varios tics motores: desde morderse, hasta parpadear, “rascarse” la garganta y, ahora, tiene tics vocales (altos y agudos). Intento invitar a la madre para que hable un poco, pero sin éxito, el padre continúa dominando el espacio de la cita. Él dice: “M. es muy callada, muy reservada, no se parece a su mamá…”
La madre sigue siempre cabizbaja. Le pregunto qué sería “parecerse a su mamá” y el padre dice que le parece que la madre es muy pasiva, sin mucha actitud.
Le pregunto directamente a la madre sobre lo que su marido está diciendo y ella contesta que tampoco sabe porque su hijo se quedó así… Concuerda en que es más reservada… (dice todo esto mirando para abajo).
El padre comenta que no sabe qué hacer, que no quiere repetir su pasado duro y sufrido… Dice también que hacer terapia familiar lo deja perplejo… Le pregunto lo que eso significa para él y, en su respuesta, percibo que ni siquiera se da cuenta de lo que pasa. Decido preguntarle a la esposa y ella me contesta sorprendentemente. “… Creo que es un problema que tenemos que resolver TODOS…”. En ese momento el padre la interrumpe, reforzando sus críticas sobre ella. Enseguida comenta “… Me llamaron de la escuela para decirme que quizás yo le estaba exigiendo mucho a mi hijo… ¡Pero creo que no! ¡Todos dicen que la cultura oriental es más rígida! ¡Pero yo vivo acá hace 36 años! ¡No me parece que estoy educando a mis hijos tan rígidamente! ¡Solo les pegué cuando las notas empeoraron!…”
En ese momento, la madre consigue hablar. “…A mí tampoco me parece que somos rígidos… les damos todo lo que quieren… P siempre les daba y aún les da todas las novedades. Desde que V empezó a presentar tics verbales, aun empeorando en la escuela, no le exigimos más nada…” El padre añade “… No les pido nada… Exijo el mínimo…”
La madre se calla de nuevo y yo comento que “…a lo mejor, lo que es mínimo para él, es el máximo para su hijo…”
Al final de esa primera cita se quejan mucho de que la rutina familiar es muy complicada, que no logran ni siquiera ir al cine o a un restaurante, debido a los tics vocales de V. El padre dice que “…por su causa nos quedamos todos presos…”.
En esa primera cita la hija se mantuvo callada todo el tiempo, aun cuando intenté incentivarla para que opinase.
En la segunda cita vinieron sólo los padres porque los hijos tenían exámenes en la escuela al día siguiente (no me habían avisado). Ellos (especialmente el padre) cuentan cómo se conocieron y como se casaron. El padre dice que siempre sintió que la familia de la esposa lo veía como si fuera inferior porque no tenía las mismas condiciones financieras. Cuentan que sufrieron un aborto espontáneo anterior al embarazo del hijo y relatan el nacimiento de los dos chicos. La mamá comenta sobre el proyecto de familia “de propaganda de tele” del padre.
A continuación, reporto trechos de la tercera cita, a la cual asistieron todos.
El hijo empieza diciendo:
V: Creo que somos una familia muy rígida…
El padre ya lo interrumpe.
P: Listo ¡ahora empezás de nuevo con esa historia de que somos rígidos! Vivo acá hace más de 30 años… ¡Eso ya pasó, es pasado! No existe eso que coreano es más rígido…
El hijo sigue:
V: Mi papá no lo ve, pero él es muy duro…
P: Ahh… ser duro es una cosa y rígido es otra. Siempre les di todo lo que me pidieron… ¡y yo no les pido mucho! Solo que te esfuerces más…
V: Yo me esfuerzo, pero es muy difícil…
P: No entiendo, para vos, jugar videojuegos no es difícil, pero las otras cosas…
V: Reprochás los videojuegos porque decís que empeora mis síntomas ¡Pero no es eso! ¡Bueno, es verdad, yo me quedo, sí, más agitado!
P: ¡Agitado!
V: Pero a mí me gusta jugar y a veces, cuando juego, ni tengo tics… al contrario, me relajo más…
Pero cuando sé que mi papá está llegando a casa parece que por más que intente controlarme para mostrar mi esfuerzo ¡se me hace aún más difícil! Y mi papá se enoja mucho y ahí yo empiezo a ponerme nervioso…
P: Lo único que te pido es que te esfuerces. ¡Yo trabajo arduamente! No sé… creo que ya estoy cansándome…
La madre y la hija se quedan calladas. Antes de decir algo, prefiero escuchar y saber si ellas quieren decir algo.
M: Ehh… P. es más rígido si… Pero V. quiere jugar también… Creo que él tiene miedo que el padre vea que él está teniendo los tics…
V: ¡En casa, hasta hace poco tiempo, no teníamos tele!… ¡Y papá dice que no es rígido! ¡Creo que somos sí, una familia coreana!
Pensé en preguntar, al final, lo que significaría ser una familia coreana, pero es el padre quien lo interrumpe a su hijo.
P: Familia coreana… ¿Qué sabés sobre lo que es una familia coreana?
V: Sé que son más rígidos. ¡Que, por ejemplo, tenemos que respetar a los más viejos, que no podemos levantar mucho la cabeza… que tenemos que hablar bajo!
P: Vos insistís en eso… creo que no tiene nada que ver…
M: Creo que somos, sí, un poco duros… El Coreano tiene esa diferencia generacional muy marcada… yo también soy así… más huraña… pero cuando tengo que decir algo, lo digo… Ya sufrí mucho por ser así… siempre me pongo para abajo…
Comento que, no obstante están en Brasil hace muchos años, cada uno carga sus raíces, su cultura dentro de si… y que, para el padre, eso puede parecer bastante incómodo…
V: Ehh papá, ¿vos crees que solo porque te fuiste de Corea sus costumbres no son más parte de tu cultura, de vos?
La llamo a la hermana que se quedó quieta. S. concuerda con el hermano solo con un gesto. Comento sobre la dificultad y miedo que la familia tiene de hablar. Son todos muy temerosos de la autoridad paterna. Si la familia no es perfecta y adaptada nada parece estar bien.
En esa cita lo veo al hijo intentando exponer una situación que pareciera que el padre niega con vehemencia. Queda claro el costo por su parte para que todo esté de acuerdo con lo que desea y una enorme dificultad para identificar y aceptar que algunos aspectos están relacionados con su lugar de origen, ya sea cultural como familiar.
A continuación, relato algunas partes de nuestra cuarta cita.
Vienen todos a la cita. Entran diciendo lo difícil que resulta conciliar todos los horarios. Comento que se esforzaron y que lo lograron.
En ese momento el papá se dirige a su hija que, más una vez, se mantenía callada (pero con la mirada mucho más expresiva en todos los momentos).
P: Ella no se relaciona con nadie… ¡Si pensás que así vas a tener amigas, estás equivocada! El otro día la vi encontrándose con algunas amigas y ella ni siquiera las saluda como se debe…. Esa manera de ser de S. también me preocupa… ¡Acá, en Brasil, las personas son más cálidas! ¡Si por lo menos hablases acá!
M: Ella es muy quieta… Lo que pasa es que mañana ella tiene prueba y no quería venir hoy porque tenía que estudiar. Yo también era así… Ahora soy un poco más comunicativa…
V: Yo intento ayudarla a S. Conmigo ella es normal… nosotros conversamos y nos reímos…
El padre reclama por la distancia de su hijo…
V: Ehh… creo que me llevo mejor con mi mamá… me gustaría llevarme bien también con mi papá… pero con mi mamá consigo conversar más… creo que S se parece más a mi papá y yo más a mi mamá.
Le pregunto lo que quiere decir con “ella se lleva bien con mi papá y yo me parezco más a mi mamá”.
V: No sé por que… me llevo mejor con mi mamá…
Conversamos algo sobre lo que es llevarse bien y lo que es ser parecido… En el aspecto comunicativo el hijo se parece más al padre y la hija a la madre.
P: ¡Yo no era así! ¡Tuve que esforzarme mucho! Ahora converso más con mis amigos.
Le pregunto qué fue lo que lo hizo cambiar.
P: No lo sé… creo que fue la vida… en mi trabajo, tengo que conversar mucho. Acá, en Brasil, todos hablan mucho… Pero si dependiera de mis padres, ni yo tendría diálogo con ellos… Con mi papá no teníamos esa libertad. Lo único que quiero es ver un esfuerzo de parte de V. en cambio de todo lo que le doy…
V: Papá nos da todas las cosas que le pedimos.
Analista: Ustedes dos (padres) me cuentan respecto de una crianza rígida y distante, sin diálogo… sin mucho afecto… y a lo mejor, lo que V. y S. quieren es justamente eso, poder conversar y tener manifestaciones afectivas y no solo cosas materiales…
P: ¡Ah, hasta me parece… que esperan para ver si aceptan tener un celular que no sea el de último modelo!
V: Mi papá piensa que no nos gustan las cosas. Nos gustan, pero no es solo eso… Querría más comprensión… Solo eso…
Analista: Ustedes dos (padre e hijo) cuando se hablan uno al otro, siempre terminan la frase con “solo eso”. A lo mejor, lo que parece “poco o fácil” para uno, es “mucho o difícil” para el otro. P: Ah… no sé nada… en mi infancia era todo “negro sobre blanco”… Y tenemos también ese asunto de los tics…
Todos se callan y se miran…
El hijo dice que es más difícil controlarse enfrente de su padre.
Analista: ¿Sentís que tu padre te exige y que tu madre no contribuye para aliviar esa tensión? V: Cuando papá llega a casa me siento nervioso… y ahí nada funciona…
S: Tenemos miedo de papá.
P: ¡Ustedes hablan como si yo fuera un monstruo!
Analista: A lo mejor es así como se sienten… Eso no significa que seas un monstruo…
Conversamos un poco sobre lo complicado que es tener un padre tan autoritario y, al mismo tiempo, tener una madre que se coloque en posición tan sumisa…. Al final, el hijo dice: “…. Ellos son los que tendrían que hacer terapia de pareja…”. Me gustaría observar que en ninguna cita vi ningún tic de V.
A través de esos relatos vemos la dificultad del padre para reconocer y legitimar su pasado y sus orígenes.
Según Abraham y Torok (1995) la transmisión intersubjetiva presupone un espacio de transcripción transformadora de la transmisión. Cuando esa posibilidad no existe, ocurre la transmisión trans-psíquica que implica la abolición de límites y espacios subjetivos, no existiendo la experiencia de separación entre los sujetos del grupo familiar y la familia en general.
Como ya dije, en esta familia, vemos la gran dificultad que la figura del padre tiene para reconocer y aceptar sus raíces y, por lo tanto, su historia, principalmente por un preconcepto que él mismo crea. Movido por la necesidad y, a lo mejor, por el deseo por ser aceptado e incluso en el “grupo de los brasileros”, el padre se esfuerza intentando negar o minimizar sus diferencias con respecto a su crianza, sus costumbres y su cultura. Esos contenidos que no son susceptibles de transformación y, por lo tanto, incorporados en la trama familiar de ese grupo, fluctúan como ruidos no deseados y profundamente incómodos.
Si pensamos respecto del significado de los síntomas de la Síndrome de La Tourette, nos vemos ante la cuestión de la incontinencia para algo que no cabe ni dentro ni fuera de cualquier continente. Es la fuga de lo que no tiene representación interna, pero también es lo que no encaja con lo externo. Es la expulsión de contenidos mentales que no se transformaron y que no pueden ser significados dentro del mundo psíquico del individuo. Cuando son expulsados, se quedan a la deriva porque no son ni reconocidos ni aceptados dentro de una cadena de significados, reglas, normas, leyes e, inclusive de la propia cultura.
Cuando la familia revela un funcionamiento muy rígido, la mayoría de las veces tiende a cristalizarse, ser unidireccional, marcando a las personas en sus roles y modos de ser parciales, frecuentemente coercitivos e inhibidores de un desarrollo más amplio. Ese mecanismo compromete la percepción de las experiencias que los individuos viven en su propio grupo, restringiendo así, el espacio para pensar con libertad.
En el grupo familiar presentado, observamos extrema rigidez en su funcionamiento, verbalizada, por ejemplo, cuando la hija dice que ellos tienen miedo del padre. La madre se presenta extremamente pasiva ante todo eso y el padre desea imponer su ideal de familia, que no condice, en nada, con sus experiencias anteriores, ni con sus experiencias actuales.
Para Meyer (2002), el objetivo de la terapia familiar es el desarrollo psíquico, lo que, en el caso de esta familia, significa la des-cristalización de mecanismos defensivos, generando la posibilidad de circulación de diferentes experiencias emocionales entre los miembros de la familia. La disminución de la estereotipia y la apertura hacia un proceso de reflexión sobre el modo de ser y funcionar familiar de cada uno, también hacen parte de ese proceso. Concebir el proceso de desarrollo psíquico de la familia significa también construir, o reconstruir, junto con la misma, su historia emocional, de la constitución y ruptura de sus vínculos, de la repetición de sus patrones de relación, de los mandatos culturales, en un trabajo terapéutico que, al develar esa historia, puede lograr modificarla y no mantenerla encriptada.
En todas las familias, cada hijo ocupa un lugar propio en el inconsciente de los padres; ellos, por su lado, repiten con los hijos sus experiencias con sus padres. Es así que se estructuran las cadenas transgeneracionales. Para deshacerlas es fundamental que secretos, creencias y costumbres familiares, escondidos durante generaciones, sean develados y que la familia enfrente sus lutos y heridas narcisistas, vergüenzas y humillaciones, sin negarlas. Vemos como el padre, en la familia que describimos anteriormente, busca negar sus orígenes y su sentimiento a través de la enfermedad del hijo. El hijo está aprisionado como representante de todo lo que no cabe como propio de la estructura familiar, pero que está absolutamente encarnado en ellos, inclusive en su origen coreano.
En el ámbito de la transgeneracionalidad, refiriéndonos una vez más y en especial, a las contribuciones de Torok y Abraham (1986), el fantasma transgeneracional o “el trabajo del fantasma en el inconsciente” significa el efecto de los secretos familiares transmitidos a través de las generaciones. Como en familia lo que no se resuelve, se repite en experiencias indecibles de algunos miembros, para las generaciones subsecuentes, lo que no se elabora se vuelve innominable e impensable y sus efectos pueden repercutir inclusive, más adelante, más allá de la tercera generación.
Los contenidos que se transmiten casi “inmodificados” de una generación a otra, quedan escindidos, incorporados, enquistados, pero no pueden ser introyectados. Framo (1976) los llamó “restos fósiles” y Abraham y Torok (1995), los llamaron “fantasmas que habitan criptas”. En esta familia, un gran fantasma parece ser su propio origen. La negación de toda su herencia cultural dejaba en suspenso en el medio de todos un contenido el que no tenía lugar fuera del grupo, pero que tampoco habitaba el adentro. En esas situaciones sería oportuno analizar esos contenidos para que la familia empiece a enfrentar el sufrimiento de los lutos no elaborados y las delegaciones tanáticas de las generaciones anteriores. La posibilidad de descifrar y develar los fantasmas, “hacer circular” en el campo vincular terapéutico los secretos encriptados y darle sentido a los fenómenos de repetición, ayuda a todos a liberarse de su destino de repetición y, por lo tanto, de muerte, falta de movilidad e imposibilidad de transformación.
Recordamos que el grupo familiar tiene características específicas con respecto a los otros grupos, porque en éste se entrelazan e interactúan vínculos de alianza y de filiación, así como de consanguinidad, cruzados por encima de lo genealógico grupal familiar, su estructura inconsciente y su herencia cultural.
Frecuentemente, los padres reclutan a los hijos para que asuman el rol central y complementar sus expectativas. Los hijos pasan a ser participantes de la fantasía familiar compartida, contribuyendo a la ansiedad general que los une. Por lo tanto, el niño no logra alcanzar un equilibrio adecuado entre sus dotes reales y lo que se le impone, siendo ese factor un serio obstáculo para su desarrollo y para su diferenciación.
Kaës (1987), al introducir el concepto de pacto denegativo se refiere a un acuerdo entre los miembros de una pareja o grupo para que algunos recuerdos y datos históricos sean rechazados o apagados, condenados a represión o denegados para sostener la continuidad de los diversos vínculos del grupo familiar. En la familia que es nuestro ejemplo, parece que el padre tiene que estar siempre controlando lo que se debe, o no, transmitir, compartir entre ellos. Imaginando el síntoma del hijo, como un síntoma del grupo familiar, es claro que existe un movimiento en el grupo para “barrer” los contenidos indeseables debajo de la alfombra. Sin embargo, todo ese control escapa y se evidencia en el síntoma del hijo, representando, a lo mejor, también, un pedido de ayuda. El hecho de que se tiene “un paciente” en la familia dificulta la dilución de la problemática entre todos los miembros; en cierto sentido, deshacer ese arreglo es desestructurador, porque en la dinámica familiar cada persona cumple sus roles y funciones, cabiendo al miembro que cumple el rol de enfermo del grupo, facilitar que los otros anden relativamente bien y se encuentren protegidos de los síntomas más graves. Cuando el padre dice que “por causa del hijo todos se quedan presos”, tenemos que prestar atención a cual prisión se refiere.
El ser humano transita entre la angustia generada por la necesidad de ser él mismo y por la necesidad de corresponder a lo que viene del otro que, al inicio de la vida es indispensable para su sobrevivencia. Cuando esa dialéctica entre el “yo” y los “otros” significativos es funcional, el niño encuentra un ambiente propicio a la expresión de su ser, para su desarrollo y autonomía. En caso contrario, el individuo se construye frágilmente y se vuelve incapaz de transformar el medio a su alrededor, en favor de la constitución de su individualidad.
Cuando el padre de la citada familia dice que quería “apenas un hijo normal”, él revela la medida de su expectativa aprisionadora con respecto al hijo y revela también la medida de la fuerza que ese hijo tiene que hacer para ser él mismo. También queda claro, en el discurso, la fragilidad del padre ante lo inesperado, presencia que lo remite a lo que es incómodo en lo diferente, de aquello que no es su imagen y similitud.
Spivacow (2008), al mencionar posibles conflictos y trabajos psíquicos que ocurren en los vínculos, nos remite al concepto de discontinuidad. Él nos dice que la discontinuidad es inherente a cualquier vínculo, porque ninguna relación es factible de lograr una total coincidencia en el campo del orden temporal. La situación habitual de cualquier vínculo es la de no “coincidir” siempre, existiendo así un “desencuentro” de deseos. Cuando una familia, de alguna forma, es arrancada de su ambiente de origen para irse a un lugar desconocido y a veces hasta hostil, imaginemos cuantas discontinuidades son vividas hasta que ocurra alguna adaptación. Por ende, además de la discontinuidad inherente a la relación, ellos tienen que lidiar con innumerables rupturas promovidas por el contacto con lo extranjero. Sin dudas, no es una situación ni tranquila ni cómoda.
Una vez, una profesora les contó a los alumnos que cuando se mudó de Argentina para Brasil su principal preocupación era traer todos los zapatos que pudiera. Después de un tiempo se dio cuenta cual era el significado de esa necesidad. Pisar… ella empezó a darse cuenta que era difícil pisar en un territorio extraño sin contar ni siquiera con una referencia familiar que pudiera tener desde su lugar de origen. En ese caso, nada mejor que contar con sus propios zapatitos.
Esa dialéctica que involucra lo que es individual y lo que es cultural, familiar y lo que es extranjero, se perpetua como una tarea con la cual todas las familias tienen que lidiar, involucrando, o no, ciertos cambios concretos.
Merea (2005) considera como una verdadera trama a toda esa articulación entre lo particular que involucra al sujeto y lo general que involucra a la familia, a la sociedad y a la cultura. Durante nuestro desarrollo percibimos el carácter circular entre esas dos condiciones de estar en el mundo del individuo. De acuerdo con Betarello, Greco, Silva Filho e Silva (2008) es en la interactuación con la familia y con la sociedad que el ser humano obtiene las condiciones necesarias para su desarrollo, siempre en un encuentro con el otro.
El proceso para constituir a un sujeto es extremamente complejo. La familia tiene que constituirse como una envoltura psíquica que da un sentido de pertenencia, continencia, delimitando el “adentro” y el “afuera”, o sea, generando una identidad familiar. Esa condición va a favorecer el desarrollo de sus miembros sin que para ello ocurran rupturas drásticas. Cuanto más la familia niega su origen, sus raíces, más se aleja de la constitución de una identidad sólida y plena de sentido para sus miembros.
Sin tomar en consideración su historia y sus tradiciones, la familia pierde la capacidad de desarrollar y transmitir una narrativa. Es fundamental que cada miembro de una familia tenga condiciones para construir su propia narrativa. Sin esa posibilidad, el surgimiento del sujeto queda empobrecido y más anclado a referenciales externos y superficiales que en lo que representa para la identidad de ese grupo, la esencia de esa familia.
Bibliografia
Abraham, N., Torok, M. (1995). A Casca e o Núcleo. São Paulo: Editora Escuta.
Ariès, P., Duby, G. (2009). A História da Vida Privada. São Paulo: Companhia das Letras.
Bettarello, S.V., Greco, F., Silva Filho, L.A., Silva, M.C.F. (2008). Fundamentos e Prática em
Hospital-Dia e Reabilitação Psicossocial. São Paulo: Atheneu.
Framo, J.L. (1976). Family of origin as a therapeutic resource for adults in marital and family therapy: you can and should go home again. Family Proces, 15, 2: 193-210. DOI:
10.1111/J.1545-5300.1976.00193.x.
Kaës, R. (1993). La transmision de la vie psychique entre générations. Paris: Dunod.
Merea, C. (2005). Familia, Psicoanálisis y Sociedad: el sujeto y la cultura. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
Meyer, L. (2002). Familia: Dinâmica e Terapia: uma abordagem psicanalítica. São Paulo: Casa do Psicólogo.
Moro, M.R. (2017). Parentalidade y diversidad cultural. Revista Brasileira de Psicanálise, 51, 137-149.
Spivacow, M.A. (2008). Clínica Psicoanalítica com Casais: entre la teoria y la intervención. Buenos Aires: Lugar Editorial.
[1] Síndrome de Tourette o enfermedad de Gilles de La Tourette es un trastorno neuro-psiquiátrico que, en general, se manifiesta durante la infancia y que se caracteriza por múltiples tics motores y vocales.