REVUE N° 9 | ANNE 2011 / 1
Résumé
Le lien intersubjectif entre psychanalyse, philosophie et contexte socio-culturel
Le travail vise à analyser le lien dans le rapport je-autre en philosophie e dans la clinique psychanalitique de la intersubjectivité.
Grâce à une re-lecture de la contribution de certains auteurs se identifie un certain nombre de questions autour de la négation (individualisme) ou des modes de représentation de la structure de liaison de l’existence dans la philosophie moderne et contemporaine qui se retrouvent avec un manque de formalisation (objet théorique) dans les études récentes sur le concept psychanalytique de intersubjectivité.
La portée du travail est d’identifier les indicateurs qui permettraient de conceptualiser la clinique psychanalytique de la famille, à evisager sérieusement les facteurs qui le contexte ajoute et se mélange avec d’autres déterminants.
Mots-clé: intersubjectivité, contexte du lien, psychologie des domaines, ambiguité.
Summary
The link intersubjective between psychoanalysis, philosophy and socio-cultural context
The paper aims to analyze the link between the I-other relationship in philosophy and clinical psychoanalysis of intersubjectivity. Through a re-reading of the contributions of some authors, there are a number of issues around the negation (individualism) or the modes of representation of the link’s structure of existence in modern and contemporary philosophy who find themselves with a lack of formalization (theoretical object) on the recent psychoanalytic studies of the intersubjectivity’s concept. The purpose of this study is to identify indicators that would help to contextualize the psychoanalytic clinic of the family to consider the factors that the context adds and mixes with other determinants.
Keywords: intersubjectivity, context of the link, psychology of the domains, ambiguity.
Resumen
El vínculo inter subjetivo entre psicoanálisis, filosofía y contexto sociocultural
El trabajo se propone analizar el vínculo entre la relación yo-otro en filosofía y la clínica psicoanalítica de la intersubjetividad o vínculo. A través de una re-lectura de los aportes de algunos autores se individualizan una serie de cuestiones alrededor de la negación (individualismo) o modalidades de representación de la estructura vincular de la existencia en la filosofía moderna y contemporánea que se reencuentran con una cierta carencia de formalización (objeto teórico) en los recientes estudios psicoanalíticos sobre la noción de intersubjetividad.
El propósito del trabajo es individualizar indicadores que ayuden a contextualizar la clínica psicoanalítica de la familia, es decir, tomar seriamente en consideración los factores que el contexto añade y mezcla con otros determinantes.
Palabras clave: intersubjetividad, contexto del vínculo, psicología de los ámbitos, ambigüedad.
ARTICLE
El vínculo inter subjetivo entre psicoanálisis, filosofía y contexto sociocultural
RAFFAELE FISCHETTI[1]
El debate actual en el psicoanálisis de pareja y familia focaliza la problemática de los efectos del contexto cultural y social sobre la cualidad de los vínculos ínter-subjetivos en la familia contemporánea. En el escenario de la familia actual un punto a tratar es el tema de la dominación que apunta a la neutralización del otro como diferenciado y el tema del reconocimiento en el vínculo, llevado sobre todo por Jessica Benjamin (2004) y retomado por otros autores (Eiguer, 2006; 2008; Kaës, 2008; etc.). Esta doble y enlazada temática se encuentra con una cierta carencia de formalización (objeto teórico).
En la filosofía del XX siglo se pueden individualizar posibilidades de ampliación. Lévinas (1980) en “Totalidad e Infinito” plantea la cuestión de cómo el sujeto puede entrar en relación con otro, sin privarlo de su alteridad. Esta para Lévinas no es una operación de pensamiento, sino una experiencia existencial que se realiza en el encuentro concreto con el otro. “El otro en cuanto otro es Otros, implica un desgarro sobre la exterioridad y se configura como una novedad absoluta irreducible al mismo”. El concreto manifestarse de la alteridad de otros es llamado por Lévinas rostro. La característica fundamental del rostro es la autosignificación, ya que no es un signo que re-envía a otro, sino que es una presencia viva que se auto-presenta y se auto-impone “de por si”. Y agrega: los otros no nos vienen hacia solamente del contexto, sino que significan por sí mismos. “El Ser se produce como múltiple y como escindido en Mismo y en Otro. Esta es su estructura última. Es sociedad y, entonces, tiempo. Así salimos del Ser parmenideo”.
Ampliamos la problemática. Para Merleau-Ponty (1989; 1993; 2003) los problemas filosóficos se apoyan sobre el examen de la percepción. La percepción no es un acto cognitivo neutral sino siempre una posición del sujeto en el sistema de las relaciones ínter-sujetivas encarnadas y como tal es la que plantea al sujeto las cuestiones más incómodas: la percepción es deseo de reconocimiento de sí a través del rol de la alteridad. El sujeto sólo ve porque desde siempre ha sido visto. Uno se siente visto incluso antes de que realmente haya un ojo que lo mire. El punto es que esta desposesión hecha por la mirada ajena sobre el yo, no se limita a suceder sino que produce una transformación del mismo yo.
Se delinea un escenario donde más que hablar de ínter-subjetividad hay que hablar de ínter-corporeidad. La ínter-corporeidad anónima y muda parece constituir una apertura a la alteridad, apertura que se lleva a cabo independientemente de la voluntad subjetiva. La ausencia de dicha apertura se convierte en una negación vital, ética, y no en una negación lógica, la ausencia de lo que debería estar allí. La ausencia del otro se convierte así en un “modo propio” de su presencia. La incapacidad para pensar ciertas formas de desorden de relación como “otro orden” enmascara una protección hacia lo que este cambio de perspectiva abre. Algo desagradable para su imagen de sujeto ético. El mismo problema plantea Bléger (1989; 1991), cuando describe la personalidad ambigua, no como una organización patológica en contraposición con el yo maduro, sino como una tipología, un modo de organización de la personalidad y de la realidad social .
Poner la comunicación ínter-corpórea como condición previa para la constitución de la subjetividad, no debe pasar por alto el hecho de que las relaciones entre los sujetos no son simétricas, sino que siempre contienen un factor de desequilibrio, donde permanece una constante tensión entre reconocer al otro y afirmarse a sí mismo. Para Winnicott (1968) la posibilidad de la destrucción del objeto permite que el sujeto pueda ir más allá de la relación con el objeto subjetivo. La destrucción abre la posibilidad de considerar al objeto no sólo como un producto mental, sino como un objeto externo, como otro.
En los intentos de la fenomenologia sujeto y relación ínter-subjetiva aparecen aun como poco definidos, no muestran la concreción, la subjetivación, la historicidad que podemos encontrar en la clínica. La clínica sería el lugar privilegiado donde se pueden tocar los procesos de subjetivación y de historicidad y donde reorganizar en una conceptualización algunas de las teorías más avanzadas.
En un trabajo del 2006 sobre los cambios de la familia contemporánea Alberto Eiguer decía que el creciente aumento del rol de la mujer en la sociedad no había llevado necesariamente a enriquecer la función materna, pero había llevado a alterar el modo de concebir las funciones parentales, arrastrando también la caída de la autoridad paterna. Eiguer abre la cuestión sobre si «una nueva concepción de las funciones familiares deberá evitar caer en la influencia de la mentalidad social del momento».
La idea del sujeto de la cultura ha sido tratada por la sociología, la antropología, la historia, la filosofía y es un desafío para el Psicoanálisis ofrecer hipótesis nuevas para incluir lo social, lo transobjetivo como lo llama Janine Puget (2003; 2005), en el corpus teórico y, sobre todo, en la práctica clínica. Una concepción de la subjetividad como la Teoría de los Ámbitos de Pichon-Rivière y Bleger implica sostener que lo específico de todo sujeto se configura a través de interacciones con los otros, en recíprocas presencias que se alternan con ausencias, en un determinado contexto, de modo que el sujeto sea al mismo tiempo productor y producto de la subjetivitad, efecto y causa ínter-subjetiva. Los ámbitos no son campos disciplinares, sino un modelo conceptual diferente para encuadrar un mismo fenómeno. Entre ellos no hay relaciones de interacción, influencia, causalidad, pero se trata de una única estructura que es usualmente dividida, no solo conceptualmente, sino en las mismas modalidades de la vida cotidiana (alienación).
Volvemos a la relación entre el espacio familiar y el contexto institucional y/o social. Si hasta hace algunos años el contexto era pensado como productor de un efecto de influencia sobre los movimientos del grupo familiar, ahora se hipotiza, a partir de la noción de vínculo, que el contexto es el mismo texto de la familia, en el sentido de que no hay una realidad externa que produce mayores o menores efectos de influencia sobre la historia de una familia, pero tal realidad es parte del texto familiar en sus diferentes modalidades y por esto fundador de todo grupo familiar. Sobre esto Pichon-Rivière decía que verdaderamente no existe una relación externa. Se usa el término texto para indicar las formas propias que un grupo familiar construye, formas que a su vez producen múltiples sentidos. En tal multiplicidad de sentidos se organizan constantemente atravesamientos entre las producciones simbólico-imaginarias familiares y el imaginario institucional y social. Se trata de desconstruir el dentro y el fuera grupal en cuanto se presentan como entidades sustancializadas y pensadas como pares de opuestos (contraposición).
Es necesario dejar caer la tesis clásica que contrapone el individuo a la sociedad, “individuo” es el nombre de un tipo de sociedad, que presupone una modalidad de vínculo social.
Cuando nos ocupamos de las que genéricamente llaman las posibles influencias y los condicionamientos que puede recibir la estructura familiar desde el contexto social, ¿no estamos olvidando que este movimiento acciona los niveles institucionales y sociales de la misma estructura familiar? Muchas veces se aísla el hecho de que la familia no es solo un grupo sino una institución, que desarrolla una serie de funciones para la sociedad que la ha creado para esto. Entonces, cuando de alguna manera los cambios sociales urgen, empujan sobre la estructura familiar (funciones y tareas) ¿no están también poniéndola a prueba y moviendo los niveles más indiscriminados depositados sobre la familia como institución?
Ver a la familia como institución implica pensar que la sociedad a través de la cultura:
- se encarga de dar a la familia una organización grupal estable;
- reglamenta los deseos, las prohibiciones y los intercambios, y controla las pasiones a través del disciplinamiento de la sexualidad y de la agresividad;
- arregla los vínculos a través de roles y funciones que se adjudican de acuerdo a los términos de una organización y de un código sostenido por la institución misma.
La familia es una institución que participa en los procesos de la producción-reproducción, a través de la organización de tareas socialmente necesarias en ese momento. La familia es también una organización grupal que lleva en sí un orden social, pero a su vez lo modela con trazos y formas particulares.
La característica del sincretismo familiar es considerar al afuera de la familia como depositario de las partes más discriminadas y maduras de la personalidad. De esta manera paulatinamente modelos más discriminados o asimilados de los vínculos en el social pueden ser introducidos en el interior de las configuraciones vinculares familiares. Pero si el extra-familia funciona con mecanismos que se acercan a la organización sincrética, ¿que pasa en el intra-familiar?
Freud (1930), en “El malestar de la cultura” sostiene que la organización social es el fruto de un compromiso entre la tentativa de alcanzar la satisfacción personal y las exigencias planteadas por la sociedad, compromiso que tiene el efecto de ofrecer al individuo una mayor seguridad con perjuicio de una menor libertad, de una limitación a la satisfacción subjetiva.
Baumann describe nuestras experiencias de hoy, caracterizadas por el poder infinito de la libertad y por una inseguridad infinita que es el producto de una inestabilidad de los vínculos, sin ideales, inestables e indiscriminados.
La liquidez de los vínculos sociales es un aspecto de la sociedad contemporánea. De ella emergen un deseo no arreglado por la castración y desprovisto del límite inconsciente del fantasma, una tendencia al acting, sin mediación simbólica (palabra, pensamiento). Uno de los aportes más fecundos en Psicoanálisis ha sido la función que se asigna al deseo. Renunciar al deseo es como una muerte psíquica, pero no poder aceptar los límites de su realización puede terminar en una situación igualmente destructiva. En la cultura hipermoderna se asiste a la elevación del goce a nuevo imperativo social. El principio del placer se vuelve equivalente a la Ley. No hay más límites. Por ejemplo, el enunciado “deseo un hijo” se convierte en un deseo a satisfacer perentoriamente. Lo permitido y lo prohibido no están delimitados.
Para Gilles Lipovetsky (1993; 2007) la época hipermoderna expone al sujeto a un vacío sin sentido, a una apatía « frívola » que paraliza su vida emocional que dejaría atrás la tragedia de la alienación y del nihilismo esbozada por Marx y Nietzsche. Pasolini había sintetizado esta transformación social afirmando que el poder hiper-moderno no tiene necesidad de subdìtos, sino de libres consumidores. El sujeto se hace esclavo del objeto y más que consumir al objeto termina siendo consumido por el objeto .
El otro aspecto que emerge son las identificaciones “sólidas”, es decir, las identificaciones que indican la tendencia del sujeto al cierre, a la cosificación.
Winnicott (1972) en “Juego y realidad” habla de un particular tipo di psicosis que se basa en una separación del sujeto, no de la realidad externa, sino de sí mismo. Se trata de sujetos tan anclados a la realidad externa que llegan a perder el contacto consigo mismo, con la parte más creativa de sí mismos, con la realidad subjetiva de su inconsciente.
En uno de sus últimos trabajos “Psicología de la alienación” Bléger (1972) descubre que las posiciones kleinianas esquizo-paranoide y depresiva, a las que agrega la posición glischro-carica, están presentes en todos los ámbitos y constituye un error suponer que el fenómeno social existe exclusivamente en las agrupaciones humanas y no en el individuo o en la personalidad. Las posiciones encuentran sus equivalentes sociales en las estructuras de la objetivación (posición depresiva), alienación (posición esquizo-paranoide) y enajenación (posición glischro-carica). Lo que me interesa subrayar es que Bléger destaca que en el desarrollo de la sociedad la alienación ha cedido lugar a la enajenación y que el hombre disociado que caracteriza a la alienación ha cedido el lugar al predominio del hombre ambiguo, no discriminado, dependiente. Bléger había bosquejado la personalidad ambigua, por su fácil mimetismo o permeabilidad, como la de un sujeto que no es una persona, sino “personajes”, en el sentido de que èl es el rol que asume.
Muy adecuadas para nuestra investigación son las variantes que describen a la personalidad ambigua:
- la personalidad de ficticidad donde asistimos a una multiplicidad de identificaciones y a la rápida sucesión o alternancia entre ellas y;
- la personalidad fáctica donde el sujeto puede limitarse a pocas identificaciones a las que queda “adherido”.
Su dependencia a objetos tiene la característica de una falta de discriminación entre el Yo y el objeto. No es que dependan de una función, un grupo o una institución, ellos son la función, el grupo o la institución.
La enajenación se caracteriza fundamentalmente por el echo de que el ser humano resulta una cosa y se trata a sí mismo y a los otros también como cosas, de tal manera que se hallan deshumanizados, con una falta de interioridad.
Si los cambios sociales no se pueden anticipar, ¿cómo se puede empezar a dibujar una formalización conceptual de los efectos de lo social y cultural que cambia? ¿cómo podemos acompañar estos cambios?
Lo que a veces pasa es que los cambios sociales no producen necesariamente nuevas modalidades vinculares, pero a menudo vuelven a aparecer configuraciones antecedentes, arcaicas, antes que puedan presentarse nuevas modalidades del vínculo.
Como consecuencia de los procesos institucionales y sociales que condicionan y determinan los vínculos se producen regresiones en los funcionamientos intra-sujetivos, inter-sujetivos y de roles que determinan dificultades en la posibilidad de diferenciación, discriminación y de pensamiento en el vínculo mismo.
La contextualización del vínculo introduce la cuestión de los límites en que un vínculo muestra sus efectos, su historización. Pichón-Rivière había introducido el concepto de espiral dialéctica para describir este proceso. El movimiento en espiral parte desde un punto del presente que es el punto de acceso llamado el punto de urgencia. El punto de urgencia es el emergente de algo, una situación arraigada en el pasado y que tiende a invadir la situación actual. Tiene sus raíces en las configuraciones arcaicas antes de la diferenciación de la existencia del sujeto en mente, cuerpo y mundo exterior. La ruptura introducida por la contextualización y la historización del vínculo es lo que le permite abrir la temporalidad hasta ahora bloqueada por la repetición o por el proceso de la intelectualización. Se crea un va y viene entre pasado, presente y futuro. Las curvas de la espiral muestran una mezcla de repetición y no repetición, el movimiento conjunto del ahondamiento del pasado y construcción del futuro, el por qué y el para qué de cada proceso.
La heterogeneidad en los modelos de los grupos familiares en el actualidad (pluri-parentalidad, mono-parentalidad, homo-parentalidad, familias para adoptar, familias emigradas, etc.) inyecta la dosis de discontinuidad necesaria para impedir que ella se manifieste como puro presente (naturalidad). Las nuevas configuraciones nos traen nuevos conceptos que no se limitan a re-actualizar los tradicionales, sino que creo que se deben discutir posiciones y funciones en la cultura humana y liberarlas de deudas sofocantes con lo mas conservador del pensamiento.
Otro punto importante es el tema de la incertidumbre del psicoanalista en el vínculo terapeútico que se liga con la creatividad en la contratransferencia y con el problema de la investigación continua. A través de ella, si estamos en condiciones de soportarla en nuestro campo, sin encasillar inmediatamente las cosas para dar a ellas un sentido, podremos ofrecer nuevas configuraciones. Eso me parece importante: la posibilidad de transitar por la incertidumbre como psicoanalistas también. ¿Cómo se presentan estas familias? ¿Cómo se delimita el conflicto? ¿Quién domina a quién? En nuestro trabajo es importante no confundir lo posible con lo pensable. El encuadre ayuda a este proceso.
Bléger decía: «La patología aparece como un ‘experimento’ de la naturaleza y de la sociedad ya que nos presenta de manera desmesurada y evidente lo que corrientemente pasa desapercibido o no se discrimina correctamente o en su totalidad. Pero debe tenerse en cuenta que lo que ahora llamo patología no es sino la vida diaria puesta de relieve a través del ascalpelo del método psicoanalítico».
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[1] Psicoanalista, Presidente G.R.I.P.O. (Italia), supervisor en los servicios públicos. raffaelefischetti@libero.it