REVUE N° 20 | ANNE 2019 / 1

Cinq personnages en quête d’une famille

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Cinq personnages en quête d’une famille

 Par le terme “groupalité”, les auteurs entendent, avec Bauleo, une notion qui se réfère à la production de la subjectivité qui s’étend jusqu’à inclure les sujets mêmes qui la produisent. Dans la notion de groupalité, le groupe est placé comme un sujet qui produit de la subjectivité; l’inclusion des sujets qui la produisent permet de penser la personne comme un sujet collectif. À travers un cas clinique, les auteurs veulent mettre au premier plan la relation qui s’établit entre le processus de subjectivation d’une famille qui se réorganise et le processus de subjectivation qui est à l’œuvre à mesure que les membres du groupe familial entrent dans la situation actuelle, et émergent du faisceau indifférencié des micro-histoires individuelles, familiales et de la grande histoire (le transgénérationnel).

La manière dont le symptôme est exprimé et distribué, son degré de rigidité, donne à la famille une certaine organisation qui, dans le processus thérapeutique, se manifeste lors de la réorganisation/différenciation des fonctions, des liens et des tâches familiales qui prennent dans le travail une grande ampleur et une flexibilité qu’ils n’avaient pas auparavant.

Mots-clés: groupalité, processus de subjectivation, sujet collectif, émergent, fonctions.


Five characters in search of a family

By “groupality”, the authors, following Bauleo, have in mind an idea that refers to the production of subjectivity which extends to include the same subjects that produce it. In the notion of groupality, the group is considered as a subject that produces subjectivity; the inclusion of the subjects that produce it allows us to think of the person as a collective subject. Using a clinical case, the authors wish to highlight the relationship that is shown between the process of subjectivisation of a family that is re-organizing itself, and the process of subjectivisation made simultaneously by members of the family group as they enter the present reality, and emerge from the undifferentiated mass of individual and family mini-histories, and from the family’s bigger transgenerational history. The way in which the symptom is expressed and distributed, its degree of rigidity, provides the family with a certain configuration which, in the therapeutic process, is revealed through the reorganization/differentiation of functions, links, and family tasks that take on a scope and a flexibility that they did not have before.

Keywords: groupality, process of subjectivisation, collective subject, emerging, functions.


Cinco personajes en busca de una familia

Con el término “grupalidad” los autores entienden, con Bauleo, una noción que se refiere a la producción de subjetividad que se extiende hasta incluir a los mismos sujetos que la producen. En la noción de grupalidad, el grupo se coloca como un sujeto que produce subjetividad; la inclusión de los sujetos que la producen nos permite pensar en la persona como un sujeto colectivo.

A través de un caso clínico los autores quieren poner en primer plano la relación que surge entre el proceso de subjetivación de una familia que se está re-organizando y el proceso de subjetivación que a la vez hacen los miembros del grupo familiar al entrar en la situación actual y salen del “bulto” indiferenciado de micro historias individuales, familiares y de la gran historia (lo transgeneracional). La forma en que el síntoma se expresa y se distribuye – entre ellos – su grado de rigidez, le da a la familia una determinada organización que en el proceso de tratamiento se muestra a través de la reorganización/diferenciación de funciones, vínculos y tareas familiares que toman en el trabajo una riqueza y una flexibilidad que no tenían antes.

Palabras clave: grupalidad, proceso de subjetivación, sujeto colectivo, emergente, funciones.


ARTICLE

En psicoanálisis existe cierta dificultad para dar espacio a una lectura del Ámbito Social, de la historia social. Sólo pocos autores han afrontado esta temática (entre otros: Freud, 1929; 1938; Pichón-Rivière, 1971; Bleger, 1964; Castoriadis, 1990; Puget, 2000; Kaës, 2009; 2012; Bauleo, 1998; Consoli y otros, 2008) y abierto la posibilidad de una lectura más compleja de las situaciones grupales y familiares.

Algunas hipótesis llevan a una reformulación radical de la subjetividad.

Partiendo conceptualmente de la grupalidad, Bauleo (1974; 1987; 1990) se da cuenta de que hay un movimiento de vaivén continuo entre sujetos, grupos, instituciones, comunidades y que aquellos movimientos van creando tejidos de relaciones diferenciadas.

La Teoría de los Ámbitos[1] muestra y sostiene conceptualmente aquellos movimientos, del interior de los cuales se iría creando la realidad.

Con el descentramiento del sujeto se sitúa en primer plano el vínculo entre los sujetos (Bauleo, 1998).

Tomando el grupo como sujeto, la persona se convierte en un sujeto colectivo (Balello, 2014).

A partir de la noción de vínculo, social es el texto mismo del sujeto.

El sujeto colectivo tiene como eje central el movimiento, la transformación continua a que cada vínculo expone. Estas ideas llevan a pensar el vínculo como una conceptualización diferente de aquella conocida habitualmente como relación de objeto intrapsíquica o intrasubjetiva (Pichón-Rivière, 1985; Balello, 2011).

Se trata de «localizar los efectos no manifiestos de la historia (una historia intersticial de los hechos, una historia de la intersubjetividad), como líneas que enmarcarían, envolverían o subrayarían y determinarían inconscientemente nuestros comportamientos» (Bauleo, 1998, p. 109).

En el interior del proceso terapéutico con las familias ¿cómo articular y establecer la diferencia entre la historia social y la historia familiar? ¿cómo individuar en el material de los pacientes lo que  transita desde el inconsciente de la situación social? (Aulagnier, 1975).

En la clínica aparecen trastornos, síntomas y situaciones bloqueadas que pueden referirse a cuestiones relativas a situaciones sociales que producen efectos traumáticos, como en las situaciones de emigración, en las situaciones de fuerte inestabilidad laboral, en la violencia de estado, en los terremotos, aluviones, en las guerras civiles… en el holocausto.

En estas situaciones el recuerdo traumático (Berenstein, 2000; Puget, 2005) es pura presencia y obstaculiza la construcción de nuevas pertenencias y de nuevas organizaciones. Pero obstaculizando no olvida y no hace olvidar (Marucco, 2007).

En el caso de situaciones traumáticas sociales, el grupo pierde su organización vincular, la más compleja, que puede recuperar sólo cuando habla grupalmente del evento. El poder nominar es ya el principio de un trabajo de simbolización que rompe ciertas modalidades de relación estereotipadas donde se fija la memoria traumática de un evento social y donde el contexto se convierte en el lugar de la pura denuncia y repetición. La capacidad de nombrar ya señala el paso a una memoria activa donde se generan producciones de nuevas significaciones y modalidades vinculares que permiten un trabajo de transformación.

La familia R

Se trata de una familia de cinco miembros: el señor Alberto, la señora Clara, Thomas el primer hijo varón de diez años, un segundo Augusto de ocho y una niña Virginia de casi nueve. Los hijos son adoptados; después de un primer viaje de Clara al Congo, la señora, que mientras tanto se había casado con Alberto, en el 2011 vuelve con el marido para ir a recoger a Thomas y a Augusto.

Volverán en un segundo momento al Congo para traer la niña a Italia.

Thomas y Virginia son hermanos.

Presentamos algunos recortes del primer coloquio y de la décima sesión para mostrar algunos aspectos del proceso terapéutico.

Cuando entran en la habitación…

Tν piensa que no sabe si podrá entrar en contacto con los chicos: le parece que vienen de una cultura tan lejana…

Tμ. queda fascinada por la presencia de esos chicos tan guapos. Su corporeidad es elegante y llena la habitación.

Al inicio de cualquier proceso tenemos solamente dos cosas: la tarea[2] y la contratransferencia.

Con la contratransferencia estamos incluidos en el campo (Balello, Fischetti, Milano, 2018).

Con la inclusión del observador en el campo de la observación, la relación pasa a primer plano y con ella la reanudación del estudio de la contratransferencia y de la transferencia, que es la forma en que la relación aparece desde el principio en el psicoanálisis.

Sabemos que a la inclusión del observador corresponde un momento de gran ruptura en nuestro modelo científico; cambia la forma en que pensamos la realidad y nuestro vínculo con ella. La realidad no es externa a nosotros, estamos incluidos en ella y, en última instancia, la realidad emerge en la relación, en el vínculo.

Con la inclusión del observador, se vuelve importante el punto de vista, la perspectiva, el lugar ocupado o desde el que se mira.

La contratransferencia adquiere una centralidad que antes no tenía.

El encuadre nos permite la orientación; es un poco como esos mapas que nos dicen “estás aquí”; la tarea nos dice dónde estamos en un momento determinado, nos permite el examen de realidad y funciona como organizador del proceso.

La tarea nos permite organizar nuestra contratransferencia y los contenidos que ellos nos traen en la sesión.

El síntoma que la familia nos trae al coloquio es la fuga de Thomas, su desaparición y el estado confusional en el que lo encuentran.

Cuando entran, la contratransferencia es de fascinación y de miedo de no tener éxito; en un segundo momento se convertirá en el miedo a tocar, a romper cosas y una idea de agujeros que emergen en la escritura de la terapeuta, Tμ, como “mis agujeros”.

La señora Clara había pedido un coloquio porque tanto ella como el marido Alberto se sentían asustados y preocupados: el hijo Thomas de diez años se había escapado de casa; lo encuentran después de algunas horas en un estado confusional, vagando perdido en una zona de la ciudad.

La madre dice que se había roto un equilibrio en la familia y que sentían la necesidad de comprender por parte de todos, y no sólo por Thomas, lo que había sucedido; también el año precedente Thomas había desaparecido y lo habían encontrado en un estado confusional.

En voz baja la madre habla del “vozarrón” de Thomas diciendo que había sucedido a los 9 años y medio… muy pronto.

La ruptura del equilibrio de niño de Thomas ha determinado necesariamente la ruptura no sólo en su esquema corpóreo, sino también en el vínculo con los hermanos, la madre y el padre.

El perderse y confundirse señalaría el emerger brusco de elementos indiscriminados.

¿De qué elementos indiscriminados se trataba?

¿Qué cosa necesitaban retomar? ¿Era difícil tocarlo?

¿De qué podía estar hecho el equilibrio que se había roto?

El padre habla de sí mismo: ha vivido con la madre, con la abuela y una tía; sabía quién era su padre, que sin embargo no había querido reconocerlo; él no había querido verlo nunca hasta tres años antes de ir al Congo; en su cuadragésimo primer cumpleaños había ido a encontrarse con él y se había pacificado.

Casi en un susurro la señora dice que en el Congo era como se ve en la televisión: “mataban con el machete, hombres… niños; violaban y asesinaban a mujeres. Thomas ha visto asesinar a la madre… lo recuerda todo”.

Tν piensa que no sabe cómo tocar; dónde tocar; tiene miedo de romper algo frágil.

Tμ con preocupación advierte la presencia de agujeros; mis agujeros.

Mientras los padres hablan, Virginia empieza a dibujar; Augusto a escribir y Thomas se pone a construir una especie de hombre-torre altísimo con “sombrero y una pesa en la mano, como aquellas que se usan en el gimnasio”.

Tμ comenta que la pesa es para fortalecerse pero que también el peso que hay que llevar pesa mucho.

Thomas toma un cochecito y lo hace correr y lo golpea con mucho ruido, repetidamente.

Está sentado en el suelo.

Augusto dice: “yo no estoy jugando porque tengo miedo de romper algo; escribo lo que he hecho hoy”.

El miedo contratransferencial al contacto y a romper algo respondía al miedo presente en la familia (fantasía compartida).

Parece que Augusto se aferra al quehacer cotidiano, a la crónica diaria, dado que las cosas pesan, tienen necesidad de aferrarse a una rutina que dé seguridad.

El juego en la sesión no es jugar con juguetes sino mover cosas, situaciones. Jugar quiere decir tocar y llevar cosas pesadas y Augusto nos dice que por el momento él mantiene todo parado, pero la rutina da seguridad.

Virginia va primero a la mesilla pequeña pero cuando el hermano se aparta, va allí donde ha construido el hombre-torre. Le da un golpe. El hombre se derrumba con un gran estallido.

¿Estallido de guerra?

Virginia alza la mirada hacia Thomas con angustia.

Thomas se siente molesto por su hermana desde el momento de la llegada a la sesión: ¿la hermana representa un testimonio incómodo de la familia de origen? ¿es testimonio de su lado frágil? La angustia que muestra Virginia ¿a qué podría referirse?

Thomas dice que durante la noche Virginia tiene pesadillas y grita y que Augusto rechina los dientes; parece que Virginia y Augusto tienen el depósito[3] de llevar a la situación actual cosas traumáticas sucedidas en el Congo y de llevar a todos al dolor, a la impotencia y al odio.

Thomas no puede soportarlo y escapa: “odio a Virginia porque es cotilla y porque no me deja dormir… me estropea la vida social; también Augusto me estropea la vida social”.  La idea es que los traumas, los agujeros, impidan la posibilidad de construirse otra vida y de contactarse en modo satisfactorio con la situación actual.

Este discurso va a resignificar la fuga de Thomas como una fuga de aquello que está hecho de agujeros y de miedo a romperse, pero que, dejada allí, impide dormir. Tν dice que deben de haber habido muchas desapariciones mientras estaban en el Congo y había guerra… desapariciones duras: padre, tíos, tías, abuelos, hermanos, hermanas…

Thomas susurra: “¡mamá!”

Clara: “… ha visto asesinar a la madre!” Tν: “¿y papá? ¿sabes si está vivo?”

Thomas: “¡no!”

Clara: “el padre bebía y pegaba a la madre… Thomas asistía”

La niña está acabando la construcción de una casa de dos pisos: “está la cocina… la habitación… la mesa de la cocina y… el escritorio en mi habitación”.

Está muy satisfecha de su escritorio para estudiar.

Augusto pregunta: “¿pero está seguro que son hermano y hermana? ¡vivían en dos lugares distintos!”

Virginia se vuelve hacia él y lo mira un poco desconcertada.

Thomas hace una señal afirmativa.

La madre confirma diciendo que Thomas lo recuerda todo.

Thomas va hacia la hermanita, mira la casa que ha construido y le dice: “pero, ¿cómo? ¿el wáter en el tejado? ¡te ven todos mientras vas al lavabo!” Virginia velozmente lo desplaza debajo de la escalera.

Virginia parece intentar salir de la explosión de guerra construyendo una casa; el hermano le señala que el baño en el tejado, a plena vista, hace que todos vean todo. ¿Hay algo de lo que avergonzarse o que debe ser mantenido escondido durante la sesión? El padre habla de la relación entre él y Thomas, le pide si se está equivocando en algo y que le gustaría que el hijo hablase con él.

Thomas se inclina y recoge una pistola; con la pubertad la pistola-pene se cargaba.

Las adopciones son situaciones a menudo relacionadas con eventos sociales altamente traumáticos: guerras, masacres, guerras civiles, catástrofes naturales…

Pensadas como dispositivos sociales (Bauleo, 2006; Arnosti y Milano, 2006) que deberían permitir su elaboración, en las nuevas familias las pequeñas historias de los niños entre cuyos pliegues emergen los grandes acontecimientos, a menudo pierden peso y son negadas.

La adopción es un dispositivo social colocado en el interior de la institución familiar que se reglamenta por medio de leyes; sólo actualmente se plantea el problema de la continuidad de los vínculos afectivos.

Sabemos que, poniendo en primer plano la continuidad, podemos hacer emerger la discontinuidad de la familia actual que remite a la discontinuidad biológica. Se rompe el ideal narcisista de los nuevos padres que hacen ver que antes de la adopción no hay nada.

Otra sesión

Alberto dice que encuentra mejor la situación, que han atravesado momentos un poco duros, que han visto un recorrido en ascenso pero que al final las cosas han ido mejor; la madre confirma.

Le había llegado un mensaje a la madre diciendo que Thomas había enviado material erótico por teléfono.

Thomas había aceptado la responsabilidad por lo hecho y había hablado de ello con la madre. Los padres han invitado una amiga a casa que les ha hablado a todos de los riesgos de estas cosas… de lo que puede suceder…

Tμ pregunta a Thomas si los conocía.

Thomas responde que sí.

Clara: “si los conocías ¿por qué lo has hecho?”

Alberto: “ha querido experimentarlo directamente sino en modo…” Tν: “papá te está salvando, está respondiendo en tu lugar…”

Augusto y Virginia: “queremos tu respuesta ¡venga!” dicen los hermanos “¿cómo es que si lo sabías lo has hecho?” (es la primera pregunta directa que se hacen entre sí: señala que entre ellos se ha creado un espacio donde el otro puede ser otro).

Thomas: “pues no lo sé…”

Padre: “esperaba que alguien le respondiese… pero no quienes nos han llamado” Augusto y Virginia empiezan a hablar entre ellos, el clima está adquiriendo un tono alegre mientras la madre y el padre siguen hablando de modo algo alusivo de lo ocurrido

Tμ: “¿se puede hablar abiertamente de estas cosas?”

La madre habla de la curiosidad de Thomas por ver desnudos, pero luego llegaron imágenes más fuertes: una niña de once años que parecía haber asesinado a los padres.

Son imágenes que tienen que ver con lo oscuro, con lo tenebroso, lo satánico, relacionadas con las violaciones, el machete, las violencias, las desapariciones que habían padecido en el Congo pero también con situaciones traumáticas muy duras vividas por parte de Alberto y de Clara; parece que están entrando en cosas que hablan de la sexualidad en la familia que formaban parte de un área que había sido mantenida escondida y exorcizada, que mezclaba sexualidad y violencia. Elementos indiscriminados y elementos edípicos.

Alberto: “¡sí, sí! yo, de hecho, desde cierto punto de vista lo entiendo; cuando nosotros éramos más jóvenes el discurso se limitaba a nosotros mismos… la cosa podía permanecer secreta, no era compartida por nadie; ahora ya no es así… ahora hay instrumentos que si no sabes usarlos en cierto modo solamente pueden hacerte daño”. Clara: “él puede ser directo mientras que yo tengo algún momento en que no consigo ser muy precisa con los recuerdos… ¡no sé!”.

Clara habla del grave accidente de coche que tuvo cuando tenía 12 años. Conducía su madre. Ella sale disparada fuera; padece muchas fracturas; el golpe le causa, en un momento sucesivo, la caída de los dientes. Poco antes del accidente el padre había tenido un fracaso en el trabajo y en la familia no tenían dinero para comer.

Contemporáneamente al hermano se le diagnostica un tumor y la madre se transfiere a otra ciudad para acompañarlo.

Clara permanece en casa con el padre y la abuela que no habría querido ocuparse de la casa y de la nieta. Desde aquel momento tendrá importantes agujeros en la memoria. Todo esto deja en Clara una sensación extraña, perturbadora, que delante de situaciones agresivas hace que se le encoja el estómago hasta el desmayo. Le queda siempre un aurea de premonición de desgracias que pueden ocurrir como con el episodio de Thomas.

Después del relato de Clara, Alberto dice que tiene un flash de cuando era pequeño. Sus amigos hablaban de los relatos de los propios padres y de los abuelos, pero él sentía que no tenía nada que contar y esto le hacía sentirse inferior. Había hablado en casa pero, sin embargo, “la abuela no tenía nada que contarme, mi tía tampoco; nadie me contaba nada”…“mientras Clara siente que no tiene recuerdos, yo siento que no he tenido palabras para recordar”.

Con los traumas, tal vez no tengan recuerdos, pero tal vez no tengan palabras para decirlos.

Los primeros emergentes[4], transformados, vuelven.

Habían llegado con un “insight”: la necesidad de comprender, para todos y no solo para Thomas, lo que había sucedido para llegar a un nuevo equilibrio, ahora se vuelve claro. El estado confusional surgido en Thomas “girando” en una vuelta de espiral dialéctica, revela situaciones en las que Clara y Alberto se encontraron a sí mismos, niños, en un estado confusional, mientras angustiados vagaban perdidos por zonas desconocidas… El equilibrio que se había roto en la situación actual, había reactivado los “mis agujeros” de cada uno, donde tenían miedo de romperse y romper los frágiles equilibrios logrados. Había algo antes de la adopción, algo traumático en los niños adoptados, pero parece que  Clara y Alberto tuvieron la necesidad de transitar desde el Congo de los niños para contactar con su propio “Congo”.

El síntoma “circulando” entre los miembros integrantes del grupo familiar crea el surgimiento de una nueva realidad que simplemente no existía antes. “Nunca pensé que podría quedarme así…” … “es como un sueño”, van a decirnos en un mensaje unos meses más tarde los padres.

En este punto los chicos empiezan a hablar entre ellos con una intimidad que los terapeutas nunca habían visto; empiezan a describirse: soy alto y sociable, tú eres bajo; también papá es alto; mamá es rubia; mamá es rosa; mamá es femenina; también yo soy rosa; pero tú, papá, ¿cuánto ganas?

A través del material porno, traído públicamente en la sesión-water, se había vuelto a poner en movimiento la comunicación, lo no dicho había perdido peso; habían empezado a elaborar situaciones traumáticas. El padre sale del lugar de ser aquél a quien no se le contaba nada. Thomas sale del lugar de ser el santón jefe de la tribu. La madre del lugar de tener sólo agujeros. La pequeña de la posición de cotilla y Augusto de la necesidad de ser bueno e inteligente.

Aparecen las diferencias generacionales y de los sexos donde se pueden estructurar niveles edípicos que antes no podían organizarse.

Los depósitos rígidos que hasta ese momento habían caracterizado a la familia empiezan a movilizarse (Fischetti, 2014); ¿Los cinco personajes han encontrado a su familia?

La sesión termina con una escena en la que los tres chicos, sentados en una mesa, juegan y hablan alegremente entre ellos en una situación de intimidad, mientras los padres hablan entre ellos y con los terapeutas.


Bibliografía

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[1] Pichón-Rivière y Bleger piensan la noción de ámbito para buscar un camino que les permita colocar en el centro de la investigación psicoanalítica «el estudio del ser humano como un hecho global en situaciones concretas y en sus vínculos interpersonales» (Bleger, 1965, p. 54). La teoría de los ámbitos (psicosocial, grupal, institucional y comunitario) en la Concepción Operativa de Grupo surge como un intento de sistematizar la observación del campo de trabajo y como una oportunidad para identificar las diferentes formas de implicación entre los ámbitos mismos. Mirar a un sujeto desde donde se presenta un fenómeno permite una comprensión más profunda de las situaciones actuales. La Teoría de los ámbitos nos permite salir del estereotipo de pensar los fenómenos desde el modelo individual y comenzar a encuadrarlos desde contextos más amplios, es decir, desde la esfera social hacia contextos más delimitados. No debe olvidarse que los ámbitos no representan disciplinas sino modelos conceptuales para observar cualquier fenómeno. La noción de ámbito abre una perspectiva conceptual y técnico-metodológica enorme, convirtiéndose gradualmente en el contenedor conceptual que permite a Bauleo ubicar al grupo como sujeto y resaltar el sujeto como un sujeto colectivo.

[2] La tarea (Bauleo y Pichón-Rivière, 1971) indica el por qué y el para qué se instituye una situación terapéutica. La tarea convoca a las personas y pone en marcha sus respuestas formadas por ideas, fantasías, fantasmas sobre lo que significa un proceso terapéutico y cómo se realiza (fantasía de cura). La tarea es un organizador: permite organizar el proceso terapéutico y a medida que avanza el proceso, la tarea también se vuelve compleja. También la tarea “deviene”, llega a ser en lo que se expresa, llevando a cabo ideas y fantasias diferentes, efecto del sentido latente que ha emergido en el juego cruzado de las identificaciones introyectivas y proyectivas.

[3] Pichón-Rivière llama a la teoría de las Tres D el metabolismo de una fantasía inconsciente que se deposita por un depositante a un depositario, desde quien emite el mensaje a quien lo recibe. La comprensión del juego entre el depositante, el depositado y el depositario aparece como una unidad mínima de diagnóstico. En este juego, la dinámica transferencia-contratransferencia correspondería a lo que Pichón-Rivière denomina asignación y asunción de roles, base del movimiento entre grupo interno y grupo externo. En la terminología de diagnóstico clásica, todo el problema se deposita en el paciente.

[4] La noción de emergente es fundamental para la Concepción Operativa de Grupo. Es ese elemento que nos permite dar sentido a la situación que estamos observando. Se presenta como una nueva cualidad que nos permite leer la escena clínica. (Ver: Balello y Fischetti, 1986; 2016).

Revue Internationale de Psychanalyse du Couple et de la Famille

AIPPF

ISSN 2105-1038